Armando
Moreno Sandoval ©
La científica británica Melaine
Saville dirige la CEPI (Coalición para las Innovaciones en Preparación
para Epidemias), la entidad que está al tanto de las ocho posibles vacunas para
erradicar el coronavirus. Son vacunas que prometen resultados alentadores.
La carrera contra el tiempo para
conseguir la vacuna es descomunal. Hace rato a los laboratorios le dieron el
pistoletazo de salida. Tres laboratorios picaron en punta por haber comenzado
la fase de pruebas en humanos —las de Moderna, Inovio y la Universidad de Oxford —. El laboratorio que sobresale es
la de Moderna Therapeutics por su método
científico innovador.
Por mucho que se corra, como está
sucediendo ahora con el virus que está amenazando al homo sapiens como especie,
la humanidad a los científicos va a tener que darles espera. Tendrán que
confiar en ellos
Cuando en la tele sale la noticia
que hay una vacuna que promete, la gente sonríe. Es bueno que así sea, por fin
la gente está empezando a creer en la ciencia. No obstante, la realidad es
otra.
El primer escollo que debe librar
la gente es el cultural. La gente debe entender que no solo basta con crear la
vacuna, se necesita saber si es eficaz o no. Lo hermoso de la ciencia es que no
promete nada, porque esta se basa en el ensayo y en el error. Y cuando la
ciencia crea un nuevo paradigma que revela nuevas verdades, es necesario
someter esa nueva verdad al ensayo y al error. Toca que refutar esa verdad,
hasta que surja una nueva verdad y volver a comenzar de nuevo. Este es el principio del por qué la ciencia no
se detiene. Solo le está permitido avanzar. Por eso se diferencia de la
religión que está basada en la fe, es decir, en la verdad absoluta.
Otro lío es el económico. Además
de crear la vacuna, toca producirla y distribuirla, amén de la planificación.
Crear la vacuna no es, como creen
muchos, frotarse las manos con jabón y hacer espuma. Se necesita miles de
millones de dólares. Sin financiación no hay vacuna. La CEPI que está al frente
de las vacunas del Covid-19, en su etapa inicial necesitó algo así como 2.000
millones de dólares. Hace poco la India y Suiza donaron 7 mil millones de
dólares. Causa curiosidad que sea una cifra aproximada, pues se necesitará
mucho más dinero.
El camino para frenar al Covid-19
no solo está por el lado de las vacunas. También están los fármacos como el
Remdesivir que es un antiviral y que promete mucho mientras está la vacuna.
También está la hidroxicloroquina, aprobada recientemente en Colombia; no
obstante, su eficacia no está comprobada, pero se está investigando si puede
servir.
Lo que si no debe hacer la gente
es creer en los políticos. A Donald Trump presidente de EU, la gente le creyó
cuando les dijo que tomaran un desinfectante para salvarse, muchos que le
hicieron caso murieron.
Mientras los políticos y
gobernantes en el mundo ordenan torpezas, desarrollar una vacuna, como dice
Melaine Saville, lleva normalmente entre 10 o 20 años. Pero lo que se está
haciendo en Moderna es de ficción, pues, como ella mismo dice, es un método que
nunca se había probado.
Pero el director general de
Moderna, el científico Stephane
Bancel confía en los 100 científicos que trabajan en el laboratorio que
queda en el pequeño pueblo de Norwood, Massachusetts. Es un convencido que si
todo sigue como va entre 12 y 18 meses ya estará la vacuna.
Comprender los atajos de lo que
hacen los científicos en Moderna Therapeutics es toda
una novela.
Para empezar, es necesario saber
que el cuerpo humano está compuesto de agua, carbohidratos, grasa y proteínas. Lo
que interesa aquí entender es que existe una molécula que llaman ARN mensajero,
que lo único que sabe hacer es producir proteínas como la Spike.
El coronavirus es una cadena de
material genético recubierto de una membrana de proteínas que, para infectar al
ser humano, utiliza la proteína Spike. Es necesario entender que las células
tienen puntos débiles, uno de ellos es el receptor ACE2, que es por donde el
coronavirus, utilizando la proteína Spike, se acopla a la célula para poderla
penetrar. Algo así como si alguien (el coronavirus) usara una llave (proteína Spike)
para abrir la puerta (Receptor ACE2).
Los científicos han descrito en
sus informes que cuando el coronavirus está dentro de la célula lo que hace es
desplegar un ARN que, la célula en su inocencia entiende que el ARN que se
encuentra dentro de ella es propio procediendo a usarlo como una guía. El
primer encuentro del ARN dentro de la célula es con los ribosomas, que
siguiendo sus instrucciones comienza a fabricar proteínas virales. La primera
proteína viral que crea el ARN es la replicasa que se divide en 16
partes formando un complejo de replicación y transcripción, creando así
millones de copias igual al ARN viral.
Una vez creadas las réplicas del
virus, salen de la célula y la destruyen, comenzando de nuevo la tarea de
infectar otras células.
El cuerpo humano ante la
infección tiene dos alternativas: morir o quedar vivo. Todo dependerá de su
sistema inmunológico. Nada que hacer. Ni la cuarentena lo salva. No hay vacuna.
Crear una vacuna es toda una
odisea de alta tecnología y de profundo conocimiento científico. Para empezar
el covid-19 para manipularlo es necesario resguardarlo a una temperatura de 200
°C bajo cero.
