Armando Moreno Sandoval
Hasta no encontrar una
vacuna efectiva, por ahora, el que nos está protegiendo del virus es el mismo
sistema inmunológico del cuerpo humano. Si no la hubiera, con el tiempo derrotaría
al virus y le pondría punto final a la pandemia. El sistema inmunológico es tan
maravilloso que tiene la capacidad de enfrentar cualquier patógeno que llegue
por muy extraño o nuevo que sea como es el virus Sars-Cov-2.
Mientras tanto para
bajarle la velocidad de propagación al virus es necesario el lavado de manos,
el tapabocas, la distancia social, evitar montoneras y dejar de estornudar en
las calles porque si la persona que lo hace, y si es asintomática, esas gotitas
que quedan flotando en el aire pueden contagiar a otros.
El consenso que existe en
los portales científicos es que nunca en la historia de la ciencia se había
producido una avalancha de artículos en torno a una enfermedad.
Curioso que, pese a los
miles de artículos, poco se sepa del virus. Tan así que los científicos no
tienen idea cómo es la guerra entre el sistema inmunológico y el virus. Se sabe
que es como un ejército con diferentes frentes de batalla donde células disímiles
están interconectadas entre sí. Que algunas atacan directamente la infección,
mientras que otras como directores de orquesta guían a otras células encargadas
de liberar sustancias para interferir en la infección.
Para entender lo dicho es
necesario saber que el sistema inmunológico tiene dos frentes de defensa. El
primero es el que se conoce como respuesta
inmunitaria innata y que responde a infecciones de forma genérica. Este
frente tiene la particularidad de que no genera inmunidad a largo plazo o
protección. Es tan efectivo que
aniquila al patógeno en su primer encuentro.
Cuando los científicos
dicen que virus del covid-19 no es tan letal, como si sucede con otros
coronavirus, es porque para aniquilarlo al sistema inmunológico solo le basta
con activar la respuesta inmunitaria innata. Es lo que explica
que el 80% de las personas que se contagian no sientan síntomas, o que sean muy
leves.
El otro frente de defensa
se conoce como respuesta
adaptativa. Es el frente encargado de activar de manera rápida la respuesta
inmunitaria innata. Es una línea de defensa especializada y en ella
hace parte lo que se conoce como los anticuerpos.
No obstante, el lío que
han encontrado los científicos con los anticuerpos producidos
en respuesta al virus (Sars-Cov-2) es que tienden a disminuir en pocos meses.
Aunque parezca un mal chiste esto podría decir que el cuerpo quedaría
desprotegido, sin defensas. La científica Margarita del Val ante esta duda,
dice: “No hay que asustarse, todo el resto de la inmunidad está activada”. Pues
aparte de los anticuerpos, dice ella, hay otras células que han
aprendido a reconocer el virus para contenerlo.
Dos investigaciones
independientes, la primera de la revista Nature , que
vio la luz el pasado 29 de julio, y la segunda publicada en Science el
4 de agosto parecen estar encontrando las respuestas al por qué solo un puñado
mueren y otros siguen tan campantes por las calles esparciendo el virus sin
sentir ninguna molestia, dolor o malestar.
Ibagué, calle 3 |
Así los anticuerpos bajen
de nivel, los estudios efectuados apuntan que los linfocitos, que hacen parte
del sistema inmunológico, al parecer son los que nos están protegiendo. Aunque
existen dos tipos de linfocitos, las células B y las células T, son las células
T las que juegan un papel determinante en la protección por ser células de memoria
larga. Es decir, que estas células por
tener memoria al llegar el patógeno que ya ha había invadido con anterioridad
al cuerpo, lo que hace es reconocerlo, bloquearlo y destruirlo, generando así
inmunidad.
¿Pero por qué sucede
esto? Para empezar, es necesario comprender que la fiebre, la influenza, el
malestar, la gripa, los gargajos y los mocos de la nariz son producidos por cuatro
tipos de coronavirus que causan estos catarros y que han convivido con el ser
humano hace muchísimo tiempo.
