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miércoles, diciembre 02, 2020

El embrujo de Villa de Leyva

 Armando Moreno Sandoval

Villa de Leyva 

Toparse con casas de tejas de barro que invitan a dialogar con el recién llegado, caminar con sigilo por sus calles, me llevaron a pensar cuáles serían las ideas que le asaltaron a Venero de Leyva en 1571 para fundar un pueblo en un valle rodeado de montañas escarpadas y frías.

Aunque a primera vista da la sensación de que las ideas que vuelan por sus calles son las mismas de antaño, solo basta observar a sus gentes para empezar a pensar que en Colombia no hay otro pueblo como Villa de Leyva.

En la escuela nos enseñaron que las ideas que cambiaban al mundo primero habían llegado por las costas. Ahí están el Mediterráneo con sus culturas que van desde Grecia hasta Italia; el Japón Imperial y la China milenaria. Estas culturas nos corroboran la tesis que así fue.

No obstante, la realidad nos enseña que toda regla tiene su excepción. Desde que se posa el pie sobre las calles empedradas la sensación que da es que, Villa de Leyva no requeriría de un museo porque ella misma es un museo. No es un museo cualquiera. Ya que, en vez de estar atrapada en la añoranza del pasado, sus calles y su gente, a pesar de los avatares del tiempo, son un torbellino de ideas que marchan al ritmo del siglo XXI.

Café Don Velásquez

Escuchar acentos, maneras de pensar, nos permite descubrir emprendimientos que solo pueden darse en un pueblo donde la procedencia de sus gentes también cuenta. Son los ejemplos de la Librería Cervantes y el Café Velásquez.

En un siglo XXI donde lo digital devora el papel, lo de la Librería Cervantes parecería un contrasentido cultural. Y fue lo que vivió Felipe Rojas con el exalcalde Víctor Hugo Forero la vez que le llevó la inquietud de abrir un local con estanterías llenas de libros. Ante la propuesta el exalcalde prefirió echarle candado a las nuevas ideas prefiriendo ver como seres brutos, ignorantes e incultos a quienes lo eligieron.

—Aquí no se lee— fue lo que le dio a entender el exalcalde Forero al librero

Si por los políticos fuera, el mundo sería un permanente fracaso. Este siglo XXI ha enseñado que la democracia liberal tal como hasta ahora se ha conocido hay que reinventarla. Que los políticos con sus ideologías de cualquier cuño son una engañifa. La prosperidad de la gente y la gobernabilidad de los pueblos no se le puede dejar a inútiles con poder. Fue lo que vivió el librero Rojas en su primer intento por instalar una librería en Villa de Leyva.

Librería Cervantes

Se ha dicho que quien persiste, tarde o temprano, tendrá su premio. Solo bastó la pandemia desatada por el covid-19 para que el librero Rojas tuviese una segunda oportunidad. Sin pensarlo dos veces, y cuando se creía que toda iniciativa estaría condenada al fracaso, ni corto ni perezoso tomó su carro y cogió rumbo a Villa Leyva.

Preguntando allí y allá, esa misma cultura cosmopolita que caracteriza al habitante de Villa de Leyva, le abrió sus puertas. El dueño del local al escucharlo hablar de libros no tuvo otra que sonreír y decirle:

—El local es tuyo.

Aunque en proporciones menos quijotescas otra propuesta de emprendimiento, y gracias al covid-19, es el Café Velásquez de Alejo Velásquez, su propietario, que, con su charla, su sonrisa y su bigote ralo hace más grata la estadía.

Tan así que pasar una tarde noche en medio de diferentes ritmos musicales saboreando tortas, pasteles, viendo el tablero de un ajedrez, una partida de dominó o quedar lelo viendo libar una cerveza artesanal es una delicia que solo estaba reservada a los dioses. Pero no. En Villa Leyva los dioses no existen. Han sido reemplazado por hombres y mujeres de carne y hueso que, en su peregrinaje, atravesando la Plaza Mayor, no tienen otra que inclinarse ante la majestuosidad de este pueblo que invita a volver una y otra vez.

Con la Librería Cervantes y el Café Velásquez, dos sitios que emergieron en medio de la pandemia del covid-19, es una forma de decirnos que como Villa de Leyva no hay otra.

 

 

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