Armando Moreno Sandoval
Parecería que a las generaciones
actuales les fastidie el futuro del planeta tierra. Los científicos del mundo
entero han llegado a la conclusión que, si no se toman medidas para mitigar el
efecto de invernadero cuyo único responsable es el ser humano, el futuro de la
tierra es incierto.
Es cierto que la naturaleza
humana es tanática, es decir, una especie que sobrevive aniquilando no solo al
otro, sino su propia nicho donde vive. Ninguna especie sobre la tierra ha sido
más dañina que la especie humana. Los estudiosos de la
especie humana han llegado a la conclusión que desde que la rama homo sapiens
se instaló como la especie dominante sobre la tierra no ha dejado de destruir
su hábitat.
Antropólogos culturales como
Clifford Geertz que se han dedicado a estudiar la cultura han llegado a la
conclusión que para que el ser humano haya cometido la salvajada de aniquilar
el otro y destruir la naturaleza, obedece al hecho de que el ser humano dejó de
ser naturaleza para convertirse en creador de cultura (entiéndase ciencia y
tecnología). Macrohistoriadores como el judío Yuval Noah Harari va mucho más
allá. El considera que el ser humano moderno no solo ha matado a Dios, sino que
él mismo se ha convertido en Dios. Pues siendo Dios, invoca a Dios como una
estratagema para aniquilar todo lo que se le atraviesa por delante.
La insensatez ha llevado a
ciertos bárbaros a limpiarse el trasero con los estudios científicos sobre el
cambio climático. O si no que le pregunten a Donald Trump y a su equipo de
locos en Estados Unidos.
Por fortuna ya el mundo no
depende de un país como sucedía hace años, ahora el poder se ha repartido por
el mundo. Por tanto, el Mr. Trump no podrá imponer su agenda a su antojo. Los
países del mundo, incluyendo Colombia, han afirmado que lo se firmó en París
sobre el cambio climático no tiene vuelta atrás. El consenso mayoritario es que
hay que salvar al planeta Tierra.
Si el grueso de las potencias
industriales han de luchar por salvaguardar lo que hay de naturaleza sobre la
tierra, debemos comenzar a mirar qué está pasando en nuestros entornos micros
(los pueblos, las veredas, los ríos, las calles, los bosques, etc.)
Quien lea la obra de Medardo
Rivas —“Los trabajadores de tierra caliente”— escrita a mediados del siglo XIX,
podrán comprender que es poco lo queda del hermoso Bosque Tropical Seco a lo
largo del Valle del Magdalena porque ha sido paulatinamente aniquilado a punta
de machete y hacha. Destrucción del Bosque que arrancó desde el siglo XIX y que
se acentuó en el siglo XX y que sigue en el XXI con el buldócer y la motosierra.
Para comprender lo dicho solo basta
mirar las fotografías aéreas para cerciorarnos cómo lo verde poco a poco ha ido
desapareciendo por culpa de los habitantes de los pueblos que arrasan con lo
poco que queda de naturaleza.
Mariquita en los años 70 del siglo XX |
Mariquita en el siglo XXI |
Otra fuente son los escritos que
dejaron los viajeros sobre Mariquita. En esos relatos se lee que lo único que
se veía era la torre de la iglesia. Los demás eran las copas de los árboles.
Ese pasado paradisiaco se perdió. Lo que existe es una comunidad ignorante y
salvaje que arrasa a punta de machete y hacha los pocos árboles que quedan. A
cambio de ello los reemplazan por plastas de cemento o caedizos para afear los
frentes de las casas.
Mariquita hoy en día es un
infierno. El calor es sofocante tanto así que quema la piel, lo que explica que
la gente cada vez tenga más cáncer. La gente se queja del calor infernal pero
se niega a convivir con un árbol que da belleza, sombra, frescura, mitiga el
dióxido de carbono y nos proporciona oxígeno. Pero lo más aberrante y chocante
es que las autoridades municipales (alcalde, concejales, los encargados del
medio ambiente) se hacen los de la vista gorda ante el atroz ecocidio.
Igualmente está pasando en las
veredas y en los alrededores del pueblo. En las veredas hay quienes cuentan que
las cañadas y cuencas hidrográficas se están muriendo. El campesino arrasa sin
importarle que mañana va a necesitar del agua. Ni hablar de los bosques que
también los están arrasando.
El campesino como el habitante
urbano son destructores de la naturaleza. Un ejemplo, de los muchos
que se dan
todos los días, pasó hace poco en Mariquita. Un árbol frondoso a mitad de la
calle 8 entre carreras 4 y 5 fue macheteado sin consentimiento y sin que la
autoridad ambiental dijera mu. El motivo es sencillo de explicar. El árbol tuvo
que pagar por el robo de una casa vecina. Pero lo que molesta fue que en vez de
derribar el caedizo y el alero de cemento que afea el espacio urbano
prefirieron ensañarse con el árbol.
Árbol macheteado y espacio urbano visual contaminado |
Quien ordenó destruir el árbol está
convencido que con esa acción se van a acabar los robos. Es como el cuento
aquel del marido cornudo, que habiendo sorprendido a su mujer con el amante en
la sala para acabar con la infidelidad decide vender el sofá.
En Mariquita quienes velaban por
lo ambiental ya no tienen fuerzas para gritar basta! Así los jóvenes y los
adolescentes tengan una conciencia ambiental, no obstante, preocupa que la
generación vieja, la que tiene más de 30 años, se niegue a convivir con la
naturaleza. Es posible que tengan una actitud egoísta por la vida, tal vez han comprendido que la
existencia humana al ser corta, 75 años
de promedio de vida, si la comparamos con una tortuga marina que puede vivir
más de 250 años, hayan optado por destruir naturaleza sin importarles qué le
pueden dejar a las generaciones venideras.
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