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jueves, diciembre 26, 2019

Fortuna esquiva

Armando Moreno Sandoval

Hijo…. hijo…! se ha acabado el aguardiente! corra al Estanco y traiga una botella para vender por copas — fueron las palabras de su abuela Ana a su nieto.
Como un buen muchacho obediente salió hacia el Estanco.
Mirando hacia los lados, y silbando de vez en cuando, al llegar frente a la agencia de loterías de repente miró hacia el umbral de la puerta principal. Un billete de lotería era sacudido por el viento tenue de finales de diciembre. Hojas de matarratón, mangos y aguacates cubrían ligeramente cinco quintos de la Lotería del Tolima.
Doblando la cérvix, despejó las hojas, alzó el billete de lotería, lo miró, lo dobló y lo guardó en el bolsillo trasero del pantalón.
Frente al mostrador, y mientras acariciaba el billete de lotería, con su voz imberbe le ordenó al estanquero:
—Manda a decir mi abuela que le mande una botella de aguardiente.

De regreso encontró de visita a Luz de Restrepo. Luego de contar con una sonrisa el hallazgo, y sin decir palabra rasgó un quinto de lotería. Alargándole el brazo, Doña Luz lo tomó y lo guardó.
Aun desvelado por el fortuito hallazgo del billete de lotería, al promediar la mañana del día siguiente tomó camino hacia la peluquería de Julio César Patiño. Ojeando el periódico llegó a la sección de loterías.
Leyó que el premio mayor era idéntico al que albergaba su memoria.
Embriagado de alegría corrió hacia su abuela.

Minutos más tarde en la agencia de loterías relató el por qué de su alegría. Con un mezquino que le colgaba del mentón, frunciendo el entrecejo, la señora del Estanco movió los labios. Señalándolo con el dedo, y después de una cantaleta, le gruñó:
—“…no se le puede pagar…. hay un denuncio por perdida”.
Acongojado por la fatal respuesta, el trayecto de regreso a casa lo acompañó una saliva amarga.

Encontró a la tía Toña soplando el fogón de leña de tres piedras. De los leños cruzados flotaban brazas. Con la voz entrecortada contó su infortunio. Mientras observaba a la tía, la mirada chamuscada por las palabras de la señora del mezquino se fijó en las llamas azuladas. Con sigilo sacó los quintos restantes del bolsillo trasero. Haciendo una bellota del tamaño de la mano, miró fijamente al centro de las llamas. Desde el umbral de la puerta de la cocina, alzó el brazo y lanzó la bellota de lotería. Tras hacer una parábola, rebotó entre las piedras y cayó en el centro de las llamas crujientes.
Mientras los números del premio mayor se consumían por las llamas, una lagrima rodó por las mejillas hasta la comisura de los labios. Un sabor indescriptible bajó por la garganta.

Media hora más tarde llegó la señora Dominga Zabala, la hermana del lotero. Llegó jadeante. Tras cruzar el umbral de la puerta gritó:
—Vamos… vamos…! que le pagan todo…!
Boquiabierto y sin coordinar palabra señaló el fogón.
La tía Toña, aturdida y consternada, señaló de nuevo el fogón. Le narró a Dominga lo acontecido.

Muchas décadas después, botado en el andén de la casa, desvencijado por el paso de los años y la enfermedad que lo arrincona entre las cuatro paredes de su casa, tras narrarle a su amigo y contertulio Heiner Montes el relato, Orlando Velásquez con los ojos llorosos observó una mujer arrugada y encorvada por el paso de los años que, alzándole el brazo, con una voz gangosa y entrecortada, le dijo:
—Feliz Navidad!
Era Luz de Restrepo.
La mismísima del quinto de lotería.





jueves, diciembre 19, 2019

Un enano con barbera

Armando Moreno Sandoval
twitter: @amoreno_s
M
ariquita se ha vuelto tan imprevisible en la gobernabilidad que es lo más parecido a un enano repartiendo barbera en un ascensor.
Entrar a evaluar la gestión del casi exalcalde Alejandro Galindo no tiene sentido. Solo basta decir que fueron 4 años que el municipio de Mariquita se devaluó, 4 años perdidos. Pero pensar que el desmadre solo fue culpa del alcalde Galindo tampoco. Con la crisis de gobernabilidad que se presentó se descubrió también que a los mariqueteños poco les importó lo que estaba aconteciendo.
Fue tal la desfachatez de los mariqueteños que la pereza mental los doblegó. Pocos fueron los que se preguntaron qué estaba pasando. Dejaron el municipio al garete. Todos se quedaron de brazos cruzados amasando la idea que el tiempo lo arreglaría todo. Y, efectivamente eso fue lo que pasó.
Una prueba contundente de lo que señalo fueron los innumerables candidatos a la alcaldía y al concejo que surgieron en las elecciones del 27 de octubre de 2019. Que se sepa a nadie de ellos se les vio ejerciendo de líderes sociales para enfrentar los innumerables problemas que se estaban (y que se están) tragando a Mariquita.
Hay que dejar en claro que el único municipio del norte del Tolima que se estancó fue Mariquita.
Basuras, casetas, parqueos indebidos
Decreció en todo. No obstante, como siempre, todos los alcaldes creen que una gran gestión es echarles cemento a unas cuantas calles o solucionarle el desempleo a alguien.
La verdad es que Mariquita como pueblo carece de tejido social. Se ve en el desprecio por ser ciudadanos. Importándoles un bledo la norma es normal ver cómo el habitante se ensaña con el pueblo para hacer de el un pésimo vividero. Comportamientos como botar caca humana en bolsas plásticas en las calles es un buen ejemplo para entender que es eso del desprecio. La gente le chifla a la luna con tal de que la bolsa con excrementos no le llegue al frente de su casa.
Amén de la mierda de perro que se pasea por las calles entre las suelas de los zapatos de la gente encopetada. O de la coreografía que hace mi amigo Orlando Velásquez, que casi parapléjico, arrastrándose a gatas todas las mañanas le tocar recoger los bollos de los perros del vecino.
Invasión de espacio público
Ni hablar de las basuras por doquier. No es que las escobitas de Espumas no hagan la limpieza de las calles. La gente sin ningún empacho las ha convertido en un muladar permanente. Un ejemplo es la carrera 4 transformada en un basurero donde los mendigos junto a los chulos pelean las sobras de las basuras. Amén de los kotex, el papel higiénico cagado, las tripas de gallina, la mierda de cerdo, la cascara de banano o la caja de dientes abandonadas que sonríen al transeúnte. Y éste como si nada mastica la empanada en medio de olores nauseabundos. Fuuuú!
Ohhhh! qué decir de los cinturones de miseria que rodean al pueblo, sin que ningún alcalde (hasta ahora) haya pensado en cómo devolverles la dignidad de vivir con decoro. La cuestión es pensar en la niñez, el futuro de la sociedad.
Lo otro es que el pueblo se ha convertido en una gran cantina a cielo abierto. Todos se quejan y farfullan, pero nadie, empezando por la mismísima administración municipal, se toma la molestia de aplicar las normas de convivencia ciudadana.
El precepto del filósofo Kant de la mayoría de edad heredado del siglo XVIII, base de toda la filosofía liberal y del Estado de Derecho, de que la libertad del individuo termina cuando se vulnera la del otro, parece no tener cabida en Mariquita. Contrasta Mariquita con la convivencia que se respira con los pueblos de colonización antioqueña, los llanos orientales o los del macizo colombiano. Pareciera que los habitantes calentanos mariquiteños fueran amigos de la bullaranga, el desorden, el caos y el despelote.
Como si lo dicho no fuera suficiente para salir corriendo, hay quienes señalan que la alcaldía de Alejandro Galindo fue una bendición de Dios. Afirman que gracias a sus líos judiciales y personales el elector por fin despertó. Jajajajá! Una quimera engaña bobos.
Las estadísticas poco mienten. Una mirada a los votos del 27 de octubre para alcalde se deduce que lo que hubo fue un descalabro electoral. El aburrimiento por el pasado reciente llevo al elector a renegar de la democracia. La mayoría de los candidatos sacaron una votación pírrica.
Un ejemplo es el caso de Carlos Julio Díaz que, tras casi 20 años como concejal, y de haber recogido más de 11 mil firmas, pasó aullando los 500 votos.
Ni hablar de Álvaro Bohórquez que después haber obtenido más de 8 mil votos en las elecciones del 2012, más del 50% de los electores le dieron la espalda.
De Juan Carlos Castaño se puede decir que ganó perdiendo votos. No superó la votación de las elecciones pasadas. La operación avispa lo favoreció.
Quienes afirman que el gran triunfador de las elecciones fue Oscar Javier Segura están equivocados. El elector hastiado optó por votar en contra de, y lo hicieron porque no creían ni en Carlos Julio Díaz, ni en Juan Carlos Castaño, ni en Álvaro Bohórquez.
Tras 4 años perdidos algunos tienen una sonrisa de oreja a oreja. Añoran unas nuevas elecciones. No hay derecho que quienes perdieron la alcaldía en las urnas la quieran ganar en las barandas judiciales. Al alcalde Juan Carlos Castaño los perdedores (o el perdedor) ya le clavaron una demanda. Si ésta prospera Mariquita será un infierno.
A pesar de que el alcalde Castaño ha salido a aclarar y a explicar su situación jurídica, sus enemigos políticos lo ven como un tramposo.
Virgulilla. Algunos están criticando que el alcalde Castaño ya empezó a rodearse mal. Lo dicen por algunas caras que llamó para el empalme. Si prometió cambio no le de miedo, rodéese de caras nuevas que no hayan pelechado de administraciones anteriores.

