TRANSLATE

domingo, julio 12, 2020

Luis Arturo Castaño Ocampo: La vida de un médico en 60 historias

Armando Moreno Sandoval

Publicado en El Puente, marzo de 2015, p. 6

Un hijo de Casabianca, municipio al norte el Tolima, hace muchos años se radica en Mariquita para ejercer con vocación su profesión de médico. Recientemente hizo  el lanzamiento de su libro  “La vida de un médico en 60 historias” 

No recuerdo cómo surgió la amistad con el médico Luis Arturo Castaño Ocampo. De eso ya bastantes años. Lo que si recuerdo fue una amistad de esas que surgen alrededor del intercambio de libros, del comentario del libro, del dialogo, pero, sobre todo, de expresar ideas diferentes, así se esté en desacuerdo.

Más allá de los libros, en una sociedad como la nuestra donde el pan de cada día es la intolerancia, es difícil encontrar a alguien con valores y, lo más difícil, que haya cultivado la moral y la ética. Estos dos rasgos tan difíciles hoy en día, y sin temor a equivocarme, están en este hombre maravilloso y humano.

No basta que yo exprese estas ideas. La inmensa solidaridad que ha expresado el pueblo de Mariquita por estos días hacia el médico Castaño es una demostración fehaciente que a él se le quiere por lo que en sí representa como persona. Los adjetivos cargados de cariño para con él han sido  infinitos y, ni hablar del dolor y la tristeza, que han sentido las mismísimas personas.

Aunque su faceta más conocida es la del médico, pues la ha ejercido en su vida diaria como un apostolado, el lado humano que él ha cultivado en esa profesión se puede apreciar también en su reciente libro: “La vida de un médico en 60 historias”.  Seguramente lo que más entusiasma a la gente es el de haberle ido descubriendo poco a poco otras facetas que, para algunos, seguramente habían pasado desapercibidas. Y lo que la gente ha descubierto es a un ser polifacético que, con el mismo esmero que cultivó su profesión, también lo tuvo para con la música, la poesía, la prosa y, por qué no, como él mismo lo reconoce, su gusto por el aguardiente cuando podía saborearlo.

De su prosa están sus textos que, a manera de relatos, dan cuenta de  lo que es  la mentalidad rural o urbana de una sociedad. Son textos con una gran factura antropológica. Aunque inéditos, he tenido la oportunidad de leerlos y, ojalá, en una mañana no tan lejano, otros ojos tenga la oportunidad de reflexionarlos, ya que en ellos está más que reflejado lo complejo que son los entresijos de la condición humana.

Tampoco podríamos pasar por alto, como él mismo lo reitera, su pasión por la música y el labrar de los versos con la paciencia del escultor. Sin olvidar, por supuesto, el oficio de hortelano, que no es más que un regreso a las raíces de su niñez y juventud.

Alguna vez hablando del tiempo antropológico en los seres humanos, le comentaba que cuando se es niño las distancias generacionales son abismales. Para un niño de 10 años alguien de 15 o 20 años es demasiada distancia. Pero con el correr de los tiempos, a medida que ese niño va envejeciendo, esa distancia generacional se van acortando. E inclusive llega un momento es que las fronteras generacionales prácticamente desaparecen.

Sin embargo, ello tiene una paradoja. Por mucho que las distancias se acorten o desaparezcan, el choque generacional ha de persistir. No basta el peso de los años para posesionarse frente al otro. El choque de edades solo se puede superar si las generaciones anteriores logran trasmitir experiencia, sabiduría, y si enseñan la tolerancia a las ideas,  la diferencia y el respeto al otro.

Todas estas cualidades que son propias de la modernidad  y de un pensamiento libre de ataduras y de imposiciones las he encontrado en el médico Castaño. Cuando habló con él dejó a un lado  mí experiencia y  formación académica y me convierto en su discípulo. Hace rato que vi en él no a la persona a quien le puedo “robar” una idea, si no que he encontrado en él a un maestro.

Con él me siento a gusto por lo que trasmite. Una catarata de conocimiento, de aprendizaje y de experiencia que sale a flote no solo cuando habla sino que están también en sus textos escritos publicados e inéditos.

Comparto con él la idea de que el paso por este mundo es efímero y partimos de el, el día menos pensado. “Esa es la realidad”, me lo ha dicho varias veces. Estoy seguro que, además de sus amigos, de su familia, de los muchísimos conocidos que tiene, o, para aquel que sabe quién es pero que aún no ha tenido la oportunidad de compartir un saludo, anhelan con mucho cariño tenerlo, como ayer, recorriendo de nuevo las calles, sonriendo, visitando a sus enfermos y amigos, pero, sobre todo, compartiendo un nuevo día con todos aquellos que lo quieren  y lo aman.

Fuerza… maestro! Aun no  es hora de partir..!


No hay comentarios.: