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martes, octubre 29, 2019

La bagatela de la democracia en Colombia

Armando Moreno Sandoval
@amoreno_s

La democracia es un péndulo. El triunfo es engañoso y más en un país como Colombia que la tradición de adorar caudillos y jefes es de siglos. Amamos y odiamos. Es lo que explica por qué se sigue adorando a Simón Bolívar, a Francisco de Paula Santander, Jorge Eliecer Gaitán, Laureano Gómez o a Álvaro Uribe, sin conocer la procedencia de sus ideas.

Algunos están convencidos de que con la derrota del Centro Democrático que representa la extrema derecha, o, la de Colombia Humana que representa la extrema izquierda, la sociedad cambió. ¡Falso!

Una lectura a las elecciones del 27 de octubre, así se hayan dado palos electorales como los ganadores de las alcaldías de Medellín y Cartagena, lo cierto es que algunas castas caudillescas volvieron. Un ejemplo es el departamento del Valle o el mismísimo departamento del Atlántico.

No obstante, hay que hacer una advertencia. En Colombia pese a que se sigue imponiendo las maquinarias, a veces también se vota por caras ajenas a todo proyecto político o ideológico. Con la desideologización de la sociedad a veces poco importa las ideas, sino el deseo de votar por alguien porque me cae bien, o, en el peor de los casos porque me cae mal.

La gente a pesar del desencanto de la democracia aún guarda la esperanza de que el elegido trabaje para resolver los problemas de la gente. Otros hartos de que la democracia es una bagatela optan por el voto en blanco, algunos devuelven el tarjetón tal como se lo entregaron y otros a rabiar estropean el tarjetón con madrazos y tachones. Pero hay otros más radicales, quienes piensan que la democracia es una burla prefieren ver pasar el día de las elecciones frente a un televisor o comentando los chismes del día.

Así la gente celebre el triunfo o la derrota, el verdadero ganador es la rabia, es el desencanto, es la frustración, es el pesimismo. La gente cree que quien triunfó nunca, poco o nada se va a preocupar por los problemas de la gente. La gente del común ya sea en Chile, Estados Unidos, España, Hong Kong, Ecuador, Alemania, Francia o cualquier otro país, está pidiendo a gritos que la Democracia y el llamado Estado de Derecho ya no es representativo de los ciudadanos. Toca inventar algo nuevo.

Todo este desmadre se refleja de algún modo a nivel local. En Mariquita, un pueblo en el centro de Colombia es un buen ejemplo. En las elecciones del 27 de octubre de 2019 la votación fue exigua. Solo participó el 58.24% de un censo de 29.172 votantes. Tan así que el alcalde triunfador solo lo hizo con tan solo 4.696 votos, o sea el 28.82%.

Lo mismo puede decirse de la elección del concejo, que en Colombia es un órgano coadministrador. Solo participó el 58.25% de un censo de 29.172 votantes y el partido más votado solo obtuvo 2.423 votos, equivalente al 15.90% del censo electoral. Pero si se contrasta estas cifras con el voto en blanco, no marcado y nulo la sorpresa es que este elector rebelde fue el verdadero ganador, pues fueron 2.361 electores, equivalente al 17.57% del censo electoral, que no se inclinó por ninguno aspirante.  

La conclusión a que se llega es que quienes administrarán los dineros de los contribuyentes deben pensar en cómo resolver los problemas de la gente. ¡Lo demás es un pajazo mental!

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