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sábado, junio 22, 2024

José León Armero y los ditirambos que no llegan

 Armando Moreno Sandoval

Busto de J. L. Armero
A mediados de la segunda mitad del siglo XX se decía que la antropología podría liquidar a la historia, a la sociología y afines. Se le escapaba la filosofía que siempre ha tenido su propio conocimiento que data de hace más de dos mil años.

Ese reinado a la antropología le duró poco. Hasta que llegaron los Estudios Culturales engendrados en las universidades inglesas y le dio una puñalada de moribundo. Después le vendría el turno a la literatura que como la intelectual Gayatri Spivack le auguraba su muerte.

Con estos augurios tan negros parecería que no valdría la pena seguir insistiendo en estas disciplinas.

Ahora en este siglo XXI las disciplinas que comprenden las Ciencias Humanas, Humanidades o Artes aún siguen moribundas. Pues con la llegada de las filosofías postmodernas todo se reinventa, principalmente la Historia que parecería tener sus días contados.

A qué viene toda esta carreta historiográfica. Muy sencillo.

En Mariquita por las fuentes orales y escritas que he logrado compilar, desde hace años viene dándose una disputa por el busto de José León Armero, quien nació hace más de 200 años en Mariquita.

La sociedad necesita un pasado, sin el no habría tejido social. Si todos aceptan el relato el pasado ata, une, amarra. Aunque así fue hasta hace unas pocas décadas, con la llegada de los populismos políticos de derecha e izquierda todo está quedando patas arriba. Tan así que la Historia se está reinventando, reescribiendo cada día y en cada momento. Los hechos se están tergiversando y, como si fuera poco, se está relatando Historias inventadas como verdades. Amén de la cultura de la cancelación.

Y lo peor de todo este desbarajuste es que juzgan  el pasado con la moral del presente.  

En Colombia no sé si es por el efecto Gustavo Petro (populista de izquierda) que cada quien se está inventando su Historia. Y es lo que está pasando con el busto de León Armero.

Después de estar escondido por muchos años, el depositario del busto se le ocurrió pensar que el mejor destino sería la casa de la II Expedición Botánica. Días después una reunión conllevó que el mejor homenaje a León Armero sería una sala a su nombre. La propuesta cayó de perlas, no obstante, días después, la propuesta quedaría hecha polvo.

Cuando escucho los relatos en torno al busto de León Armero, pregunto: y de dónde acá tanto bolate. 

Filósofos de la sospecha como Nietzsche y Gianni Vattimo han dejado en sus escritos ciertas dudas sobre el pasado. Que del pasado no se puede confiar porque este se escribe y se piensa desde el presente. Si ello es así, entonces para qué la Historia si nadie puede, según ellos, dar cuenta de el.

Las ideas de Nietzsche y de Vattimo parece no interesarle a quienes piensan escribir el último capítulo de José León Armero.

Hay quienes creen que el busto de León Armero en vez de reposar en un salón debería estar empotrado en la tal plaza de la constitución. Quién diablos se inventó la tal plaza, pregunto. La reinvención del pasado responde: Dizque de allí (ruinas de la iglesia de Santa Lucia) salió rumbo a Honda, y que allá lo esperaba un patíbulo para fusilarlo. Dónde está la fuente, pregunto. No sé, es la tradición, responde la reinvención del pasado.  Cuál tradición, pregunto. La tradición oral, responde la voz que reinventa la Historia.

A este desmadre donde cada quien monta su propia narrativa del pasado nos está llevando las filosofías de la sospecha. No tenemos en quien creer, sino en la voz que se impone y el coro de aplausos que no se quedan atrás.

Pienso que esta Historia del busto que está causando demasiado ruido, el mejor remedio es regresar al ayer y pensar en los hechos. Aunque no podemos revivir los hechos están las fuentes escritas y orales.

De las fuentes orales que nos cuenten que el parque de El Carmen se llamaba Plaza Armero, prácticamente quedan pocos o ninguno que diga yo lo viví. Ni pensar en el archivo municipal de Mariquita que no tiene. En en esa plasta de cemento que debería albergar la memoria histórica escrita entre menos pregunten mejor. Pero cualquier fuente histórica que date de comienzos de la segunda mitad del siglo XX puede dar fe que la Plaza Armero si existió. 

Es un deber moral averiguar quién fue el alcalde de turno o el párroco, o si fueron ambos, que tramaron el embeleco que en vez de Plaza Armero se llamara Parque el Carmen. ¿Por qué? A mí entender fue un acto escandaloso e irresponsable el de desconocer a un personaje que, como José León Armero, cumplió un papel destacado en la fundación de nuestra República.  

Es más, también fue un acto de intolerancia religiosa, pues, erigieron la virgen del Carmen dándole la espalda a la iglesia adventista que todos conocen.

Estos dos hechos execrables dan para que quienes están al frente de tan loable labor, como es la de rescatar la memoria de León Armero, propongan restituir la Plaza Armero como homenaje a tan ilustre personaje. Y de otro lado está la Constitución de 1991 que, para frenar la intolerancia religiosa, puso a todas las iglesias en igual de condición. Así las cosas, la iglesia católica no tiene porque tener un lugar privilegiado en un espacio público que es de todos y de ninguna iglesia en particular.

El busto no puede estar escondido en un salón como cualquier cadáver del olvido.

José León Armero merece un espacio abierto y público para que su memoria sea honrada.


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