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domingo, mayo 17, 2020

Covid-19, ciborg y paranoia

Armando Moreno Sandoval ©

Bill Gates y el historiador Yuval Noah Harari habían dicho que la pandemia del coronavirus a los países que llaman del Tercer Mundo llegaría poco a poco. Por supuesto, que los países que conforman ese exclusivo club de pobres son Latinoamérica, África, países del Medio Oriente y algunos de Asia.

Según ellos, estos países debían ir preparándonos para cuando llegara el peor de los escenarios, cual es el de ver un reguero de muertos al estilo de Guayaquil en el Ecuador o el cuadro dantesco de los cadáveres putrefactos amontonados en New York.

A pesar de las torpezas de los políticos en el mundo entero, la ciencia ha seguido avanzando. Con el conocimiento científico y el desarrollo tecnológico alcanzando de lo que va del siglo XXI la vacuna se logrará, de eso no hay duda. Los soñadores que no han de faltar, y que creían que con el covid-19 la humanidad iba cambiar, ahora, podemos decir, ¡cómo estaban de equivocados!

Con o sin vacuna, y como se ha visto por la TV, el ser humano ha seguido tan campante como si nada hubiese pasado. Los biólogos evolucionistas, etólogos y antropólogos culturales y evolutivos saben que el homo sapiens es un ser que encarna destrucción y muerte. Este comportamiento está en sus genes. Que no se equivoquen quien crea que el covid-19 lo va a volver un bicho buena gente.

El triunfo de la muerte

Aunque el mensaje que nos da el pintor flamenco renacentista Pieter Brueghel, en su obra de arte El triunfo de la muerte de finales del siglo XVI, es la de una humanidad claudicando frente a esta, no obstante, hoy en el siglo XXI podemos decir, sin temor a equivocarnos, que el ser humano esquivará la muerte por otros caminos: ahí están los ciborgs, los cromosomas y genes editados y el hibrido incipiente entre inteligencia artificial y cerebro.

El antropólogo cultural Clifford Geertz ha argumentado persuasivamente que el humano hace rato se distanció de la naturaleza. Desde que apareció sobre la tierra lo único que ha hecho es acomodar la naturaleza a sus fines. Para que el lector no se complique mucho, piense por ejemplo en la palabra transgénico. Esto quiere decir que el humano, en vez de que la naturaleza haga sus propios cambios evolutivos, el ser humano es quien se encarga al modificar genes y cromosomas en un laboratorio. El ejemplo más patético ha sido la oveja Dolly, no hizo falta el ovejo y la oveja.

La discusión si el covid-19 es natural o creado en un laboratorio es una discusión de tontazos. A la humanidad se le olvidó que el gas mostaza fue utilizado en la guerra contra el Irak de Hussein. Y que en el año 2018 el presidente Al Asad de Siria para derrotar a los rebeldes utilizó el gas sarín causando cientos de muertos.

Los mensajes de las obras de artes esparcidas por el mundo, al igual que los libros que relatan pandemias son por montones. El sustrato en común es el miedo y el deseo de aniquilar al otro. La idea es que así se salvan de la pandemia.

Los historiadores urbanos han investigado que este modelo de vivir en pueblos o ciudades es una herencia medieval y que tenía como fin el aislamiento y el miedo al otro. Las películas y series sobre la Edad Media representan muy bien para qué era el encerramiento. Este legado medieval actualmente se está dando en este siglo XXI con el covid-19.

A los municipios que no les ha llegado el covid-19 sus pobladores están confiados que el virus no llegará, tan así que nadie se atreve a afirmar que llegará. No lo dicen por miedo a que lo linchen. Los ejemplos de linchamientos por sospecha o por bocazas no hace falta enumerarlos. Han sido registrados en la TV y en las redes sociales.

Aunque la paranoia de los habitantes urbanos es comprensible, las autoridades en vez de transmitir confianza lo que han hecho es gobernar con el miedo del otro. Toques de queda, cuarentena, restricciones, horarios restringidos, encerramientos, multas, cárcel, etc. Es un escenario casi que calcado de lo que hacían los lacayos en la Edad Media en nombre del rey.

Aunque la gente quiere volver a la cotidianidad la espada de Damocles sobre la nuca es persistente. No obstante, y aquí está lo contradictorio, el individuo en aras de querer ser dueño de su libertad se vuelve irresponsable de sus propios actos.

Por supuesto que no tenemos por qué parecernos a la ultraliberal Suecia, donde el Estado dejó al ciudadano a su libre albedrio para enfrentar al covid-19.

