Armando Moreno Sandoval
A diferencia de Honda que aun conserva su arquitectura colonial y republicana, en Mariquita solo se conservan unas cuantas casonas coloniales que se pueden contar con los dedos de las manos y sobran.
Esta desidia y desprecio por su legado arquitectónico, no es una invención mía. A muchos mariquiteños de sus propios labios les he escuchado referirse a ese legado arquitectónico con el calificativo de vetustas casas. Si esta ha sido la actitud de algunos habitantes de Mariquita que decir de quienes fueron alcaldes, pues han pasado de agache ante el deterioro del patrimonio arquitectónico.
Si alguien cree que estoy difamando solo tiene que mirar lo que hasta hace unos pocos años fue la casa cural. Hoy la mencionada casa solo ofrece un espectáculo horrendo. Ni que decir de lo que fue la casa de los Jesuitas o el abandono en que se encuentra la llamada casa de los Virreyes o las ruinas de Santa Lucía. No digo más.
Pero si este es el estado en que se encuentra su patrimonio arquitectónico colonial, valga traer a la memoria el espectáculo vulgar y grotesco que, hasta hace unos pocos días, ofrecía la Plaza Mayor de Mariquita. Una plaza que estuvo sometida a los más infames atropellos y que la memoria colectiva de Mariquita recuerda desde hace más de 20 años.
Porque, a decir verdad, el desprecio por no conservar la Plaza Mayor tal como fue diseñada desde la fundación de Mariquita tiene su comienzo con un alcalde llamado Salomón Fonseca. Fue él, y no otro, quien le propinó el primer mazazo abriéndole tremendo boquete a la plaza. Por supuesto que él obedeció. Alguna vez el mismísimo Ramiro Halima me contó que en un periplo por la cuba de Fidel Castro, había copiado el diseño pensando en dejarle un regalo a Mariquita. Pero, tal obra por cosas del destino quedo inconclusa. Le faltó el campesino que ubicado estratégicamente en una de las esquinas en vez de levantar la hoz y el martillo levantaba un machete. La idea que tenía Ramiro Halima era hacerle un homenaje al campesino cañero mariquiteño. No obstante, gracias a esta luminosa idea, con el correr de los años, la plaza se fue convirtiendo en un muladar. Desidia que en más de 20 años ninguna administración municipal quiso remediar, incluyendo la que ya expira este 31 de diciembre.
Si hoy los mariquiteños y quienes la visitan pueden contemplar una plaza desierta se lo debemos a Lázaro Oñate. Él fue quien radicó una demanda en el Tribunal Administrativo pidiendo restituir un espacio público que pertenece no solo a quienes viven en Mariquita, sino a todos los colombianos.
Si alguien quiere tener una idea de lo que representa esta plaza sólo le basta saber que sus dimensiones concuerdan con la Plazas Mayores que existen en Europa y en América Latina. Pero, si alguien aun no está convencido de lo que significa tener una Plaza Mayor, solo le basta saber que alrededor de ella aun se conservan dos de los tres símbolos que albergaban las plazas: la iglesia y el ayuntamiento (alcaldía y cabildo).
El otro símbolo que por el progreso de las ideas ha desaparecido, como fue la picota, es factible que algún día sea revivido para que rindan cuenta aquellos que tanto daño le hicieron a la Plaza Mayor. Ojala que el día de mañana cuando vuelva a ganar la plaza su opulencia, no salga algún “historiador” iluso a colgarle sobrenombres. Llamémosla simplemente Plaza Mayor.
miércoles, diciembre 12, 2007
Mariquita y su Plaza Mayor
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Opinión
(Mariquita, 1959). Profesor durante seis lustros en la Universidad del Tolima. En la Universidad Nacional de Colombia estudió Antropología. En la Universidad del Valle, Magister en Historia Andina y Doctor en Antropología Social y Cultural. Universidad Autónoma de Barcelona. (España).
Alejado de las aulas sigo investigando, y en mi blog escribiendo y publicando sobre diversos temas.
martes, noviembre 13, 2007
Escaramuzas post-electorales
Armando Moreno Sandoval
Lo que aconteció durante los cinco días siguientes a las elecciones del 28 de octubre en Mariquita contra el candidato Juan Carlos Acero, y que el conteo de los votos daba como el seguro ganador, deja un sabor agridulce que sería bueno valorar.
Hay quienes que manipulando la estadística argumentan que el alcalde electo Juan Carlos Acero carece de representatividad por haber sacado el 24.65 % de la votación total. No obstante, a este juego estadístico es necesario señalar que en unas elecciones como las que se celebraron, la norma dice que para ganar solo basta la mayoría simple. Así de sencillo.
Otro de los argumentos en contra tiene que ver con la imagen que de él tienen, o han construido, quienes no votaron por él. Otra equivocación mayúscula puesto que la democracia no se basa en gustos personales, sino en plataformas ideológicas y programáticas.
Si estos fueron los dos comentarios que con más fuerzas se escucharon decir, lo que se deduce es que quienes perdieron pretenden desconocer la derrota no en las debilidades y errores de los candidatos perdedores, sino recurriendo a señalamientos personales que en nada tiene que ver con el juego democrático.
