Armando Moreno Sandoval
El elector colombiano es lo más parecido a un corcho en remolino. Tiene la tradición de adorar caudillos y jefes. Amamos y odiamos. Es lo que explica por qué adoran a Simón Bolívar, a Francisco de Paula Santander, Jorge Eliecer Gaitán, Laureano Gómez o a Álvaro Uribe. Lo curioso es que no conocen, ni han estudiado sus ideas. Igual con los populismos del siglo XXI. Pocos saben qué es eso. En las pasadas elecciones presidenciales de octubre 2022 el elector votó por dos tipos de populismos: el de Rodolfo Hernández que era anti-establecimiento y el de Gustavo Petro que como se puede apreciar en los pocos meses de gobierno es un populismo autoritario. La gente votó sin detenerse a pensar en el peligro que representaban.
Para las próximas elecciones (29 de octubre 2023) donde
se van a elegir alcaldes, concejales, diputados y gobernadores, algunos están
convencidos de que con la derrota del Centro Democrático que representa el populismo
de derecha, la Colombia Humana que representa el populismo de izquierda su triunfo va a ser pan comido. ¡Falso!
El mapa que publicó el diario El Tiempo después de las
elecciones presidenciales del 24 de octubre de 2022, donde el color azul obscuro
lo hizo por Rodolfo Hernández y el color zapote por Gustavo Petro, y si el lector consulta las estadísticas electorales, está claro
que la presidencia de Petro se debió al triunfo de Bogotá que le puso más de 2
millones de votos (véase mapa).
No obstante, hay que hacer una advertencia. En
Colombia las elecciones las impone la desideologización de la sociedad que, por
lo general, poco le importa la democracia liberal, sino el deseo de votar por alguien que
me cae bien; con quien me siento a gusto. Así de simple.
La gente a pesar del desencanto de la democracia aún
guarda la esperanza de que el elegido trabaje para resolver los problemas del Estado y de la sociedad. Otros hartos de que la democracia es una baratija optan por el voto en
blanco, algunos devuelven el tarjetón tal como se lo entregaron y otros a
rabiar lo estropean con tachones y madrazos. Pero hay otros más
radicales, quienes piensan que la democracia es una burla prefieren ver pasar
el día de las elecciones frente al televisor o comentando los chismes del
día.
Así la gente celebre el triunfo o la derrota, el
verdadero ganador es la rabia, el desencanto, la frustración, el
pesimismo. La gente cree que quien triunfó nunca se va a preocupar por los
problemas de la gente. La gente del común está pidiendo a gritos que la
Democracia y el llamado Estado de Derecho ya no es representativo de los
ciudadanos. Están esperando siempre algo nuevo. Pese a todo la gente sigue
guardando alguna esperanza.
Todo este desmadre se refleja de algún modo a nivel local.
En Mariquita, un pueblo en el centro de Colombia es un buen ejemplo. En
las elecciones del pasado 27 de octubre de 2019 la votación fue exigua. Solo
participó el 58.24% de un censo de 29.172 votantes. Tan así que el alcalde
triunfador solo lo hizo con tan solo 4.696 votos, o sea el 28.82%.
Lo mismo puede decirse de la elección del concejo, que
en Colombia es un órgano coadministrador y que a la gente del montón poco le
dice. Tienen la idea de que es una institución que hace estorbo (al igual que
la Asamblea y el Congreso). Este desgano hacia el concejo es lo que explica por
qué en aquel pueblo (Mariquita) solo participó el 58.25% de un censo de 29.172 votantes. El partido más votado solo obtuvo 2.423 votos, equivalente al 15.90% del
censo electoral.
Pero si se contrasta estas cifras con el voto en blanco,
no marcado y nulo la sorpresa es que este elector rebelde fue el verdadero
ganador, pues fueron 2.361 electores, equivalente al 17.57% del censo electoral,
que no se inclinó por ninguno aspirante.
Lo simpático es que, así como votan los electores en
Mariquita, su comportamiento es igual en todos los municipios de Colombia.
La conclusión a que se llega es que este desencanto hacia lo que conocemos
como Democracia Liberal o Estado de Derecho está herida a muerte. Por ello han llegado los
populismos de izquierda y derecha con las intenciones de perpetuarse en el
poder, quieren acomodarla a sus intereses para luego a mediano plazo liquidarla.
Es lo que hizo Ortega en Nicaragua, Chávez en Venezuela, el populismo peronista
en Argentina, la izquierda en Bolivia, Bukele en El Salvador, Putin en Rusia,
Erdogan en Turquía. Y la lista es larga.
Colombia no está ajena a esos riesgos anti republicanos.
¡Ya veremos!¡Creer que la izquierda es amiga de la democracia liberal y del republicanismo
es un pajazo mental!