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jueves, julio 08, 2010

Benedicto XVI

Armando Moreno

El escándalo de abuso sexual a menores de edad tiene a Joseph Alois Ratzinger, jerarca de la iglesia católica y actual papa, contra las cuerdas. Al Vaticano y al papa desde un tiempo para acá le han venido reprochando ciertas actitudes poco santas. Por ejemplo, cuando se acusó al papa Pio XII de haberse hecho el de la vista gorda con los crímenes que estaba cometiendo el nazismo. Incluso al mismo Ratzinger se le acusa de haber sido en su juventud militante del nazismo. Y así como estas perlas hay muchas otras que causan ampolla en el mundo moderno como el de estar en contra del condón, de la píldora anticonceptiva, del aborto, del matrimonio de un mismo sexo y de la investigación científica con células madre.

Lo cierto es que eso de que el Vaticano se haga el de la vista gorda no es nada nuevo. Y esta actitud es la que está chocando en el mundo moderno. La gran prensa norteamericana y europea están presionando para que los miembros del Vaticano sean juzgados como cualquier terrícola en este mundo.

La discusión no es como algunos defensores ultrascatólicos de la iglesia la quieren mostrar: que son calumnias de los enemigos de la iglesia. A la iglesia la acusan de que algunos miembros de ella están cometiendo abuso sexual contra seres humanos que son intocables: los niños.

Sin embargo, no hacía falta que la gran prensa del mundo con el poder que tiene denunciaran estos hechos atroces contra los niños. La noticia de que existen curas y monjas que abusan sexualmente de niños y niñas, no es nada nuevo.

La tradición oral está cansada de relatar esta clase de abusos. Si no se denunciaban era por el temor que la iglesia le infunde a los fieles. Para bien de la sociedad este temor está desapareciendo. Hoy día ya nadie quiere callar ni ocultar las aberraciones que algunos integrantes de la iglesia tienen.

Pero lo chocante de todo esto es el comportamiento del Vaticano y de su jerarca Ratzinger, el actual papa Benedicto XVI. En vez de denunciar a la justicia a los abusadores de niños lo que ha hecho el Vaticano es encubrirlos.

La gente se pregunta y con razón por qué si en Colombia al llamado Violador de los Andes que violó a más de 200 niños está tras las rejas, por qué un cura que viola niños el Vaticano tiene que protegerlo. La rabia que siente el mundo occidental es por qué a los sacerdotes que han abusado de niños no se les aplica la misma la ley.

La cuestión no es como los ultrascatólicos creen: que hay una gavilla contra el Vaticano. Nada de eso. Ni siquiera es un problema de fe. La discusión radica que los sacerdotes que han incurrido en pederastia y pedofilia deben ir a parar a la cárcel.

El Vaticano debe entender que ha venido perdiendo el poder y la influencia que en siglos pasados tenía. Aunque las sociedades cada día se vuelven más laicas ello no quiere decir que se vuelvan menos espirituales. El problema radica en que los fieles ya no se sienten representados por quien dirige la iglesia. La realidad, y esto no lo entiende el Vaticano, ni siquiera el sacerdote de pueblo, es que en el mundo moderno cada día existen más iglesias sin sacerdote. La idea es que palabra de Dios debe democratizarse y no, como ha acontecido hasta ahora, que ha estado en manos de una burocracia eclesiástica que cada día está más dedicada a otros menesteres que a cultivar la palabra de Dios.

Ingenuo sería creer que el Vaticano con los escándalos de pederastia va a desaparecer. Lo que sí es seguro es que la desbanda de fieles se va a sentir en los próximos lustros.

Lo paradójico es que hasta hace unos pocos años nadie creía que sería el sexo el que iba a debilitar a la iglesia. Incluso el sexo —que es visto por algunos sacerdotes como pecaminoso de labios para afuera— puede darle el golpe de gracia a la iglesia. Años atrás el Vaticano creía que era el comunismo. El comunismo ha muerto, sin embargo, sus propios enemigos están en el Vaticano y visten de sotana.

Si la iglesia quiere sobrevivir va a tener que mandar al cuarto de San Alejo el celibato. Y no como lo dio a entender descaradamente un obispo de Chiapas en México, que era por culpa del erotismo que los curas no podían mantenerse en celibato y que esta era la razón de la tentación hacia los niños.

Censurable también la actitud del cardenal colombiano Darío Castrillón, quien felicitó a un obispo francés por haber encubierto a un abad que abusaba de niños.

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