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jueves, febrero 20, 2025

75 años de un recuerdo: Di Stéfano en Honda

 Un partido de fútbol inolvidable.

Armando Moreno Sandoval


Tenemos la idea de que con la detonación de las dos bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki el mundo entraría por la senda de la paz. ¡Qué mentira! Derrotado el nazismo, lo que sucedió luego fue la repartición del mundo por quienes ganaron la guerra: Churchill, Roosevelt y Stalin. Un nuevo orden se impondría con el ruidoso nombre de la Guerra Fría.

Di Stéfano en pantaloneta blanca.

Con la Guerra Fría, dos ideologías entrarían a dominar la escena mundial. De un lado, EE.UU. exportando la democracia que, como cosa curiosa, para imponerla o defenderla tuvo que recurrir a dictaduras militares y, por otra parte, las ideologías comunistas que, queriendo vender el paraíso a punta de bala y sangre, terminaban pareciéndose a lo que querían combatir: a las dictaduras militares de sus enemigos.

Un ejemplo de ese mundo polarizado fue lo que sucedió el 1 de enero de 1950. En ese entonces existía Indochina y una guerra de guerrillas comandada por el comunista Ho Chi Minh contra las tropas francesas tuvo como resultado una Indochina borrada del mapamundi y un territorio dividido en dos: el Vietnam capitalista del norte y el socialista del sur. Años más tarde, con el comunismo instalado en el Vietnam del sur, el mundo conocería una de las guerras más horrorosas y horrendas jamás conocidas y que el adalid de la democracia, EE.UU. saldría derrotado.

La generación de menos de 50 años no tiene idea qué fue eso. De esa guerra solo pueden dar fe los hippies octogenarios, si aún quedan vivos. La guerra y la derrota estadounidense en Vietnam han sido recreadas por Hollywood. A las generaciones del último cuarto del siglo XX y a los jóvenes del siglo XXI solo les queda el dejo de disfrutar la derrota gringa comiendo palomitas de maíz.

Mientras el ejército francés y la guerrilla roja de Ho Chi Minh se trenzaban a bala, por esos mismos días el Reino Unido, entretanto, reconocía oficialmente al gobierno comunista de China, liderado por Mao Zedong.

Si en esos lados del mundo el imperialismo y los jefes guerrilleros con sus ideas comunistas hacían ya años causaban horror y terror, en el Tolima, un departamento en el centro de Colombia, la montonera analfabeta con machetes en mano, azuzados por los jefes de los dos partidos políticos (liberal y conservador), se decapitaban a diestra y siniestra.

Mientras la gentecita amolaba los machetes lamiéndose los labios, en un pueblo llamado Honda, al norte del Tolima, un hecho deportivo acallaba quizás por un día las noticias de masacres, venganzas y odios.

Sí, ¡cómo no! era la década de 1950, y el fútbol colombiano vivía una época  conocida como “El Dorado”. Durante este período, muchos jugadores de renombre internacional llegaron a Colombia. Uno de ellos fue Alfredo Di Stéfano, una leyenda del fútbol argentino que dejó una huella imborrable en el país.

Di Stéfano llegó a Colombia en 1949 para unirse al club de Millonarios de Bogotá. Mientras estuvo en el país, no solo elevó el nivel del fútbol colombiano, sino que también atrajo la atención de aficionados y medios de comunicación de todo el mundo.

Durante su tiempo en Millonarios, Di Stéfano llevó al equipo a ganar varios títulos y se convirtió en un ídolo para los seguidores del club, pero, sobre todo, muy aclamado cuando hacían salidas por diferentes municipios de Colombia.

Su legado aún perdura no solo en los trofeos y títulos que ganó, sino también en los corazones de aquellos que lo conocieron y saben de su grandeza futbolística.

A quienes nos gusta el fútbol, crecimos y empezamos a envejecer con el recuerdo de la tradición oral de que el gran Di Stéfano había jugado en el municipio de Honda.

Una foto del rey Pelé con Di Stefano, tomada el 17 de junio de 1959 en el estadio madrileño Santiago Bernabéu con ocasión del único partido de fútbol en que se enfrentaron estos dos gigantes del fútbol, me asaltó de nuevo lo que la oralidad recordaba: la visita de Di Stéfano en Honda.

Le pregunté a la Inteligencia Artificial si tenía noticias de ese partido de fútbol memorable, y las respuestas fueron dubitativas. Pensé que la Inteligencia Artificial está aún muy biche para darnos cuentas de registros locales de antaño.

Siendo joven a muchos hondanos les dije si había una evidencia de que el futbolista Alfredo Di Stefano había jugado en Honda. No lo negaban, pero tampoco hablaban de la evidencia. El relato que más se les escuchaba era el de alguien que, habiéndolo visto jugar siendo joven, en ese partido memorable le había ofrecido agua y que, muchos años después, en el Santiago Bernabéu, el mismo joven con unos años de más, le recordaría que él era quien en aquel entonces le había alargado agua para que calmara la sed.

Pues bien, la evidencia por la que indagaba décadas atrás la aclararía el hondanísimo Tiberio Murcia. Una fotografía del álbum de la familia Garrido  muestra a un Di Stéfano en pantaloneta blanca  rodeado del equipo local. La Saeta Rubia, como le decían, había sido invitado por Marino Garrido Plaza, gerente del Banco de la República. El propósito era jugar un “picado” de fútbol con los empleados del Banco.

Honda, conocida por su rica historia y su belleza natural, recibió al famoso futbolista con los brazos abiertos. Durante su estancia, Di Stéfano se maravilló con la arquitectura colonial del municipio, sus calles empedradas y el rugir del majestuoso río Magdalena.

Los habitantes de Honda no podían creer que una estrella de la talla de Di Stéfano estuviera en su pequeño municipio. Organizaron eventos en su honor, donde el futbolista compartió anécdotas de su carrera y firmó autógrafos para los emocionados fanáticos. La idea era inspirar a los jóvenes a seguir sus sueños en el fútbol.

