TRANSLATE

jueves, julio 22, 2010

Mariquita y el Bicentenario de la Independencia

Armando Moreno

Deng Xiao Ping, quien fuera primer ministro de la China, con ocasión de los 500 años del descubrimiento de América, daba a entender que eran pocos años para evaluar si este acontecimiento fue importante para la humanidad. Para los occidentales quizás estas palabras no las entendamos. El problema está en que los chinos, el tiempo histórico lo miden en milenios y no en centurias.

En Colombia, este 20 de julio, celebramos los 200 años de Independencia. Seguramente para los chinos 200 años no son nada. Pero, para estos pueblos cuya historia es tan corta es algo muy significativo. Pues, nada más y nada menos, estamos construyendo nuestro Estado, nuestros valores, nuestra idiosincrasia, nuestra identidad, nuestra forma de ser. Estamos construyendo si se quiere nuestra nacionalidad.

La idea que se tenía con estos 200 años de Independencia, y que se promovió desde el Ministerio de Cultura desde hace rato, era de que para este 20 de julio los municipios a través de las oficinas de Cultura se botara la puerta por la ventana. Independiente de lo que se haya hecho, lo que sí es cierto es que esta efemérides sirvió para medir la capacidad de gestión de las administraciones municipales.

En Mariquita la celebración del Bicentenario de la Independencia por parte de la alcaldía del señor Acero fue un fiasco. Mariquita tenía motivos para celebrarlo por lo alto. Para empezar —válgale recordarle al señor Acero — que Mariquita fue cuna de la Expedición Botánica y que la lideró un científico llamado José Celestino Mutis.

Es posible que el alcalde sepa esta retahíla, pero lo que si deber saber el señor Acero es que la Independencia se gesta porque alrededor de Mutis se formó una pléyade de intelectuales que años después serían los gestores de la Independencia.

Pero al señor Acero tal vez le parece poca cosa que un científico como Mutis, además de dedicarse a sus labores científicas, le haya dado por impulsar y a formar jóvenes con ideas peligrosas que años más tarde nos darían la independencia de España. El solo hecho de que aquí en Mariquita hubiese vivido el gestor de la Independencia, era motivo suficiente para haber hecho de Mariquita el epicentro de los 200 años. Desgraciadamente no fue así. Pero seguimos con un alcalde que nadie sabe qué está pensando y haciendo.

Si nos acogemos al tiempo histórico que manejan los chinos de que 200 años no son nada, y si tenemos en claro que somos un Estado con una sociedad joven que hasta ahora está construyendo nuestros valores, nuestra nacionalidad, nuestra forma de ser, este Bicentenario de la Independencia tenía que haber sido una representación de lo que han construido las diversas generaciones de colombianos en estos 200 años.

La idea era que para esta fecha viviéramos el 20 de julio como un gran festival de nuestra nacionalidad. Que no sólo nos limitáramos a reconocer nuestros valores patrios, sino que era necesario exaltar todo aquello que ha ayudado a construir nuestra nacionalidad colombiana. Al alcalde no se le ocurrió nada. No obstante, alguien afín a la alcaldía, y con fines comerciales, se le ocurrió que una buena manera de celebrar el Bicentenario de la Independencia era organizando un campeonato de tejo. No es que se esté en contra del juego de tejo, es que la fecha ameritaba otra programación. Pues 200 años no se celebran todos los días.

La gente se pregunta cómo es posible que en vez de un campeonato de tejo —y que de paso ultrajó un símbolo de nuestra nacionalidad como es la Plaza Mayor— en los tres días que antecedieron al 20 de julio no se le hubiera ocurrido organizar eventos alusivos al Bicentenario de la Independencia.

La verdad fue que se perdió una gran oportunidad para enaltecer lo que aun estamos construyendo con mucho esfuerzo. Haberle dicho a las generaciones actuales de mariquiteños lo que ha sido Colombia en estos 200 años. Que Colombia no sólo ha sido guerra y violencia. Haberle dicho a los mariquiteños que en estos 200 años, las pocas generaciones que han pasado han ayudado a construir una nacionalidad que se expresa a través de la música, del folclor, del arte, de la gastronomía, del vestido, de los dejos al hablar que se encuentra por doquier, de la literatura, de sus académicos, de sus intelectuales, de sus gentes humildes que nos tienen mucho que decir, del obrero, del artesano, del joven, del niño, de la mujer en todas sus expresiones.

