Armando Moreno Sandoval
De Henry Patiño Púlido no puede
decirse cualquier cosa. Patiño estuvo al frente del Movimiento Revolucionario
Liberal (MRL) dominando con sus ideas el escenario político del Tolima hasta
que apareció Alberto Santofimio Botero. Su rebeldía política fue heredada
seguramente de su abuelo, aquel viejo radical liberal de la Guerra de los Mil
Días, muerto por un pelotón de fusilamiento en la plaza principal de Mariquita.
Es a Mariquita, el pueblo de
sus ancestros, por el año de 1946, que su padre llega huyendo de la violencia
de Pensilvania para salvar la vida de su familia y la suya. Fue una huida a
lomo de burro. El reloj marcaba las tres de una madrugada fría y lluviosa. Una
huida para nunca más volver.
Hugo Viana, amigo y compañero
de muchas batallas y luchas ideológicas, lo recuerda como modesto, pobre y
autodidacta. Con los Hermanos Cristianos de Pensilvania aprendió a garabatear
las primeras letras, de los ingleses el manejo de la pipa, la picadura, los
buenos modales y consejos pero que nunca puso en práctica.
Ingrato sería pensar que solo
fueron los Hermanos Cristianos y los ingleses quienes influirán en su
formación. En el colegio que había fundado en Mariquita un expárroco de la
iglesia católica, Isaías Díaz Quevedo, aprendió la contabilidad que le valió
para hacer parte del cuerpo administrativo de los talleres del ferrocarril que
regentaban los ingleses.
De su padre, carpintero de
profesión y por añadidura borracho consuetudinario, heredó el gusto por fumar
pipa y el apetito voraz de la lectura. Esta herencia le permitió en su juventud
beber en las fuentes del liberalismo radical. Tan así que como un gesto de
lealtad a sus ideas liberales, no tuvo ningún empacho en marchar a la fría Bogotá
para asistir al sepelio del más grande estadista que dio el siglo XX: el
hondano Alfonso López Pumarejo.
Mariquita a mediados del siglo XX |
Su inicio en la política no fue
fugaz: 25 años, más o menos, fue el tiempo que duró en ella, coinciden sus
amigos. Todo comenzó con la lealtad que le confieren los viejos a los jóvenes
cuando se trata de que le sigan las huellas. De la mano de Cristóbal de la
Roche y Ricardo Galvis, liberales de traca mandaca, lo hacen nombrar secretario
del concejo municipal. Corría el año de 1957. Entre 1958 y 1959, en un congreso
de Juventudes Liberales del Tolima, lo eligen directivo. Lo que nunca
imaginaron los patriarcas del liberalismo es que el mozalbete, luego de un
fugaz paso como directivo de las juventudes, terminaría liderando la disidencia
liberal del Frente Nacional. Era el inicio de una meteórica carrera política
que lo llevó a permanecer por diez años en la Asamblea Departamental del Tolima
y dos periodos consecutivos a la Cámara
como representante del Movimiento Revolucionario Liberal de Alfonso López
Michelsen.
Su coqueteo con las ideas
liberales revolucionarias viene desde cuando López Michelsen, en su exilio en
México, dirigía y editada Postdata a la
Alternancia. Una crítica mordaz al endoso de la presidencia entre liberales
y conservadores y que se conocería como el Frente Nacional. Significaba que
cada cuatro años se turnaban los
partidos tradicionales para gobernar, haciendo de las elecciones una pantomima
para justificar la democracia. Las ideas rebeldes de López Michelsen lo
llevaron a ser admirador de su movimiento
Renovación Liberal que fundara
este en 1958.
Henry Patiño (de bigote ralo) al lado de Fidel Castro |
El triunfo de la revolución
cubana dirigida por Camilo Cienfuegos, El “Ché” Guevara y Fidel Castro, y
aprovechando la oleada de entusiasmo desatada en el mundo y que se desataría
como un volcán en erupción por toda América Latina, le dan a López Michelsen el
ánimo e impulso necesario para fundar el histórico —MRL—: Movimiento Revolucionario Liberal. Era el inicio por parte de
Patiño de su militancia en el movimiento.
Coincidiendo en las ideas, Hugo
Viana, Henry Patiño, Hernando Yepez Santos, Artemio Cabiedez —líder de los
zapateros—, Germán Gutiérrez Arroyo, todos ellos pertenecientes a las juventudes
liberales y entusiasmados por las ideas de López Michelsen, fundan y difunden
la plataforma ideológica del Movimiento
Revolucionario Liberal en el norte del Tolima. Viana y Patiño plasmarían
sus ideas fundado y dirigiendo el periodico Revolución,
editado, impreso y distribuido desde el norte del Tolima (Honda, Armero).