Los dos párrafos anteriores se los escuché, en la década de los ochenta del siglo XX, al olvidado Alfonso E. Parias Burgos, más conocido como el “Pollo” Parias, en su casa a las orillas del Magdalena, en medio de yucales y platanares, en la vereda Perico, al nororiente de Honda.

Fue así como la visita de Alfredo Di Stéfano a Honda se convirtió en una leyenda local, recordada y transmitida por las generaciones que lo vieron driblar con el balón.

Fue un enero de 1950, y el mundo seguía dándose bala.

Efemérides que en este 2025 cumplió 75 años.

 

miércoles, diciembre 25, 2024

Cómo caminar erguidos nos hizo humanos

 Armando Moreno Sandoval

Desde que internet hizo del universo, ahora sí, como dice el dicho, un pañuelo, quienes buscamos nuevas ideas y nuevos adelantos científicos y tecnológicos, cada día que pasa le damos la bendición.

Sin embargo, es común escuchar que todo está al alcance de un clic. No obstante, la realidad es otra. El libro de papel no siempre llega a tiempo o nunca llega que es lo más probable. A falta de ello, se tiene que recurrir a la librería virtual, pero existe el inconveniente de que no todos tienen el ánimo para engancharse a una tableta o quedarse no sé cuánto tiempo al frente del computador para desafiar la lectura de un buen libro.

Los buenos libros, al igual que las revistas científicas, están en inglés. Idioma que, por la insularidad monolingüística de Latinoamérica, nos impide acercarnos a ese idioma para estar al tanto de los avances científicos y tecnológicos, volviéndose un problemón, ya que no siempre están a la mano. A ello hay que agregarle que todo lo que se publica en inglés no siempre se traduce.

Tengo la maña de que cuando me tropiezo con alguien que está corriendo la frontera del conocimiento, lo primero que hago es acudir a las bases de datos de las librerías por si las moscas encuentro el título del libro. Aunque siempre cruzo los dedos, debo decirlo, no siempre la suerte está de mi lado.

Fue lo que me sucedió con la entrevista que le hicieron en el diario español El País al paleoantropólogo estadounidense Jeremy DeSilva, sobre su libro Paso a Paso. Cómo caminar erguidos nos hizo humanos, que, al no encontrarlo en papel, tuve que recurrir a las librerías en línea.

Siendo joven, al tomar el curso de Antropología física que se impartía en el programa de Antropología en la Universidad Nacional, la pregunta que siempre me asaltó el cerebro es por qué caminamos en dos patas. No fue sino terminar la entrevista a DeSilva para que la curiosidad volara por mi mente para adquirir el libro virtual. Otra vez, los aplausos para internet y darle gracias al siglo XXI que, para todo aquel que está ávido de conocimiento, ahí sí, como dice el dicho, todo está a la mano.

Paso a Paso de Jeremy DeSilva es un fascinante relato evolutivo que explora cómo la capacidad de caminar erguidos ha sido fundamental para la evolución humana. El paleoantropólogo, nos lleva en un viaje de siete millones de años a los orígenes del linaje humano, es decir, del Homo sapiens actual, mostrando cómo la bipedación no solo nos permitió movernos de manera eficiente, sino que también abrió la puerta a muchos de los atributos que nos hacen humanos.

Aunque, como dice DeSilva, la paleoantropología para correr la frontera del conocimiento solo puede apoyarse en fragmentos óseos fosilizados, aún no se ha hallado el fósil que dé cuenta de un antepasado común. Pues los homininos, quien lo creyera, fueron diversas especies que convivieron millones de años juntos.  Sin embargo, con los fósiles existentes, solo se puede decir con certeza, pues está la comprobación científica, que hubo un antepasado homínido que caminaba erguido por las ramas, y que en un proceso evolutivo de millones de años descendió de los árboles para enfrentarse a un mundo desconocido, expuesto más a que lo devoraran que a defenderse. Ya que el caminar erguidos nos hizo indefensos, lentos, torpes, pues, como dice DeSilva, si nos atrevemos a compararnos con otros animales. el chance de que sobrevivamos en un enfrentamiento es nulo.

Aunque no tiene sentido entrar a criticar si Charles Darwin se equivocó o no (el que predijo que evolucionábamos por selección natural), el descubrimiento de los fósiles y el estudio de estos ha llevado al consenso, por parte de los paleoantropólogos, de que el caminar en dos patas fue muchos millones de años antes que la fabricación de lascas, el uso de las manos ya sea para proveerse de alimentos, para protegerse, encender el fuego.  Es más, que el caminar erguido fue millones de años antes de que tuviéramos el cerebro grande.

En todo caso, si el caminar en dos patas influyó en la sed de exploración y nuestro uso del lenguaje, valga decir que ese privilegio único fue a un costo demasiado alto. Pues el bipedismo nos trajo desventajas, como las dificultades en el parto y las dolencias físicas que enfrentamos debido a nuestra postura erguida. Ya que algunas enfermedades más comunes que padece el Homo sapiens al empezar la vejez, como los dolores de espalda a causa del desgaste de las vértebras de la columna vertebral, de las rodillas y el dolor de los pies, es el precio que tenemos que pagar por andar erguidos. Vaya ironía, pues el hecho de que seamos el único mamífero sobre el planeta Tierra que anda en dos patas no por ello la evolución tenía que habernos premiados sin tantas enfermedades.

No obstante, DeSilva argumenta que esta forma de locomoción pudo haber sentado las bases para rasgos como la compasión, la empatía y el altruismo. La evidencia científica señala que el Australopithecus afarensis que vivió hace cerca de 3.6 millones de años, sus congéneres ya ayudaban a parir a las hembras, a curar las heridas o ayudarse unos a otros, como fue la defensa al grupo en caso de un ataque depredador tal como lo hacen hoy en día nuestros parientes los chimpancés.

En resumen, Paso a Paso es una obra que ofrece una nueva perspectiva sobre cómo algo tan cotidiano como caminar ha moldeado nuestra especie de manera profunda y significativa.

Para mí, para este 2024 que está a un pelo de expirar, ha sido el libro del año.

Solo falta, estimado lector, leerlo.