En fin, señor alcalde, si usted hubiese tenido un poco de imaginación, hubiéramos hecho de este Bicentenario de la Independencia algo hermoso, algo grande. Desgraciadamente Usted despreció este momento.

(POSTDATA: señor alcalde ese pedazo de tierra que tiene al frente y que le llamaban vulgarmente plaza de mercado no se le puede llamar parque o con cualquier otro nombre que se le ocurra. Eso se llama Plaza Mayor y es un símbolo que pocos municipios en Colombia tienen. Sé por información fidedigna que Ud. importándole un rábano las normas de urbanismo quiso impulsar un proyecto donde transformaba la Plaza Mayor en un parque. Dónde estás las organizaciones sociales que no se pronuncian. Cómo es posible que el alcalde creyéndose dueño del pueblo se le ocurra cualquier cosa y nadie lo ronde. Un consejo: ya que no se le ocurrió nada para celebrar los 200 años de la Independencia sería bueno que pasara un proyecto de acuerdo para que le quiten el San Sebastián a Mariquita. El San Sebastián nos recuerda el yugo español y precisamente cada 20 de julio nos dice que ya nos independizamos de España).

jueves, julio 08, 2010

El ocaso de la política tradicional

Armando Moreno

Cuando se menciona el siglo XX en Colombia por lo general siempre está ligado a la Violencia. Se señala incluso que los años de paz se pueden contar con los dedos de las manos y de los pies. Hay que decir que no siempre la Violencia ha sido generada por la sociedad. En ella han jugado un papel decisivo los partidos políticos tradicionales — el Liberal y el Conservador— y quienes habiendo sido parte de ellos la han alimentado con la intolerancia y la radicalidad de las ideas.

Los asesinatos de Rafael Uribe, Jorge Eliécer Gaitán, Luis Carlos Galán y Álvaro Gómez Hurtado nos enseñan que no siempre las ideas se han querido combatir con la inteligencia y la razón. Ni hablar de las Violencias que a nombre de ciertas ideologías se quieren imponer. Pero este siglo XXI que se está empezando a tejer pareciera estar diciéndole a la sociedad que existen otras formas de disputar el poder diferente al de la Violencia de las armas y de la radicalidad de las ideas.

Por ello, lo que más causó perplejidad por estos días es cómo la sociedad le pasó el cobro de cuentas a los dos partidos tradicionales que han alimentado la Violencia. Y las está cobrando en las urnas.

Aunque es muy prematuro dar algún vaticinio, la pregunta que surge es sí a estos partidos tradicionales la sociedad colombiana les dará un nuevo chance. Causa perplejidad y desconcierto los 634.624 votos que tuvo el Partido Liberal para las presidenciales el pasado 30 de mayo. Lo mismo puede decirse del Partido Conservador.

En cambio, lo sorprendente fueron aquellos movimientos que sin tener representatividad significativa en el Congreso pudieron erigirse como alternativa para las presidenciales. Entre ellos están el Partido Verde y Cambio Radical. Un ejemplo de ello es que días después de pasadas las elecciones para el Congreso nadie daba un peso por el candidato Antanas Mockus. Tan así que de la noche a la mañana, creció como una ola generando una esperanza dentro la sociedad. Algunos visoraron que esta Ola Verde podría convertirse en un tsunami. No fue así.

Hay quienes piensan que el Partido Verde el pasado 30 de mayo fue un derrotado. Sin embargo, así no coincida con las expectativas que habían generado las encuestas, los tres millones y pico de votos debe verse como un triunfo de la democracia. Es necesario entender que el Partido Verde logró ese número de votos sin tener ningún tipo de bases electorales. Ya que carecía de congresistas, concejales, diputados y alcaldes. El único haber que tenía era la esperanza.

Por primera vez en la historia de Colombia la sociedad estaba pensando en un cambio donde las balas y la radicalidad de las ideas se hicieran a un lado. Si la esperanza Verde con sus pétalos amarillos en la primera vuelta quedó truncada no fue por culpa de la sociedad. Lastimosamente quienes fallaron fueron los planteamientos erráticos y contradictorios de quien aspiraba a ocupar el sillón presidencial.

Tampoco las encuestas fueron las grandes derrotadas como algunos quieren sugerir. Lo que sí está claro es que los titubeos y la falta de claridad en las ideas de Mockus permitieron también que la sociedad optara por recordarse del adagio popular y sabio que dice: “más vale viejo conocido que bueno por conocer”.