En Colombia a ningún gobernante se le ocurrió hacer pedagogía ciudadanía. Haber impulsado el buen comportamiento frente al covid-19 hubiese sido un buen ejercicio de aprendizaje. El individuo tiene que entender que vacuna no hay y que la responsabilidad de un contagio recae exclusivamente en él. Es más, es un azar por su fácil contagio.  Haberles hecho entender que solo toca esperar a que los científicos hagan la vacuna. Que las únicas armas son:

a) Decirle al ciudadano que aplique el distanciamiento social, b) que use la mascarilla y c) que sea excesivamente higiénico (sobre todo con las manos).

La gran prueba de fuego para el gobernante es cuando aparezca el primer contagio o muerto por covid-19.

Tiene dos alternativas: a) regresar a la Edad Media con medidas draconianas, o, b) tener la serenidad y la inteligencia de entender que mientras no exista vacuna tocará que convivir con el virus. La pregunta es cómo, si aún los gobernantes no se han atrevido a pensar en ese cómo.

Lo que se aprecia son gobernantes aferrados al pasado. ¡Les cuesta pensar el futuro!

 

 

 

 


viernes, mayo 01, 2020

El coronavirus: entre la ciencia, la paciencia y la vacuna


Armando Moreno Sandoval ©
La científica británica Melaine Saville dirige la CEPI (Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias), la entidad que está al tanto de las ocho posibles vacunas para erradicar el coronavirus. Son vacunas que prometen resultados alentadores.

La carrera contra el tiempo para conseguir la vacuna es descomunal. Hace rato a los laboratorios le dieron el pistoletazo de salida. Tres laboratorios picaron en punta por haber comenzado la fase de pruebas en humanos —las de Moderna, Inovio y la Universidad de Oxford —. El laboratorio que sobresale es la de Moderna Therapeutics por su método científico innovador.

Por mucho que se corra, como está sucediendo ahora con el virus que está amenazando al homo sapiens como especie, la humanidad a los científicos va a tener que darles espera. Tendrán que confiar en ellos

Cuando en la tele sale la noticia que hay una vacuna que promete, la gente sonríe. Es bueno que así sea, por fin la gente está empezando a creer en la ciencia. No obstante, la realidad es otra.

El primer escollo que debe librar la gente es el cultural. La gente debe entender que no solo basta con crear la vacuna, se necesita saber si es eficaz o no. Lo hermoso de la ciencia es que no promete nada, porque esta se basa en el ensayo y en el error. Y cuando la ciencia crea un nuevo paradigma que revela nuevas verdades, es necesario someter esa nueva verdad al ensayo y al error. Toca que refutar esa verdad, hasta que surja una nueva verdad y volver a comenzar de nuevo.  Este es el principio del por qué la ciencia no se detiene. Solo le está permitido avanzar. Por eso se diferencia de la religión que está basada en la fe, es decir, en la verdad absoluta.

Otro lío es el económico. Además de crear la vacuna, toca producirla y distribuirla, amén de la planificación.

Crear la vacuna no es, como creen muchos, frotarse las manos con jabón y hacer espuma. Se necesita miles de millones de dólares. Sin financiación no hay vacuna. La CEPI que está al frente de las vacunas del Covid-19, en su etapa inicial necesitó algo así como 2.000 millones de dólares. Hace poco la India y Suiza donaron 7 mil millones de dólares. Causa curiosidad que sea una cifra aproximada, pues se necesitará mucho más dinero.

El camino para frenar al Covid-19 no solo está por el lado de las vacunas. También están los fármacos como el Remdesivir que es un antiviral y que promete mucho mientras está la vacuna. También está la hidroxicloroquina, aprobada recientemente en Colombia; no obstante, su eficacia no está comprobada, pero se está investigando si puede servir.

Lo que si no debe hacer la gente es creer en los políticos. A Donald Trump presidente de EU, la gente le creyó cuando les dijo que tomaran un desinfectante para salvarse, muchos que le hicieron caso murieron.

Mientras los políticos y gobernantes en el mundo ordenan torpezas, desarrollar una vacuna, como dice Melaine Saville, lleva normalmente entre 10 o 20 años. Pero lo que se está haciendo en Moderna es de ficción, pues, como ella mismo dice, es un método que nunca se había probado.

Pero el director general de Moderna, el científico Stephane Bancel confía en los 100 científicos que trabajan en el laboratorio que queda en el pequeño pueblo de Norwood, Massachusetts. Es un convencido que si todo sigue como va entre 12 y 18 meses ya estará la vacuna.

Comprender los atajos de lo que hacen los científicos en Moderna Therapeutics es toda una novela.
Para empezar, es necesario saber que el cuerpo humano está compuesto de agua, carbohidratos, grasa y proteínas. Lo que interesa aquí entender es que existe una molécula que llaman ARN mensajero, que lo único que sabe hacer es producir proteínas como la Spike.

