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sábado, julio 16, 2022

Miguel Samper Agudelo (1825-1899): precursor del republicanismo

 Armando Moreno Sandoval

Recuerdo la vez que, en un curso que impartí en el programa de Historia de la Universidad del Tolima, un estudiante inquieto que no tragaba entero, me inquirió diciéndome por qué la bibliografía que se leía en las asignaturas solo existía referencias de autores europeos. Le respondí que más que un problema de colonialismo mental y académico era la incapacidad que tenían las Ciencias Sociales para comprender nuestras mentalidades que, a decir verdad, son diversas.

Y es lo que explica en parte por qué los profesores que laboran en las universidades estatales lavan sus títulos académicos yéndose a cursar doctorados en universidades gringas o europeas. Y lo que es peor, cuando regresan y hablan, lo suelen hacer con un lenguaje enredado entre la lengua materna y la lengua en que adquirieron el doctorado. Este arribismo pequeño burgués por lo general se da entre los postgraduados en Ciencias Sociales. Es muy raro escuchar a un científico (en el campo de la física, biología, química o matemáticas, etc.) en estas nimiedades.

Esto no sucede solo en Colombia. Sucede en Latinoamérica, Asia, etc. Es el predominio del pensamiento europeo. Razón tenía el profesor Germán Colmenares cuando dijo en un curso de la Maestría en Historia Andina en la Universidad del Valle, que la historiografía colombiana era una extensión de la europea.

Aunque esta deuda por comprender nuestra realidad se ha venido saldando de vez en cuando con uno u otro texto, aún sigue siendo difícil hallar reflexiones que exploren el por qué Latinoamérica sigue dando vueltas como corcho en remolino. Por qué Latinoamérica sigue empantanada. Incluso uno podría atreverse a pensar para qué Ciencias Sociales si son incapaces de comprender nuestra forma de ser, de pensar, de actuar, esas maneras particulares de ver el mundo.

Alguien desde su propia orilla ideológica podría reprocharme que estoy pecando de arrogante. Respondería sin temor a equivocarme que, si en algo está fallando las Ciencias Sociales, es que quienes han encontrado en ellas un quehacer no son muy dados a la controversia, a disentir. Por el contrario, les gusta alimentar verdades absolutas.

Pienso que el libro Miguel Samper Agudelo. Un economista a contracorriente (Unión Editorial Colombia, 2022) de Mario Jaramillo que se presentó el pasado 3 de julio en la feria del libro de Honda (Tolima) es un abrebocas para reflexionar en torno del por qué Colombia no ha podido encontrar una buena brújula que la lleve a un buen puerto.

Más allá de caer en el cliché de que don Miguel Samper Agudelo vivió en Honda y tuvo sus negocios allí, la biografía tiene la particularidad de haber sido construida en una línea de tiempo que va desde la procedencia del apellido Samper hasta la muerte de don Miguel a finales del siglo XIX, exactamente en el año que comienza la Guerra de los Mil Días.

Una de las particularidades que tiene esta biografía es que fue escrita en contravía de las corrientes historiográficas que surgieron a partir de la década de los 80 del siglo XX, lo que se ha dado en llamar cultura popular, voces subalternas, etc.

Cuando digo contravía es porque, a mi manera de entender, Jaramillo le sirve en bandeja de plata al lector cómo pensaba la elite intelectual del siglo XIX.

Para escudriñar las ideas de don Miguel Samper, Jaramillo no solo se vale de los escritos del mismo biografiado, sino que recurre a fuentes secundarias tanto de la época como de quienes se han ocupado de comprender el siglo XIX, y así brindarnos una pintura de lo que fue dicho siglo.

Pero lo que más llama la atención es la manera como Jaramillo juiciosamente nos señala de quiénes fue que don Miguel Samper se nutrió intelectualmente para forjar luego sus propias ideas. Y por qué pensó así y no de otra manera. Brillante síntesis que nos hace Jaramillo ya que nos lleva a recrearnos a través de don Miguel Samper cuál eran las ideas que estaban en boga para la época. Es así como, a través del pensamiento de don Miguel Samper nos lleva a tropezarnos con las ideas de Ezequiel Rojas, Manuel Ancizar, François Quesnay, Adam Smith, Richard Cobden, William Gladstone, Juan de Mariana, Pierre Paul Leroy-Bealieu, John Stuart Mill y Alexis Tocqueville, entre otros.

