Armando Moreno Sandoval
En
Mariquita coinciden en afirmar que fue en la administración de Juan Carlos
Acero (2008-2011) que se consiguieron los recursos para remodelar la Plaza
Mayor, hoy Plaza de Armas José Celestino Mutis y que nadie sabe cuáles fueron
las razones para cambiarle de nombre.
No
obstante, fue necesario que funcionarios del Ministerio de Cultura vinieran a
Mariquita, hicieran reuniones con la comunidad y les preguntaran cómo querían
que quedara su Plaza Mayor.
Plaza Mayor de Mariquita. Iglesia San Sebastián |
Y
así fue, que, después de varias reuniones y con los apuntes que hicieron en sus
libretas, y después de varios meses de trabajo en Bogotá, llegarían con una
maqueta cuyo diseño gustó a unos y disgustó a otros. La maqueta fue socializada
y con el correr del tiempo y sin ninguna objeción el diseño fue aceptado.
Con
más de 1.000 millones de pesos guardados en alguna cuenta oficial solo faltaba
que llegaran los obreros, las volquetas, los taladros, las palas, las picas y
cuanta herramienta se necesitara para que arrancara la obra.
Los
rumores sobre el inicio de la obra iban y venían. La población estaba contenta
y dichosa, pues por fin le iban a dar una nueva cara a la entonces Plaza Mayor,
y que años atrás había sido un muladar hediendo adornada por la caca de
mariquiteños, forasteros y transeúntes.
El exalcalde Bohórquez
Como
en Colombia la gestión de lo público es lento y engorroso, tocó esperar hasta
el último año de la alcaldía de Álvaro Bohórquez para ver las primeras
volquetas atravesar la Plaza Mayor.
El
ruido de volquetas, cargadores y motoniveladoras presagiaba que la obra estaría
terminada en un dos por tres, como dicen los colombianos cuando tienen afán y
quieren que una obra se termine así sea a las patadas.
El
hoy exalcalde Bohórquez con su caminar campechano se frotaba las manos y con
una sonrisa de oreja a oreja mandó a colgar un pendón en el mismísimo ventanal
del despacho de la alcaldía. Quería demostrarle a sus contradictores,
principalmente al periodista Iván Vega, que con él las cosas no era echando
paja, sino haciendo. Quería callarles la boca a sus críticos, a quienes decían
que su gestión había sido de una ineptitud e incapacidad descomunal.
Plaza Mayor, un día domingo |
Lo
escrito en el pendón tendría un efecto bumerán. En las calles se comentaba que
ese no era el lenguaje que debía utilizar un alcalde. Si la oposición, o sus
enemigos como él los llamaba, se habían equivocado en las críticas, esa no era
la manera de responderles.
Pasaron
los días y el ruido de las volquetas y excavadoras seguían con su ritmo veloz y
desaforado. Cuanto antes había que terminar la obra, o, si por cosas del
destino no se podía entregar, por lo menos que estuviese bien avanzada pues
había un motivo mayor: se avecinaba las elecciones del 25 de octubre. Había que
ganarlas fuera como fuera, necesitaba tener un fortín político, pues, el
exalcalde Bohórquez se distanciaba políticamente del representante a la cámara
Jaime Yepes.
Hecho
el divorcio con el representante Yepes, y al quedarse solo ladrándole a la luna
se ve en la obligación de apoyar a Juan Carlos Castaño, y que en círculos
cerrados y en palabras de él lo llama el “candidato prestado”.
No
confiando en el triunfo del “candidato prestado” lo único que le quedaba para mostrar
en el futuro era la nueva cara de la Plaza Mayor.
Arqueología preventiva
Mientras
tanto el rumor se apodera de las calles dando cuenta de las mil versiones que
se tiene sobre la obra. El ruido del parque automotor y los gritos de los
trabajadores se escuchan sin cesar. No obstante los mariquiteños desconocían la existencia de una
ley que ordena que cuando se hacen obras civiles, el Estado, y si ello lo
amerita, debe hacerse arqueología preventiva y que por principio debe hacerse
antes de emprender la obra.
Preocupados
los ingenieros corren a la Universidad del Tolima y preguntan quién puede
ayudarles. Se les olvida que en Colombia quienes hacen arqueología son los
antropólogos, y que en Mariquita uno está muerto y el otro vivo, y terminan contratando
a Daniel Ramírez, un Magister en Conflicto, Territorio y Cultura.
Contratado
por los ingenieros de la obra y pagado con dineros del proyecto, y tras unos
días de espera, el señor Ramírez llega a la Plaza de Mariquita. Entre el 20 y
28 de septiembre de 2015 los transeúntes ven trabajadores ajenos a la obra. Los
ven con el rabo levantado sacando tierra de unos huecos que llaman pozos de
sondeos. Los ven recogiendo pedazos de
vidrios, de botellas, y de tejas, etc, etc, y que en el lenguaje de la gente
llaman chucherías pero que, para el
arqueólogo, seguramente son muy importantes.