 

sábado, noviembre 23, 2024

Mariquita y su provincia, nueva publicación

 Armando Moreno Sandoval

Los graduados de los programas de Historia que se imparte en las Universidades los forman en teorías, métodos y fuentes. Sin embargo, no siempre quienes escriben Historia recurren a ese rigor. Es más, es muy común escuchar que a cualquier texto que se refiera al pasado se le encasille como Historia.

¿Debemos condenar dichos esfuerzos por carecer de rigor académico? Personalmente pienso que no. Al contrario, publicaciones como esas son una buena oportunidad para adentrarnos a la crítica de la Historia, ya que nos dice que el interés por dar cuenta del pasado es mucho mayor que lo que creen las autoridades académicas en los programas de Historia de las Universidades.

Mientras las Universidades no traten de llegar a quienes les gusta y quieren escribir Historia, los esfuerzos historiográficos seguirán dándose por montones.

Últimamente en el norte del Tolima han salido un buen número de publicaciones sobre Armero, Honda y Mariquita, escritas, quien lo creyera, por aficionados que quieren dar cuenta del pasado.

La escritura del pasado desde la segunda mitad del siglo XX, y de lo que va del siglo XXI, ha cambiado demasiado. El diálogo con la filosofía y la antropología ha llevado a la Historia por narrativas impensables. Tan así, que sus fuentes ya no se circunscriben a los papeles escritos que nos legaron las generaciones pasadas. Hoy en día es factible no solo hacer Historia del futuro, sino hacerla con fuentes falsas. Incluso hay corrientes historiográficas donde el historiador puede darse el lujo de cambiar el curso de los hechos, es decir, de lo que pudo haber sido pero que no sucedió porque los hechos fueron otros (la llamada Historia fractal).

Este tipo de Historia a muchos se les arruga la frente, incluso escupen en el suelo como señal de desaprobación. Pero el lío no son las rabietas. El lío está en que la Historia académica que se cultiva y se escribe sigue siendo aburridísima y acartonada, donde el lector en vez de quedar atrapado por la narrativa, el libro termina resbalando
de las manos.

El otro lío que se tiene es que el oficio de la Historia por lo general se confunde con la leyenda, el mito, el folclor, la fábula y, de ahí, a que los hechos sean confundidos queda, como dice el dicho, a la vuelta de la esquina.

Esta confusión solo es detectable para los eruditos atrapados en teorías y métodos, pero para el común de la gente la frontera entre los hechos históricos y la ficción (la leyenda o el mito) poco importa.

El nuevo libro que se presentó en días pasados en Mariquita y que tiene por título Mariquita y su provincia del miembro de la Academia de Historia del Tolima, el mariquiteño Arnoldo Vázquez es un buen motivo para reflexionar acerca de la escritura del pasado

Si bien a la mesa fue invitado el presidente de la mencionada academia, el historiador Hernán Clavijo, este en vez de presentar la obra se fue por las ramas dándole a entender al auditorio que él era conocedor de la abundante historiografía mariquiteña, que, a decir verdad, es poco conocida, leída y consultada.

Hecha la aclaración valga señalar que el libro de Vázquez es enorme. De un gran esfuerzo. Que como él mismo dijo su papel fue el del compilador. Confirmación que uno encuentra al auscultar el texto ya que al interior de sus páginas se encuentran diversidad de temas como la edición integra de la Constitución de Mariquita de principios del siglo XIX.

Aunque la mayoría de los temas ya han sido resaltados en otras publicaciones como las del ya olvidado Aníbal Henao, o, en otras más recientes como las de Esther Julia Cárdenas, Carlos “Tita” Hernández, Hernando Ávila o Guillermo Giraldo, lo llamativo del libro de Vásquez  es que existe una nueva lectura sobre Mariquita donde los hechos del pasado mutan  a falta de fuentes documentales que den fe de lo que se escribe.

A mí me parece que esa es la virtud del libro de Vásquez. Que al carecer de fuentes documentales que sustente lo que escribe, él en su libertad crea nuevas interpretaciones del pasado como el relato de la muerte de la princesa Luchima.

El relato de Vázquez me remonta a mi adolescencia en el curso de Prehistoria que impartía el entonces profesor Aníbal Henao a los estudiantes de primero bachillerato. Recuerdo como ayer cuando, al decirnos que la princesa Luchima había pasado corriendo por la calle del colegio Núñez Pedroso hacia el cerro de Santa Catalina de huida de los conquistadores españoles, todos salíamos en tropel hacia las ventanas que daban a la calle preguntando por dónde… por dónde… que no la veo don Aníbal…

Por Dios! Qué manera de ambientar la Historia.

¡Qué grande don Aníbal! ¡Qué grande su imaginación!

La Historia hasta el siglo XIX hacía parte de la literatura. Pero el encanto de narrar el pasado con metáforas se pierde cuando al señor Alfred Rankel le dio por darle estatus científico a la Historia. Y Ahí fue Troya. Narrar el pasado se volvió aburridísimo.

Por fortuna desde la segunda mitad del siglo XX y lo que va del siglo XXI, con la llegada de nuevas corrientes filosóficas alimentadas por la filosofía de Friedrich Nietzsche, el oficio del Historiador se ha reinventado. Filósofos como Hayden White que nos dice que la Historia es un género más de la literatura y que por ello debemos regresar a las metáforas, o, como el filósofo postmoderno Gianni Vattimo que nos dice que el pasado se escribe desde el presente y que, en vez de dar cuenta de una única verdad  a partir de un hecho, lo mejor es interpretar el hecho para dar cuenta de muchas verdades.

Alguna mente perspicaz podría decir que los relatos acerca de la princesa Luchima están por fuera de la verdad. Pienso que ese no es el debate. La cuestión está que con los hechos del pasado se puede recurrir a la imaginación para ambientar ese pasado con otras narrativas como la leyenda, las aventuras, el mito. La cuestión, como dice el historiador italiano Carlo Ginzburg, está en separar la Historia de la ficción.

Me pregunto, ¿acaso es malo recrear el pasado con la ficción?. La respuesta es no. ¿acaso los escritores al hacer literatura histórica no tienen esas licencias?