Corruptos y ladrones

Armando Moreno Sandoval

E
n Colombia el Estado se ha vuelto un botín. Es el instrumento enmarañado de un concurso de intereses particulares que adulteran el sentido de lo público. La política ya no es la solidaridad, sino la complicidad. La adhesión de la gente ya no es a un partido, a una bandera, a una ideología, ni siquiera a un caudillo o a un movimiento, sino a una componenda, transacción, cuyos beneficiarios son los que quieren asaltar el poder.
Estas ideas no son mías, fueron del político e intelectual conservador Álvaro Gómez Hurtado y están en la biografía: Álvaro. Su vida y su siglo de Juan Esteban Constaín.
La desgracia de los pueblos es que el día de las elecciones algunos electores votan por el maleante, por el corrupto, por el descompuesto, por el inepto.  Así no se puede. Para qué elecciones?

Ha sido tan grande la equivocación al votar que un ejercicio simple y llano es preguntarse qué hicieron quienes hace cuatro años, o más, recogieron votos vendiendo ilusiones, prometiendo el cielo y la tierra.

El próximo 31 de octubre se elegirá concejo y alcaldía.
Siguiendo a Álvaro Gómez Hurtado, en Mariquita, desde un tiempo para acá, y lo dice la gente, ha sido tanta la desfachatez y la sinvergüencería que, desde que se instauró el voto popular, lo único que ha pasado por el Edificio del Mangostino, ha sido puro matoneo al erario público. Embelecos de administraciones.
Vasta consultar las bases de datos de las entidades del gobierno para darnos cuenta que en Mariquita no existen calles decentes, sino trochas, cantinas, bullaranga, desidia, ruidos, basura, olores fétidos, chulos con hambre, gente sin esperanza que deambula por las calles como zombis. Un hospital público a medias e inconcluso donde el usuario y el empleado se hacen los de la vista gorda ante un servicio de muerte. En fin, un municipio que se caracteriza por pelear los últimos lugares en salud, educación, infraestructura vial y otras necesidades insatisfechas, amén de la corrupción.

La estulticia de la gente se ha vuelto tan extrema que han olvidado que en los últimos 25 años los excaldes, en su mayoría, han salido derechito para la cárcel. Algunos le maman gallo a la cárcel. Otros se hacen nombrar en las mismas instituciones del Estado para burlar la justicia. Otros están en un peregrinaje permanente en las salas de los juzgados y contralorías.

Ni hablar de los concejales, ni de los aspirantes. Pueda que se salve alguno. Mejor callar. La desfachatez es total. A un aspirante al concejo, le pregunté cuál era el candidato a la alcaldía de su corazón. Prefirió guardar un silencio parecido a la estupidez. Tembloroso y sudando dio a entender que no había con quién. Sintió pena.

Preguntar en qué ha cambiado Mariquita es como hacer un chiste macabro. Igual al chiste que dice que si uno dura una semana para ir a Mariquita encuentra que todo ha cambiado pero que, si regresa a los 4, 8 o 20 años o más, todo sigue igual.  La misma novela de siempre: trata de blancas, violaciones de todo tipo, narcotráfico, balaceras, ruidos, cantinazos, secuestro, sicariato, ladronismo y todas las plagas malditas que la tierra ha parido.

