Armando Moreno Sandoval
El paso de los años es impecable. Sin tocar la puerta los achaques llegan como del cielo. Recuerdo la vez que al entrar a una cafetería y mirar hacia todos los lados ninguno de los rostros presentes se me hizo conocido. Al dar media vuelta una voz me llamó. Miré alrededor, de nuevo no reconocí a nadie. Cuando quise marcharme la voz que llamaba por mi nombre me increpó. No te acuerdas de mí. No, no me recuerdo, dije. Creído, respondió la voz esta vez altanera. Era mi compañera de colegio treinta o más años atrás. Segundos después de meditar no quedó más remedio que achacarle el olvido a la mala memoria.
Al terminar de leer el libro La solución de los telómeros de Elizabeth Blackburn, científica y premio Nobel de Medicina 2009, y de Elissa Epel, la sicóloga que estudia los hábitos y el estrés que afecta el envejecimiento, se me vino a la memoria aquel fiasco de mi vida con una de mis compañeras de estudio de mi adolescencia.
Ahora con el peso de los años el libro me ha hecho aterrizar.
Pienso que cuando esas imagines que se guardan en el cerebro y que ni siquiera está
en la capacidad de recuperarlas es cuando nos preguntamos y esto qué, qué pasa.
Para entender de qué estamos hablando, solo basta comprender que el ciclo de
nuestra existencia, desde el nacer hasta el morir, se lo debemos al estado de
salud de las células.
No obstante, cuando no reconocí a mi compañera de curso, pero
ella sí a mí, lo que nos dice el devenir de los días es que no todos
envejecemos de la misma manera. Lo decimos cuando rumoramos alrededor de un
tinto, y al referirnos a fulano no queda sino la frase suelta, como dejada en
el aire, de que su apariencia física no corresponde con la edad. A lo mejor,
decimos jocosamente, se ha quitado los años!
Entonces es cuando nos despertamos en medio de las carcajadas
por las canas, las arrugas, la desmemoria, el exceso de panza, etc. Es en ese
cotilleo cuando salta la curiosidad popular y se pregunta qué pasó.
Son estas reflexiones las que Elizabeth Blackburn y Elissa
Epel en su libro nos quieren dilucidar, aclarar, explicar, del por qué de
dichos cambios.
Abordar la vejez y el proceso de envejecimiento no es cosa de
ahora. Desde hace miles de años han sido temas que han estado presente en todas
las culturas. Desgraciadamente no sabemos cómo pensaban de ella las sociedades
precolombinas antes de Cristóbal Colón. Pero en Occidente, por el legado
escrito que han dejado se sabe que dichas culturas buscaron las claves para
curar las dolencias y alargar la vida. Lo que pomposamente se conoce como el
elixir de la eterna juventud. En la mitología griega, Hebe, la diosa de la
juventud, era la encargada de darles el néctar a los dioses que los hacia inmortales.
En la edad Media serian seres de carne y hueso, los llamados alquimistas que se
desvanecerían los sesos buscando el tal “elixir de la vida”.
Ahora, en estos tiempos de cambios vertiginosos, no son los
dioses, ni los alquimistas, sino los científicos que en sus laboratorios rebosantes
de tecnología y conocimiento quieren desenredar los entresijos genéticos y
moleculares que desencadenan ese proceso irremediable que son el envejecimiento
y la vejez.
Lo bello del libro de Blackburn y Epel es que, en vez del
“elixir de la vida”, los temas que abordan es el envejecimiento y la vejez.
Partiendo de las investigaciones científicas, y de la
infinidad de ensayos clínicos que se han
llevado en humanos y ratones, Blackburn y Epel nos explican en un lenguaje
sencillo que todo lo que al cuerpo humano le sucede está atado a las células. Pero, sobre todo, lo que acontece en ese mundo
microscópico que está al interior del núcleo de las células y que en lenguaje
científico se conoce como cromosomas.
Elizabeth Blackburn, quien recibió el nobel de Medicina por
haber descubierto la telomerasa y el papel que desempeñan los telómeros,
explica sin tanto rodeo que el proceso de envejecimiento y de la vejez obedecen a los cambios de la célula.
Para entender lo dicho es necesario saber qué le pasa al telómero,
que está al final del cromosoma como un guardián de la información de este pero
que, en el proceso de división celular tiende a acortarse generando un deterioro
del mismo.
Una parte interesante del libro es cuando hacen referencia a la
telomerasa, la enzima que contiene el deterioro de los telómeros encargados a
su vez de proteger nuestra herencia genética (ADN). La telomerasa es clave para
entender el envejecimiento celular, ya que cuando los telómeros se quedan tan
pequeños a causa de la división celular, estos ya no pueden proteger el ADN, y
las células dejan de reproducirse alcanzando un estado de senectud o vejez. Las
autoras dicen que los telómeros son como los herrajes protectores de los
extremos finales de los cordones de los zapatos que evitan que estos se
deshilachen.
Gracias a su
descubrimiento y comprensión sabemos que el acortamiento de los telómeros son
la causa de las enfermedades y del por qué nos volvemos viejos.
Erick Kandel el científico que ganó el Nobel en Medicina por
haber desentrañado el lugar donde los recuerdos se anidan en el cerebro, señaló,
que las autoras del libro nos “demuestran que nuestra manera de vivir el día a
día ejerce un intenso efecto no solo en nuestra salud y nuestro bienestar, sino
también cómo envejecemos».
El lector encontrará en el libro que además de explicarnos la
vejez y el envejecimiento, también nos dicen cómo cuidar los telómeros. Por que
si en algo nos dejan en claro es que de la longitud y la salud de los telómeros
depende la salud de nuestra mente y del cuerpo. Y para ello solo hay que
revisar qué tan calidoso es el sueño, el ejercicio físico, la comida que
comemos, cómo usamos los productos químicos que cada vez nos asaltan nuestra
existencia, qué tal el nivel de estrés y de pensamientos negativos, si tenemos
relaciones tóxicas, o si la manera como nos insertarnos dentro de la sociedad
es un acto de hipocresía igual que la letra de los tangos de arrabal de la
Argentina de comienzos del siglo XX.
La cereza en el ponqué está al final del libro. Ese capítulo
como lo describen es lo que exactamente le pasa a una sociedad con
desigualdades tan abismales como la Latinoamérica, africana y algunos países
asiáticos. Con la violencia en todas sus manifestaciones y el hambre que
maltrata todos los días, el reto para estas sociedades es cómo propiciar una
vida sana más allá del perímetro de la casa, de un entorno donde prime la
confianza, un respirar saludable libre de contaminación y ruidos. Pues el solo
de hecho de vivir en un entorno malsano, de relaciones sociales forzadas, de
pensar cómo será el día siguiente, o, el engaño junto al mal uso que a diario
vive la sociedad en ese estercolero de las mal llamadas redes sociales, hacen
que el telómero enferme a causa de las preocupaciones y necesidades del ser humano
.
Desigualdades que ya no son propias de estas sociedades
desbaratadas, sino también de las tal llamadas sociedades post industrializadas
como Estados Unidos y la Unión Europea.
Ya para despedirme, solo tengo que recordarle al lector que
el libro escrito con un lenguaje ameno como ningún otro, es la combinación
perfecta entre biología, psicología y medicina.
Que es un deleite pasar por sus páginas, ya que nos hace
reflexionar acerca del transito de nuestra existencia en este mundo. No se
trata de desear un encuentro con la
diosa Hebe para beber el brebaje de la eternidad, sino explorar la posibilidad
de tener una vida y una vejez más relajada.