Era el primer año de la
revolución cubana, el MRL también estaba en auge. A mediados de 1960, un
homenaje y apoyo a la revolución cubana los entusiastas Patiño, Viana y
Gutiérrez Arroyo en representación de las juventudes liberales estarían junto a
los invitados Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Villar Borda, Luis Viera y Alfonso
López Michel en la Plaza de Bolívar. La fuerza de la oratoria de Viana y Patiño
entusiasmaría al representante de Cuba, al señor Clergé. En medio de abrazos y
apretones de manos en las escalinatas del Capitolio Nacional, y como un gesto
de admiración al comandante Fidel, le enviaban de regalo las ediciones del
periódico Revolución. Henry Patiño,
de su mano y pluma, le enviaba una dedicatoria al comandante en jefe y a la
revolución. Meses después, merodeando en la plaza principal de Mariquita, por
los lados del obelisco construido con las ruinas de la casa donde vivió Gonzalo
Jiménez de Quesada, un marconi les llegaba a las manos de Viana y Patiño. El
comandante Fidel invitaba al cuerpo directivo del periódico Revolución a la isla donde había
triunfado la revolución: Cuba.
Después de una semana de
contacto con la revolución, deleitándose con un buen habano, suspirando de amor
con los boleros de Benny More, catando el sabrosongo coctel daiquirí, el
encanto de sus playas y del mar, regresan al norte del Tolima. Hugo Viana,
quien no había podido viajar a La Habana, el día que llegaban Patiño y
Gutiérrez preparaba en Honda un nuevo número del periódico Revolución. Patiño y Gutiérrez traían en las maletas la Primera Declaración de La Habana, algo
así como un manifiesto comunista para América Latina, el sumo ideológico que
luego daría origen a todos los movimientos revolucionarios armados del Tercer
Mundo. En un cerrar y abrir de ojos ordenan parar las máquinas, recomponen de
nuevo la edición y el periódico Revolución
se constituye en el primer medio escrito en América Latina en haber impreso la Primera Declaración de la Habana.
Mientras tanto, en Mariquita,
el MRL no triunfaría en unas elecciones al concejo. El Partido Liberal llevaba
a cabo los principios que promulgaban el MRL y la revolución cubana. En plena
violencia, cuando los liberales huían de la carnicería propiciada por los conservadores, el
directorio Liberal, protegía, albergaba y daba de comer a sus copartidarios.
—Doy una arroba de arroz
de mi molino para los copartidarios— así
hablaba Cristóbal de la Roche dirigiéndose a los demás miembros del Directorio
Liberal.
—Doy una res semanal— respondió
el ganadero más acaudalado de Mariquita. Y así sucesivamente todos los miembros
se comprometían aportar a la causa.
—Esta y no otra, la razón
principal del por qué nunca el MRL ganó las elecciones en Mariquita— palabras
exactas de Patiño en una tarde Sampedrina en el café Florida del año 2003.
El periplo que tuvo por la
cámara comenzaría a tener fin en el año de la unión entre el MRL y el
oficialismo Liberal. Saúl Pineda, jefe del MRL en el Tolima, logra meter a
Patiño a la Cámara de Representantes y Rafael Caicedo Espinosa a Alberto
Santofimio Botero. Con esta unión, rememoró con nostalgia Hugo Viana, el
oficialismo liberal trituraría la disidencia en cabeza del MRL y los militantes
que por convicción habían estado años en el MRL no volverían a tener chance en
la política.
Corría el año de 1974, la ANAPO
queriéndose reivindicar del fraude de las elecciones presidenciales frente al
conservador Misael Pastrana Borrero, se lanza con algunos viejos militantes del
MRL a la búsqueda de escaños. La falta de olfato político con la ANAPO llevaría
a Patiño a cavar su propia tumba política. En una reunión para escoger
candidatos al Congreso de la República, desdeñando el primer renglón para el
senado, opta por ser suplente del primer renglón para cámara que encabezaría el
lenguisuelto de Arturo Villegas. En su lugar el renglón al senado lo tomaría el
hondano “Paco” Castro. Villegas no dejaría ir Patiño a la cámara poniéndole de
este modo un adiós a la vida política.
—Todo fue una mala táctica
política— comentaría Hugo Viana. Cuando López fue presidente, Patiño era
simplemente un recuerdo de un viejo
amigo.
Lo que no estuvo de estatura,
lo tuvo en su oratoria. Quienes lo conocieron y lo siguieron por sus ideas, lo
recuerdan como una de las voces que se hizo sentir en el congreso por un lapso
de casi un cuarto de siglo.
Abatido por la política, y con
un guille barre que casi le pone
punto final a su vida, su amigo López Michelsen no lo olvidaría. De gira el
entonces presidente López por el Tolima, no tuvo reparo en visitar a su viejo
amigo en la alcaldía de Ambalema. Fue un encuentro de viejos amigos que alguna
vez profesaron las mismas ideas.
Una tarde ibaguereña, de
aquellas que oscurecen al compás de las brisas que bajan por el cañón del río
Combeima, en la esquina del Banco de la República, recordaba, como diciéndole
al paso del tiempo cómo es la vida, lo desentendido que había sido con aquel
consejo sabio y práctico, y para más
señas inglés, que de lo que se ganaba era necesario guardar algo para la vejez
y los tiempos difíciles. Era, nada más ni nada menos, que el sentido del
ahorro.
Hoy todo es recuerdo. La gente
lo ve y pasa desapercibida. Es otra generación. Solo lo acompaña su bastón, la
pipa y el aroma de la picadura Captain
Black.
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