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martes, marzo 31, 2020

Drones, Big data y coronavirus


Armando Moreno Sandoval

Leer al filósofo surcoreano Byung-Chul Han es reconfortante para entender qué pasa en sociedades diferentes a la europea-estadounidense, es decir, lo que se conoce como occidente.

Así occidente triunfe frente al coronavirus ya de antemano parecería que se estuvieran llevando el trofeo de fracasados. Occidente no ha querido entender que la manera como los asiáticos le ganaron la batalla al virus corresponde a una concepción de ver la vida diferente a la de occidente.

Para entender lo dicho es necesario remontarnos a la Revolución Francesa de finales del siglo XVIII que puso al individuo por encima de todas las cosas. Todo el pensamiento que surgió a raíz de la Revolución Francesa, incluyendo el marxismo, tuvo como referente el respeto a la libertad, la igualdad y la fraternidad.

No obstante, en la segunda mitad del siglo XX, la filosofía occidental acentuó el individualismo, el relativismo cultural e incluso el fin de los metarrelatos que le sirvieron a occidente para imponerse y destruir otras culturas (cristianismo, comunismo, fascismo, nazismo, etc).  Estos filósofos, más el surgimiento de las nuevas tecnológicas en el último cuarto del siglo XX, relativizaron y empoderaron al individuo, al punto que hoy la frontera entre lo falso y lo verdadero pareciera evaporarse. El individuo se ha apoderado de su propia verdad. La autoridad académica, científica o el individuo docto tan apreciado está en entredicho. La mejor expresión son los fake news y deepfakes.

Si occidente está en una carrera maratónica para enfrentar al coronavirus utilizando una vía larga como es la vacuna que estaría entre un año y año y medio, países como Hong Kong, Singapur, Japón, China, Taiwán y Corea del Sur lo hicieron dejando a un lado al individuo y recurriendo a la obediencia colectiva.

En contraste con occidente que entró en paranoia decretando cuarentenas, invocando soberanías, cerrando tiendas, restaurantes y fronteras a los extraños cuando en realidad eran ellos los peligrosos por ser portadores del coronavirus, en Taiwán y Corea del Sur la vida cotidiana seguía como si nada.

Ahora los medios y algunos filósofos al estilo de Zizeck están propiciando, fiel a la tradición cristiana, una paranoia apocalíptica. Que el capitalismo murió, que la vida ya no será como antes, que todo será distinto y que después del coronavirus otra forma de vida social se instalará en el planeta.

Nada de esto sucederá. El capitalismo, y lo ha demostrado en su corta vida, tiene una capacidad de reinventarse. Lo que si es cierto es que si no es occidente, serán los asiáticos que lo sacará avante y más fortalecido.

Lo que sí está en entredicho son las libertades individuales que se empezaron a moldear desde ese periodo europeo conocido como el Renacimiento y que se acentuó con la Ilustración y cuya defensa ha generado muchos horrores. Basta solo recordar la inquisición en nombre de Dios y las luchas que se libraron contra el totalitarismo comunista, fascista y nazista, al igual que los populismos de derecha e izquierda.

Esta es la verdadera prueba de fuego de occidente.

Presos de las narrativas que occidente nos brindan a través de la tele y de los celus, —vía face, twitter, whatsapp— nos hemos olvidado cómo, en la práctica, los asiáticos le hicieron el ole al coronavirus sin tanto aspavientos.

Desconocer el papel de los trabajadores de la salud en occidente es como ocultar el sol con un dedo. Está claro que los asiáticos para enfrentar el coronavirus lo hicieron confiando en sus matemáticos, programadores, inteligencia artificial, la tecnología de internet 5G pero, sobre todo, en los Big data. Esos robustos centros informáticos que pueden capturar, gestionar, procesar y analizar datos, y que no se puede hacer con herramientas convencionales.

Unos pocos ejemplos nos pueden dar una idea de lo que está pasando en esos países asiáticos.

Ver policías poniendo orden en la calle parecería cosa del pasado. Para eso están los tracker, personal que durante 24 horas mira y analiza los movimientos de la gente las 24 horas del día a partir del material filmado en videos. Estos tracker son los encargados de llevar a cabo la vigilancia social y digital que en occidente sería imposible por invasión a la intimidad o al derecho al desarrollo de la libre personalidad.

El sistema de créditos social por puntos sería impensable en occidente. Cámaras esparcidas por las calles —China tiene 200 millones de ellas— vigilan al individuo y dependiendo de su comportamiento le dan o le quitan puntos. Leer periódicos en internet da o quita puntos dependiendo si, lo que lee, es afín o contrario al gobierno. No ser leal al gobierno con lo que se lee es un lío: el riesgo de ser considerado como un peligro para la sociedad.

No obstante, es en la lucha contra el coronavirus donde mejor se aprecia el uso de la inteligencia artificial con todo su arsenal informático. Las cámaras que están instaladas en las estaciones del metro han ayudado mucho para prevenir el contagio. Detectar una persona con una temperatura alta le permite al gobierno enviarle a quienes están alrededor de la persona sospechosa un mensaje de texto avisando que la persona del lado puede ser portador del virus.

