Armando Moreno Sandoval
El historiador y antropólogo inglés
Jack Goody en su libro El robo de la historia
nos dice que Europa se nutrió en el pasado de la ciencia, la tecnología y
creencias de otras culturas. Lo interesante
de esta tesis es que además de asimilar lo que le interesó, destruyó e impuso
lo que le convenía. Para entender lo dicho basta hacernos a la idea del tiempo,
ese tiempo que la cultura de occidente retoma cada 31 de diciembre para empezar
un nuevo año. Es un tiempo lineal y cristiano que se impuso a otros tiempos más
precisos como el del calendario lunar de los mayas, o el de los chinos que es
circular y rotativo (el año del mono, etc).
Aunque toda cultura está en su
haber de narrarle al otro, al extraño, al diferente su Historia, es, sobretodo,
con el advenimiento de la Ilustración europea desde el siglo XVI que la homogenización
se impone. Conceptos como un solo dios, tiempo, historia, tecnología, ciencia,
humanidades, empezarían a regir como forma de destrucción y dominación.
El gran escritor cubano Alejo
Carpentier en su obra maestra La
consagración de la primavera al rememorar
uno de sus personajes el pasado prehispánico ante el avasallamiento de la
cultura española, se pregunta al ver a las aborígenes pasar frente a sus ojos: “¿son
ellas o son los de mi raza, quienes están fuera de época? ¿Quiénes son, aquí,
los Dioses auténticos? ¿Los del Copal o los del Incienso? ¿Los que aquí les
bajaron del cielo, o los que les vinieron por el mar, traídos de países remotos?
¿Los que, desde un principio hablaron el idioma de los Hombres de Maíz, o los que,
nutridos de trigo y olivas, jamás quisieron aprender sus idiomas?”.
La imposición de un mundo ajeno por el que llega de intruso, ha sido el germen de las guerras, de la contracultura, de la rebeldía, del cepo, de la cárcel, del código. Imposición que aún persiste en el siglo XXI. Son los medios que obedeciendo a intereses arropados por el dinero se resisten, en medio de la doble moral, a aceptar a los otros, a los extraños, a los diferentes, al raro.
Cadenas internacionales como la
estadounidense CNNE, la alemana DW, ni hablar de las españolas, o de las colombianas como la CaracolTV, RCN y demás medios siguen atrapados en sus propias
narrativas. Ver al otro como deseo de aculturación.
Un confinado
italiano desde un balcón tocando violín fue la imagen que los medios, extranjeros y nacionales, al
unísono vendieron como si fuera el comportamiento a seguir. El regaño de los
médicos chinos sirvió para que occidente comprendiera lo errado en que estaban.
Pues era la mejor forma de propagar el virus. Pareciera que oriente, con los
chinos a la cabeza, estuviera empezando a ocupar el espacio que occidente hace poco
más de 200 años les arrebató.
Las palabras de Deng Xiaoping
parecen ahora recobrar fuerza cuando le preguntaron por la superioridad de
EEUU: Doscientos años de historia es muy poco, muy temprano para predecir, dijo el chino.
Quien lo creyera. La narrativa que había sido impuesta por occidente, ahora
parece un bumerán.
Estos medios carentes de
creatividad tienen en mente la cultura de la homogenización. Se olvidan que la
riqueza de la naturaleza humana está en su diversidad.
En Colombia medios como RCN o
CARACOL se ensañan en hacerle creer al mundo que la diversidad no existe y que
esta solo se puede comprenden desde los plató de las cadenas de televisión en
Bogotá.
Por fuera de las grandes ciudades
de Colombia (Bogotá, Cali, Medellín, Barranquilla) existe otra Colombia que
solo quiere ser comprendida en el papel, pero no en la realidad.
El lío es que no sabemos qué va a pasar con los chinos. Para retomar las palabras de Deng Xiaping: muy temprano para predecir.
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