La pregunta que surge es sí los partidos tradicionales —el Liberal y el Conservador— y la izquierda radical y moderada tendrán la capacidad de disputarle el espacio a estos nuevos movimientos —llámense de la U, Verde u otro—, y que sin abanderar ninguna ideología se están convirtiendo en los referentes políticos de la sociedad.

Vilma Salcedo la fuerza telúrica del folclor

Armando Moreno

El pasado 6 de mayo Vilma Salcedo nos dejó una nostalgia parecida de quienes dicen adiós para nunca volver. Muchos la recordaran como su profesora, pues varias generaciones de hombres y mujeres tuvieron la dicha de haber compartido con ella multitudes horas de clase.

Esta faceta de mujer entregada a la docencia se complementa con otra: la que por muchos lustros se preocupó por formar danzas folclóricas en sus más diversas expresiones. No obstante, sería imperdonable desconocer el interés que tuvo por rescatar las que estaban casi que en el olvido.

Vilma ha puesto un listón muy alto en el campo del folclor. No queremos decir que será irremplazable, pero sí va ser difícil que otro u otra la emule. El tesón y el empeño que ella misma se daba para sacar adelante sus proyectos folclóricos es casi que equiparable a una fuerza telúrica. Muchas veces, como ella misma lo reconoció, trabajó con las uñas. Triste recordar que quienes hacían las veces de autoridades municipales se olvidaban del compromiso que debían de tener con la cultura.

Lo más paradójico es que el trabajo folclórico de Vilma tuvo más reconocimiento en otros lugares de Colombia que en su propio terruño. Difícil creer que algunas administraciones municipales no hayan querido reconocer la importancia de lo que ella hacía. En varias ocasiones sin un peso en el bolsillo, con sus muchachos y muchachas llenos de energía, recorrió a Colombia dando a conocer sus danzas. Igual pasaba cuando representaba a Colombia en encuentros folclóricos internacionales. Tan así que su trabajo fue aplaudido en escenarios internacionales.

Pero el olvido de algunas administraciones municipales para con su trabajo contrastó con el cariño, apoyo y el aprecio de quienes la rodeaban. El último adiós de sus discípulos fue en sí la auténtica expresión de la fuerza que Vilma le imprimía al folclor. Ni siquiera sus quebrantos de salud en los últimos años le impidieron seguir adelante con sus compromisos y proyectos que tenían en mente. Un ejemplo de vida para las generaciones actuales.

Ojalá que el legado de Vilma no desaparezca. Es necesario que la alcaldía y el concejo trabajen en un Acuerdo Municipal para que se ponga en marcha un programa permanente de danzas folclóricas. Que no sea solo un programa con nombre e intenciones, sino que a este programa se le dote de un presupuesto anual y que al frente esté una persona experimentada ajena a todo interés burocrático y partidista. Un folclorólogo o folcloróloga que proyecte un trabajo a mediano y a largo plazo.

El esfuerzo que hizo Vilma debe continuar. Y quizá sea esta la oportunidad para que la administración de Acero, además de honrar su memoria, estimule a las nuevas generaciones para que sigan su ejemplo.

El casi octogenario Henry Patiño valora a Vilma Salcedo como una mujer que en sus primeros años de docencia “revolucionó” la forma de tratar a los estudiantes. En aquellos años donde la comunicación entre el docente y estudiante era dogmática, vertical e impositiva, Vilma la redimensionaría volviéndola más fluida y horizontal. “Revolución” que no estaría ajena a las sanciones morales de la época. Comprensible que fuese así, pues para ese entonces la sociedad en vez del dialogo y la comprensión pedía castigo.

El paso de los años le daría la razón a Vilma. Pues hoy en día en vez de una educación sancionatoria lo que se pide es una educación donde el profesor en vez de imponer caducas ideas construya con sus alumnos nuevas ideas y nuevas verdades. Y esta manera de ser fue la que la llevo a que fuese querida por sus discípulos.

Su alegría, su jovialidad, el amor por el prójimo, al igual que la despedida que le brindaron con cariño el pasado 8 de mayo de 2010 sus discípulos, sus amigos y su familia son recuerdos maravillosos que se han de llevar por muchos años en el corazón.

