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jueves, diciembre 19, 2019

Un enano con barbera

Armando Moreno Sandoval
twitter: @amoreno_s
M
ariquita se ha vuelto tan imprevisible en la gobernabilidad que es lo más parecido a un enano repartiendo barbera en un ascensor.
Entrar a evaluar la gestión del casi exalcalde Alejandro Galindo no tiene sentido. Solo basta decir que fueron 4 años que el municipio de Mariquita se devaluó, 4 años perdidos. Pero pensar que el desmadre solo fue culpa del alcalde Galindo tampoco. Con la crisis de gobernabilidad que se presentó se descubrió también que a los mariqueteños poco les importó lo que estaba aconteciendo.
Fue tal la desfachatez de los mariqueteños que la pereza mental los doblegó. Pocos fueron los que se preguntaron qué estaba pasando. Dejaron el municipio al garete. Todos se quedaron de brazos cruzados amasando la idea que el tiempo lo arreglaría todo. Y, efectivamente eso fue lo que pasó.
Una prueba contundente de lo que señalo fueron los innumerables candidatos a la alcaldía y al concejo que surgieron en las elecciones del 27 de octubre de 2019. Que se sepa a nadie de ellos se les vio ejerciendo de líderes sociales para enfrentar los innumerables problemas que se estaban (y que se están) tragando a Mariquita.
Hay que dejar en claro que el único municipio del norte del Tolima que se estancó fue Mariquita.
Basuras, casetas, parqueos indebidos
Decreció en todo. No obstante, como siempre, todos los alcaldes creen que una gran gestión es echarles cemento a unas cuantas calles o solucionarle el desempleo a alguien.
La verdad es que Mariquita como pueblo carece de tejido social. Se ve en el desprecio por ser ciudadanos. Importándoles un bledo la norma es normal ver cómo el habitante se ensaña con el pueblo para hacer de el un pésimo vividero. Comportamientos como botar caca humana en bolsas plásticas en las calles es un buen ejemplo para entender que es eso del desprecio. La gente le chifla a la luna con tal de que la bolsa con excrementos no le llegue al frente de su casa.
Amén de la mierda de perro que se pasea por las calles entre las suelas de los zapatos de la gente encopetada. O de la coreografía que hace mi amigo Orlando Velásquez, que casi parapléjico, arrastrándose a gatas todas las mañanas le tocar recoger los bollos de los perros del vecino.
Invasión de espacio público
Ni hablar de las basuras por doquier. No es que las escobitas de Espumas no hagan la limpieza de las calles. La gente sin ningún empacho las ha convertido en un muladar permanente. Un ejemplo es la carrera 4 transformada en un basurero donde los mendigos junto a los chulos pelean las sobras de las basuras. Amén de los kotex, el papel higiénico cagado, las tripas de gallina, la mierda de cerdo, la cascara de banano o la caja de dientes abandonadas que sonríen al transeúnte. Y éste como si nada mastica la empanada en medio de olores nauseabundos. Fuuuú!
Ohhhh! qué decir de los cinturones de miseria que rodean al pueblo, sin que ningún alcalde (hasta ahora) haya pensado en cómo devolverles la dignidad de vivir con decoro. La cuestión es pensar en la niñez, el futuro de la sociedad.
Lo otro es que el pueblo se ha convertido en una gran cantina a cielo abierto. Todos se quejan y farfullan, pero nadie, empezando por la mismísima administración municipal, se toma la molestia de aplicar las normas de convivencia ciudadana.
El precepto del filósofo Kant de la mayoría de edad heredado del siglo XVIII, base de toda la filosofía liberal y del Estado de Derecho, de que la libertad del individuo termina cuando se vulnera la del otro, parece no tener cabida en Mariquita. Contrasta Mariquita con la convivencia que se respira con los pueblos de colonización antioqueña, los llanos orientales o los del macizo colombiano. Pareciera que los habitantes calentanos mariquiteños fueran amigos de la bullaranga, el desorden, el caos y el despelote.
Como si lo dicho no fuera suficiente para salir corriendo, hay quienes señalan que la alcaldía de Alejandro Galindo fue una bendición de Dios. Afirman que gracias a sus líos judiciales y personales el elector por fin despertó. Jajajajá! Una quimera engaña bobos.
Las estadísticas poco mienten. Una mirada a los votos del 27 de octubre para alcalde se deduce que lo que hubo fue un descalabro electoral. El aburrimiento por el pasado reciente llevo al elector a renegar de la democracia. La mayoría de los candidatos sacaron una votación pírrica.
Un ejemplo es el caso de Carlos Julio Díaz que, tras casi 20 años como concejal, y de haber recogido más de 11 mil firmas, pasó aullando los 500 votos.
Ni hablar de Álvaro Bohórquez que después haber obtenido más de 8 mil votos en las elecciones del 2012, más del 50% de los electores le dieron la espalda.
De Juan Carlos Castaño se puede decir que ganó perdiendo votos. No superó la votación de las elecciones pasadas. La operación avispa lo favoreció.
Quienes afirman que el gran triunfador de las elecciones fue Oscar Javier Segura están equivocados. El elector hastiado optó por votar en contra de, y lo hicieron porque no creían ni en Carlos Julio Díaz, ni en Juan Carlos Castaño, ni en Álvaro Bohórquez.
Tras 4 años perdidos algunos tienen una sonrisa de oreja a oreja. Añoran unas nuevas elecciones. No hay derecho que quienes perdieron la alcaldía en las urnas la quieran ganar en las barandas judiciales. Al alcalde Juan Carlos Castaño los perdedores (o el perdedor) ya le clavaron una demanda. Si ésta prospera Mariquita será un infierno.
A pesar de que el alcalde Castaño ha salido a aclarar y a explicar su situación jurídica, sus enemigos políticos lo ven como un tramposo.
Virgulilla. Algunos están criticando que el alcalde Castaño ya empezó a rodearse mal. Lo dicen por algunas caras que llamó para el empalme. Si prometió cambio no le de miedo, rodéese de caras nuevas que no hayan pelechado de administraciones anteriores.

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