La flora que no vio el sabio Mutis: Brownea leucanta
Armando Moreno Sandoval
Brownea leucantha |
Lo interesante con la Brownea leucantha es, que, quien relea el
diario de campo de Mutis, podría preguntarse cómo es posible que la hermosa
flor de este árbol, blanca como un copo de nieve, al sabio y a sus discípulos
se le haya pasado por alto.
Hay quienes suponen que, seguramente,
las montañas, las vegas de los ríos, las llanuras o los bosques — para los
tiempos de Mutis— estaban plagadas de animales peligrosos que hacían imposible
su hallazgo. O, simplemente, sí Mutis no tuvo ojos para con la bella flor cuyos
pistilos se levantan erguidos sobre sus pétalos fue porque simplemente no existió
en los alrededores de Mariquita.
Nikolaus Jacquin |
Si la flor le fue esquiva a
Mutis, otra sería la suerte del médico, botánico y biólogo Nikolaus Joseph von Jacquin (Leiden,
1727-Viena, 1817), quien visitó a finales de 1758 y 1759 las regiones costeras
de Colombia, pero, sobre todo la de Venezuela pues había desembarcado en esas
tierras con el propósito de estudiar su flora. Su búsqueda por encontrar lo
nuevo no sería en vano.
Se sabe que además de las
colecciones de plantas y animales que
había enviado a Viena durante su
estadía, al regresar a finales de 1759 no solo había llevado consigo animales,
semillas y minerales, sino una gran colección de animales y plantas vivas. Y como
lo deja entrever en sus escritos, regresaba también con la dicha inmensa de
haber bautizado una nueva flora que llamó Brownea
en honor al científico inglés Patrick Brown. Clasificó veinte variedades de Brownea, entre ellas la leucantha; conocidísima hoy día en el Estado de Miranda en Venezuela por ser su flor
emblemática.
Aunque pudiéramos pensar que la Brownea es patrimonio de los venezolanos, ello no es así. Los botánicos colombianos afirman que en el territorio de Colombia existen hasta la luz de hoy diez variedades de Brownea, El sabio Mutis quien llegó en junio de 1783 a Mariquita
para ponerse al frente de la Expedición Botánica, en su correría por el
territorio de la Provincia de Mariquita, quedó perplejo al observar la basta y
diversa flora del Nuevo Reino de Granada. Es posible que no haya tenido el
tiempo, ni tampoco la imaginación para clasificar toda la flora exótica que se
le presentaba ante sus ojos.
Brownea leucantha |
Una mañana en medio de un fuerte
aguacero con truenos y relámpagos, y ante la imposibilidad de salir en la
búsqueda de nuevas especies, el sabio Mutis prefirió auscultar la
correspondencia recién llegada de Europa, sobre todo, los aportes que habían
hecho o hacían los naturalistas y taxonomistas como Carles Linneo. Auscultando
la correspondencia en su pequeño estudio, y al amparo de la tenue luz que
arrogaba una vela de cebo, pudo auscultar y ojear el estudio taxonómico que
había hecho Jacquin en Venezuela. Observando detenidamente los acuarelas y las
descripciones pudo recordar que dos de la Brownea
que se hallaban en el catálogo las había visto con sus propios ojos
esparcidas por los llanos de la Provincia de Mariquita: eran la Brownea
ariza y la Brownea grandiseps.
Pero de la Brownea leucantha nadie daba razón.
Brownea leucantha |
En la mañana del martes del 19 de
abril de 2011 a la casa del botánico autodidacta Orlando Velásquez llegó el
profesor Manuel Bernal de la Universidad del Tolima. Llegaba con estudiantes que hacían parte de su grupo de investigación
en anfibios. Quería que el autodidacta Velásquez lo acompañara como auxiliar de
campo. Tenían como meta ir a recorrer las vegas de la quebrada Padilla en los
alrededores del municipio de Honda. Querían buscar ranas, sapos.
La noche del martes estaba
bastante relampagueante y presagiaba una
posible lluvia.
Brownea leucantha |
Haciéndoles el quite a las
culebras recorrieron no solo los meandros de la quebrada Padilla, sino también
los pequeños caños que aun desembocan en ella. Con la compañía del canto de un
currucucú que desde la copa de un árbol miraba con sabiduría lo que acontecía bajo
sus garras, pudieron observar en medio del croar de los anfibios cómo una
culebra talla equis engullía un sapo. Otra culebra, la cascabel, se deslizaba
por entre las hojas y ramas que se descomponían entre los árboles. Un gato de
monte le seguía el rastro.
El autodidacta Velásquez, experto
también en ofidios, con machete en mano y con su caperuza a la
Brownea leucantha |
La mirada lela, y la observación a profundidad de
la flor por parte del autodidacta Velásquez, lo llevó a la conclusión de que se
trataba de la Brownea leucantha. Los gritos de alegría en medio de la obscuridad
despertaron a los animales diurnos. “No era para menos”, dice el botánico y
naturalista Velásquez. Pues era el hallazgo de la leucantha y que el mismísimo sabio Mutis en su estadía en Mariquita
no había podido ver. Hubo que esperar 252 años para que por fin alguien dijera
yo la vi.
Si el sabio Mutis no la vio,
valga preguntarnos cómo llegó a Colombia. Varias son las hipótesis. Es posible
que la presencia de la leucantha obedezca
a la deforestación a que ha sido sometida la cordillera oriental y que los
vientos hayan esparcido sus semillas al interior del territorio colombiano, o,
que, andariegos hayan trasteado con el árbol o sus frutos para contemplar su
flor.
Brownea leucantha |
Si bien el científico Jacquin la
había registrado en el siglo XVIII, en Colombia es posible que no lo esté. El
registro es algo así como la cédula que deben tener las plantas. Pues sin el es
difícil saber sobre la historia científica de la planta, o, en el peor de los
casos saber si fue o está siendo aniquilada por la mano arrasadora del ser
humano.
Aunque algunas variedades de Brownea, como la churima y la guama, se
niegan a desaparecer de las ventas callejeras y los supermercados, ojalá que
algún día como un homenaje a la historia de la botánica en América su flor
engalane las calles de los municipios de tierra caliente del valle del
Magdalena.