Armando Moreno Sandoval
Hace un buen rato que Arturo Castaño, me abrió las puertas de su corazón. Alrededor de no sé cuántas largas charlas mañaneras y matinales, bebiendo café, fui descubriendo ese espíritu humano que hoy en día muchos han dejado de cultivar. No obstante, este espíritu humano tiene su explicación:
Varias veces me han preguntado: ¿cómo es la manera de pensar del médico Castaño?, respondo: tiene un pensamiento moderno.
Y si esta noche, me hiciera la misma pregunta no dudaría en dar la misma respuesta: es un hombre moderno.
La pregunta no la respondo por capricho. Frank Safford el historiador norteamericano en su libro El Ideal de lo Práctico. El desafío de formar una élite técnica y empresarial en Colombia, describe en ese libro el arquetipo del hombre moderno.
En el libro citado se describe cómo en una sociedad predominantemente premoderna y preindustrial, como lo fue la sociedad colombiana durante el siglo XIX y parte del siglo XX (aunque algunos sectores lo siguen siendo), hubo una élite económica, social y política que abogó por los cambios sociales y económicos. Esto es, una élite que abrió escuelas, modernizó la infraestructura del Estado, difundió los cambios y que orientó la educación hacia áreas técnicas y prácticas con el fin de abrirle espacio al desarrollo económico y estimular de este modo un espíritu empresarial. El fin era que la élite social y económica abandonara formas sociales hidalgas heredadas de la época colonial española. En sí lo que se perseguía era formar hacia el futuro una clase empresarial y dirigente digna de ser moderna tanto social como ideológicamente.
Si hay alguien en Mariquita que encarna ese arquetipo de hombre moderno que nos habla Frank Safford es el médico Arturo Castaño. Les explicaré por qué:
Sé de antemano que algunos presentes mejor que yo, saben y conocen, su vocación social y humana. De las largas charlas que he tenido con el médico Castaño, y como antropólogo que soy, de él puedo decir que encarna, como dije, una visión modernizadora de la vida social y económica.
Combinando su profesión de médico con el de activista social al frente del movimiento caficultor que cuestionaba al Comité de Cafeteros del Norte del Tolima, indujo a llevar a cabo muchas tareas que hoy día están presentes y que aún siguen vigentes. Solo citaré dos: la primera, el de haber sido a finales de la década del 70 siglo XX el gestor e impulsor de las vías de comunicación en las veredas de los municipios cafeteros del norte del Tolima y, segunda, el de haber impulsado los programas de planificación familiar y que hoy en día casi el mundo entero tienen a Colombia como modelo.
Existe un consenso que sin éstas dos estrategias, Colombia, pese a la Violencia que la agobia desde finales de la década de los 40 del siglo XX hasta nuestros días, difícilmente podría haber alcanzado –con todos los problemas que existen hoy día- los niveles de desarrollo que hoy tenemos. Estrategias que han sido y siguen siendo claves para el desarrollo económico y social: vías de comunicación y control de natalidad.
Si el norte del Tolima, y en particular los mariquiteños, nos podemos jactar, para usar un verbo un poco vanidoso, de éste hombre que tanto aporte le ha hecho, y le sigue haciendo a su tierra, hay en él una faceta que recrea ese espíritu social y humano: la del hacedor de poemas y testimonios.
Si como dije antes, como médico y como gestor social, su mirada ha sido modernizadora, su poesía y sus testimonios que he leído tampoco han escapado a las tendencias actuales que reclama la escritura. Todos ustedes saben que el mundo que empezó a pensarse a finales de las dos últimas décadas del siglo XX y que se está construyendo en este siglo XXI, así ustedes no lo perciban, es un mundo alejado de teorías ideologizantes y totalizadoras.
Ese mundo a que estoy aludiendo está siendo expresando de múltiples formas: lo vemos en el arte (con las instalaciones, el performance); lo vemos en la moda con las tendencias que reclaman expresiones locales, bien sea en el vestir, en el hablar, en el peinado; en la religión y sus múltiples iglesias desafiando cualquier patrón de autoridad pero reconociendo a su Dios; lo vemos en la literatura con la poesía que se inicia con Pablo Neruda que al romper con las cadenas de la métrica dejan un verso suelto, libre de cualquier atadura.
