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miércoles, noviembre 02, 2016

Palo de cruz para engalanar los pueblos de tierra caliente

La flora que no vio el sabio Mutis: Brownea leucanta

Armando Moreno Sandoval

Brownea leucantha
Hasta hace unos pocos años la Brownea leucantha era una especie esquiva a los ojos de los botánicos. No así para la cultura popular que la conoce con el mote de rosa de monte blanca o la flor de palo de cruz. O para el herbolario que atribuyéndole propiedades medicinales considera el zumo de su flor para regular la menstruación. Ni que decir del  campesino que por ser árbol de madera fina de sus ramas sacaba las angarillas para colgárselas al burro o las horquetas para bajar mangas, mameyes o cualesquier otro fruto de tierra caliente.

Lo interesante con la Brownea leucantha es, que, quien relea el diario de campo de Mutis, podría preguntarse cómo es posible que la hermosa flor de este árbol, blanca como un copo de nieve, al sabio y a sus discípulos se le haya pasado por alto.

Hay quienes suponen que, seguramente, las montañas, las vegas de los ríos, las llanuras o los bosques — para los tiempos de Mutis— estaban plagadas de animales peligrosos que hacían imposible su hallazgo. O, simplemente, sí Mutis no tuvo ojos para con la bella flor cuyos pistilos se levantan erguidos sobre sus pétalos fue porque simplemente no existió en los alrededores de Mariquita.

Nikolaus Jacquin
Si la flor le fue esquiva a Mutis, otra sería la suerte del médico, botánico y biólogo  Nikolaus Joseph von Jacquin (Leiden, 1727-Viena, 1817), quien visitó a finales de 1758 y 1759 las regiones costeras de Colombia, pero, sobre todo la de Venezuela pues había desembarcado en esas tierras con el propósito de estudiar su flora. Su búsqueda por encontrar lo nuevo no sería en vano.

Se sabe que además de las colecciones de plantas y animales que  había  enviado a Viena durante su estadía, al regresar a finales de 1759 no solo había llevado consigo animales, semillas y minerales, sino una gran  colección de animales y plantas vivas. Y como lo deja entrever en sus escritos, regresaba también con la dicha inmensa de haber bautizado una nueva flora que llamó Brownea en honor al científico inglés Patrick Brown. Clasificó veinte variedades de Brownea, entre ellas la leucantha; conocidísima hoy día en el  Estado de Miranda en Venezuela por ser su flor emblemática.

Aunque pudiéramos pensar que la Brownea es patrimonio de los venezolanos, ello no es así. Los botánicos colombianos afirman que en el territorio de Colombia existen hasta la luz de hoy  diez variedades de Brownea, El sabio Mutis quien llegó en junio de 1783 a Mariquita para ponerse al frente de la Expedición Botánica, en su correría por el territorio de la Provincia de Mariquita, quedó perplejo al observar la basta y diversa flora del Nuevo Reino de Granada. Es posible que no haya tenido el tiempo, ni tampoco la imaginación para clasificar toda la flora exótica que se le presentaba ante sus ojos.

Brownea leucantha
Una mañana en medio de un fuerte aguacero con truenos y relámpagos, y ante la imposibilidad de salir en la búsqueda de nuevas especies, el sabio Mutis prefirió auscultar la correspondencia recién llegada de Europa, sobre todo, los aportes que habían hecho o hacían los naturalistas y taxonomistas como Carles Linneo. Auscultando la correspondencia en su pequeño estudio, y al amparo de la tenue luz que arrogaba una vela de cebo, pudo auscultar y ojear el estudio taxonómico que había hecho Jacquin en Venezuela. Observando detenidamente los acuarelas y las descripciones pudo recordar que dos de la Brownea que se hallaban en el catálogo las había visto con sus propios ojos esparcidas por los llanos de la Provincia de Mariquita: eran  la Brownea ariza y la Brownea grandiseps.

Pero de la Brownea leucantha nadie daba razón.

Brownea leucantha
En la mañana del martes del 19 de abril de 2011 a la casa del botánico autodidacta Orlando Velásquez llegó el profesor Manuel Bernal de la Universidad del Tolima. Llegaba con estudiantes  que hacían parte de su grupo de investigación en anfibios. Quería que el autodidacta Velásquez lo acompañara como auxiliar de campo. Tenían como meta ir a recorrer las vegas de la quebrada Padilla en los alrededores del municipio de Honda. Querían buscar ranas, sapos.

La noche del martes estaba bastante relampagueante  y presagiaba una posible lluvia.

Brownea leucantha
Haciéndoles el quite a las culebras recorrieron no solo los meandros de la quebrada Padilla, sino también los pequeños caños que aun desembocan en ella. Con la compañía del canto de un currucucú que desde la copa de un árbol miraba con sabiduría lo que acontecía bajo sus garras, pudieron observar en medio del croar de los anfibios cómo una culebra talla equis engullía un sapo. Otra culebra, la cascabel, se deslizaba por entre las hojas y ramas que se descomponían entre los árboles. Un gato de monte le seguía el rastro.

El autodidacta Velásquez, experto también en ofidios, con machete en mano y con su caperuza a la 
Brownea leucantha
altura del ombligo abría camino por entre la arboleda rodeada de maleza. Caminaba cuidadosamente al frente del grupo. De nuevo el currucucú. Al girar la cabeza en busca del origen de su canto sus ojos  tropezaron con algo blanco que sobresalía dentro del follaje obscuro. Caminó sigiloso. Al llegar al frente y al alzar de nuevo la caperuza a la altura de la cabeza, pensó que se trataba de una variedad de flor parecida a la rosa de monte blanca.

La  mirada lela, y la observación a profundidad de la flor por parte del autodidacta Velásquez, lo llevó a la conclusión de que se trataba  de la Brownea leucantha. Los gritos de alegría en medio de la obscuridad despertaron a los animales diurnos. “No era para menos”, dice el botánico y naturalista Velásquez. Pues era el hallazgo de la leucantha y que el mismísimo sabio Mutis en su estadía en Mariquita no había podido ver. Hubo que esperar 252 años para que por fin alguien dijera yo la vi.

Si el sabio Mutis no la vio, valga preguntarnos cómo llegó a Colombia. Varias son las hipótesis. Es posible que la presencia de la leucantha obedezca a la deforestación a que ha sido sometida la cordillera oriental y que los vientos hayan esparcido sus semillas al interior del territorio colombiano, o, que, andariegos hayan trasteado con el árbol o sus frutos para contemplar su flor.

Brownea leucantha
Si bien el científico Jacquin la había registrado en el siglo XVIII, en Colombia es posible que no lo esté. El registro es algo así como la cédula que deben tener las plantas. Pues sin el es difícil saber sobre la historia científica de la planta, o, en el peor de los casos saber si fue o está siendo aniquilada por la mano arrasadora del ser humano.

Aunque algunas variedades de Brownea, como la churima y la guama,  se niegan a desaparecer de las ventas callejeras y los supermercados, ojalá que algún día como un homenaje a la historia de la botánica en América su flor engalane las calles de los municipios de tierra caliente del valle del Magdalena.