Armando Moreno
Editorial, El Puente, Honda, Año 15, No 159, febrero de 2014
El
próximo 9 de marzo los colombianos elegirán un nuevo congreso por cuatro años.
Ha sido tanta la desfachatez y la sinvergüencería de estos señores que una
buena cantidad de ellos están presos. Los motivos los conoce la gente de sobra:
corrupción, parapolítica y un largo etc.
Decir
que este congreso que expira el próximo 20 de julio ha sido en la historia de
Colombia el más desprestigiado es caer en el autoengaño. Acaso, preguntamos, es
que ha existido alguno digno. El congreso de Colombia es la marimonda, el
embeleco.
La
gran mayoría de estos señores del Congreso, que se ganan el sueldo a costa del
sudor de la gente que trabaja y paga impuestos, solo saben cobrar, o, en el
peor de los casos, llegan allí para jalarle al carrusel de las pensiones.
Cuando la mayoría de los colombianos tienen que trabajar más de 20 años para
obtener una miserable pensión de menos de dos salarios mínimos, los mal
llamados “padres de la patria”, con una "palomita" de unos cuantos meses,
obtienen una mega pensión que por lo general ronda los casi 13 millones de
pesos.
Ni hablar de su ausentismo rampante y su ineptitud en el trabajo
legislativo. Les vale un pito los problemas del país y de la sociedad.
Seguir quejándonos no tiene sentido sí quienes eligen siguen votando
por el más inepto, por el más corrupto. La desgracia de esta sociedad
colombiana es que el ciudadano del montón el día de las elecciones vota mal y
quiere que al día siguiente se gobierne bien. Así no se puede Colombia. No se
puede seguir votando pensando en los “favores”.
Este panorama deplorable es el que se ve por estos días en las
ciudades grandes y chicas de Colombia.
Otra desgracia de Colombia es que su sociedad aun no le pide cuentas a
quien con su voto ayudó a elegirlo. La sociedad no ha entendido que el político
es aquel que representa a la sociedad y como tal debe rendir cuentas. Si el
ciudadano común y corriente no hace esta pedagogía consigo mismo será poco probable
que este país cambie.
Ha
sido tan grande la equivocación al votar que un ejercicio simple y llano es
preguntarnos qué hicieron quiénes vinieron hace cuatro años a recoger votos y a
vender ilusiones. Hace cuatro años se pasearon por estas tierras del Norte del
Tolima prometiendo que si llegaban al congreso trabajarían por su tierra.
Vasta
consultar las bases de datos de las entidades del gobierno para darnos cuenta
que en el norte del Tolima no existen carreteras, sino trochas. Los hospitales
públicos están dotados a medias; los centros educativos unos están cayéndose y,
otros, están inconclusos. En fin, el departamento se caracteriza por pelear los
últimos lugares en salud, educación, infraestructura vial y otras necesidades
insatisfechas, amén de la corrupción.
Si
esto sucede a nivel departamental y nacional, a nivel internacional Colombia no
le va tampoco bien. Siempre ocupa puestos pocos decorosos. No nos preguntemos
en qué somos buenos. Nunca salimos bien parados en nada, a no ser que sea en trata
de blancas, narcotráfico, secuestro, sicariato, ladronismo y todas las plagas
malditas que la tierra ha parido.
Colombia
seguirá por las mismas si el ciudadano acolita la corrupción y sigue votando
por los mismos. Es una obligación de todo ciudadano que se pregunte qué hizo el
senador o el representante que él ayudó
a elegir.
Hay
que decirlo...! al Congreso llega gente de baja calaña, maleantes, golfos,
rufianes, trúhanes, mangantes. Un congrego compuesto con esta clase de gente es
un atentado a la razón, a la civilidad, al decoro. Colombia no tiene por qué
seguir siendo presa de los corruptos y ladrones de cuello blanco y perfumado.
La herencia politiquera de los Santofimios, Gómez Gallo, Garcías y Pompilios
Avendaños aún sigue vivita. Sus compinches ahí están y quieren, o han ocupado,
el espacio de ellos.
Es necesario que la gente comience a pensar en el futuro de Colombia.
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