En fin, el esfuerzo de Arnoldo Vázquez es gigante. Solo vale premiarlo con su lectura.

 

 

 

 

 

 

lunes, agosto 19, 2024

Arte, literatura, ciencia y muerte

Armando Moreno Sandoval

Mientras almorzaba, estaba pensado en las diversas narraciones que ha dado la literatura sobre la muerte. Hay cuentos magistrales, pero de los que había leído ninguno me llegaba a la mente. Hasta que la luz me alumbró y recordé uno de aquellos días de mi juventud cuando era estudiante de antropología en la Universidad Nacional.

Sabía de qué se trataba, el lío estaba es que no recordaba cómo se llamaba el cuento, como tampoco cuál de los dos argentinos era el autor, si era de Julio Cortázar o de Jorge Luis Borges. Ambos tenían una imaginación que desbordaba las fronteras del universo para tejer ficciones con la palabra escrita. Echándole mano a la duda me temo que el cuento podría ser de Julio Cortázar.

El cuento que había leído hacía muchas décadas tiene que ver cuando la muerte se equivoca o se llega a ella por accidente. El resumen del cuento es el siguiente: que la muerte al no encontrar al que está buscando termina llevándose por delante al que primero encuentra.

El otro cuento que leí y que había olvidado por completo, pero que llegó a mí como si lo hubiese leído un día antes, se lo debo a Salman Rushdie leyendo su libro Cuchillo. Meditaciones tras un intento de asesinato (2024). Se trata de “La sombra” y es del escritor danés Hans Christian Andersen, conocido por sus cuentos de hadas. El cuento trata de la sombra de un sabio que se separa de él y, con el tiempo, se convierte en una figura más real y poderosa que el propio sabio. Al final, la sombra se casa con una princesa y el sabio es ejecutado por ser considerado una falsificación.

A mí me late que el cáncer tiene algo de parecido con estas narraciones literarias. Como enfermedad silenciosa y traicionera que es, llega cuando la gente menos se lo piensa y dicen: ¿por qué a mí? como si el cáncer se hubiera equivocado.

Quedé perplejo cuando leí el caso de María Luisa Toribio. La científica que investiga en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa de la Universidad Autónoma de Madrid la leucemia linfoblástica aguda de las células T (LLA-T), “una enfermedad rara, con una incidencia baja en la población [aproximadamente un caso por cada 400.000 personas adultas al año, y casi el doble en niños]”. Pues el cáncer llegó tocando las puertas de su laboratorio con las malas noticias de que su marido tenía cáncer.

Lo paradójico es que el cáncer que le dio a su marido José Ramón Regueiro, profesor en la Universidad Complutense de Madrid, no es el mismo que ella investiga. Si el LLA-T es raro, el que le dio a su marido es extremadamente más raro. Se conoce como el síndrome de Sézary, y empieza en la piel, y afecta a una de cada 10 millones de personas al año. Con esta incidencia prácticamente la investigación es nula.

Pese a todo, la experiencia investigativa de su mujer, que se ha dedicado a estudiar dianas terapéuticas para la LLA-T, le permitió buscar posibles tratamientos para tratar la enfermedad de su marido.

Dice ella que, aunque se le trató (estaba en el estadio 4 —el más avanzado—), y cuando parecía que había desaparecido reapareció de nuevo. Ahora está en el estadio 1.

Pero no todo está perdido.

Ahora que ha regresado y del tratamiento que podría servirle, aunque no se haya experimentado con él, el inmunólogo Regueiro al respecto dice: “Tenemos un anticuerpo que se podría utilizar; no es sencillo desde el punto de vista legal, pero existe el uso compasivo: si la otra opción es la muerte, no pasa nada por probarlo si recibe autorización ética”.

Si no ha de servir, él cree que se está abriendo un camino: “Con esta misma investigación se podría avanzar más rápidamente en terapias para otros pacientes, así que, si no me sirve a mí, al menos habremos dejado una investigación que puede hacerlo para otros”.

Por el momento el futuro es una incógnita. Seguramente la muerte está sentada y cruzada de piernas esperándolo.

Mientras la muerte ronda a quien cargarse para siempre, el arte sí que nos dice sobre ella y que mejor que el lienzo “El doctor, la doncella y la muerte” (1920) de Ivo Saliger donde el artista simboliza la lucha eterna entre la vida y la muerte. En esta pintura, la muerte es representada como una figura esquelética que intenta llevarse a una joven doncella, mientras que el médico lucha desesperadamente para salvarla.

Mientras contemplo la obra pensando en la inevitabilidad de la muerte que nos plantea el artista, pienso en la lucha de los científicos ante la enfermedad y la muerte.

Es el caso de Bill Ludwig, un funcionario de prisiones de 65 años que se convertiría en el primer paciente tratado con células CAR-T.

La terapia con células CAR-T que consiste en extraerle sangre a los enfermos de cáncer, y capturar sus glóbulos blancos y rediseñarlos en el laboratorio mediante ingeniería genética para que tengan la capacidad de aniquilar las células cancerosas cuando estén de regreso en el cuerpo del enfermo es, según los entendidos, un avance significativo en la lucha contra el cáncer, ya que ofrece una nueva esperanza para aquellos pacientes con casos avanzados y resistentes a tratamientos convencionales.

Bill Ludwig en agosto de 2010 ya desahuciado y a punto de morir por una leucemia, y habiendo pagado su propio funeral, la única esperanza eran las células CAR-T.

Cuenta Carl June, director del Centro de Inmunoterapias Celulares de la Universidad de Pensilvania y padre de tan revolucionaria técnica, diría que, veinte días después de haberle introducido las CAR-T, las células cancerígenas habían desaparecido por completo. El científico dice que su paciente está curado, y la razón para decirlo es que en este 2024 ya han pasado más de 10 años.

La historia de Bill Ludwig es un testimonio del potencial transformador de las células CAR-T y de lo que hace la ciencia, que no solo ofrecen una posibilidad de remisión, sino también la oportunidad de recuperar la vida que el cáncer había puesto en pausa.

