Armando Moreno Sandoval
Busto de J. L. Armero |
Ese reinado a la
antropología le duró poco. Hasta que llegaron los Estudios Culturales
engendrados en las universidades inglesas y le dio una puñalada de moribundo.
Después le vendría el turno a la literatura que como la intelectual Gayatri
Spivack le auguraba su muerte.
Con estos augurios tan
negros parecería que no valdría la pena seguir insistiendo en estas disciplinas.
Ahora en este siglo XXI
las disciplinas que comprenden las Ciencias Humanas, Humanidades o Artes aún
siguen moribundas. Pues con la llegada de las filosofías postmodernas todo se
reinventa, principalmente la Historia que parecería tener sus días contados.
A qué viene toda esta
carreta historiográfica. Muy sencillo.
En Mariquita por las
fuentes orales y escritas que he logrado compilar, desde hace años viene
dándose una disputa por el busto de José León Armero, quien nació hace más de
200 años en Mariquita.
La sociedad necesita un
pasado, sin el no habría tejido social. Si todos aceptan el relato el pasado
ata, une, amarra. Aunque así fue hasta hace unas pocas décadas, con la llegada
de los populismos políticos de derecha e izquierda todo está quedando patas
arriba. Tan así que la Historia se está reinventando, reescribiendo cada día y
en cada momento. Los hechos se están tergiversando y, como si fuera poco, se
está relatando Historias inventadas como verdades. Amén de la cultura de la
cancelación.
Y lo peor de todo este
desbarajuste es que juzgan el pasado con
la moral del presente.
En Colombia no sé si es
por el efecto Gustavo Petro (populista de izquierda) que cada quien se está
inventando su Historia. Y es lo que está pasando con el busto de León Armero.
Después de estar
escondido por muchos años, el depositario del busto se le ocurrió pensar que el
mejor destino sería la casa de la II Expedición Botánica. Días después una
reunión conllevó que el mejor homenaje a León Armero sería una sala a su
nombre. La propuesta cayó de perlas, no obstante, días después, la propuesta quedaría
hecha polvo.
Cuando escucho los relatos en torno al busto de León Armero, pregunto: y de dónde acá tanto bolate.
Filósofos de la sospecha
como Nietzsche y Gianni Vattimo han dejado en sus escritos ciertas dudas sobre
el pasado. Que del pasado no se puede confiar porque este se escribe y se
piensa desde el presente. Si ello es así, entonces para qué la Historia si nadie
puede, según ellos, dar cuenta de el.
Las ideas de Nietzsche y
de Vattimo parece no interesarle a quienes piensan escribir el último capítulo de
José León Armero.
Hay quienes creen que el busto de León Armero en vez de reposar en un salón debería estar empotrado en la tal plaza de la constitución. Quién diablos se inventó la tal plaza, pregunto. La reinvención del pasado responde: Dizque de allí (ruinas de la iglesia de Santa Lucia) salió rumbo a Honda, y que allá lo esperaba un patíbulo para fusilarlo. Dónde está la fuente, pregunto. No sé, es la tradición, responde la reinvención del pasado. Cuál tradición, pregunto. La tradición oral, responde la voz que reinventa la Historia.
A este desmadre donde
cada quien monta su propia narrativa del pasado nos está llevando las
filosofías de la sospecha. No tenemos en quien creer, sino en la voz que se
impone y el coro de aplausos que no se quedan atrás.
Pienso que esta Historia
del busto que está causando demasiado ruido, el mejor remedio es regresar al
ayer y pensar en los hechos. Aunque no podemos revivir los hechos están las
fuentes escritas y orales.
De las fuentes orales que nos cuenten que el parque de El Carmen se llamaba Plaza Armero, prácticamente quedan pocos o ninguno que diga yo lo viví. Ni pensar en el archivo municipal de Mariquita que no tiene. En en esa plasta de cemento que debería albergar la memoria histórica escrita entre menos pregunten mejor. Pero cualquier fuente histórica que date de comienzos de la segunda mitad del siglo XX puede dar fe que la Plaza Armero si existió.
Es un deber moral
averiguar quién fue el alcalde de turno o el párroco, o si fueron ambos, que tramaron
el embeleco que en vez de Plaza Armero se llamara Parque el Carmen. ¿Por qué? A mí entender fue un acto escandaloso e irresponsable el de desconocer a un
personaje que, como José León Armero, cumplió un papel destacado en la fundación
de nuestra República.
Es más, también fue un acto
de intolerancia religiosa, pues, erigieron la virgen del Carmen dándole la
espalda a la iglesia adventista que todos conocen.
Estos dos hechos
execrables dan para que quienes están al frente de tan loable labor, como es la
de rescatar la memoria de León Armero, propongan restituir la Plaza Armero
como homenaje a tan ilustre personaje. Y de otro lado está la Constitución de 1991
que, para frenar la intolerancia religiosa, puso a todas las iglesias en igual
de condición. Así las cosas, la iglesia católica no tiene porque tener un lugar
privilegiado en un espacio público que es de todos y de ninguna iglesia en
particular.
El busto no puede estar
escondido en un salón como cualquier cadáver del olvido.
José León Armero merece
un espacio abierto y público para que su memoria sea honrada.