TRANSLATE

lunes, septiembre 15, 2008

Henry Patiño Murillo: hoy todo es recuerdo

Armando Moreno Sandoval

[Henry Patiño Murillo y Alfonso López Michelsen, año 1964. Club del Comercio en Ibagué]

Publicado en El Puente, Honda, año 10, No 110, abril de 2008, p. 4

Hace unas pocas semanas timbró el teléfono. Lo tomé y le activé el altavoz.
—Alo… lo escucho.
—Soy yo, Henry, estoy en Mariquita. Escriba la dirección. Lo espero.
Era un sábado a mediodía. Hacía bochorno. A las seis y media de la tarde llegué a su casa. Los nudillos de los dedos hicieron un sonido seco: toc! toc!. Segundos después un hombre enjuto abría la puerta. No lo creía, era Henry.

Aunque a las generaciones actuales, seguramente su nombre pase desapercibido, bueno recordar que hasta que apareció Alberto Santofimio Botero, Henry Patiño estuvo al frente del Movimiento Revolucionario Liberal (MRL) dominando con sus ideas el escenario político del norte del Tolima.
Cuenta Henry Patiño que si militó en el MRL, no cabe duda que su rebeldía política fue heredada seguramente de su abuelo Pacho Patiño, aquel viejo liberal radical de la Guerra de los Mil Días. Recuerda que le dijo su abuelo que con la soga en el cuello y a punto de ser colgado de una de las ramas de la entonces ceiba de Mariquita un conservador en voz alta y firme, dijo: “Yo lo fío”. Así se salvaba de morir en la plaza principal de Mariquita.

El hondano Hugo Viana, amigo y compañero de muchas batallas y luchas ideológicas, lo recuerda como modesto, pobre y autodidacta. De los ingleses escuchó decir “que de lo que se gana era necesario guardar algo para la vejez y los tiempos difíciles”. Sin embargo, una tarde ibaguereña, de aquellas que oscurecen al compás de las brisas que bajan del cañón del río Combeima, me decía lo desentendido que había sido con aquel consejo sabio y práctico.

De su padre, el hondano Guillermo Patiño, carpintero de profesión, heredó el gusto por la pipa y el apetito voraz por la lectura, lo que le permitió en su juventud beber en las fuentes del liberalismo radical. Tan así que como un gesto de lealtad a sus ideas liberales, no tuvo empacho en marchar a la fría Bogotá para asistir al sepelio del más grande estadista que dio el siglo XX: el hondano Alfonso López Pumarejo.

De la mano de Cristóbal de la Roche y Ricardo Gálviz, liberales oficialistas de traca mandaca, empieza una veloz carrera política dejando una estela de recuerdos de nunca acabar. Lo que nunca imaginaron estos patriarcas del liberalismo es que el mozalbete de aquel entonces, y luego de un fugaz paso como directivo de las juventudes liberales, terminaría liderando la disidencia Liberal en el Tolima durante el Frente Nacional. Una meteórica carrera política que lo llevó a permanecer por diez años en la Asamblea Departamental y dos periodos consecutivos en la Cámara como representante de Movimiento Revolucionario Liberal de Alfonso López Michelsen.
Pero, lo que más recuerda con ahínco fueron sus días en la caribeña isla del bolero, del cha-cha-cha, del son, la guaracha y el merensón. La isla del poeta José Martí. En La Habana, en la famosa Bodeguita del Medio saboreó un puro Cohiba y suspiró de amor con los boleros de Benny More. No contento con ello se entregó a la bebida de los dioses: el inigualable daiquiri.

Lo que no tuvo en estatura, lo tuvo en oratoria. Quienes lo conocieron, lo recuerdan como una de las voces que dominó el congreso de la república. Hoy todo es recuerdo. Hay que verlo merodear por las calles de Honda y Mariquita. La gente pasa desapercibida. De su brazo pende un bastón y de la comisura de los labios una pipa; su cuerpo lo envuelve la aroma de la picadura “Captain Black”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ese es mi abuelito y estoy muy orgullosa de el,espero aprender muchísimo de el.