Un partido de fútbol inolvidable.
Armando Moreno Sandoval
Tenemos
la idea de que con la detonación de las dos bombas atómicas sobre Hiroshima y
Nagasaki el mundo entraría por la senda de la paz. ¡Qué mentira! Derrotado el
nazismo, lo que sucedió luego fue la repartición del mundo por quienes ganaron la
guerra: Churchill, Roosevelt y Stalin. Un nuevo orden se impondría con el
ruidoso nombre de la Guerra Fría.
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Di Stéfano en pantaloneta blanca. |
Con la Guerra Fría, dos ideologías entrarían a dominar la escena mundial. De un lado, EE.UU. exportando la democracia que, como cosa curiosa, para imponerla o defenderla tuvo que recurrir a dictaduras militares y, por otra parte, las ideologías comunistas que, queriendo vender el paraíso a punta de bala y sangre, terminaban pareciéndose a lo que querían combatir: a las dictaduras militares de sus enemigos.
Un
ejemplo de ese mundo polarizado fue lo que sucedió el 1 de enero de 1950. En
ese entonces existía Indochina y una guerra de guerrillas comandada por el
comunista Ho Chi Minh contra las tropas francesas tuvo como resultado una Indochina
borrada del mapamundi y un territorio dividido en dos: el Vietnam capitalista
del norte y el socialista del sur. Años más tarde, con el comunismo instalado en
el Vietnam del sur, el mundo conocería una de las guerras más horrorosas y horrendas
jamás conocidas y que el adalid de la democracia, EE.UU. saldría derrotado.
La
generación de menos de 50 años no tiene idea qué fue eso. De esa guerra solo
pueden dar fe los hippies octogenarios, si aún quedan vivos. La guerra y la
derrota estadounidense en Vietnam han sido recreadas por Hollywood. A las
generaciones del último cuarto del siglo XX y a los jóvenes del siglo XXI solo
les queda el dejo de disfrutar la derrota gringa comiendo palomitas de maíz.
Mientras
el ejército francés y la guerrilla roja de Ho Chi Minh se trenzaban a bala, por
esos mismos días el Reino Unido, entretanto, reconocía oficialmente al gobierno
comunista de China, liderado por Mao Zedong.
Si
en esos lados del mundo el imperialismo y los jefes guerrilleros con sus ideas
comunistas hacían ya años causaban horror y terror, en el Tolima, un
departamento en el centro de Colombia, la montonera analfabeta con machetes en mano,
azuzados por los jefes de los dos partidos políticos (liberal y conservador), se
decapitaban a diestra y siniestra.
Mientras
la gentecita amolaba los machetes lamiéndose los labios, en un pueblo llamado
Honda, al norte del Tolima, un hecho deportivo acallaba quizás por un día las
noticias de masacres, venganzas y odios.
Sí,
¡cómo no! era la década de 1950, y el fútbol colombiano vivía una época conocida como “El Dorado”. Durante este
período, muchos jugadores de renombre internacional llegaron a Colombia. Uno de
ellos fue Alfredo Di Stéfano, una leyenda del fútbol argentino que dejó una
huella imborrable en el país.
Di
Stéfano llegó a Colombia en 1949 para unirse al club de Millonarios de Bogotá. Mientras
estuvo en el país, no solo elevó el nivel del fútbol colombiano, sino que
también atrajo la atención de aficionados y medios de comunicación de todo el
mundo.
Durante
su tiempo en Millonarios, Di Stéfano llevó al equipo a ganar varios títulos y
se convirtió en un ídolo para los seguidores del club, pero, sobre todo, muy
aclamado cuando hacían salidas por diferentes municipios de Colombia.
Su
legado aún perdura no solo en los trofeos y títulos que ganó, sino también en
los corazones de aquellos que lo conocieron y saben de su grandeza futbolística.
A
quienes nos gusta el fútbol, crecimos y empezamos a envejecer con el recuerdo
de la tradición oral de que el gran Di Stéfano había jugado en el municipio de
Honda.
Una
foto del rey Pelé con Di Stefano, tomada el 17 de junio de 1959 en el estadio madrileño
Santiago Bernabéu con ocasión del único partido de fútbol en que se enfrentaron
estos dos gigantes del fútbol, me asaltó de nuevo lo que la oralidad recordaba:
la visita de Di Stéfano en Honda.
Le
pregunté a la Inteligencia Artificial si tenía noticias de ese partido de fútbol
memorable, y las respuestas fueron dubitativas. Pensé que la Inteligencia
Artificial está aún muy biche para darnos cuentas de registros locales de
antaño.
Siendo
joven a muchos hondanos les dije si había una evidencia de que el futbolista
Alfredo Di Stefano había jugado en Honda. No lo negaban, pero tampoco hablaban
de la evidencia. El relato que más se les escuchaba era el de alguien que, habiéndolo
visto jugar siendo joven, en ese partido memorable le había ofrecido agua y que,
muchos años después, en el Santiago Bernabéu, el mismo joven con unos años de
más, le recordaría que él era quien en aquel entonces le había alargado agua
para que calmara la sed.
Pues
bien, la evidencia por la que indagaba décadas atrás la aclararía el hondanísimo
Tiberio Murcia. Una fotografía del álbum de la familia Garrido muestra a un Di Stéfano en pantaloneta blanca rodeado del equipo local. La Saeta Rubia, como
le decían, había sido invitado por Marino Garrido Plaza, gerente del Banco de la
República. El propósito era jugar un “picado” de fútbol con los empleados del
Banco.
Honda,
conocida por su rica historia y su belleza natural, recibió al famoso
futbolista con los brazos abiertos. Durante su estancia, Di Stéfano se
maravilló con la arquitectura colonial del municipio, sus calles empedradas y
el rugir del majestuoso río Magdalena.
Los
habitantes de Honda no podían creer que una estrella de la talla de Di Stéfano
estuviera en su pequeño municipio. Organizaron eventos en su honor, donde el
futbolista compartió anécdotas de su carrera y firmó autógrafos para los
emocionados fanáticos. La idea era inspirar a los jóvenes a seguir sus sueños
en el fútbol.
Los
dos párrafos anteriores se los escuché, en la década de los ochenta del siglo
XX, al olvidado Alfonso E. Parias Burgos, más conocido como el “Pollo” Parias, en
su casa a las orillas del Magdalena, en medio de yucales y platanares, en la
vereda Perico, al nororiente de Honda.
Fue
así como la visita de Alfredo Di Stéfano a Honda se convirtió en una leyenda
local, recordada y transmitida por las generaciones que lo vieron driblar con
el balón.
Fue
un enero de 1950, y el mundo seguía dándose bala.
Efemérides
que en este 2025 cumplió 75 años.