Como en Colombia es muy dado que quien hace un comentario de un libro, una reseña, una crítica, más que a valorar el esfuerzo es a destruir, o, en el peor de los casos, a ningunear por qué no dijo esto o aquello, esta biografía tiene la particularidad de que al lector le instala la idea que para encontrar la brújula que antes mencioné, es necesario estudiar y comprender cómo fue que las elites pensaron a Colombia en el siglo XIX.

A medida que se lee el libro, Jaramillo deja unas rendijas que permite ir rumiando ideas halladas en otros libros. Piénsese para el caso nuestro El Pensamiento colombiano del siglo XIX de Jaime Jaramillo Uribe o este otro que las generaciones actuales poco han leído: Las ideas de Laureano Gómez de James D. Henderson.

Una de las tantas ideas que hay en el libro, y que es una enfermedad que aún existe en Colombia, es la afirmación que hacía don Miguel Samper a mediados del siglo XIX de la excesiva reglamentación y la exagerada desconfianza que tenía los dirigentes de los partidos políticos de las aptitudes ajenas.

Afirmación esta de don Miguel Samper que luego desarrollaría a mediados del siglo XX el historiador mejicano Edmundo O´Gorman en su libro La invención de América. Texto que curiosamente ha pasado desapercibido en las aulas de las universidades y que uno se pregunta por qué. ¿Mediocridad intelectual de los profesores? Vaya uno a saber…

Creo que Jaramillo sintetiza muy bien lo que O´Gorman da cuenta en su libro: que lo que hicieron las elites a través de las leyes, los códigos, los reglamentos, etc, etc, no tenía nada que ver con la realidad de la sociedad.  Es decir, que los Estados que surgieron estaban concebidos en el papel, pero que la sociedad iba por otro lado. Fueron Estados republicanos que se concibieron en el escritorio donde el grueso de la sociedad quedó excluida. Es lo que explica por qué a la muchedumbre poco le importó que era lo que esas elites estaban concibiendo.

Pero lo que da cuenta O´Gorman no es precisamente el pensamiento de don Miguel Samper. Fue la manera como las elites de mentalidad conservadora construyeron a Colombia. Que, a decir verdad, — y a excepción de las presidencias de Alfonso López Pumarejo— son las mismas mentalidades que se han instalado hasta este siglo XXI en el manejo del Estado.

Quienes han estudiado el pensamiento de don Miguel Samper dicen de él, que fue el precursor del republicanismo en Colombia. A pesar de que siempre estuvo a caballo entre su actividad empresarial y la política, pensaba que se debía construir un Estado donde este no se entrometiera en la vida privada de los ciudadanos. Un Estado liviano que no asfixiara al ciudadano con impuestos. Un Estado libre de los vericuetos de la reglamentación normativa. Un Estado que fuera garante de la creación de empresa, del libre mercado. Un Estado que garantizara la educación gratuita y la libertad de culto. Un Estado garante de la libertad política y el pensamiento.

Por supuesto que, en un siglo tan turbulento como fue el siglo XIX atrapado en guerras y en pasiones ideológicas, no siempre las ideas de don Miguel Samper catalogadas de revolucionarias triunfaron. Diversas fueron las leyes que él impulsó, pero vale una en particular cuando habiendo sido elegido a la Cámara de representantes por el Cantón de Mariquita, y siendo vicepresidente, se aprobó: la ley que abolió la esclavitud y que entró a regir a partir del 1 de enero de 1852.

Que no se equivoquen la dirigencia política de estos tiempos turbulentos del siglo XXI atrapados en los populismos de izquierda y derecha. La desgracia es que estos dirigentes siguen pensando la sociedad, el Estado y sus instituciones, exactamente como lo hacían las elites políticas retardatarias, reaccionarias y conservadoras que se opusieron a las ideas de don Miguel Samper en el siglo XIX. En nada hemos cambiado.

Seguimos dando tumbos…

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