Sí el llamado de los filósofos postmodernos es el de construir un mundo más tolerante y abierto a las diferentes formas de pensar, este llamado, sin lugar a dudas, donde mejor se expresa es en la literatura.
Esta mirada es la que uno encuentra en la obra poética y en la escritura testimonial de Arturo Castaño.
La manera como recrea arquetipos universales a partir de vivencias personales es lo que hace que su literatura esté inscrita en los tiempos actuales. Quien lea el relato testimonial El Alcalde o El Puente puede apreciar en ellos un arquetipo que, si bien está presente en todas las culturas, en nuestra sociedad colombiana ha sido endémica: me refiero a la Violencia.
En el relato El Alcalde lo que está allí expresado es el poder de Dios a través del sacerdote y el poder del Estado a través del alcalde para negar justicia. En el relato El Puente lo que se perciben son metáforas que entremezclándose a la manera de un collage emite múltiple voces clamando justicia.
Lo que hace interesante la literatura de Arturo Castaño es precisamente ese universalismo de lo local a través de un arquetipo. En los dos ejemplos anteriores, en El Alcalde y en El Puente, como lo dije, el arquetipo es la Violencia.
Ni que decir del relato La Barbera.
En mi vida de asiduo lector de literatura colombiana solo he leído dos escritos que tienen como personaje central la navaja de afeitar, conocida como la barbera. Uno es el cuento de Edgar Téllez titulado Solo Espuma, donde el escenario es una barbería en la época de la violencia donde el barbero por diferencias políticas, afeitando a su contrincante político, tiene la oportunidad de saldar cuentas degollándolo. En el relato de La Barbera no es la mano ajena quien quita la vida, sino es el hombre dueño de su propio destino que, con su propia mano, decide quitarse la vida degollándose.
Aunque en ambos escritos el protagonista es la barbera, lo que importa en el escrito de Castaño es el arquetipo del suicidio, presente también en todas las culturas.
Pero si alguien quiere alejarse de los arquetipos basta con leer El Puma o Ensillemos. En El Puma a manera de un fresco onírico trastoca la realidad para hacérnosla metafóricamente creíble al introducir el brazo por la boca del puma para cogerlo por la cola; y en Ensillemos a la manera de los mejores relatos costumbristas que escribió José Manuel Marroquín, recrea y describe con el sustantivo y el adjetivo preciso ese mundo barroco que encierra el arriero con la bestia.
Sin lugar a dudas es la fuerza, la precisión del adjetivo, del verbo, del sustantivo, y la manera como moldea la escritura lo que hace que la literatura de Arturo Castaño tenga un sello personal.
Para corroborar lo dicho basta con leer Tormentas. Aunque aquí en este poema el arquetipo es la muerte, así la vida sea una metáfora es un llamado a vivirla.
Veamos:
Tormentas
No se puede arrancar a la muerte
ni siquiera una mueca de esperanza?
O pasarle a la vida sórdida
una cuenta de desilusión?
Somos pues tan vanos
que no resiste un desamor el corazón?
navegamos insomnes sin abrigo
sin brújulas, sin rumbos,
Sin horizontes fijos somos barco que se hunde
a pesar del timonel
forjado al unísono en la esperanza del ayer.
Ha sido acaso la marea tan bravía
que hasta el azar nos ha negado
el derecho a guiar la barcarola nuestra
así sea hasta el fondo del desconocido mar?
Pero no: somos brisa, viento y mar
timonel herido, barcarola hundida
azar maldito donde todo se nos puede arrebatar
menos la ilusión de ser
y el propósito de amar.
Finalmente, lo que hace que alguien sea reconocido como escritor, o poeta, no es la vocación sino la practica del oficio. Una afirmación de su oficio son los 771 poemas que actualmente ha escrito. Estaremos a la espera, ojalá más temprano que tarde, de que salgan a luz pública para que sean leídos por las generaciones presentes y venideras.
Muchas gracias,
Mariquita, domingo, 2 de julio de 2006.