Leer como se crea una vacuna
parece sencillo ya que se puede resumir en pocos renglones. En principio es
usar el mismo cuerpo humano como un biorreactor. Es necesario que el lector
entienda que la vacuna de Moderna está basada en un ARN mensajero que produce
la proteína Spike del virus, pero no el resto del patógeno. Lo
que hicieron los científicos fue crear un ARN mensajero e introducirlo en la
célula con el fin de que produzca proteínas Spike.
¿Para qué, preguntará el lector?
Creadas las Spike dentro de la célula, lo que hará el sistema inmunológico es
identificarla y recordarla para que, en caso de que llegue el coronavirus al
cuerpo humano, el sistema inmunológico active los anticuerpos, identifiquen la proteína
Spike, se unan a ella y comience el proceso para atacar y aniquilar el
virus.
Esta vacuna desarrollada por la
empresa estadounidense Moderna, en colaboración con los Institutos Nacionales
de Salud (NIH) de EE. UU. ya fue probada en humanos durante este mes de abril.
No obstante, aún falta mucho camino por recorrer.
Otra etapa tiene que ver con su
eficacia. Para decirlo con otras palabras: ¿cuál es la dosis exacta que
necesita el cuerpo humano para que pueda quedar inmunizado? Calcularlo es
interesante y es clave para evitar posibles efectos secundarios graves.
Como lo dice Juan
Andrés el director técnico de Moderna: “¿cuántas dosis vamos a poder hacer?
Pues no lo sé, porque todavía no sé la dosis. La capacidad será cinco veces
mayor o cinco veces menor si esto funciona con dosis de 50 microgramos o si se
necesitan 250 microgramos. Esto va a dictar cuándo estará disponible la vacuna.
Nosotros estamos haciendo esfuerzos más allá de lo sobrehumano, para estar lo
antes posible”.
Si se da con la dosis exacta vendrá
la etapa de los ensayos que deben involucrar a miles de personas. Para
entender lo dicho que mejor que el ejemplo del filántropo y matemático
informático Bill Gates: “supongamos que la tasa de infección esperada es
del 1 % anual y se desea realizar una prueba en la que se esperaría que 50
personas se infecten sin la vacuna. Para obtener un resultado en seis meses, la
prueba necesitaría 10.000 personas”.
Si se tiene la certeza que la
vacuna inmunizará, la otra etapa es la producción y para ello requerirá de una
tecnología específica. Esto quiere decir que habrá que invertir en plantas de
producción y esperar a que se produzca en escala. Por tanto, habría de requerir
más millones de dólares y planificación. Lo maluco es que distribuirla costará
mucho más. Pues para acabar con la enfermedad el único camino es inmunizar a la
población.
Mientras esté la vacuna, los
terrícolas tendrán que acostumbrarse a ver regueros de muertos por doquier. Es
el precio que tiene que pagar por estar destruyendo la naturaleza. El virus le
está dando al terrícola de su misma medicina. Enseñado siempre a encerrar a sus semejantes, igual que a las otras especies,
un virus que por su tamaño es insignificante lo tiene acorralado.
El ser humano tiene miedo, aunque
científicamente no se entiende por qué. Si bien es cierto que el actual
coronavirus es capaz de abrir las cerraduras de las células humanas, pero no de
ratones o ratas, los chinos que se dieron a la tarea de crear ratones
transgénicos para estudiar el comportamiento del covid-19, pues estos ratones producen
la versión humana del receptor ACE2, que es la puerta por donde entra el virus,
descubrieron que la virulencia del Covid-19 es moderada, muchos menos que la de
las otras enfermedades generadas por otros coronavirus. El estudio que fue publicado
por científicos chinos en Biorxiv, dice que lo moderado es lo que explica
que el 80% de los infectados desarrolla síntomas leves. El lio es que el otro
20% es el que se muere.
Mientras los científicos están
empeñados en comprender el covid-19 y producir una vacuna, en Colombia los
gobernantes no tienen idea qué hacer. La mayoría de las acciones que hacen a
través de unos escritos que llaman leyes o decretos son chorradas. Todo es
inocuo. Tan así que usan el covid-19 para hacer política y robarse la plata de
los contribuyentes.
A los gobernantes no se les ha
ocurrido que para controlar la propagación del virus la fundación de Bill Gates
desarrolló una prueba facilísima para saber si se tiene Covid-19 o no, y
consiste en tomar un hisopo nasal, algo así lo que llaman un copo que venden en
droguerías, e introducirlo por la nariz hasta la parte posterior de la garganta.
Tomada la muestra solo basta procesarla en una máquina de Reacción en Cadena de
Polimerasa (PCR) y ¡listo! Es casera y lo hace la misma persona. Sin embargo,
los políticos se niegan a ponerla en práctica masificándola. La prevención en
salud no existe. Prefieren que la gente se contagie y se muera.
Como si el párrafo anterior no
bastara, hay un pueblo que está prácticamente en el centro de Colombia, y se
llama Mariquita. Está ubicado en el departamento del Tolima. Las autoridades de
ese municipio pusieron en ridículo la profesión de payaso. Nadie sabe de qué
cabeza surgió la idea de que para detener el virus había que esparcir volquetadas
de tierra en las principales entradas del pueblo.
¡Macondiano pero cierto!
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