Volviendo a Álvaro Gómez Hurtado, los municipios seguirán por las mismas si el elector acolita al inútil y eligiendo a los mismos. Si se elige gente de baja calaña, maleantes, golfos, rufianes, trúhanes o mangantes, lo cierto es, que con esta clase de gente, será un atentado a la razón, a la civilidad, al decoro.

Si la podredumbre se elige, la política seguirá presa de los corruptos y ladrones de cuello blanco y perfumado. La herencia politiquera del pasado seguirá vivita. Sus clones, estarán ahí.

Agosto, 17 de 2019

Elecciones entre el cansancio y el hastío

Armando Moreno Sandoval

S
i hay algo que está generando cansancio, hastío, son las elecciones del próximo 27 de octubre. Aspirantes a alcaldes asesinados, independiente de su manera de pensar, empañan la democracia. Asquiento que suceda.

Otra cosa es el malestar que le genera los malos gobernantes a la democracia. En Mariquita, después de más de 12 mil votos por Alejandro Galindo en las pasadas elecciones, y el balance de estos cuatro años, ha llevado a la gente a no creer en la democracia como si los errores de los gobernantes fuesen de ella.

No obstante, pese al desgano frente a estas elecciones, no hay candidato a la alcaldía con un discurso populista que hubiese capitalizado el descontento de los electores.

Al elector le importa un rábano la democracia. No obstante, gústeles o no, el 27 de octubre con los votos que se depositen en las urnas tendrá que salir un ganador. ¿La pregunta es quién?

Ha escaso un mes de elegir nuevo alcalde, algunos me han dicho que qué pienso. Qué diga algo.

Solo puedo decir a quien lea los siguientes renglones que, de todos los candidatos para la alcaldía de Mariquita, solo tres de ellos los electores saben quiénes son. Los demás tendrán una votación pingue.

Uno de ellos, el que se llama Carlos Julio —más conocido como “Caremamita”—, y si es cierto que recogió más de 11 mil firmas, tenía la posibilidad de haber conformado una alternativa diferente. Pero su ausencia de liderazgo lo llevo a desperdiciar semejante oportunidad y a malgastar las miles de firmas. Tenía que haber armado chipa, pero para eso tenía que convencer a los candidatos cuasi desconocidos para que lo acompañaran en la aventura de llegar a la alcaldía con la promesa, sencilla, por cierto, de repartirse el pastel de la alcaldía. No lo intentó y a estas alturas de la campaña armar chipa parece demasiado tarde ya que todos quieren ser cabeza de león y no cola de ratón. Es posible que un milagro lo salve.

El otro candidato y que es conocido por persistir en ser alcalde es Juan Carlos Castaño. Contra él juega la mala leche de los electores de los otros candidatos. Desde elitista hasta cobrarle su condición de ser el yerno de un exalcalde por haber prologando el servicio de agua a Espumas, hasta decir que es asquiento porque le niega un beso a un leproso. O, aquella otra, que dice, que si saluda de mano a un pobre la limpia con desinfectante y pañuelo. Campaña que juega en su contra. Si no es capaz de romperle el espinazo a semejantes habladurías seguramente que llegar al despacho del Mangostino le va a quedar difícil. El tiempo juega en su contra, la pregunta es cómo.

El tercer candidato es Álvaro Bohórquez. Ladra casi que echado. El que mejor entiende la idiosincrasia popular. Malicia que no la tiene ni “Caremamita”, ni Juan Carlos Castaño. En su contra juega el de haber sido ya alcalde y los que no dejó contentos a su paso por la administración. Tiene a su favor una parte de electorado que se clasifica entre los estratos cero y tres. Que es la mayoría de la población. Como también que al populacho y a los analfabetas con títulos académicos que poco les importa sí hizo buena o mala administración. Su baja comprensión de la democracia no les da para entender esa cosa que se llama “poder”.

Alguien preguntó que si había candidatos malos o buenos. Le dije que no los había, puesto que cada quien con su almohada decide quién es bueno y quién es malo. La explicación es simple: las ideas están muertas y no hay quién las resucite.  El pesimismo por la ausencia de ideas es tal que el elector cree que gane quien gane, todo seguirá igual.