Benedicto XVI

Armando Moreno

El escándalo de abuso sexual a menores de edad tiene a Joseph Alois Ratzinger, jerarca de la iglesia católica y actual papa, contra las cuerdas. Al Vaticano y al papa desde un tiempo para acá le han venido reprochando ciertas actitudes poco santas. Por ejemplo, cuando se acusó al papa Pio XII de haberse hecho el de la vista gorda con los crímenes que estaba cometiendo el nazismo. Incluso al mismo Ratzinger se le acusa de haber sido en su juventud militante del nazismo. Y así como estas perlas hay muchas otras que causan ampolla en el mundo moderno como el de estar en contra del condón, de la píldora anticonceptiva, del aborto, del matrimonio de un mismo sexo y de la investigación científica con células madre.

Lo cierto es que eso de que el Vaticano se haga el de la vista gorda no es nada nuevo. Y esta actitud es la que está chocando en el mundo moderno. La gran prensa norteamericana y europea están presionando para que los miembros del Vaticano sean juzgados como cualquier terrícola en este mundo.

La discusión no es como algunos defensores ultrascatólicos de la iglesia la quieren mostrar: que son calumnias de los enemigos de la iglesia. A la iglesia la acusan de que algunos miembros de ella están cometiendo abuso sexual contra seres humanos que son intocables: los niños.

Sin embargo, no hacía falta que la gran prensa del mundo con el poder que tiene denunciaran estos hechos atroces contra los niños. La noticia de que existen curas y monjas que abusan sexualmente de niños y niñas, no es nada nuevo.

La tradición oral está cansada de relatar esta clase de abusos. Si no se denunciaban era por el temor que la iglesia le infunde a los fieles. Para bien de la sociedad este temor está desapareciendo. Hoy día ya nadie quiere callar ni ocultar las aberraciones que algunos integrantes de la iglesia tienen.

Pero lo chocante de todo esto es el comportamiento del Vaticano y de su jerarca Ratzinger, el actual papa Benedicto XVI. En vez de denunciar a la justicia a los abusadores de niños lo que ha hecho el Vaticano es encubrirlos.

La gente se pregunta y con razón por qué si en Colombia al llamado Violador de los Andes que violó a más de 200 niños está tras las rejas, por qué un cura que viola niños el Vaticano tiene que protegerlo. La rabia que siente el mundo occidental es por qué a los sacerdotes que han abusado de niños no se les aplica la misma la ley.

La cuestión no es como los ultrascatólicos creen: que hay una gavilla contra el Vaticano. Nada de eso. Ni siquiera es un problema de fe. La discusión radica que los sacerdotes que han incurrido en pederastia y pedofilia deben ir a parar a la cárcel.

El Vaticano debe entender que ha venido perdiendo el poder y la influencia que en siglos pasados tenía. Aunque las sociedades cada día se vuelven más laicas ello no quiere decir que se vuelvan menos espirituales. El problema radica en que los fieles ya no se sienten representados por quien dirige la iglesia. La realidad, y esto no lo entiende el Vaticano, ni siquiera el sacerdote de pueblo, es que en el mundo moderno cada día existen más iglesias sin sacerdote. La idea es que palabra de Dios debe democratizarse y no, como ha acontecido hasta ahora, que ha estado en manos de una burocracia eclesiástica que cada día está más dedicada a otros menesteres que a cultivar la palabra de Dios.

Ingenuo sería creer que el Vaticano con los escándalos de pederastia va a desaparecer. Lo que sí es seguro es que la desbanda de fieles se va a sentir en los próximos lustros.

Lo paradójico es que hasta hace unos pocos años nadie creía que sería el sexo el que iba a debilitar a la iglesia. Incluso el sexo —que es visto por algunos sacerdotes como pecaminoso de labios para afuera— puede darle el golpe de gracia a la iglesia. Años atrás el Vaticano creía que era el comunismo. El comunismo ha muerto, sin embargo, sus propios enemigos están en el Vaticano y visten de sotana.

Si la iglesia quiere sobrevivir va a tener que mandar al cuarto de San Alejo el celibato. Y no como lo dio a entender descaradamente un obispo de Chiapas en México, que era por culpa del erotismo que los curas no podían mantenerse en celibato y que esta era la razón de la tentación hacia los niños.

Censurable también la actitud del cardenal colombiano Darío Castrillón, quien felicitó a un obispo francés por haber encubierto a un abad que abusaba de niños.