LIBARDO
VARGAS CELEMIN
Profesor
Titular
Universidad del Tolimaemail: lcelemin@ut.edu.co
Escribió William Ospina en su
última novela “La serpiente sin ojos”, y tal parece que la suya comenzó a
golpearse contra las paredes de la incomprensión, el señalamiento y la crítica
mordaz, luego de una vertiginosa carrera de reconocimientos, premios y homenajes
por su trabajo ensayístico y ficcional.
Gracias a su
escritura poética se abrió paso en el medio intelectual y se convirtió en uno
de los columnistas más leídos del país. Sus trabajos pasaron a ser material de
reflexión en la cátedra universitaria, pero también en las aulas de la
educación media. Eran una especie de amalgama poético - filosóficas que tocaban
temas vivenciales del país. En ellas fustigó a las élites capitalinas por su
desden contra el pueblo con metáforas contundentes; reconoció las potencialidades
de la hibridez y el mestizaje étnico nuestro; clamó por oportunidades para los
excluidos y fue generando una corriente que miraba en forma distinta el entorno
y descubría las riquezas del paisaje para exaltar la lucha en favor de los recursos
naturales.
Reconozco que
Ospina, al igual que el narrador de “Ursúa” me sedujo “como un hechicero y
tiempo después comprendí que su voz era el soplo de la serpiente que me llamaba
a su lomo”, el hechizo ha funcionado y he tenido la oportunidad de dialogar con
William, participar en algunas tertulias; asistir a sus conferencias; escribir
sobre su obra y hasta componer la letra de una cantata en su honor.
Por eso fue una
gran sorpresa el encontrarme el pasado primero de junio con su lamentable
columna, en la cual toma partido por el candidato del uribismo. No se trata de
una actitud dogmática, pues más que la discrepancia ideológica y política, hay
un elemento que me sabe a traición, a incoherencia, a argumento falaz para
sustentar una adhesión personal, que respeto, pero que resulta frágil y
acomodada.
Veamos un solo
ejemplo: dice Ospina en su columna que Zuluaga “es el menor de los males. ¿Por
qué? Yo lo resumiría diciendo que el uribismo es responsable de muchas cosas
malas que le han pasado a Colombia en los últimos 20 años, pero el santismo es
responsable de todas las cosas malas que le han pasado a Colombia en los
últimos cien años”. Se le olvida a Ospina lo que dijo hace poco en su libro “Pa
que se acabe la vaina” , refiriéndose al mismo tema: “Colombia ya no está bajo
el control de la vieja élite”.
Finalmente
seguiré leyendo la poesía y la ficción de William con el mismo entusiasmo como
leo a Borges, a pesar del elogio a Pinochet, pero sus opiniones políticas las
recibiré a beneficio de inventario.