Septiembre 30/ 2019

martes, octubre 29, 2019

La bagatela de la democracia en Colombia

Armando Moreno Sandoval
@amoreno_s

La democracia es un péndulo. El triunfo es engañoso y más en un país como Colombia que la tradición de adorar caudillos y jefes es de siglos. Amamos y odiamos. Es lo que explica por qué se sigue adorando a Simón Bolívar, a Francisco de Paula Santander, Jorge Eliecer Gaitán, Laureano Gómez o a Álvaro Uribe, sin conocer la procedencia de sus ideas.

Algunos están convencidos de que con la derrota del Centro Democrático que representa la extrema derecha, o, la de Colombia Humana que representa la extrema izquierda, la sociedad cambió. ¡Falso!

Una lectura a las elecciones del 27 de octubre, así se hayan dado palos electorales como los ganadores de las alcaldías de Medellín y Cartagena, lo cierto es que algunas castas caudillescas volvieron. Un ejemplo es el departamento del Valle o el mismísimo departamento del Atlántico.

No obstante, hay que hacer una advertencia. En Colombia pese a que se sigue imponiendo las maquinarias, a veces también se vota por caras ajenas a todo proyecto político o ideológico. Con la desideologización de la sociedad a veces poco importa las ideas, sino el deseo de votar por alguien porque me cae bien, o, en el peor de los casos porque me cae mal.

La gente a pesar del desencanto de la democracia aún guarda la esperanza de que el elegido trabaje para resolver los problemas de la gente. Otros hartos de que la democracia es una bagatela optan por el voto en blanco, algunos devuelven el tarjetón tal como se lo entregaron y otros a rabiar estropean el tarjetón con madrazos y tachones. Pero hay otros más radicales, quienes piensan que la democracia es una burla prefieren ver pasar el día de las elecciones frente a un televisor o comentando los chismes del día.

Así la gente celebre el triunfo o la derrota, el verdadero ganador es la rabia, es el desencanto, es la frustración, es el pesimismo. La gente cree que quien triunfó nunca, poco o nada se va a preocupar por los problemas de la gente. La gente del común ya sea en Chile, Estados Unidos, España, Hong Kong, Ecuador, Alemania, Francia o cualquier otro país, está pidiendo a gritos que la Democracia y el llamado Estado de Derecho ya no es representativo de los ciudadanos. Toca inventar algo nuevo.

Todo este desmadre se refleja de algún modo a nivel local. En Mariquita, un pueblo en el centro de Colombia es un buen ejemplo. En las elecciones del 27 de octubre de 2019 la votación fue exigua. Solo participó el 58.24% de un censo de 29.172 votantes. Tan así que el alcalde triunfador solo lo hizo con tan solo 4.696 votos, o sea el 28.82%.

Lo mismo puede decirse de la elección del concejo, que en Colombia es un órgano coadministrador. Solo participó el 58.25% de un censo de 29.172 votantes y el partido más votado solo obtuvo 2.423 votos, equivalente al 15.90% del censo electoral. Pero si se contrasta estas cifras con el voto en blanco, no marcado y nulo la sorpresa es que este elector rebelde fue el verdadero ganador, pues fueron 2.361 electores, equivalente al 17.57% del censo electoral, que no se inclinó por ninguno aspirante.  

La conclusión a que se llega es que quienes administrarán los dineros de los contribuyentes deben pensar en cómo resolver los problemas de la gente. ¡Lo demás es un pajazo mental!

martes, junio 11, 2019

La vez que el biólogo evolucionista Edward O. Wilson visitó a Mariquita (Tolima)

