Armando Moreno
El Puente. Honda. Año 15, No 158, Enero/febrero 2014
En términos
sociológicos la habladuría, el chisme y el rumor, si es sano, cumplen un papel
esencial en la sociedad porque la hace fuerte. Alrededor de un chisme o de un
rumor la sociedad se une. El chisme y el rumor son como bisagras, ayudan a
mantener el tejido social.
Colombia hace unas
décadas atrás tenía una sociedad alegre y con un humor verbal picante. Nadie
ponía una queja. Pero de un tiempo para acá, al debilitarse el tejido social
con todos los problemas sociales que tenemos, la gente se está volviendo intolerante,
quisquillosa y rabiosa. Tan así que cualquier comentario, chisme o rumor es resuelto
a bala, a golpes y, lo que es peor, con demandas ante la justicia.
Aunque este estado de intolerancia
social se está apoderando de los pueblos, un ejemplo, es lo que está pasando en
Mariquita. La gente se está preguntando por qué ya no se puede cuestionar, ni
hablar, ni criticar. Por qué los aludidos se sienten agredidos y ultrajados. Desde
cuándo el cuento que se está manchando la honra y el buen nombre.
En Mariquita, como en
casi todos los pueblos, es tradición que la gente para el 31 de diciembre despida
el año con muñecos de año viejo. Son muñecos que tienen una carga simbólica y
lo que expresan es un llamado de atención que la sociedad quisiera remediar.
Uno de esos muñecos
representaba a un policía forrado de billetes. El muñeco fue destruido por los agentes
de policía que se sintieron ofendidos. Ese acto de destrucción más que anular
el mensaje lo que hizo fue que la gente se preguntara por qué lo hicieron. Si la
policía hubiese sido más tolerante el mensaje hubiese pasado a un segundo plano
y la sociedad no hubiese entendido la destrucción del muñeco como un acto de
censura.
El otro acto de
censura vino del mismísimo alcalde Bohórquez. Él que debería dar ejemplo de
tolerancia ordenó destruir el muñeco. ¿Por qué la delicadeza del alcalde?
¿Acaso no es funcionario público? ¿Por qué el enojo? Lo que la sociedad estaba
expresando era un inconformismo que él como alcalde debería haber tomado nota
en vez de comportarse como un calenturiento.
Si el alcalde le jala
a la censura, sus funcionarios no se quedan atrás. La gente no está viendo con
buenos ojos lo que un funcionario de la alcaldía le hizo al periodista Iván
Vega de Radio Lumbí. A la gente no le ha gustado que el funcionario le haya
puesto una querella por tener una posición crítica respecto a la administración
de la alcaldía del señor Bohórquez. La gente interpreta la actuación del
funcionario como un acto de intolerancia y de soberbia. Y lo que es más grave
querer acallarlo por la vía judicial.
Si los funcionarios
públicos se están volviendo delicados y quieren que no le cuestionen sus
actuaciones el consejo que les doy es que renuncien. Así de simple, renuncien.
Acallar la crítica,
cualquiera que sea el medio que se utilice, es peligroso para una sociedad que,
como la colombiana, ha debilitado su tejido social. Pues por esta vía se ha
venido auspiciando el odio y la violencia. A muchos periodistas les ha costado su
vida porque quienes ostentan el poder de lo público no gustan que les pidan
cuentan y, mucho menos, que los critiquen.
A Luis Fernando
Montoya Londoño, el director de este periódico El Puente, a diario
recibe amenazas porque denuncia la
corrupción.
Si la intolerancia y
la censura es generadora de violencia, desgraciadamente la lengua de algunos
individuos también lo es. Que se utilice la habladuría, el rumor y el chisme
con finura y delicadeza para divertir, alegrar y dar cuenta de lo que pasa en
una sociedad, no hay problema. Pero que alguien use la lengua para herir, dividir, incentivar el odio y
hacer daño es ya un síntoma de enfermedad mental.
No olvidaré a Germán Montero “Judas”. Un
hombre con una imaginación sin igual. Siempre me lamenté cómo no hubiese
existido en Mariquita alguien que hubiera llevado a la palabra escrita ese
mundo que él describía con la oralidad. Lo mucho que sé de la Mariquita del
siglo XX se lo debo a “Judas”. Fueron muchas horas de habladuría, de risas, de
camaradería. "Judas" con la lengua alegraba la vida.
Pero no todos son como
“Judas”. Aunque no vivo en Mariquita entiendo, y lo admito, que no tengo porque
caerle bien a todo el mundo. En Mariquita hay personajillos expertos en ponerle
en los labios de las personas palabras que no han dicho. A mí permanente me las
ponen. No les hecho nada en la vida, pero así son. Pareciera que, además de su
resentimiento social, la razón de sus existencias fuera dividir y crear odios.
Conozco un personajillo
en Mariquita que se la da de “sangre azul”, jubilado, resentido, canoso,
desocupado, solterón, casi octogenario y cascarrabias que es experto en ponerle
palabras a los demás en la boca.
Personajillos como el que describo matan la alegría de un pueblo. Una lengua así puede también matar gente. Aquí el rumor y el chisme en el buen sentido de la palabra desaparecen. Lo que surge es la calumnia, el agravio, la mala leche para indisponer a los demás. Esta es otra forma de violencia.
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