Armando Moreno Sandoval
En Colombia el
bipartidismo (liberal-conservador) siempre fue atacado desde sus mismos
partidos. En la primera mitad del siglo XX hubo rebeliones sin fracturas como
el de Jorge Eliecer Gaitán y de Laureano Gómez. Otras como las de Alfonso López
Michelsen y su Movimiento Revolucionario Liberal, y, la de Luis Carlos Galán con
su Nuevo Liberalismo que surgieron dentro del Partido Liberal durante la segunda
mitad del siglo XX fueron eso: rebeliones sin opciones de poder. En cambio, en el
Partido Conservador sí dieron sus frutos. Basta recordar a Andrés Pastrana y a
Belisario Bentacourt. El único que no logró llegar al poder fue Álvaro Gómez a
pesar de sus intentos.
Con la izquierda
pasó algo parecido. Las capillas izquierdistas arrancan con María Cano a
comienzos del siglo XX. Con el triunfo de la Revolución Cubana en 1959 las
capillas se multiplicaron por mil, situación que llega hasta nuestros días.
Las explicaciones
del por qué la izquierda electoral nunca llegó al poder son múltiples. Ni
hablar del por qué la izquierda armada nunca logró la revolución.
Ahora en el siglo
XXI existe la probabilidad que un heredero de un movimiento armado como fue el
M-19 llegue al poder. El M-19 en su esencia ideológica en nada se pareció a los
demás grupos guerrilleros que existieron en Colombia. Estos eran matones. El
M-19 fue un grupo chabacano que se caracterizó por imprimirle espectacularidad
a sus acciones guerrilleras. Esta es la explicación del por qué se ganó la
simpatía de millones de colombianos y de ahí el respaldo que tuvieron en la
Asamblea Constituyente de 1991.
En caso de ganar
Gustavo Petro una pregunta que surgiría es si su triunfo obedeció al empuje de la
izquierda o si fue el cansancio de la gente frente a una derecha reaccionaria y
retardataria que la obligó a experimentar con algo nuevo.
En torno a la
pregunta formulada, y para empezar, es necesario señalar que una constante en
la izquierda colombiana es que siempre ha estado en una permanente garrotera.
Sus divisiones han sido persistentes y viscerales. Hay quienes afirman que
estas peleas impidieron la creación de un partido político con diferentes
matices ideológicos para que fuera opción de poder.
Mientras esto
pasaba en Colombia, en Europa y Estados Unidos muchos fueron los cambios
sociales y culturales que se dieron durante la segunda mitad del siglo XX. Hay
quienes plantean que estos cambios llevaron a la izquierda a una muerte
anunciada que comenzó en la década del 60 con el mayo del 68 parisino, y que de
ahí para adelante no ha sabido enchufarse con la sociedad.
Además del mayo del
68, otros ítems a la hecatombe de la izquierda fueron el modelo neoliberal que
no supo como combatirlo, las alianzas con minorías étnicas y el de echarse al
hombro las identidades sexuales como el LGTB como si con ellos fueran a lograr
la revolución, el abandono del universalismo (la revolución), el abandono a la
clase obrera, el haber abrazado el postmodernismo y los estudios culturales y
post coloniales y, para rematar, el apego al relativismo cultural.
El otro cambio, fue
que algunos que lucharon por la tierra, el pan, el techo, la educación y la
salud se murieron y otros abandonaron la causa sin que la izquierda se enterara.
Esta generación conocida como la del Estado de Bienestar, o la generación de la
postguerra, y que también libró grandes luchas reivindicativas, tuvieron el
decoro de dejarles a las generaciones posteriores todo servido en bandeja de
plata.
Esta es la razón
del por qué la generación de finales del siglo XX y las del siglo XXI están
envejeciendo con otros discursos ideológicos más apegados a los cambios
culturales heredados del mayo del 68 parisino del siglo XX.
Es por ello que
esta generación al tener resueltas las necesidades básicas sus luchas son otras,
y que la izquierda tradicional aún no ha entendido. El rollo mental es el
rechazo a la guerra, el medio ambiente, la ecología, la crítica al consumo, la
realización personal, la libertad, el gusto sexual por volverse gay, trans, lesbiana
o bisexual, el derecho de andar abrazado a un perro por la calle, llorar sin
motivo alguno, etc. Los remoquetes para referirse a esta generación son diversos:
Sociedad liquida, Generación de Cristal, etc., etc.
Esta realidad cultural
y social que en Europa surgió después del mayo del 68 llega a Latinoamérica como
“moda in" de la mano de sectores sociales de estratos cinco y seis,
y de los profesores universitarios de los programas de Humanidades dados al
whisky y al caviar. A pesar de que aquí las necesidades básicas aún no han sido
satisfechas, las generaciones de los estratos uno, dos y tres las abrazaron sin reparo alguno. Se las apropiaron
como causas propias.
No obstante, pese
a estos cambios, en Colombia siguió persistiendo una izquierda reaccionaria,
ortodoxa y goda. Entretanto las generaciones más jóvenes apoyadas por los medios
de comunicación masivos abrazaban los nuevos cambios culturales dándole la
espalda a la izquierda.
Aunque la moda
llegó la izquierda tradicional no entendió qué estaba pasando. Entretanto los
intelectuales y académicos latinoamericanos seguían despistados, no obstante,
de repetir como loros las modas teóricas gringas y europeas.