Armando Moreno Sandoval
Edward Wilson
Una correspondencia de José Celestino Mutis dando cuenta de una hormiga legionaria entusiasmó al biólogo y profesor emérito de la Universidad de Harvard, Edward O. Wilson,  a escribir sobre Mutis. Ese dato seguramente lo llevó a pensar en viajar a Colombia, pero sobre todo a Mariquita, el sitio donde había vivido y trabajado José Celestino Mutis a finales del siglo XVIII.
Años después, cuando algunas entidades colombianas optaron por crear la catedra medioambiental, y al escoger el científico que daría  la primera cátedra, el consenso sobre el nombre fue unánime: esa persona sería el estadounidense Edward O. Wilson, el biólogo evolucionista más importante que ha dado la humanidad después de Charles Darwin.
El profesor Wilson el inventor de la palabra biodiversidad, y que gracias a él luchamos por salvar el planeta tierra,  en su último libro La conquista social de la tierra (2012: Debate) nos da a conocer la palabra eusocial para explicarnos a través de ella que la organización social y la división del trabajo, que creíamos era del Homo sapiens, ya otros seres vivos habían evolucionado hacia la eusocialidad. Entre esos seres vivos eusociales están las abejas, las avispas, pero sobre todo, las hormigas que viven en la tierra desde hace 160 millones de años.
El profesor Wilson tiene en su haber  27 doctorados Honoris Causa, 90 premios internacionales por sus contribuciones a la ciencia y a la humanidad, junto a Bert Hölldobler obtuvo dos premios Pulitzer por sus ensayos sobre la naturaleza humana y sobre las hormigas, la Medalla Nacional de Ciencia de Estados Unidos y el premio Crafoord, equivalente a un Nobel de Biología. Al preguntársele que pedía para venir a Colombia la única condición que puso  era que lo llevaran a conocer a Mariquita.
El lunes 27 de agosto de 2007, además de la cátedra medioambiental que dio, se le vio en la Universidad Nacional visitando el Instituto de Ciencias Naturales. Pero el 28 de agosto cogería, con sus acompañantes, camino a Mariquita.
En esta casa se dibujaban las plantas que traía Mutis
El paso del profesor Wilson por Colombia, lo mismo que el viaje  a Mariquita, tuvo poco despliegue en los medios escritos y hablados. Y quienes dieron cuenta del viaje no fue mucho lo que informaron.
Alejandro Gaviria quien viajó con el profesor Wilson a Mariquita  relató que “a la altura de Sasaima, la caravana de peregrinos se encontró con un trancón kilométrico. Inexplicablemente la policía de carreteras había detenido el tráfico en ambos sentidos para facilitar la demarcación de la vía. Wilson salió del vehículo para estirar sus piernas. Y después de caminar 50 metros, encontró un hormiguero al borde de la carretera. Inmediatamente se arrodilló con devoción religiosa. Y permaneció así por unos minutos, como si estuviera rezando, con los ojos a pocos centímetros de la superficie y la lupa en su mano como si fuera un ícono sagrado. La sinceridad de su credo (de la defensa de la biodiversidad sustentada en la pasión por la ciencia) no dejaba dudas.