Esa misma labor la hacen los drones en las calles. Los enfermos de coronavirus ya están detectados. Violar la cuarentena podría ser sancionado por el mismo dron o en su defecto, si se rehúsa a aceptar el llamado, a darle aviso a la policía.

Igualmente pasa en los conjuntos residenciales. Una aplicación en tiempo real le informa a los residentes en cuáles apartamentos están los contagiados por coronavirus para prevenir el contacto.

Mientras occidente no sabe qué hacer con el coronavirus, pues se ha quedado en recuentos estadísticos diciéndole al mundo qué país ha superado a China en contagiados, en Corea del Sur crearon una mascarilla utilizando la nanotecnología para aislar el virus filtrando el aire. Las mascarillas les fueron repartidas a todos los habitantes. Lo interesante es que es reutilizable si se lava al cumplirse un mes de su uso.

Los asiáticos ya le ganaron la pelea al coronavirus, y occidente se niega a aceptarlo. El problema está en cómo una cultura construye la realidad con el lenguaje. En occidente existe la tendencia de creer que todo colectivismo es comunismo. Esta falsa idea solo ocurre porque occidente quiere comprender a los asiáticos con sus propias ideas. Se les olvida que la mentalidad autoritaria que, en el caso de China, está ligada a una tradición cultural heredada del confucionismo.

Si en las sociedades asiáticas existe la obediencia colectiva simplemente es, porque allí esa cosa que en occidente llaman privacidad para defender al individuo no existe.

Si, para el caso de occidente, la libertad individual está en riesgo, lo más peligroso es que no se sabe qué poder está detrás del coronavirus. Ya occidente, con EEUU a la cabeza, a través de Netflix y HBO han recreado a través de series para televisión el mundo de la sociedad obediente y controlada por la inteligencia artificial, los matemáticos, los programadores y los Big data.

Solo me resta decir que si quieren entender cómo es eso de la sociedad obediente del futuro controlada por algoritmos con dos ejemplos bastan: Black Mirror en Netflix y Westworld en HBO.

Da miedo!

viernes, marzo 27, 2020

El tsunami del coronavirus y la era digital


Armando Moreno Sandoval 

En pleno tsunami pandémico por el coronavirus, cualquiera creería que serían los entes territoriales del Estado los que darían ejemplo en usar medios digitales. La circular No 14-2020   de la Procuraduría Provincial con sede en Honda (Tolima) insta a los concejos municipales a utilizar, entre otras herramientas, reuniones virtuales.

La propaganda mediática del alcalde de Mariquita (Tolima) Juan Carlos Castaño y del presidente del concejo Guillermo Angarita Gonzáles parecen no concordar con la realidad. Han conminado a concejales a sesiones extraordinarias, y quién con lo creyera, de cuerpo entero.

Mientras el gobierno central insta a los ciudadanos a quedarse en casa y acatar la ley, el alcalde y el presidente del concejo parece estar incumpliéndola al exigirles a los concejales todo lo contrario.

Uno se pregunta qué pasa con las herramientas digitales, pues creería que las reuniones de los entes del Estado podrían llevarse por face live, google meet, entre otras. Todo parece que estas herramientas no están en la cabeza de los funcionarios del Estado.

Parecería que no comprendieran lo que está pasando pues el alcalde los está convocando para sesionar asuntos de poca monta que, por la situación actual de la pandemia, poco sentido común tiene.

Entre los acuerdos a tratar, y supongo que a votar, está la siempre cacareada reestructuración de la planta personal y administrativa que todo alcalde se empeña en implementar para pagarle favores a los suyos. Otro tiene que ver con el auxilio de transporte a los concejales que viven en el campo. El otro, y que es polémico, tiene que ver con el sueldo del gerente del hospital que, al parecer, dobla al del alcalde. La propuesta es bajárselo pero, hay quienes afirman que esos asuntos no son competencia del alcalde, puesto que los hospitales, al tener junta directiva, son entes autónomos. Afirman que es la junta en su sabio saber, o en su desastroso entender, la que decide el sueldo del gerente.

Cualquier colombiano que sepa leer cuatro letras podría concluir que los acuerdos, por ahora, no son prioritarios. Como lo ha dicho el gobierno central, los entes territoriales deberían estar trazando políticas de contingencia para atacar el virus o en su defecto cómo hacer que la cuarentena sea más llevadera.

Ya sea que el coronavirus ceda o no, los alcaldes y los concejos municipales deberían estar pensando en un plan B para después del 13 de abril. El alcalde y el concejo no deben esperar qué les va decir el gobernador de cada departamento o el presidente de la república. Que no se conviertan en convidados de piedra como lo han hecho hasta ahora. Lo más indicado sería que hicieran propuestas.