Pero a los intelectuales y académicos de los países pobres se les pasó por alto el libro pionero de Ronald Inglehart, The Silent Revolution (1977) donde da cuenta de los cambios culturales post mayo del 68 parisino y que seguramente le hubiera servido a la izquierda para salir de la ceguera ideológica.
Inglehart
considera que después del mayo del 68 parisino surgió la generación de la “sociedad
de los valores post materialistas" (y que luego se llamaría la de los “valores
auto-expresivos") empeñada en la defensa de la libertad individual (como
la feminización del hombre —léase mariconería en el lenguaje popular—), la
identidad étnica, sexual y social, y los estilos de vida libre (como tatuajes, piercing
ya sean en el coño, nariz, boca, pezón, ombligo, etc). Valores estos que pululan
este siglo XXI.
Estos valores post
materialistas o auto-expresivos, dice Inglehart, se contraponen a los valores
de la generación de la postguerra que él llamó “materialistas”. Es decir, a la
generación del Estado de Bienestar.
Estas dos
generaciones están presentes en los países pobres latinoamericanos. Son dos
mentalidades diferentes y los choques generacionales continúan sin que las
diversas izquierdas sepan qué hacer.
No obstante, la izquierda goda sigue hablando de salarios,
de la lucha por la tierra, explotación, expropiación, reparto de riquezas.
Temas que a la generación de los “valores auto-expresivos” poco les importa. Se
les olvida que las nuevas generaciones
andan en otro cuento.
Pero lo más triste
es que la clase obrera, los desposeídos, los desarraigados, el populacho, la
guacherna ya no miran a la izquierda porque esta hace rato les dio la espalda.
Hace rato se olvidó de ellos. Ahora estos sectores son atraídos por otros
movimientos e incluso se dejan tentar por movimientos ya sean religosos,
xenófobos, de ultraderecha o neofacistas como sucede en Europa y en
Latinoamérica con Bolsonaro en Brasil y en Colombia con Álvaro Uribe. Amén de
la izquierda populista.
En Colombia, algunas
décadas de la segunda mitad del siglo XX, la izquierda fue abrazada por sectores
populares. Aunque había intelectuales y académicos que se identificaban con ella,
lo hacían más por dárselas de modernos. Eran izquierdistas de corazón. Estaban
con la clase obrera de lengua, más no al lado de ellos en sus luchas.
En este siglo XXI la
militancia y los simpatizantes de la izquierda son otros. Aunque sigue
existiendo una izquierda reaccionaria y ortodoxa que sigue suspirando por una clase
obrera que ya no existe; la nueva izquierda que dice llamarse progresista es
light, cool, elitista, neoliberal y
postmoderna. Viven en una burbuja y tienen el vicio asquiento de pontificar desde
una superioridad moral. Esta izquierda no ve la realidad social pues su gran
defecto es que se mueve en un plano ideológico.
La composición
social de esta izquierda progre no está en las fábricas, ni en las barriadas,
ni en las zonas marginales, como tampoco en los analfabetos, etc, pero, quien
lo creyera, de ella hace parte son sectores educados sobretodo profesores que viven
enjaulados en aulas que van desde el pre kinder hasta la universidad; y los
llamados profesionales socioculturales que trabajan en el campo de la cultura: periodismo,
educación, televisión, arte, etc. También están los profesionales que se
sienten marginados de haber sido relegados, pisoteados. Es decir, los que andan
por fuera de la rosca con un titulo bajo el brazo recorriendo calles como cualquier desocupado.
En resumen, la izquierda
progre, es una izquierda cuya característica principal es vivir a costa del
sector productivo. Incapaces de producir y vender cualquier chuchería.
Muerto el
bipartidismo en Colombia lo que hay es un multipartidismo con varias tendencias
ideológicas y que se refleja en la composición del Congreso. Es en el Congreso
donde está el verdadero poder y no en la presidencia como cree la gente. Los
congresistas son los dueños del poder, no el presidente.
El multipartidismo
tiene la particularidad de reflejar como está una sociedad, y la colombiana es
una sociedad dividida hasta los tuétanos. Esta es la razón del por qué los
congresistas ya electos hacen poco por alinearse con los candidatos a la
presidencia. La elección del presidente se la dejan al pueblo, a la montonera,
a la guacherna, a los despistados, a los profesores enjaulados, ¡a los que no
tienen futuro!
Y, es en este
mundillo mediocre de la política donde posiblemente Gustavo Petro tenga el chance
de ser presidente.
De todos los candidatos Petro es el que mejor ha sabido engancharse con la “generación de los valores materialistas” y de los llamados “valores postmaterialistas o auto-expresivos”. Si bien el plebiscito dejó una sociedad dividida en partes iguales, en las próximas elecciones el sector social que le votó a la derecha ya hastiada de las mentiras y de los engaños querrá ver en la presidencia alguien diferente a la tradición.
Si la democracia
se entiende como el juego de la alternancia en el poder, lo más seguro es que si
en el pasado las izquierdas reaccionarias y armadas treparon a los candidatos
de la derecha al poder; esta vez la derecha con su corrupción e inmovilismo
ideológico treparan a Gustavo Petro a la presidencia.
Cierto es que la
izquierda light y cool ayudará con sus voticos a elegir a Petro; ¡pero la
presidencia de Petro, si gana, no obedecerá a ella, sino al pueblo!
Lo triste es que
nada va a cambiar.
El congreso seguirá
en manos de empresas electorales, empantanando todo lo que huela a cambio. ¡Y
un presidente que para que no le hagan la vida imposible tendrá que acomodarse
con mucho tino a un Congreso clientelista, corrupto e inmoral!