Armando Moreno Sandoval
A la gente no les gusta que le contradigan lo que su ideología le dice. Este ha sido el motivo por el cual, desde los tiempos bíblicos, les han echado candela a los pueblos. Un caso que está generando piquiña, es quienes han empezado a cuestionar la farsa de la matricula cero.
Desde que ganó
el Brexit en el Reino Unido los expertos valen un cero a la izquierda. Con
esta campaña de salón fue que ganó Boris Johnson el Brexit. Ahora son
pocos los que se atreven a opinar. Mi abuela materna, que fue una empírica, y
como si se hubiera adelantado a la era de la postverdad, para burlarse
de los estúpidos, decía que la lengua y el papel podían con todo. Sino
que le pregunten a quienes se están saliendo de los chiros con la matricula
cero. No soportan que se les lleve la contraria.
Quienes no
están interesados en el poder han llegado al consenso que la matricula cero
poco va a ayudar. En primer lugar,
porque esta iniciativa ya muchos departamentos y ciudades la habían asumido. En
sí lo que se hizo fue que el costo de la matricula que la pagaba cualquier
miembro de la familia ahora lo asume el Estado. Lo otro que es una medida que
apunta a quienes ya están incluidos en el sistema educativo. ¡No se ha ganado
nada!
Si ello es así,
entonces cuál es el problema de estos aguafiestas que no le ven nada bondadoso
a la matricula cero. Los expertos plantean que el problema verdadero es
cómo ampliar los cupos ya que los estratos del 1 al 3 son muy pocos los que
llegan a la Educación Superior. El ejemplo de Bogotá, y que se puede extender
para el resto del país, es que, de 771.000 matriculados en las universidades,
524.184 estudiantes (el 70%) se encuentran en el sector privado. En las
universidades del Estado que están registrados 229.129 estudiantes, no todos son
del estrato 1, 2 y 3.
Lo que dicen la
cifras es que los estratos del 1 al 3 no tienen chance de educarse. Se dice que
el problema de acceso a la Educación Superior de dichos estratos no es el pago
de matrícula, ya que su costo es bajo, sino de cupos, de cobertura. Y el
ejemplo más patético es el de la Universidad Nacional que reciben menos del 10%
de quienes se inscriben. Y eso mismo pasa con en el resto de las Universidades
estatales.
En la
Constitución colombiana está establecida la mentira que la educación es un
derecho. Bajo este argumento todos tendrían la misma posibilidad de ingreso,
pero lo cierto es que en la práctica lo que se presenta es un problema de
inequidad. Ya que solo podrían ingresar los egresados de los colegios con
mejores puntajes y que en Colombia corresponde a los colegios privados donde
van los estratos 4-5-6, y algunos colados de los otros estratos. Con una
educación de garaje, como es la educación pública, de nuevo los estratos 1, 2 y
3 tendrían poco chance de competir con los colegios privados de dedo parado.
Y entonces
dónde está la solución.
Quienes solo
están pensando en el billete la solución que presentan es que quienes no pueden
ingresar a la universidad por falta de dinero, esto se resolvería con subsidios
como los que se dan a través de Ser Pilo Paga, o, la actual Generación E. El
problema es que no todos serían beneficiados. Por tanto, seguir con este
embeleco es otra farsa.
Por otro lado, están
los expertos que sugieren que la ampliación de la cobertura podría darse si el
sistema educativo comienza a revisarse. Pasar de una universidad congelada que
está diseñada para unos pocos cupos, a una universidad por demanda donde el
modelo curricular sea flexible. Un estudiante que construya su propio plan de
estudios acorde a sus necesidades, con planes de estudios más cortos y menos
engorrosos. Y no como sucede ahora que el estudiante está a merced de un plan
de estudios que le genera pereza porque los contenidos de la asignatura no
están acordes con lo que está soñando.
Pero para ello
la universidad tendría que pararse en el siglo XXI. Preguntarse si los
contenidos que se imparten en las asignaturas están en sintonía con lo que el
estudiante está buscando. Por qué como dice los expertos, la deserción obedece
más al hastío que siente el estudiante al enterarse que lo que se imparte en el
aula no corresponde con sus propios deseos.
Así como está
el modelo educativo para lo único que sirve es para sacar un egresado mal
educado, mal entrenado y mal ocupado (es decir, que se va a emplear en algo
para lo cual no estudió) y, en el peor de los casos, endeudado.
Pero una
revolución en la educación superior se necesitaría del concurso de los expertos.
Y no de los pelafustanes de salón.
Así suene feo pareciera
que en tema de educación los que salen a las manifestaciones no tienen idea qué
es lo que están exigiendo. Y los pocos que lo saben están defendiendo lo que ya
tienen.
La inmensa
mayoría de jóvenes que están saliendo a la calle, son los que llaman la Generación
ni-ni (ni estudian, ni trabajan). Ellos son los que están por fuera del
sistema educativo y los está moviendo es la desesperanza, el no futuro. Ellos
no tienen nada que perder. Y en eso se parecen a los anarquistas de finales del
siglo XIX y comienzos del siglo XX.
Que la
izquierda y la derecha no se equivoquen. Las masas rebeldes no buscan amos.
Ellos, los de la Generación ni-ni, son libertarios. O como decía el
benemérito anarquista Mijaíl Bakunin: “Sin Dios y sin Estado”.