Feo que estos comentarios en contra del alcalde electo Juan Carlos Acero se den. Demuestra, por un lado, que quienes participan en política son malos perdedores y, por otra parte, que el esquema gobierno-oposición que tanto se ha venido reclamando aun está biche.
En una democracia madura —si es que las hay— lo ideal sería que quienes sean vencidos conformen una oposición encaminada a vigilar al gobierno de turno con el sano propósito de que en el futuro se vuelva opción de gobierno.
Una de las razones del triunfo de Juan Carlos Acero radica en la persistencia que tuvo durante los cuatro años anteriores en haber hecho una oposición sana encaminada a ser alternativa de poder. Y lo logró no sobre la base de la crítica mordaz que aun caracteriza a algunos políticos tradicionales y que están en uso de buen retiro, sino con el trabajo silencioso en las comunidades.
Ojala que lo que hizo Juan Carlos Acero durante estos cuatro años con las comunidades lo siga haciendo durante los próximos años como alcalde de Mariquita.
Valga recordarles no solo a Juan Carlos Acero, sino a los alcaldes del norte del Tolima que salieron electos, que la región hoy día carece de líderes regionales. Que la democracia les ha dado su cuarto de hora y que deben de aprovecharla trabajando en bien de la comunidad que es el progreso de la región. Pero, sobre todo, eligiendo gabinetes más que de bolsillo que conozcan las problemáticas de sus municipios y de la región.
Por último, valga recordarles a los alcaldes electos que el norte del Tolima debe convertirse en un polo de desarrollo fuerte. No olvidar que nuestra región es estratégica en el desarrollo del país. Que en vez de tratar de resolver problemas aisladamente o de tratar de conseguir recursos cada uno por su lado, constituyan un bloque para exigirle al gobierno central y departamental los recursos necesarios para salir del abandono en que ha caído el norte del Tolima por la falta de fuerza y de liderazgo de sus gentes y de quienes lo representan.
Lo que aconteció durante los cinco días siguientes a las elecciones del 28 de octubre en Mariquita contra el candidato Juan Carlos Acero, y que el conteo de los votos daba como el seguro ganador, deja un sabor agridulce que sería bueno valorar.
Hay quienes que manipulando la estadística argumentan que el alcalde electo Juan Carlos Acero carece de representatividad por haber sacado el 24.65 % de la votación total. No obstante, a este juego estadístico es necesario señalar que en unas elecciones como las que se celebraron, la norma dice que para ganar solo basta la mayoría simple. Así de sencillo.
Otro de los argumentos en contra tiene que ver con la imagen que de él tienen, o han construido, quienes no votaron por él. Otra equivocación mayúscula puesto que la democracia no se basa en gustos personales, sino en plataformas ideológicas y programáticas.
Si estos fueron los dos comentarios que con más fuerzas se escucharon decir, lo que se deduce es que quienes perdieron pretenden desconocer la derrota no en las debilidades y errores de los candidatos perdedores, sino recurriendo a señalamientos personales que en nada tiene que ver con el juego democrático.
Feo que estos comentarios en contra del alcalde electo Juan Carlos Acero se den. Demuestra, por un lado, que quienes participan en política son malos perdedores y, por otra parte, que el esquema gobierno-oposición que tanto se ha venido reclamando aun está biche.
En una democracia madura —si es que las hay— lo ideal sería que quienes sean vencidos conformen una oposición encaminada a vigilar al gobierno de turno con el sano propósito de que en el futuro se vuelva opción de gobierno.
Una de las razones del triunfo de Juan Carlos Acero radica en la persistencia que tuvo durante los cuatro años anteriores en haber hecho una oposición sana encaminada a ser alternativa de poder. Y lo logró no sobre la base de la crítica mordaz que aun caracteriza a algunos políticos tradicionales y que están en uso de buen retiro, sino con el trabajo silencioso en las comunidades.
Ojala que lo que hizo Juan Carlos Acero durante estos cuatro años con las comunidades lo siga haciendo durante los próximos años como alcalde de Mariquita.
Valga recordarles no solo a Juan Carlos Acero, sino a los alcaldes del norte del Tolima que salieron electos, que la región hoy día carece de líderes regionales. Que la democracia les ha dado su cuarto de hora y que deben de aprovecharla trabajando en bien de la comunidad que es el progreso de la región. Pero, sobre todo, eligiendo gabinetes más que de bolsillo que conozcan las problemáticas de sus municipios y de la región.
Por último, valga recordarles a los alcaldes electos que el norte del Tolima debe convertirse en un polo de desarrollo fuerte. No olvidar que nuestra región es estratégica en el desarrollo del país. Que en vez de tratar de resolver problemas aisladamente o de tratar de conseguir recursos cada uno por su lado, constituyan un bloque para exigirle al gobierno central y departamental los recursos necesarios para salir del abandono en que ha caído el norte del Tolima por la falta de fuerza y de liderazgo de sus gentes y de quienes lo representan.
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(Mariquita, 1959). Profesor durante seis lustros en la Universidad del Tolima. En la Universidad Nacional de Colombia estudió Antropología. En la Universidad del Valle, Magister en Historia Andina y Doctor en Antropología Social y Cultural. Universidad Autónoma de Barcelona. (España).
Alejado de las aulas sigo investigando, y en mi blog escribiendo y publicando sobre diversos temas.
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