Aunque la historia de Ludwig es gratificante aun las células CAR-T no están disponibles para todo el mundo. No hay ensayos con células CAR-T ni en Centroamérica ni en Sudamérica, solo hay en Europa, Estados Unidos, China y Japón. Ni hablar de África. La razón su costo: 300.000 euros por persona.

La razón de su costo lo explica el mismo científico June, pues según él:

“Científicos muy especializados producen las células caso por caso. Si lo pudieran hacer robots, sería mucho más barato. Ya ha ocurrido con muchas otras nuevas tecnologías, que al final se abaratan gracias a la fabricación a gran escala. El sueño es que habrá una máquina en el propio hospital en la que se pondrá la sangre del paciente y saldrán células CAR-T de manera automática”.

Además del económico el otro obstáculo que presenta las células CART-T es que su éxito solo se puede apreciar en tumores sanguíneos como la leucemia.

Mientras tanto, los científicos trabajan incansablemente para encontrar el "talón de Aquiles" de los 300 tipos de cáncer.

“Por desgracia, no vamos a tener una sola cura para todos los cánceres. Creo que lo que tendremos será, por ejemplo, algo que funcione solo contra el cáncer de ovario, diferente de lo que funcione contra el cáncer de mama o contra la leucemia. Para la leucemia solo necesitas una única infusión de células CAR-T y ya está. En los tumores sólidos será mucho más complejo. En una placa de laboratorio, las células CAR-T matan el cáncer de páncreas, pero los tumores sólidos en las personas tienen un muro a su alrededor que impide que las células CAR-T penetren. Esto no ocurre en los tumores sanguíneos”, explica el científico June.

A la espera de que la técnica se popularice, la visión de automatizar la producción de células CAR-T es un paso hacia ese futuro, donde la cura del cáncer podría ser una realidad más tangible y universal.

En todo caso así la muerte se equivoqué o no, como en el verso del poeta León de Greiff, ésta siempre la tiene ganada. El boleto de partida hace rato lo tenemos comprado.Otra cosa es que no sabemos cuándo.

Fue lo que le respondí a un viejo conocido cuando me preguntó que sí le temía a la muerte.


sábado, junio 22, 2024

José León Armero y los ditirambos que no llegan

 Armando Moreno Sandoval

Busto de J. L. Armero
A mediados de la segunda mitad del siglo XX se decía que la antropología podría liquidar a la historia, a la sociología y afines. Se le escapaba la filosofía que siempre ha tenido su propio conocimiento que data de hace más de dos mil años.

Ese reinado a la antropología le duró poco. Hasta que llegaron los Estudios Culturales engendrados en las universidades inglesas y le dio una puñalada de moribundo. Después le vendría el turno a la literatura que como la intelectual Gayatri Spivack le auguraba su muerte.

Con estos augurios tan negros parecería que no valdría la pena seguir insistiendo en estas disciplinas.

Ahora en este siglo XXI las disciplinas que comprenden las Ciencias Humanas, Humanidades o Artes aún siguen moribundas. Pues con la llegada de las filosofías postmodernas todo se reinventa, principalmente la Historia que parecería tener sus días contados.

A qué viene toda esta carreta historiográfica. Muy sencillo.

En Mariquita por las fuentes orales y escritas que he logrado compilar, desde hace años viene dándose una disputa por el busto de José León Armero, quien nació hace más de 200 años en Mariquita.

La sociedad necesita un pasado, sin el no habría tejido social. Si todos aceptan el relato el pasado ata, une, amarra. Aunque así fue hasta hace unas pocas décadas, con la llegada de los populismos políticos de derecha e izquierda todo está quedando patas arriba. Tan así que la Historia se está reinventando, reescribiendo cada día y en cada momento. Los hechos se están tergiversando y, como si fuera poco, se está relatando Historias inventadas como verdades. Amén de la cultura de la cancelación.

Y lo peor de todo este desbarajuste es que juzgan  el pasado con la moral del presente.  

En Colombia no sé si es por el efecto Gustavo Petro (populista de izquierda) que cada quien se está inventando su Historia. Y es lo que está pasando con el busto de León Armero.

Después de estar escondido por muchos años, el depositario del busto se le ocurrió pensar que el mejor destino sería la casa de la II Expedición Botánica. Días después una reunión conllevó que el mejor homenaje a León Armero sería una sala a su nombre. La propuesta cayó de perlas, no obstante, días después, la propuesta quedaría hecha polvo.

Cuando escucho los relatos en torno al busto de León Armero, pregunto: y de dónde acá tanto bolate. 

Filósofos de la sospecha como Nietzsche y Gianni Vattimo han dejado en sus escritos ciertas dudas sobre el pasado. Que del pasado no se puede confiar porque este se escribe y se piensa desde el presente. Si ello es así, entonces para qué la Historia si nadie puede, según ellos, dar cuenta de el.

Las ideas de Nietzsche y de Vattimo parece no interesarle a quienes piensan escribir el último capítulo de José León Armero.

Hay quienes creen que el busto de León Armero en vez de reposar en un salón debería estar empotrado en la tal plaza de la constitución. Quién diablos se inventó la tal plaza, pregunto. La reinvención del pasado responde: Dizque de allí (ruinas de la iglesia de Santa Lucia) salió rumbo a Honda, y que allá lo esperaba un patíbulo para fusilarlo. Dónde está la fuente, pregunto. No sé, es la tradición, responde la reinvención del pasado.  Cuál tradición, pregunto. La tradición oral, responde la voz que reinventa la Historia.

A este desmadre donde cada quien monta su propia narrativa del pasado nos está llevando las filosofías de la sospecha. No tenemos en quien creer, sino en la voz que se impone y el coro de aplausos que no se quedan atrás.

Pienso que esta Historia del busto que está causando demasiado ruido, el mejor remedio es regresar al ayer y pensar en los hechos. Aunque no podemos revivir los hechos están las fuentes escritas y orales.

