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lunes, febrero 02, 2009

Mis respetos por el pan

Armando Moreno Sandoval
Un pan mariquiteño, por favor...

Publicado en El Puente, Honda, año 10, No 117, diciembre 28 de 2008, p. 4

Al empezar el último cuarto del siglo XX, casi toda una generación que nació, o que llegaron a vivir a Mariquita, creció, envejeció y murió con la idea de que el pueblo era la Capital Frutera de Colombia. Pero terminando el siglo XX y comenzando el XXI tal idea comenzó a desvanecerse. El aguacate pescuezudo, la manga mariquiteña, el anón, el madroño, la guama, la churima, el icaco, el zapote caucacano, al igual que las palmas con sus cocos, parecen ya cosa del pasado. Sin embargo, la nostalgia aun se niega a desaparecer; pues algunos aún insisten en cultivar la idea de que Mariquita es la tierra de las frutas.

La gente no entendió que en sus solares espaciosos podían cultivar y conservar las diversas frutas que podían servirle para el sustento del mañana. A cambio de ello llegó la urbanización, la guadaña y la motosierra. 

Si el referente de Mariquita ya no son las frutas, ¿qué es lo que hoy identifica en este siglo XXI a Mariquita? Es posible que algunos piensen en el cerro de Santa Catalina o en la estatua de Gonzalo Jiménez de Quesada, pero, la verdad, es que no existe pueblo o rincón en Colombia que no se hable del pan de Mariquita. 

O como dice cariñosamente el común de la gente: un pan mariquiteño, por favor.

Solo basta recorrer algún barrio escondido de Bogotá o caminar por alguna calle fangosa y llena de huecos de Ibagué, o cualquier otro sitio de este desparpajado país, para que el gancho del negocio no sea otro que el pan de Mariquita. 

Lo insólito de todo es que, poco después de haber escrito este texto, un amigo que vive en un sitio perdido del Magreb —la costa norte de África— me comentaba por email que pensando en hacerle competencia al pan árabe había soñado en el pan Mariquita. Locuras, pensé yo. Días después, el email ya no vendría del Magreb sino de la mismísima capital del mundo, New York; pues otro amigo pensaba también aventurarse en pleno Manhattan con el pan de Mariquita.

Mariquita es tierra de panaderías y panaderos, y a ellos me les quito el sombrero. Es más, exporta panaderos por doquier. Su mano de obra se ha vuelto sello de garantía, tan así que no existe panadería en Colombia sin que haya pasado por sus hornos un panadero mariquiteño. Para valorar su trabajo y sentir el aroma que da la harina horneada hay que recorrer las calles en cicla o a pie y tener la paciencia que a cualquier hora de la mañana, de la tarde o de la noche hay una bandeja con pan caliente recien salido del horno esperando un paladar.

Si alguien tiene duda de que el pan sea tan antiguo y universal como la mismísima humanidad basta echarle una ojeada a la Biblia. Está la escena en pleno desierto árabe donde el Diablo tienta a Jesús haciéndole una propuesta indecente: “Si eres el hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”. Y Jesús le respondió: “Escrito está: no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo, 4: 3-4). Y Jesús estaba en lo cierto. 

La diversidad de sabores, de tamaños y de textura de la cultura gastronómica del pan es tan desproporcionada que solo basta acercarnos a las vitrinas de las panaderías para estrellar los ojos con las cucas, las tostadas, las mantecadas, los brazos de reinas, los roscones, los calaos, las lenguas, las cañas, los biscochos, los nevados, los borrachos, las mestizas, las galletas, las tortas y el ponqué. Amén del postre de leche asada, el masato, la avena, la caspiroleta, el ponche, el kumis, la oblea y la hamburguesa. Sin olvidar, ni más faltaba, las mujerazas que tongoneándose con sus minis hacen del “pan aliñado mariquiteño”, en todos sus tamaños y esplendor, el encanto del paladar.

En otro pasaje de la Biblia relata que cuando el profeta Moisés sacó al pueblo de Israel de Egipto para llevarlos a la tierra prometida, en la travesía que tuvieron que hacer por el desierto y con la hambruna que llevaban, Dios no tuvo más remedio que hacer llover pan del cielo. Incrédulos los israelitas que, con lo que caía del cielo les podía quitar el hambre, y al oírlos Moisés que se decían unos a otros “¿Qué es esto?”, les dijo: “Este es el pan que Dios les da por alimento” (Éxodo, 16: 13-15).

Si estos pasajes bíblicos no convencen de las bondades del pan, no olvidar que la tradición cristiana cuenta que, horas antes de morir Jesús crucificado, en la Última Cena, Jesús parte el pan y lo comparte con los apóstoles.

Pero si alguien cree que este tiempo bíblico es muy corto para convencernos de lo milenario que es el pan, las investigaciones arqueológicas han demostrado que veinte siglos antes de Jesús los egipcios ya fabricaban pan. Quienes le siguen el rastro al pan, han señalado que de Egipto pasó a Grecia, de Grecia a Roma, y de Roma al resto del mundo. Si hoy en día los alemanes son los campeones en comer pan, Mariquita pareciera que fuera la capital mundial del pan.

