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miércoles, mayo 19, 2021

El Covid juega contigo

 Raúl Ramírez 

Raúl Ramírez
El pánico me perseguía con obsesión. Un pariente cercano murió irremediablemente dejando dos pequeñas niñas huérfanas. ¡Que dolor!   ¡Que impotencia! El paso demoledor de ese maldito virus nos ataca a todos. Lo más incomprensible es que ya le perdimos el temor. Andamos sin conciencia pavoneándonos en todos los sitios como retándolo a que nos atrape. Eso somos, así somos, desafiando la tragedia.

Vemos y escuchamos las terribles historias del covid-19 como si fueran películas y no vivencias. Todos revueltos, tal vez inducidos por la necesidad o tal vez por la negligencia, abarrotamos los supermercados, los centros comerciales y las calles del comercio. Hasta armamos fiestas familiares donde todos se contagian.  No solo es Colombia, así es en todo el mundo.

De repente una tos premonitoria altera la tranquilidad de mis días, en casa me dicen: “pilas que esa tosecita es sospechosa”. Yo me hago el de las gafas y digo: con pastillas de miel me la quito. Y me chupé dos sobres seguidos y nada. Desde aquel 28 de abril la preocupación crecía; el 1 de mayo me agarró en la calle un aguacero y me “lave” antes de conseguir un taxi. Obviamente la cosa se puso peor, llamamos al médico familiar y ordenó exámenes que me tomé al día siguiente y listo, nada que hacer. El médico anunció: “tienes Covid-19 SARS-CoV-2; aíslate inmediatamente”!

Los síntomas tenían confundido al médico que no encontraba la simetría de las cosas. No me dolía nada, ni coyunturas, ni el cuerpo, ni la cabeza, ni perdí el olfato, ni tenía dificultad respiratoria; fue cuando concluyó que me había atacado tal vez otra variante. Me indicó un tratamiento intravenoso de tres medicamentos más vitamina C. Cinco días continuos. El apetito lo perdí y me acompañaron unas horribles nauseas permanentes y una repugnancia total a la comida, por lo cual duré seis días sin tomar alimentos tradicionales. Lo intente varias veces, pero no me bajaba, además de sentir todo muy salado.  Sentía que al masticar todo se me devolvía por el esófago y no podía comer. Luego al llegar la noche me di cuenta de que tampoco podía dormir, me dio insomnio. ¡Que desespero! La segunda noche igual y va uno perdiendo la paciencia y siente deseos de salir corriendo.

¡Llamé al médico y le dije: ¡ayúdeme, no puedo con esto! No quería hablar con nadie, ni celular, ni mirar televisión, nada.

Me sostuve con jugos de frutos rojos que el mismo Dr. me recomendó y que mi esposa y mi hija con toda la paciencia y el cariño me prepararon; además de brindarme todo su apoyo y su ayuda durante esos días infernales. Me sentía débil hasta para bañarme.

Al ver mi angustia el médico reforzó el tratamiento y comencé a dormir mejor y se fueron retirando las náuseas, ¡qué maravilla! Comencé a comer de a poquitos y a dormir despertando solo una vez en la noche.

Todo comenzó un 28 de abril y hoy 18 de mayo, aunque me falta recuperar toda mi vitalidad, siento una gran mejoría. Ahh! ¡No todas las historias tienen finales felices, cuídate! El virus te está buscando y si te atrapa juega contigo a la ruleta rusa… no sabemos qué pasará.

1 comentario:

Unknown dijo...

Raul,. Hermano, no tenía idea; me alegro mucho, q pudo salir avante de este virus...gracias a Dios.