Han dicho los científicos
del Instituto Inmunológico de La Jolla, en California (EE. UU) que el parecido
entre estos cuatro coronavirus y el coronavirus causante del covid-19 puede ser
ventajoso. Según el estudio que realizaron las células T encargadas de
reconocer los coronavirus del catarro también reconocen el virus que causa el
covid-19.
Aunque hace falta más
investigación todo parece sugerir que los coronavirus de la gripa, los
gargajos, el sonarse la nariz para sacar los mocos, tuviera un cierto papel
protector contra el covid-19. Y como lo dice Daniela Weiskopf, codirectora de
la investigación, es lo que “podría explicar por qué algunas personas al
contagiarse de covid-19 muestran síntomas más moderados, mientras que otros se
ponen severamente enfermos”.
Así como están las cosas, la conclusión a que se puede llegar es que el virus es selectivo. Pero esa
Ibagué, calle 15 con carrera 5 |
Las investigaciones
alrededor de las células T sugieren que los pordioseros, los que hurgan las
canecas en busca de comida, los que duermen en la calle en medio de excrementos,
gatos y perros tendrían menos riesgo de que el covid-19 los mate. Es gente que
por sus condiciones de vida son los que más han convivido con los cuatro
coronavirus del catarro. Por tanto, están inmunizados. Cosa contraria sucedería
con los estratos de cuatro para arriba que por tener una vida en completa
asepsia estarían más propensos a que el virus los contagie y los mate.
Es lo que vemos también en
países ricos como Chile, EE. UU, Alemania, Inglaterra o Francia donde el virus
ha hecho de las suyas. La cantidad de gente vieja que se ha muerto en esos
países tiene una explicación científica y es que cuando se llega a una edad
avanzada las células T comienzan a menguar dejando al cuerpo desprotegido. Y si
tiene alguna comorbilidad (cáncer, diabetes, etc.) peor.
Cosa contraria sucedería
con la gente joven y adulta. Pues uno se podría preguntar qué pasa en esas
sociedades que, si tienen un nivel de vida tan elevado, qué es lo que ha
causado que siga muriendo tanta gente. La respuesta estaría en que son
sociedades que por ser ricas y vivir en completa asepsia han dejado al cuerpo
sin muchas defensas para enfrentar virus nuevos.
La montonera de muertos
en Latinoamérica tendría otra explicación. Los estudios científicos (sobre todo
la biología molecular y la antropología física) han demostrado que el genocidio
de la población aborigen a partir de la emigración europea hace más de 500 años
no fue tanto por la hoguera, el puñal, la espada o el arcabuz. Los responsables
fueron los virus y bacterias (fiebre, gripa, gonorrea, sífilis, entre otras).
Es exactamente lo que
está sucediendo en este siglo XXI con el covid-19. La mayor mortandad está en
los países con un alto porcentaje de ADN amerindio y una población aborigen que
aún vive en un ambiente prístino. Lo vemos en México, Ecuador, Perú, Bolivia,
Brasil y en los países centroamericanos
Ibagué, carrera 5 con calle 14 |
La ironía es que esta vez
no fueron los europeos con sus virus y bacterias que menguaron a la población
aborigen desde que llegaron hace más de 500 años. En este siglo XXI fueron los
chinos que con su irresponsabilidad fueron incapaces de alertar al mundo de
pensamiento liberal y democrático que un virus nuevo se les había salido de las
manos.
A este régimen
dictatorial y autárquico es que la izquierda antidemocrática y reaccionaria
latinoamericana le hace loa. Si hay que buscar un culpable es al gobierno chino.
Y no como piensa el despistado de Evo Morales (expresidente de Bolivia), que el
virus es una conspiración del imperialismo estadounidense para acabar con la
gente pobre.
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