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miércoles, mayo 29, 2024

Mariquita: masacre en la cantina

Armando Moreno Sandoval

En menos de media hora, un 28 de junio de 1962, Mariquita fue sacudida por el carabinero Fabio Jesús Pino de 25 años.  

Todo sucedió en un cerrar y abrir de ojos.

Este San Pedro de 2024 la masacre cumple 62 años. Quienes pueden decir yo fui testigo ya pocos existen. Casi que rural, era la Mariquita de los toldos en la plaza, la de los árboles frondosos en las solares de las casas, la del Cable Aéreo y el ferrocarril. Era la Mariquita del Pasatiempo, un ejido incrustado en lo que hoy día se conoce como el Barrio Villa Holanda.

Me valgo del recuerdo de José Luis Bonilla, personero municipal en aquel entonces. Una voz que nos dejó para siempre hace muchos años, pero que, la vez que le pregunté por el suceso del carabinero Pino, ni corto ni perezoso, alrededor de un café con leche y un roscón, tuve la oportunidad de escucharle su versión.

Relató José Luis que a Mariquita llegaron los carabineros por solicitud de los alcaldes del norte del Tolima.

El carabinero Pino, alto, fornido y con sombrero alón. Era un reinsertado de los grupos del margen de la ley. Los usaban para sanar la imagen de la violencia y apaciguar el conflicto liberal-conservador. Tenían la experiencia de las armas. Por esos días el abigeato hacía de las suyas. Pedían carabineros. Zacarias Enciso, ganadero por aquel entonces, cede una casa como sede de los carabineros a la margen derecha del rio Gualí.

En la mismísima casa de los carabineros, la tarde anterior, el miércoles 27 en las horas de la tarde, alguien aparece de repente. Tiene la orden de arrebatarle la vida. Sin contar el asesino que el posible asesinado era ducho en el movimiento de cuerpo y de brazos, uno de los machetazos que le lanza hace una parábola por el aire rozando a medias la cabeza del carabinero. Con la sangre rodando por las mejillas, en un dos por tres al frustrado asesino lo despoja del machete. Rogándole a Dios por su alma le implora a Pino que no lo mate. La duda lo asalta. Con sus brazos musculosos lo encuella.

Cuente o estás muerto! es la voz de Pino pidiéndole cuentas al emisario de la muerte.

Se dice que antes de las cuatro de la tarde lo vieron tomando por los alrededores de La Ermita. Para mitigar las penas y la rabia se le vio rondado las casas de lenocinio, como le llamaban a los prostíbulos de ayer.

Con uniforme   y fusil-ametralladora, aparte de tomar trago toda la noche, nadie dio cuenta qué pensamientos tuvo Pino la noche anterior y durante la madrugada del San Pedro. Dicen que ya amaneciendo estuvo en la casa del ganadero Gilberto Varón, pero nadie tiene la evidencia de que así fue.

Mientras José Luis sale de su casa, el carabinero Pino llega a la cantina de su amante Ana Julia Díaz (calle sexta entre carreras sexta y séptima). Son las 6:00 de la mañana. Caminando por la casa escucha una voz conocida. Al abrir la puerta de la alcoba ve a su amante en animada charla con el comerciante José Vicente Arbeláez, procedente de Padua. Sin pensarlo y sin decir muy buenos días, dispara su fusil-ametralladora. Los dos cuerpos caen sin vida.

(Otras voces dicen que era la sobrina de Ana Julia y su amante).

Carlos Carrillo, propietario del Hotel Quesada, escucha los tiros y el rumor de la gente que va y viene. Toma su automóvil y va al comando de la policía.

Una patrulla al mando del cabo Serafín Gómez Cuellar se dirige al lugar donde están los cadáveres de la amante de Pino y del comerciante. La casa es rodeada por los uniformados.

 “Entréguese! entréguese!”, le grita el cabo Gómez Cuellar.

El carabinero Pino al oírlo hace una pausa y baja el fusil. Entretanto el cabo Gómez Cuellar camina hacia él, lo quiere convencer de que se entregue. En un descuido levanta el fusil y dispara, dejándolo muerto en el acto. Vira su cuerpo y apunta el cañón hacia Carlos Carrillo, otro tiro le arrebata la vida, quien había avisado a la autoridad.

José Luis Bonilla había bajado al puesto de carabineros. Al regreso se hace donde está el caedizo (en la esquina donde hace años funcionaba la Flor del Tolima). Al igual que la montonera ávida de lo que podría pasar escuchó dos disparos.

En medio del alboroto y de la confusión, un jeep es abordado por el carabinero Pino. Le dice al chofer que lo lleve. Recorren la calle principal, pasan por el frente de la iglesia San Sebastián, gira a la derecha hasta el tertuliadero El pequeño Moscú, giran de nuevo a la derecha y pasan por el frente del "Hotel Bocaneme". El jeep sigue de largo unas cuantas cuadras. Frene aquí, le dice Pino. Se baja del jeep y se dirige a la puerta de la casa de Alfonso Toro, su amigo. Con los nudillos toca la puerta. La cabeza de don Alfonso se asoma por la ventana. Es Pino herido en la cabeza. Al verlo sale a las volandas. Abre la puerta y sin darle respiro, ráfagas de bala acaban con la vida de don Alfonso.

La niña Aminta Rodríguez de 13 años, sobrina de don Alfonso, escucha los disparos. Sale corriendo en busca de su tío. Otras ráfagas de bala acaban con su vida.

Como si fuese una serpiente que quiere tragarse así misma por la cola regresa al lugar del inicio de la matanza. Un caballo pastando al lado de la calle, lo monta por sorpresa. A galope lo lleva por las calles de Mariquita. En la casa de la difunta Ana Julia lo esperan algunos carabineros. Lo quieren capturar a cualquier costo.

Rodeado y dando gritos se despoja de sus ropas.

Toma su fusil. El cañón apunta a la altura del cuello. 

Mientras el alboroto de la muchedumbre se toman las calles un disparo secó retumba las ramas de los árboles y los tejados de las casas.

Pino se ha suicidado! Se ha volado la cabeza!