La imagen de Edward O. Wilson arrodillado en una carretera colombiana resume, en mi opinión, la importancia de su visita a Colombia. Wilson nos permitió, así fuese por unos días, mirar a nuestro país a través de sus ojos. Y apreciar, entonces, nuestro pasado, la valiosa (y olvidada) obra de Mutis. Y nuestro futuro, la preciosa (y amenazada) biodiversidad”.
Casa donde vivió Mutis
Por los registros de prensa presumo que llegó, seguramente poco  antes del mediodía. Quienes lo acompañaban no sabían que por esos días Mariquita celebra, cada 28 de agosto, las efemérides de su fundación. Como ha sucedido siempre, si la fecha cae entre semana, el bullicio y la algarabía de tragos, rumbas y gritos lo aplazan para los fines de semana. Esta es la explicación del por qué el profesor Wilson encontró un pueblo vivible, apacible y amable.
Si para quienes nacimos y nos criamos en Mariquita, el viaje entre Bogotá  y Mariquita, es feo y aburrido; mirar el valle del Magdalena a la altura del Alto de la Mona tampoco lo hace placentero. Seguramente para el profesor Wilson ese mundo nuevo que se estrellaba ante sus ojos le hizo olvidar el sopor que genera el calor y el cansancio del viaje.
La alegría de estar en Mariquita lo llevó a decir: “Venir acá y ver donde él vivió le da vida a lo que estoy escribiendo sobre José Celestino Mutis”. Y agregó que además de haber sido un personaje en la historia de la ciencia lo admiraba por haber sido el primero en haber estudiado las hormigas.
En el restaurante, antes del almuerzo, pidió un trozo de panela y se la puso de carnada a las hormigas. Mientras comía un pernil de pollo con ensalada y papas chorreadas, veía cómo las hormigas llegaban. No  llegó la legionaria que había descrito Mutis.
Quienes estaban con él vieron como de su chaleco sacó unas pinzas, atrapó una y la metió en un frasquito con alcohol de los que siempre lleva consigo para guardar  sus muestras.
Tras el almuerzo, y con los bolsillos llenos de insectos, hizo un periplo urbano por los protositios que la tradición oral considera que vivió y trabajó Mutis. Tras ver la casa esquinera con techo de paja que desde niño en la escuela nos enseñaban que ahí en ese sitio había vivido José Celestino y el inmueble colonial ubicado dentro del perímetro del Colegio Francisco Núñez Pedroso, y que escuchábamos decir, que ahí en esa casona dibujaban las plantas, salió el profesor Wilson con sus acompañantes hacia el bosque municipal.
Gabriel Romero Campos nos cuenta que “en medio de sus preguntas fue sorprendido por el sabor de la papaya, los patacones y la arepa de huevo. Y en cuestión de horas, los pedía en su escaso español, y en inglés rogaba “No me digan doctor, no me digan Don. Don suena como a mafioso”. Y finalmente pedía que no le dijeran Edward, sino Eduardo.
Quienes estuvieron con él dan cuenta que camino al bosque municipal se vio rodeado de chiquillos que sin decirle doctor, al enterasen que buscaba hormigas, recibió de ellos tal cantidad que en un dos por tres no le quedaba libre un frasco más.
Lo que los mariquiteños y la comunidad académica no sabe, y sin tanta alharaca cuando un académico de pacotilla de alguna universidad pública o privada  halla una especie sin clasificar, en medio de los improvisados recolectores de hormigas y quienes estaban con él, dijo: “He visto dos mil tipos de hormigas y hoy recogí tres tipos diferentes”. El profesor Wilson en un ratico había dado cuenta de nuevas especies de hormigas.
En el bosque de Mariquita recogiendo hormigas
Su única noche de campo  en Colombia la pasó en Mariquita. A la mañana siguiente, agosto 29 de 2007, el segundo lugar visitado fue un bosque cercano a la finca Jabirú. Acompañado por su séquito observa y nombra algunas de las hormigas. Una vez más emprende la búsqueda de la hormiga registrada por Mutis que  no pudo encontrar: “De haberla hallado, hubiera cumplido completamente mi misión de venir a Colombia, pero estoy feliz. A pesar de que estuve aquí menos de 24 horas, es un lugar que nunca se me va a olvidar”.
Fernando Fernández, el profesor de la Universidad Nacional, cuenta que el profesor Wilson explora el suelo, las ramas, los troncos caídos. Surgen nombres científicos. Una Pheidole por aquí, una Pachycondyla por allá. En algunas ramas unas Camponotus; en otras merodean las agresivas Aztecas. En el suelo las "autopistas" de las cortadoras de hojas, Atta, hormigas que sin duda observó Mutis.
El buen ojo del profesor Wilson capta una rama con nódulos de una planta, la varasanta (o palosanto). Alguien  baja la rama y el nódulo arroja otras hormigas, las Pseudomyrmex de dolorosa picada
El regresó a Bogotá le trae otras sorpresas al profesor Wilson. Entre Honda y el Alto de la Mona el profesor observa a su derecha la cordillera central, el valle del río Magdalena y los parches de bosques. Una vez más queda maravillado.
Con la nostalgia que genera la partida el profesor Wilson hace la promesa de volver a Colombia, y por supuesto a Mariquita, para el bicentenario de la muerte de José Celestino Mutis. Seguramente sus compromisos le impidieron venir, o, a lo mejor no lo invitaron. Así como no invitaron a José Orlando Velásquez, biólogo y botánico autodidacta, y que hoy por hoy, es de los pocos que mejor conocen el bosque.
Al otro día de su partida, Juan Lozano, el entonces ministro de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial, firma la Declaración Cuenta Atrás 2010, que compromete a Colombia a incrementar sus esfuerzos para proteger la biodiversidad, especialmente en el piedemonte amazónico, los páramos del nororiente, el Eje Cafetero, el Macizo Colombiano, el Pacífico y el Valle del Cauca. Como le dijeron en Mariquita: Ojalá vuelva.
La Declaración es un saludo a la bandera. El bosque municipal donde trabajó Mutis por varios años, y que 200 años después visitó el profesor Edward O. Wilson está muriendo ante la desidia de las autoridades municipales, departamentales y del Estado colombiano.
La visita del profesor Edward O. Wilson a Mariquita bien podía haberse llamado parodiando el título de una columna que hace años escribí: Viaje al moribundo bosque del sabio José Celestino  Mutis