De las fuentes orales que nos cuenten que el parque de El Carmen se llamaba Plaza Armero, prácticamente quedan pocos o ninguno que diga yo lo viví. Ni pensar en el archivo municipal de Mariquita que no tiene. En en esa plasta de cemento que debería albergar la memoria histórica escrita entre menos pregunten mejor. Pero cualquier fuente histórica que date de comienzos de la segunda mitad del siglo XX puede dar fe que la Plaza Armero si existió. 

Es un deber moral averiguar quién fue el alcalde de turno o el párroco, o si fueron ambos, que tramaron el embeleco que en vez de Plaza Armero se llamara Parque el Carmen. ¿Por qué? A mí entender fue un acto escandaloso e irresponsable el de desconocer a un personaje que, como José León Armero, cumplió un papel destacado en la fundación de nuestra República.  

Es más, también fue un acto de intolerancia religiosa, pues, erigieron la virgen del Carmen dándole la espalda a la iglesia adventista que todos conocen.

Estos dos hechos execrables dan para que quienes están al frente de tan loable labor, como es la de rescatar la memoria de León Armero, propongan restituir la Plaza Armero como homenaje a tan ilustre personaje. Y de otro lado está la Constitución de 1991 que, para frenar la intolerancia religiosa, puso a todas las iglesias en igual de condición. Así las cosas, la iglesia católica no tiene porque tener un lugar privilegiado en un espacio público que es de todos y de ninguna iglesia en particular.

El busto no puede estar escondido en un salón como cualquier cadáver del olvido.

José León Armero merece un espacio abierto y público para que su memoria sea honrada.


miércoles, mayo 29, 2024

Mariquita: masacre en la cantina

Armando Moreno Sandoval

En menos de media hora, un 28 de junio de 1962, Mariquita fue sacudida por el carabinero Fabio Jesús Pino de 25 años.  

Todo sucedió en un cerrar y abrir de ojos.

Este San Pedro de 2024 la masacre cumple 62 años. Quienes pueden decir yo fui testigo ya pocos existen. Casi que rural, era la Mariquita de los toldos en la plaza, la de los árboles frondosos en las solares de las casas, la del Cable Aéreo y el ferrocarril. Era la Mariquita del Pasatiempo, un ejido incrustado en lo que hoy día se conoce como el Barrio Villa Holanda.

Me valgo del recuerdo de José Luis Bonilla, personero municipal en aquel entonces. Una voz que nos dejó para siempre hace muchos años, pero que, la vez que le pregunté por el suceso del carabinero Pino, ni corto ni perezoso, alrededor de un café con leche y un roscón, tuve la oportunidad de escucharle su versión.

Relató José Luis que a Mariquita llegaron los carabineros por solicitud de los alcaldes del norte del Tolima.

El carabinero Pino, alto, fornido y con sombrero alón. Era un reinsertado de los grupos del margen de la ley. Los usaban para sanar la imagen de la violencia y apaciguar el conflicto liberal-conservador. Tenían la experiencia de las armas. Por esos días el abigeato hacía de las suyas. Pedían carabineros. Zacarias Enciso, ganadero por aquel entonces, cede una casa como sede de los carabineros a la margen derecha del rio Gualí.

En la mismísima casa de los carabineros, la tarde anterior, el miércoles 27 en las horas de la tarde, alguien aparece de repente. Tiene la orden de arrebatarle la vida. Sin contar el asesino que el posible asesinado era ducho en el movimiento de cuerpo y de brazos, uno de los machetazos que le lanza hace una parábola por el aire rozando a medias la cabeza del carabinero. Con la sangre rodando por las mejillas, en un dos por tres al frustrado asesino lo despoja del machete. Rogándole a Dios por su alma le implora a Pino que no lo mate. La duda lo asalta. Con sus brazos musculosos lo encuella.

Cuente o estás muerto! es la voz de Pino pidiéndole cuentas al emisario de la muerte.

Se dice que antes de las cuatro de la tarde lo vieron tomando por los alrededores de La Ermita. Para mitigar las penas y la rabia se le vio rondado las casas de lenocinio, como le llamaban a los prostíbulos de ayer.

Con uniforme   y fusil-ametralladora, aparte de tomar trago toda la noche, nadie dio cuenta qué pensamientos tuvo Pino la noche anterior y durante la madrugada del San Pedro. Dicen que ya amaneciendo estuvo en la casa del ganadero Gilberto Varón, pero nadie tiene la evidencia de que así fue.

Mientras José Luis sale de su casa, el carabinero Pino llega a la cantina de su amante Ana Julia Díaz (calle sexta entre carreras sexta y séptima). Son las 6:00 de la mañana. Caminando por la casa escucha una voz conocida. Al abrir la puerta de la alcoba ve a su amante en animada charla con el comerciante José Vicente Arbeláez, procedente de Padua. Sin pensarlo y sin decir muy buenos días, dispara su fusil-ametralladora. Los dos cuerpos caen sin vida.

(Otras voces dicen que era la sobrina de Ana Julia y su amante).

Carlos Carrillo, propietario del Hotel Quesada, escucha los tiros y el rumor de la gente que va y viene. Toma su automóvil y va al comando de la policía.

Una patrulla al mando del cabo Serafín Gómez Cuellar se dirige al lugar donde están los cadáveres de la amante de Pino y del comerciante. La casa es rodeada por los uniformados.

 “Entréguese! entréguese!”, le grita el cabo Gómez Cuellar.

El carabinero Pino al oírlo hace una pausa y baja el fusil. Entretanto el cabo Gómez Cuellar camina hacia él, lo quiere convencer de que se entregue. En un descuido levanta el fusil y dispara, dejándolo muerto en el acto. Vira su cuerpo y apunta el cañón hacia Carlos Carrillo, otro tiro le arrebata la vida, quien había avisado a la autoridad.

José Luis Bonilla había bajado al puesto de carabineros. Al regreso se hace donde está el caedizo (en la esquina donde hace años funcionaba la Flor del Tolima). Al igual que la montonera ávida de lo que podría pasar escuchó dos disparos.