No satisfacer el gusto  de un brazo de reina o una mantecada con una avena en “El Néctar”; o hacerse el que no quiere cuando las ganas por dentro dicen llévenme a las “Delicias del Norte” a saborear un postre de leche asada con un kumis casero; o dejar para más tarde la ida a la “Panadería Donald” para saborear un ponche con una tajada de ponqué de las tres leches, sería un pecado tan grande que ni Dios perdonaría. Amén, eso sí, de que después de chuparse los dedos corra el riesgo de volver a repetir.

Así como lo cuenta el profeta Moisés que del cielo cayó pan, solo queda pendiente que los mariquiteños vayan pensando en hacerle un homenaje a Honorato de Amiens, el santo de los panaderos; y que mejor que un “Festival del Pan”.

El paseillo de los alcaldes

Armando Moreno Sandoval

Publicado en El Puente, Honda, Año 10, No 116, diciembre de 2008, p. 3

El Año de Mutis comienza a deshojarse y Mariquita que con tanto ahínco algunos mariquiteños la señalan como la sede del Bicentenario, hasta ahora, ha pasado desapercibida. Los bombos y los platillos del pasado 11 de septiembre ya parece un evento lejano y olvidadizo.

Mientras en diferentes ciudades de Colombia se están llevando eventos alusivos al Bicentenario de Mutis como ciclos de conferencias, exposiciones, encuentros gastronómicos mutisianos, exposiciones bibliográficas, la Mariquita de la actual administración parece indiferente a algo que por derecho debería estar al frente.

Este desdén por el Bicentenario de Mutis que hasta ahora han demostrado los alcaldes de Mariquita y Honda contrasta con el ánimo viajero que los llevó a visitar a Cádiz, la ciudad natal de José Celestino Mutis. No nos oponemos al viaje. Lo que molesta es por qué tiene que ser siempre el alcalde que abusando de su envestidura se autoelige, excluyendo a otros ciudadanos que teniendo más meritos podían haber representado mejor a sus pueblos. Lastimoso también que este viaje que corre por cuenta del Año Mutís sea para éllos que, hasta ahora, no han mostrado el menor interés por hacer algo.

Alexis Tocqueville, quien vivió en el siglo XIX y hoy por hoy es considerado el arquitecto de las democracias en occidente, señalaba que la democracia tenía un riesgo y era el de que los pueblos tenían que elegir el gobierno que se merecen. Aun es muy prematuro decir que esta vez de nuevo los hondanos y los mariquiteños se equivocaron y que tienen los alcaldes que se merecen porque no supieron elegir. Ojala esté equivocado.

Pero volviendo al Año Mutis, pienso que las personas más indicadas —y que con decoro hubiesen representado a Mariquita en Cádiz— debían haber sido Esther Julia Cárdenas y Orlando Velásquez. La razón es muy sencilla, ellos han defendido a ultranza el legado de Mutis. A Esther Julia porque ha sido una ecologista a morir, y eso en una sociedad que está presa del consumo y de la contaminación ambiental hay que abonárselo. A Orlando porque es a él a quien recurren los botánicos, zoólogos, ambientalistas o ecologistas que pasan por Mariquita. Aceptemos que el alcalde no haya pensando en ellos, la pregunta es por qué no pensó en los vigías que está formando el Ministerio de Cultura para la Ruta Mutis. ¿Acaso no eran también los más indicados?

Si en Mariquita lo del viaje fue como dice el Chapulín Colorado, “no contaban con mi astucia”, en Honda no deja de ser rocambolesco. Si en Mariquita nadie sabe cuál fue la razón por el cual el alcalde teniendo derecho a dos cupos desperdicia uno y opta por viajar solo; en Honda, en cambio, el alcalde no tuvo empacho en marcharse dejando a quienes lo eligieron al garete y con el agua del río Magdalena al cuello. Es más se marchó con la personera, quien por ser la representante del ministerio público debería estar en primera línea atendiendo y dando soluciones a los innumerables problemas que por estos días tiene la ciudadanía de Honda.

La pregunta vuelve y juega: ¿qué tenían que hacer el alcalde y la personera en un periplo que podía haber sido aprovechado por gestores culturales y empresarios de la industria turística? ¿Acaso es que en Honda no hay líderes en esos sectores que bien podrían haber representado a los hondanos con mayor propiedad?

En todo caso, el viaje en ellos tiene más de paseo que de gestión. Ojala traigan algo, aunque sea el ticket de la aerolínea que los llevo y los trajo.

Es grotesco que quienes han sido elegidos para que conduzcan con tino los destinos de un municipio, terminen amparándose del poder que genera la envestidura para beneficiarse en nombre propio.

Hay que recordarles a los alcaldes de Mariquita y Honda que están terminando el primer año de su gobierno sin ton ni son. O como dice la sabiduría popular, lo que más han hecho es cobrar el sueldo pero de gestión poco que ver.