Pero
lo que los mariquiteños y los ingenieros encargados de la obra no saben es que el encargado de llevar a cabo
la arqueología preventiva, mientras recoge los vestigios materiales, puede
paralizar la obra. Y así sucedió.
Plaza con toldos |
Las
volquetas, las retros y excavadoras se silencian. Los obreros no vuelven a la
obra. La Plaza Mayor se torna en un cementerio, las campanas de la iglesia San Sebastián
dejan de tañer, y la voz del párroco de vez en cuando se escucha. Solo los
funcionarios de la alcaldía de cuando en cuando salen y miran. Atónitos se
preguntan qué ha pasado.
Cuando
la gente se pregunta qué pasa, la respuesta de los medios entendidos en el
asunto es simple: están esperando la respuesta del Instituto Colombiano de
Antropología e Historia, conocido como el Icanh.
Aunque
vieron al señor Ramírez hablando con transeúntes de la Plaza, nadie sabe qué
escribió en el informe que envió al Icanh. Algunos afirman que ese informe que
tenía que haberse socializado con la comunidad es pasado de agache; y que solo
el Icanh y los ingenieros saben qué fue lo que
encontró y qué fue lo que escribió. En todo caso, la socialización con la
comunidad no se dio.
Los
meses pasan y la gente entretanto comienza hacerle rotos al enmallado verde que
bordea los cuatro costados de la Plaza. Miran hacia adentro y ven que está
hecha un revoltijo, la han patasarribiado. Lo único que ven es la frondosa ceiba y el obelisco hecho con las piedras de la casa donde murió Gonzalo
Jiménez de Quesada.
La
sabiduría popular comienza a murmurar que la obra se paralizó porque los
responsables de la obra, comenzado por el exalcalde, posiblemente se guardaron las
morrocotas de oro halladas en una excavación.
Lo
que no sabían los mariquiteños y los ingenieros encargados de la obra era que
el arqueólogo podía alargar el “chico” de las excavaciones. Pues tiene la potestad
de sugerir al ente que valora el informe —en este caso la sección de
arqueología del Icanh—, una excavación más exhaustiva que llaman de salvamento.
Informes aislados y parcializados
Algunos
insisten que la escritura de esos informes debería haber salido de un consenso con la comunidad,
tal como hoy en día sugiere algunas corrientes de las Ciencias Sociales como la
Antropología Dialógica, que pone en entredicho el escrito y la voz de quien se
aboga el derecho de representar la comunidad.
Lo
más grave de los informes consiste de que se escribieron sin tener en cuenta el
conocimiento que sobre la Plaza tiene la tradición oral y la “sabiduría”
popular; es decir pasó de agache las observaciones de la comunidad.
Tras
más de seis meses de parálisis de la obra —desde septiembre de 2015 a abril de
2016— y con la “malicia indígena” que caracteriza a nuestro pueblo, varias
preocupaciones han comenzado a surgir. Que si el retraso de la obra implica
replantear el presupuesto inicial, y si ello es así, quién lo va a pagar: el
Ministerio de Cultura, el municipio de Mariquita, la Gobernación del Tolima, el
gobierno del presidente Santos, o quién.
Otra
preocupación es sobre el diseño original. Pues una excavación como la gente
cree que van a hacer implicaría cambiar el diseño original. Lo que le choca a
la gente es que sería una decisión unilateral pues el diseño con que arrancó la
obra fue de consenso con la comunidad, por tanto, sería un exabrupto
desconocerla.
La
obra está paralizada y, hasta el día de hoy, ni el exalcalde Bohórquez, ni el
encargado de la obra, ni el que hizo los pozos de sondeo han tenido la entereza
de informarle a la comunidad qué fue lo que pasó con la Plaza Mayor. Mucho
menos el interventor.
Los
concejales que son los representantes de la comunidad no han dicho ni pío. El
concejal Carlos Julio Díaz ha dicho con cara de bravo que él si va a actuar. Amparado
en la Constitución dice que enviará un derecho de petición a las personas y
entidades que, hasta al momento, han hecho mutis de lo que está sucediendo con
la Plaza Mayor. Esperemos que pasen los días y que demuestre de lo que es capaz.
Los
mariquiteños creen que a la Plaza Mayor le podrá pasar lo mismo que al
Panóptico de Ibagué, pues desde que el entonces presidente Andrés Pastrana avaló y dio los recursos aun las obras no se
han podido terminar. Eso fue en el siglo XX.
En
Mariquita, preocupados de que se convierta en un segundo Panóptico, hay quienes
señalan como el responsable del atraso de las obras al señor Daniel Ramírez; pues
creen que la demora está asociada a los informes que presentó ante el Icanh;
pero lo que más les preocupa es que no saben qué hizo, qué encontró y qué
escribió.
Ahora
la gente tiene guardadas las esperanzas en su nuevo alcalde: el señor Alejandro
Galindo. Esperemos…