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martes, febrero 09, 2021

La granja de ratas del señor Wei Shangzheng

 Armando Moreno Sandoval

El libro de David Quammen llegó a las librerías en el 2012 sin mucho escándalo. Traducido al español en el 2020 con el sugestivo título Contagio. La evolución de las pandemias, y con la invasión del virus del coronavirus por todos los rincones del planeta, se ha hecho best-seller.

Este siglo XXI que ha hecho del Homo sapiens un lector de solapas de libros, de titulares o, a lo sumo, leer los 280 caracteres que nos permite Twitter, recorrer sus 520 páginas es todo un postre para los buenos lectores.

¿Qué es lo que contiene dicho libro que se ha convertido en best-seller? Sin lugar a duda lo que dice en sus páginas. Leerlo es lo más parecido a una película de suspenso. Pues de lo que trata el libro es cómo los virus que siempre nos han acompañado desde que la vida apareció sobre el planeta tierra hoy día se están tomando su revancha.

En el libro hay una palabra que ha pasado casi que desapercibida para el común de la gente: zoonosis, que en lenguaje callejero quiere decir el virus que salta del animal al humano. Que salte, es lo de menos. ¡El lío es que mata!

Y como lo recuerda el autor, las enfermedades que últimamente han azotado la humanidad como el ébola, la gripe aviar, la peste bubónica, la viruela símica, la tuberculosis bovina, la enfermedad de Lyme, la fiebre de Nilo Occidental, la fiebre hemorrágica de Marburgo, la rabia, el ántrax, la fiebre de Lassa, la fiebre del valle de Rift, el virus de Nipah, el Sida, la fiebre de los matorrales, etc, etc, e incluyendo todas las gripes humanas son zoonosis.

El otro problemón es que después de saltar del animal al humano, salte del humano al humano. ¡Y ahí fue troya! como dicen en la calle. Es exactamente lo que está pasando con algunos de los virus más conocidos como el del Sida y el que causa el covid-19.

Cuando se llega a la última página la conclusión a la que se llega es que todo este desmadre —quien lo creyera— no lo han causado los virus. El artífice de todo ha sido una especie que hasta hace pocos meses se creía el todopoderoso sobre la tierra: el Homo sapiens.

Para entender que el Homo sapiens ha sido el causante de todo tenemos que tratar de explicar por qué en la naturaleza, de vez en cuando, algunas especies se salen de lo normal proliferándose más de la cuenta.

Estos desequilibrios ecológicos la misma naturaleza los controla. No obstante, cuando sucede dejan una estela de estragos dejando atónito al Homo sapiens. Un ejemplo para entender es cuando las hormigas arrieras se tragan en un dos por tres un árbol entero.

Este descuadre de que una especie en particular ya sea insecto (o mamífero o microbio) tenga un incremento explosivo en un tiempo relativamente corto es lo que los ecólogos llaman proliferación anormal. Sin embargo, la pregunta del por qué, aun no tiene por parte de los expertos una respuesta.

No obstante, hay que señalar que solo unas poquísimas especies son dadas a la proliferación anormal. Aunque la naturaleza ayuda a controlarlas, hay una especie que en particular se ha salido de madre y, así nos duela, es la que está representada por el Homo sapiens.

Para entender la proliferación anormal que está causando el Homo sapiens como especie solo basta comprender que desde que hizo su aparición sobre la Tierra (de eso hace unos 200.000 mil años) hasta el año 1804 el humano aumentó en mil millones; entre 1804 y 1927 aumentó otros mil millones; llegamos a los 3.000 mil millones en 1960, y desde entonces, más o menos, cada treinta años, a la Tierra toca sumarle la bicoca de mil millones. En octubre de 2001 se llegó a 7000 mil millones; y si se consulta al sabio de Google, a la fecha de hoy, estamos rozando los 8000 millones de terrícolas.

Estamos llegando a esta escalofriante cifra y al Homo sapiens le ha importado un bledo. Dentro de unos pocos años pasaremos dicha cifra como cuando se va de viaje y se pasa por un cartel de esos que dicen: “Regresen pronto, Titiribí os espera”.

Algunos dirán que con las campañas de control demográfico los humanos han disminuido. Es cierto. Pero no se puede olvidar que el crecimiento está por encima del 1%, es decir, que cada año le votamos a la Tierra la pendejada de 70 millones de personas.

Somos un caso único en la historia de los mamíferos y de los vertebrados en general. Ninguna especie ha crecido tanto en tan corto tiempo como el Homo sapiens. Ninguna especie le ha hecho tanto daño a la naturaleza como el Homo sapiens, y eso sí, teniendo en cuenta que no somos un grupo sino tan solo una especie entre los mamíferos. En fin, somos grandes, tanto en el tamaño corporal como en el número y en el peso colectivo (340.000 millones de kilos).

Algunos dirán que ese peso es poco significativo si lo comparamos, por ejemplo, con la vaca doméstica. Cierto es.  Sin embargo, hay una paradoja. Si bien la población de las vacas suma unos 1.300 millones y un peso de 4.5 billones de kilos de vaca (mucho más que el peso del humano), lo cierto es que esas vacas que engordan en los cebaderos y pastan en las praderas en las que una vez merodeaban herbívoros salvajes, son solo una expresión del impacto causado por el humano. La culpa no es de la vaca, es del Homo sapiens que con la destrucción de su naturaleza solo sabe mostrar que tiene apetito y un hambre voraz.

En términos ecológicos el Homo sapiens es una plaga.

Sí, una plaga que la misma naturaleza no puede corregir. Se ha ensañado con ella. Mientras la siga destruyendo, las enfermedades zoonóticas estarán ahí. Los cazadores de virus lo han dicho hasta la saciedad. La humanidad no tiene la capacidad para predecir una gripe venidera o cualquier otro virus emergente. Este es el precio que tiene que pagar la llamada “civilización”, “el progreso”. Que entre más se violente la naturaleza habrá más virus dispuestos a abandonar sus anfitriones tradicionales en la jungla para saltar a los humanos.

Lo que más sorprende en el libro es la predicción de David Quammen. En el capítulo cuarto, “Cena en la granja de ratas”. Quammen cuenta la visita a la granja del señor Wei Shangzheng, ubicada a más de 100 kilometros de la ciudad de Lipu, en la China. Después de saborear lo que para el colombiano sería un guiso de carne de cerdo, de pato, soja, pak, choi y hojas de Ipomoea, los ojos de Quammen verían rodar por la mesa unos pedazos de rata de bambú asada como acompañante del suculento plato.

Degustada la carne de rata, a decir de Quammen, ligera, de sabor sutil y ligeramente dulce, y para entrar a tono con la charla que se departía en la mesa, dijo:

“Hay otra historia terrible por explorar, pero probablemente no concierne al virus del SARS. Es concebible que la próxima Gran Epidemia (la notoria Big One) cuando llegue se ajuste al patrón perverso de la gripe, con una alta infectividad antes del inicio de los síntomas. En este caso, se moverá de una ciudad a otra en las alas de los aviones, como un ángel de la muerte”.

¡Ocho años después la predicción se haría realidad (el virus del covid-19 respiraría en la nuca de los terrícolas)!

¡No se asusten! ¡Otros virus ya vendrán!