Hay dos verdades irrefutables:

1) No se sabe cuántos contagiados de coronavirus habrán en Colombia. La razón, los kits para detectar el virus no van a estar en todos los rincones de Colombia. Y lo peor que solo piensan instalarlos en algunas capitales. Un ejemplo es el Tolima que el Instituto Nacional de Salud. Es urgente que los alcaldes y gobernadores en vez de estar como plañideras, le exijan al gobierno de Iván Duque un laboratorio por municipio, pues sería lo más indicado para prevenir el contagio del virus.

2.- Lo otro cierto es que la vacuna solo estaría listadentro de un año o año y medio. Lo que no se le ha contado a la gente del común es que si esta falla en la experimentación con humanos, no queda otro remedio que volver a empezar con una nueva propuesta de vacuna.

Este escenario que deberían estar pensando los alcaldes parece que no les preocupa. Colombia es un país que tiene las desigualdades sociales más altas de Latinoamérica y del mundo, y nadie sabe cómo va a reaccionar la gente. También es cierto que nuestro país el trabajo productivo es precario, somos un país que vivimos de servicios y del rebusque. Ni siquiera somos capaces de impulsar microempresas que son las que generan el mayor empleo en el mundo.

Por tanto, es urgente que las alcaldías se asesoren y piensen en política social y no punitiva. La multa y la cárcel es una mirada reduccionista para solucionar problemas sociales ocasionados por la falta de empleo, la precarización laboral, la indigencia y el hambre.

miércoles, marzo 25, 2020

Los medios, el coronavirus y el otro

Armando Moreno Sandoval 

El historiador y antropólogo inglés Jack Goody en su libro El robo de la historia nos dice que Europa se nutrió en el pasado de la ciencia, la tecnología y creencias de otras culturas.   Lo interesante de esta tesis es que además de asimilar lo que le interesó, destruyó e impuso lo que le convenía. Para entender lo dicho basta hacernos a la idea del tiempo, ese tiempo que la cultura de occidente retoma cada 31 de diciembre para empezar un nuevo año. Es un tiempo lineal y cristiano que se impuso a otros tiempos más precisos como el del calendario lunar de los mayas, o el de los chinos que es circular y rotativo (el año del  mono, etc).

Aunque toda cultura está en su haber de narrarle al otro, al extraño, al diferente su Historia, es, sobretodo, con el advenimiento de la Ilustración europea desde el siglo XVI que la homogenización se impone. Conceptos como un solo dios, tiempo, historia, tecnología, ciencia, humanidades, empezarían a regir como forma de destrucción y dominación.

El gran escritor cubano Alejo Carpentier en su obra maestra La consagración de la primavera  al rememorar uno de sus personajes el pasado prehispánico ante el avasallamiento de la cultura española, se pregunta al ver a las aborígenes pasar frente a sus ojos: “¿son ellas o son los de mi raza, quienes están fuera de época? ¿Quiénes son, aquí, los Dioses auténticos? ¿Los del Copal o los del Incienso? ¿Los que aquí les bajaron del cielo, o los que les vinieron por el mar, traídos de países remotos? ¿Los que, desde un principio hablaron el idioma de los Hombres de Maíz, o los que, nutridos de trigo y olivas, jamás quisieron aprender sus idiomas?”.



La imposición de un mundo ajeno por el que llega de intruso, ha sido el germen de las guerras, de la contracultura, de la rebeldía, del cepo, de la cárcel, del código. Imposición que aún persiste en el siglo XXI. Son los medios que obedeciendo a intereses arropados por el dinero se resisten, en medio de la doble moral, a aceptar a los otros, a los extraños, a los diferentes, al raro.

Cadenas internacionales como la estadounidense CNNE, la alemana DW, ni hablar de las españolas, o de las colombianas como la CaracolTV, RCN y demás medios siguen atrapados en sus propias narrativas. Ver al otro como deseo de aculturación.

Un confinado italiano desde un balcón tocando violín fue la imagen que los medios, extranjeros y nacionales, al unísono vendieron como si fuera el comportamiento a seguir. El regaño de los médicos chinos sirvió para que occidente comprendiera lo errado en que estaban. Pues era la mejor forma de propagar el virus. Pareciera que oriente, con los chinos a la cabeza, estuviera empezando a ocupar el espacio que occidente hace poco más de 200 años les arrebató.

Las palabras de Deng Xiaoping parecen ahora recobrar fuerza cuando le preguntaron por la superioridad de EEUU: Doscientos años de historia es muy poco, muy temprano para predecir, dijo el chino. Quien lo creyera. La narrativa que había sido impuesta por occidente, ahora parece un bumerán.

Estos medios carentes de creatividad tienen en mente la cultura de la homogenización. Se olvidan que la riqueza de la naturaleza humana está en su diversidad.

En Colombia medios como RCN o CARACOL se ensañan en hacerle creer al mundo que la diversidad no existe y que esta solo se puede comprenden desde los plató de las cadenas de televisión en Bogotá.

Por fuera de las grandes ciudades de Colombia (Bogotá, Cali, Medellín, Barranquilla) existe otra Colombia que solo quiere ser comprendida en el papel, pero no en la realidad.

El lío es que no sabemos qué va a pasar con los chinos. Para retomar las palabras de Deng Xiaping: muy temprano para predecir.