Armando Moreno Sandoval
|
Edward Wilson |
Una correspondencia de José Celestino Mutis dando cuenta de una hormiga
legionaria entusiasmó al biólogo y profesor emérito de la Universidad de
Harvard, Edward O. Wilson, a escribir
sobre Mutis. Ese dato seguramente lo llevó a pensar en viajar a Colombia, pero
sobre todo a Mariquita, el sitio donde había vivido y trabajado José Celestino
Mutis a finales del siglo XVIII.
Años después, cuando algunas entidades colombianas optaron por crear la
catedra medioambiental, y al escoger el científico que daría la primera cátedra, el consenso sobre el
nombre fue unánime: esa persona sería el estadounidense Edward O. Wilson, el
biólogo evolucionista más importante que ha dado la humanidad después de
Charles Darwin.
El profesor Wilson el inventor de la palabra biodiversidad, y que
gracias a él luchamos por salvar el planeta tierra, en su último libro La conquista social de la tierra (2012: Debate) nos da a conocer la palabra
eusocial para explicarnos a través de ella que la organización social y la
división del trabajo, que creíamos era del Homo
sapiens, ya otros seres vivos habían evolucionado hacia la eusocialidad.
Entre esos seres vivos eusociales están las abejas, las avispas, pero sobre
todo, las hormigas que viven en la tierra desde hace 160 millones de años.
El profesor Wilson tiene en su haber 27 doctorados Honoris Causa, 90 premios
internacionales por sus contribuciones a la ciencia y a la humanidad, junto a Bert Hölldobler obtuvo dos
premios Pulitzer por sus ensayos sobre la naturaleza humana y sobre las hormigas, la Medalla Nacional de Ciencia de Estados Unidos y el
premio Crafoord, equivalente a un Nobel de Biología. Al preguntársele que pedía para venir a Colombia la única condición
que puso era que lo llevaran a conocer a
Mariquita.
El lunes 27 de agosto de 2007, además de la cátedra medioambiental que
dio, se le vio en la Universidad Nacional visitando el Instituto de Ciencias
Naturales. Pero el 28 de agosto cogería, con sus acompañantes, camino a
Mariquita.
|
En esta casa se dibujaban las plantas que traía Mutis |
El paso del profesor Wilson por Colombia, lo mismo que el viaje a Mariquita, tuvo poco despliegue en los
medios escritos y hablados. Y quienes dieron cuenta del viaje no fue mucho lo
que informaron.
Alejandro
Gaviria quien viajó con el profesor Wilson a Mariquita relató que “a la altura de Sasaima, la
caravana de peregrinos se encontró con un trancón kilométrico.
Inexplicablemente la policía de carreteras había detenido el tráfico en ambos
sentidos para facilitar la demarcación de la vía. Wilson salió del vehículo
para estirar sus piernas. Y después de caminar 50 metros, encontró un
hormiguero al borde de la carretera. Inmediatamente se arrodilló con devoción
religiosa. Y permaneció así por unos minutos, como si estuviera rezando, con
los ojos a pocos centímetros de la superficie y la lupa en su mano como si
fuera un ícono sagrado. La sinceridad de su credo (de la defensa de la
biodiversidad sustentada en la pasión por la ciencia) no dejaba dudas.
La imagen de Edward O. Wilson arrodillado en una carretera colombiana resume,
en mi opinión, la importancia de su visita a Colombia. Wilson nos permitió, así
fuese por unos días, mirar a nuestro país a través de sus ojos. Y apreciar,
entonces, nuestro pasado, la valiosa (y olvidada) obra de Mutis. Y nuestro futuro,
la preciosa (y amenazada) biodiversidad”.
|
Casa donde vivió Mutis |
Por los registros de prensa presumo que llegó, seguramente poco antes del mediodía. Quienes lo acompañaban no
sabían que por esos días Mariquita celebra, cada 28 de agosto, las efemérides
de su fundación. Como ha sucedido siempre, si la fecha cae entre semana, el
bullicio y la algarabía de tragos, rumbas y gritos lo aplazan para los fines de
semana. Esta es la explicación del por qué el profesor Wilson encontró un
pueblo vivible, apacible y amable.
Si para quienes nacimos y nos criamos en Mariquita, el viaje entre
Bogotá y Mariquita, es feo y aburrido; mirar
el valle del Magdalena a la altura del Alto de la Mona tampoco lo hace
placentero. Seguramente para el profesor Wilson ese mundo nuevo que se
estrellaba ante sus ojos le hizo olvidar el sopor que genera el calor y el
cansancio del viaje.
La alegría de estar en Mariquita lo llevó a decir: “Venir acá y ver donde él vivió le da vida a
lo que estoy escribiendo sobre José Celestino Mutis”. Y agregó que además
de haber sido un personaje en la historia de la ciencia lo admiraba por haber
sido el primero en haber estudiado las hormigas.