En medio del alboroto y de la confusión, un jeep es abordado por el carabinero Pino. Le dice al chofer que lo lleve. Recorren la calle principal, pasan por el frente de la iglesia San Sebastián, gira a la derecha hasta el tertuliadero El pequeño Moscú, giran de nuevo a la derecha y pasan por el frente del "Hotel Bocaneme". El jeep sigue de largo unas cuantas cuadras. Frene aquí, le dice Pino. Se baja del jeep y se dirige a la puerta de la casa de Alfonso Toro, su amigo. Con los nudillos toca la puerta. La cabeza de don Alfonso se asoma por la ventana. Es Pino herido en la cabeza. Al verlo sale a las volandas. Abre la puerta y sin darle respiro, ráfagas de bala acaban con la vida de don Alfonso.

La niña Aminta Rodríguez de 13 años, sobrina de don Alfonso, escucha los disparos. Sale corriendo en busca de su tío. Otras ráfagas de bala acaban con su vida.

Como si fuese una serpiente que quiere tragarse así misma por la cola regresa al lugar del inicio de la matanza. Un caballo pastando al lado de la calle, lo monta por sorpresa. A galope lo lleva por las calles de Mariquita. En la casa de la difunta Ana Julia lo esperan algunos carabineros. Lo quieren capturar a cualquier costo.

Rodeado y dando gritos se despoja de sus ropas.

Toma su fusil. El cañón apunta a la altura del cuello. 

Mientras el alboroto de la muchedumbre se toman las calles un disparo secó retumba las ramas de los árboles y los tejados de las casas.

Pino se ha suicidado! Se ha volado la cabeza!





 

martes, abril 30, 2024

Ramiro Halima Peña. Obituario

 Armando Moreno Sandoval

La gran escritora francesa Margareth Yourcenar en una entrevista que dio unos pocos años antes de morir y que leí hace años, al preguntarle el periodista qué era la soledad, respondió ya cansada por el peso de los años, que esta se sentía cuando los amigos comenzaban a morirse.

Horacio Serpa y Ramiro Halima 
El pasado 25 de abril de este 2024 murió Ramiro Halima Peña. Ya alejado de la política aún seguía generando odios y amores. La pregunta es por qué? La respuesta no es fácil. Es cómo cuando los estudiosos extranjeros de la violencia se preguntan por qué los colombianos se niegan a vivir en convivencia, se niegan aceptar al Otro con sus errores y equivocaciones.

En mi adolescencia y juventud, aún siendo colegial, quienes éramos militantes de la Juventud Comunista fuimos, cosa curiosa, la única oposición que tenía Halima. Sea dicho, él barría en las elecciones. Y don Carlitos, como le decíamos al veterano Carlos Vera, el eterno concejal del Partido Comunista, lo único que podía hacer era observar cómo gobernaba.

Independiente de quienes tienen una lectura de él diferente a la mía, pienso que Halima significó un cambio en la política mariquiteña. Equivocado o no, de la mano de Alberto Santofimio Botero, dominó la política de Mariquita y del norte del Tolima.

A nivel local se dio el lujo, recién graduado como abogado, de liquidar a una vieja guardia política que la Mariquita del segundo lustro de los años 70 del siglo XX se les conocía como el “notablato”. Eran unos ancianos que lo único que hacían era ponerle palos a las ruedas para que Mariquita permaneciera en el ostracismo.

El ocaso de la política de Halima llegó con la Constituyente de 1991. Habiendo sido electo como representante a la Cámara, la Constituyente les revocaría el mandato a los recién electos congresistas, reelección que luego le sería negada a algunos en las próximas elecciones para el Congreso. Porque, a decir verdad, la vieja política con sus mañas y todo regresaría de nuevo al Congreso para estrenar Constitución.

El golpe definitivo le vendría a Halima con la elección popular de alcaldes. Yo que fui comunista carnetizado, y no me da pena decirlo, ya alejado de la militancia Comunista y de los coqueteos ideológicos con la izquierda, alguna vez bebiendo whisky con él, me dijo que el mayor error de su vida había sido haber hecho alcalde a su hermano Said.

Los rayos del sol le caerían con todo sobre sus espaldas en las elecciones siguientes. Cuando toda su militancia y adeptos le decían que no le apostara como candidato a la alcaldía al, en ese entonces, joven Arnulfo Roa, él en su terquedad, y sin calcular el error político, decide hacer oídos sordos. Es cuando sus mismos amigos que le habían votado y aplaudido su gestión se le abren con un candidato alterno, el ya poco recordado William Rubio. Y ahí fue Troya. Su candidato era derrotado. Era el comienzo del fin del Halimismo. Ya que en unas elecciones posteriores siendo él mismo candidato a la alcaldía sería derrotado en las urnas por el mismísimo William Rubio.

Después de esa derrota jugaría al ajedrez político. De la mano de la casa política de los Jaramillo llega al Senado, logrando así su pensión que le daría para vivir holgadamente hasta el fin de sus días.

Aunque militó en el Partido Liberal, tuvo su propio movimiento, el famoso Comando Popular. Quitando y poniendo alcaldes, y bajo sus directrices, impulsó la apertura de callejones que unirían las veredas entre sí. Con ese ahínco que tuvo para abrir callejones, así tuvo la dicha de abrir escuelas. Llevó la educación al campo. A cada vereda le erigió una escuela. Un gesto de quienes creen en la educación como una forma de salir del atraso. Pero la educación no sólo echó raíces en el campo. En el casco urbano, cuando la educación era eminentemente diurna, da la orden de fundar el colegio nocturno Isaías Diaz, la escuela Elías Cajeli Blecker y el Colegio agropecuario Tierra Libre. También le da por los murales alegóricos a la expedición Botánica y que pueden aun apreciarse en la Alcaldía Municipal.

Impulsa las artes con un salón anual que fue liderado por el difunto Pablo Valdez. Único en el norte del Tolima y que, sin el mecenazgo de Halima, iría desapareciendo poco a poco hasta morir.

Con Halima los mariquiteños de aquella época conocieron el asfalto y el alcantarillado a cambio de los pozos sépticos.

