La flora que no vio el sabio Mutis: Cariniana pyriformis
Armando
Moreno Sandoval
El Cariniana pyriformis de la familia de la Lecythidaceae es un árbol corpulento, tiene tallo y altura. Es conocido
como abarco de río y tiene su hábitat en centro américa y en el norte de
Colombia.
Según los botánicos y naturalistas es un árbol que hace
parte del Bosque Tropical Húmedo y tiene la particularidad que para sobrevivir
necesita que sus raíces encuentren suelos húmedos. Esta es la explicación del
por qué lo vemos rondando las cuencas de los ríos.
Es un árbol que necesita una temperatura
entre 21 °C y 35 °C, una precipitación anual entre 2000 y 5000 mm, y una
altitud entre 80 y 1600 metros sobre el nivel del mar. En Colombia además de la
costa caribe se halla en el Casanare, el Orinoco y en algunos parajes del valle
del río Magdalena.
Abarco de río |
En un ambiente natural y por ser un árbol corpulento que requiere espacio, la
naturaleza en su proceso evolutivo y selectivo ha decidido que no todas las
semillas han de nacer. Como es un árbol que no forma colonias, pues se le ve
solitario y aislado, se deduce que de todas las semillas que se esparcen solo
podrá reproducirse una y solo una. Amén de que una vaca, un chivo, un burro o
cualquier bestia humana devoren la plantita tierna y acabe con el ciclo de
reproducción de la especie.
A lo anterior hay que añadírsele que su crecimiento es
lento lo que lo hace que sea un candidato a morir prematuramente.
Aunque el sabio José Celestino Mutis al recorrer los
bosques, ríos y valles que bordeaban los pequeños caseríos de Mariquita y Honda
llegó a la conclusión —y lo dejó registrado en su diario de campo— que lo que
veían sus ojos eran “bosques de galería”, es muy raro que con esta afirmación no
haya visto el abarco de río.
Por qué este majestuoso árbol pasó desapercibido
incluso para los ojos del botánico y naturalista Alexander Humboldt a su paso a
finales de 1801 por Mariquita hacia las minas de Santa Ana?
Para avistarlo tocó esperar hasta el año 2007. Sucedió
que el naturalista y botánico Orlando Velásquez, haciendo un recorrido por el
bosque de Mariquita, tratando de localizar a los mineros que horadaban las
vegas de la quebrada El Peñón tuvo la dicha de tropezarse con el frondoso
abarco de río.
Cómo es posible que tantos años recorriendo
el bosque el abarco de río le haya sido esquivo a sus ojos, se preguntaba el botánico y naturalista Orlando Velásquez. Al tocar su fuste,
y al observarlo detenidamente, una catarata de ideas le pasó por su mente.
Preguntas iban y venían. Se preguntaba cómo era posible que el abarco de río
hubiese sobrevivido a la tala sin control.
Aunque podría pensarse que su sobrevivencia pudiera
haber obedecido a un plan de reforestación y tala para aprovechar su madera, la
hipótesis en sí es muy débil. La cuestión es que el ejemplar que está en el
bosque de Mariquita es el único que existe en todo el norte del Tolima. Desechada
la hipótesis, la congoja le llegó a su existencia. Por las mejillas se le
resbalaron unas cuantas gotas de lágrimas.
Abarco de río |
Recostado sobre un barranco y lanzando volutas de humo
pensó que, seguramente, si el sabio Mutis no lo vio, la explicación podría
estar de que en la época que gobernaban los españoles, conocida como la
Colonia, estos habían llevado una explotación desmesurada arrasando con la
especie cuya madera había quedado incrustada en las columnas, puertas, ventanas
y vigas de las casas, en los ataúdes de ricos y pobres, en los baúles, en las
galerías de las minas de plata, en los carromatos de los esclavos, en las
culatas de las escopetas, en los cabos de los cuchillos, en los pilones para
macerar las espigas de arroz, en los trapiches de caña de azúcar, etc., etc., o,
por qué no en las cocinas de cualesquier blanco, negro, mulato, mestizo o indígena.
Con las lágrimas bordeando las comisuras de los labios
calculó que podría tener unos 30 metros de altura. Al pensar en la edad del
árbol recordó los manuales de dendrología. Con su copa aparasolada y sus ramas
extendidas como si fuera una ceiba lo observó con detenimiento y dedujo que
podría tener 150 cms de abarcadura. Lo que lo llevó a pensar que si los árboles maderables aumenta de grosor 5 milímetros por año, o sea, 0.5 cms, el abarco de río del bosque
de Mariquita perfectamente podría tener 300 años. Lo que lo llevo a deducir que
para la época del sabio Mutis era un arbolito demasiado joven y que quizás esa fuese
la razón del por qué el sabio no lo vio.
Si bien el abarco de río es una especie nativa que,
como se dijo antes, es de la zona tórrida, la calidad de su madera lo ha
llevado a que esté en vía de extinción. Aunque su madera tiene diversas
utilidades, como, por ejemplo, hacer tacones para los zapatos, en Colombia sus
hojas sirven como forraje para alimentar el ganado estabulado.
Un individuo llamado Juan Carlos Acero, y que los
mariquiteños lo hicieron alcalde, tuvo la “sabiduría” con la venía de Cortolima
de canalizar la quebrada El Peñón con
cemento y que al volver añicos las peñas que bordeaban los meandros esta se
secó. Hoy en día la quebrada es un cadáver putrefacto que, por culpa del
exalcalde, alteró el ecosistema del bosque.
Las consecuencias de esta alcaldada han sido
catastróficas. El bosque ya no es el mismo, está moribundo. La fauna silvestre
al igual que la naturaleza vegetal ha venido desapareciendo poco a poco. Es un
futuro negro, el mismo que le espera al abarco de río.
Eso sin contar con el migrante necesitado de techo que
ha visto en el bosque un refugio dando paso a solares y casas.