En el restaurante, antes del almuerzo, pidió un trozo de panela y se la
puso de carnada a las hormigas. Mientras comía un pernil de pollo con ensalada
y papas chorreadas, veía cómo las hormigas llegaban. No llegó la legionaria que había descrito Mutis.
Quienes estaban con él vieron como de su chaleco sacó unas pinzas,
atrapó una y la metió en un frasquito con alcohol de los que siempre lleva
consigo para guardar sus muestras.
Tras el almuerzo, y con los bolsillos llenos de insectos, hizo un
periplo urbano por los protositios que la tradición oral considera que vivió y
trabajó Mutis. Tras ver la casa esquinera con techo de paja que desde niño en
la escuela nos enseñaban que ahí en ese sitio había vivido José Celestino y el
inmueble colonial ubicado dentro del perímetro del Colegio Francisco Núñez
Pedroso, y que escuchábamos decir, que ahí en esa casona dibujaban las plantas,
salió el profesor Wilson con sus acompañantes hacia el bosque municipal.
Gabriel Romero Campos nos cuenta que “en medio de sus preguntas fue
sorprendido por el sabor de la papaya, los patacones y la arepa de huevo. Y en
cuestión de horas, los pedía en su escaso español, y en inglés rogaba “No me digan doctor, no me digan Don. Don
suena como a mafioso”. Y finalmente pedía que no le dijeran Edward, sino
Eduardo.
Quienes estuvieron con él dan cuenta que camino al bosque municipal se
vio rodeado de chiquillos que sin decirle doctor, al enterasen que buscaba
hormigas, recibió de ellos tal cantidad que en un dos por tres no le quedaba
libre un frasco más.
Lo que los mariquiteños y la comunidad académica no sabe, y sin tanta
alharaca cuando un académico de pacotilla de alguna universidad pública o
privada halla una especie sin
clasificar, en medio de los improvisados recolectores de hormigas y quienes
estaban con él, dijo: “He visto dos mil
tipos de hormigas y hoy recogí tres tipos diferentes”. El profesor Wilson
en un ratico había dado cuenta de nuevas especies de hormigas.
|
En el bosque de Mariquita recogiendo hormigas |
Su única noche de campo en
Colombia la pasó en Mariquita. A la mañana siguiente, agosto 29 de 2007, el
segundo lugar visitado fue un bosque cercano a la finca Jabirú. Acompañado por
su séquito observa y nombra algunas de las hormigas. Una vez más emprende la
búsqueda de la hormiga registrada por Mutis que
no pudo encontrar: “De haberla
hallado, hubiera cumplido completamente mi misión de venir a Colombia, pero
estoy feliz. A pesar de que estuve aquí menos de 24 horas, es un lugar que
nunca se me va a olvidar”.
Fernando Fernández, el profesor de la Universidad Nacional, cuenta que
el profesor Wilson explora el suelo, las ramas, los troncos caídos. Surgen
nombres científicos. Una Pheidole por aquí, una Pachycondyla por allá. En
algunas ramas unas Camponotus; en otras merodean las agresivas Aztecas. En el
suelo las "autopistas" de las cortadoras de hojas, Atta, hormigas que
sin duda observó Mutis.
El buen ojo del profesor Wilson capta una rama con nódulos de una
planta, la varasanta (o palosanto). Alguien
baja la rama y el nódulo arroja otras hormigas, las Pseudomyrmex de
dolorosa picada
El regresó a Bogotá le trae otras sorpresas al profesor Wilson. Entre
Honda y el Alto de la Mona el profesor observa a su derecha la cordillera
central, el valle del río Magdalena y los parches de bosques. Una vez más queda
maravillado.
Con la nostalgia que genera la partida el profesor Wilson hace la
promesa de volver a Colombia, y por supuesto a Mariquita, para el bicentenario
de la muerte de José Celestino Mutis. Seguramente sus compromisos le impidieron
venir, o, a lo mejor no lo invitaron. Así como no invitaron a José Orlando
Velásquez, biólogo y botánico autodidacta, y que hoy por hoy, es de los pocos
que mejor conocen el bosque.
Al otro día de su partida, Juan Lozano, el entonces ministro de
Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial, firma la Declaración Cuenta Atrás 2010, que compromete a Colombia a
incrementar sus esfuerzos para proteger la biodiversidad, especialmente en el
piedemonte amazónico, los páramos del nororiente, el Eje Cafetero, el Macizo
Colombiano, el Pacífico y el Valle del Cauca. Como le dijeron en Mariquita:
Ojalá vuelva.
La Declaración es un saludo
a la bandera. El bosque municipal donde trabajó Mutis por varios años, y que
200 años después visitó el profesor Edward O. Wilson está muriendo ante la
desidia de las autoridades municipales, departamentales y del Estado
colombiano.