Aunque no hay evidencia escrita de un acta que señale que la fecha de fundación de Mariquita sea un 28 de agosto de 1551, Halima y sus amigos de ese entonces, con Manuel Aldana como su primer alcalde a la cabeza, decidieron que esa era la fecha.  A él se le debe que cada 28 de agosto Mariquita esté de cumpleaños.

La efeméride de la fundación de Mariquita fue lo mejor del Halimismo. La fecha en sí es un embuste. Quien escribe este obituario tuvo el placer de consultar la obra original de fray Pedro Simón, el cronista del siglo XVII. En la parte que hace referencia a Mariquita la fecha original está tachada, y quién lo hizo escribió al lado: 28 de agosto. La caligrafía es diferente a la de fray Pedro Simón. La duda que dejó es más que inmensa, pues no se sabe quién de los dos tiene la verdad. Si fray Pedro Simón o el chistoso que borró la fecha original.

Mariquita tampoco tenía bandera. Dando la orden de crear una bandera, sus amigos le echaron mano al pasado y a la imaginación. Mi viejo amigo que  ya murió, y que estuvo en esa borrachera, contaba que todo sucedió en  un bar de mala muerte. Ya borrachos y con putas acaballadas sobre las rodillas, balbucearon con aguardiente en mano cuáles serían los colores de la bandera.

Uno de ellos dijo: un color imprescindible sería el amarillo porque recordaría el pasado de Mariquita atravesado por minas de oro. Otro, mientras le daba besos a una puta negra de cabellera desparpajada y diente de oro, mencionó con la furia de un borracho pasado de tragos, que para recordar lo que había hecho José Celestino Mutis en Mariquita que mejor que el color verde. Un cojineto que se había sumado de último y de lambón a la borrachera, desde el orinal haciendo a un lado la cortina, dijo: Mariquita tierra de paz y que mejor que el color blanco. Contaba mi amigo, incluyéndose él, que todos gritaron vivas alzando la copa. Así nació la bandera que engalana a Mariquita.

Claro está que no todo fue color de rosa. Su coqueteo con la izquierda ajena al Partido Comunista lo llevo por la Cuba de Fidel Castro. De allá trajo un proyecto que le valió criticas hasta de sus adeptos más radicales. El populacho no le perdonaba que le hubiera abierto un boquete a la plaza principal. En vez de la biblioteca que había soñado era un subterráneo convertido en guarida de ratas que, con el tiempo, se convertiría en un elefante blanco que albergaba un criadero de zancudos y botadero de basuras, amén de la caca y los meados de los borrachos.

Aunque gobernó con mano firme, no quiere decir que el poder no se le saliera de vez en cuando de las manos. Sus empleados, todos nombrados por él, fueron  a veces diana de la política que con sus actuaciones contribuyeron al desgaste político. Recuerdo la vez, porque lo vi con mis propios ojos, en un cumpleaños de Mariquita, la alcaldía se había convertido en un lupanar de dedo parado. El escritorio del alcalde a falta de cama sirvió para retozar de sexo desenfrenado en medio de la borrachera.

Lo que sí generó cantaleta hasta decir no más, fueron la venta de los ejidos. Mariquita como ningún pueblo en Colombia gozó de grandes extensiones de tierra conocidas como ejidos. Esa figura heredada de la colonia española era un regalo del Rey para con sus súbditos. Su fin era que quien no tenía “sangre azul” usufructuara y gozara esas tierras.

El eminente historiador Jaime Jaramillo Uribe formuló la tesis que Colombia a pesar de la revolución de 1810 no había abrazado la República, sino que lo que llamaban Estado era un remedo que seguía atado a las formas heredadas de la Colonia española. Sería a mediados del siglo XIX siendo Florentino González, secretario de Hacienda, que, al introducir el libre comercio y la libertad de empresa, Colombia comenzaría a modernizar su economía, sus leyes, pero, sobre todo, a cambiar la mentalidad atada a la tierra y a la sumisión. Ya que el introducirse el libre mercado, la economía necesitaría mano de obra, y que mejor que acabar con los ejidos, los resguardos y con la esclavitud. El capitalismo no necesitaba siervos, ni esclavos. Necesitaba hombres libres que vendieran libremente su fuerza de trabajo al mejor postor.

Los ejidos sobrevivieron en Mariquita hasta el “reinado de Halima”. La pregunta es por qué. El poeta Rafael Pombo a finales del siglo XIX se refirió a Mariquita como una miserable aldea. La carta fue publicada en la primera edición de Julia, la novela Mariquiteña escrita por Juan Esteban Caicedo Q. Lo dicho por el poeta Pombo coincide con los registros demográficos. Mariquita aparte de no tener población, solo era escombros y malezas por doquier. Y uno que otro cotudo deambulado por la plaza. Por tanto, no tenía cómo expulsar mano de obra. El campesino y el negro ofreciendo su mano de obra solo llegaría con la construcción del ferrocarril y del cable aéreo a comienzos del siglo XX. 

Cierto es que los ejidos fueron vendidos. Dicen que con ese dinero los mariquiteños conocieron el alcantarillado.

El lunar más negro y que nunca le perdonaron en vida fue la ausencia de un acueducto moderno y eficiente. Tan así que el agua que salía por el tubo para llenar las albercas recibió, por su color turbio, el nombre de “Agua sabor Halima”.

A los habitantes de Mariquita toca recordarles que, así como tuvo ejidos, también tuvo su propia empresa de telefonía. Fue vendida al monopolio estatal Telecom.

Es una lástima que Halima no haya dejado nada escrito. Le rogué como tres veces de que dejara por escrito sus memorias. No tenía por qué redactarlas él mismo. Le insinué que lo haría a su nombre. Solo tenía que mover la lengua y los labios. Su negativa radical me llevo a no volverle a insistirle nunca más. De lo que si estoy seguro fue que se llevó un universo de secretos a su tumba.

Por ahora podemos decir, sin riesgos a equivocarnos, que el único “gamonal” que ha conocido Mariquita tiene el nombre de Ramiro Halima Peña. Y lo fue en una época donde la política se movía con un dedo.

Descanse en paz.