El coronavirus es una cadena de material genético recubierto de una membrana de proteínas que, para infectar al ser humano, utiliza la proteína Spike. Es necesario entender que las células tienen puntos débiles, uno de ellos es el receptor ACE2, que es por donde el coronavirus, utilizando la proteína Spike, se acopla a la célula para poderla penetrar. Algo así como si alguien (el coronavirus) usara una llave (proteína Spike) para abrir la puerta (Receptor ACE2).

Los científicos han descrito en sus informes que cuando el coronavirus está dentro de la célula lo que hace es desplegar un ARN que, la célula en su inocencia entiende que el ARN que se encuentra dentro de ella es propio procediendo a usarlo como una guía. El primer encuentro del ARN dentro de la célula es con los ribosomas, que siguiendo sus instrucciones comienza a fabricar proteínas virales. La primera proteína viral que crea el ARN es la replicasa que se divide en 16 partes formando un complejo de replicación y transcripción, creando así millones de copias igual al ARN viral.

Una vez creadas las réplicas del virus, salen de la célula y la destruyen, comenzando de nuevo la tarea de infectar otras células.

El cuerpo humano ante la infección tiene dos alternativas: morir o quedar vivo. Todo dependerá de su sistema inmunológico. Nada que hacer. Ni la cuarentena lo salva. No hay vacuna.

Crear una vacuna es toda una odisea de alta tecnología y de profundo conocimiento científico. Para empezar el covid-19 para manipularlo es necesario resguardarlo a una temperatura de 200 °C bajo cero.

Leer como se crea una vacuna parece sencillo ya que se puede resumir en pocos renglones. En principio es usar el mismo cuerpo humano como un biorreactor. Es necesario que el lector entienda que la vacuna de Moderna está basada en un ARN mensajero que produce la proteína Spike del virus, pero no el resto del patógeno. Lo que hicieron los científicos fue crear un ARN mensajero e introducirlo en la célula con el fin de que produzca proteínas Spike.

¿Para qué, preguntará el lector? Creadas las Spike dentro de la célula, lo que hará el sistema inmunológico es identificarla y recordarla para que, en caso de que llegue el coronavirus al cuerpo humano, el sistema inmunológico active los anticuerpos, identifiquen la proteína Spike, se unan a ella y comience el proceso para atacar y aniquilar el virus. 

Esta vacuna desarrollada por la empresa estadounidense Moderna, en colaboración con los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de EE. UU. ya fue probada en humanos durante este mes de abril. No obstante, aún falta mucho camino por recorrer.

Otra etapa tiene que ver con su eficacia. Para decirlo con otras palabras: ¿cuál es la dosis exacta que necesita el cuerpo humano para que pueda quedar inmunizado? Calcularlo es interesante y es clave para evitar posibles efectos secundarios graves.

Como lo dice Juan Andrés el director técnico de Moderna: “¿cuántas dosis vamos a poder hacer? Pues no lo sé, porque todavía no sé la dosis. La capacidad será cinco veces mayor o cinco veces menor si esto funciona con dosis de 50 microgramos o si se necesitan 250 microgramos. Esto va a dictar cuándo estará disponible la vacuna. Nosotros estamos haciendo esfuerzos más allá de lo sobrehumano, para estar lo antes posible”.

Si se da con la dosis exacta vendrá la etapa de los ensayos que deben involucrar a miles de personas. Para entender lo dicho que mejor que el ejemplo del filántropo y matemático informático Bill Gates: “supongamos que la tasa de infección esperada es del 1 % anual y se desea realizar una prueba en la que se esperaría que 50 personas se infecten sin la vacuna. Para obtener un resultado en seis meses, la prueba necesitaría 10.000 personas”.

Si se tiene la certeza que la vacuna inmunizará, la otra etapa es la producción y para ello requerirá de una tecnología específica. Esto quiere decir que habrá que invertir en plantas de producción y esperar a que se produzca en escala. Por tanto, habría de requerir más millones de dólares y planificación. Lo maluco es que distribuirla costará mucho más. Pues para acabar con la enfermedad el único camino es inmunizar a la población.

Mientras esté la vacuna, los terrícolas tendrán que acostumbrarse a ver regueros de muertos por doquier. Es el precio que tiene que pagar por estar destruyendo la naturaleza. El virus le está dando al terrícola de su misma medicina. Enseñado siempre a encerrar  a sus semejantes, igual que a las otras especies, un virus que por su tamaño es insignificante lo tiene acorralado.

El ser humano tiene miedo, aunque científicamente no se entiende por qué. Si bien es cierto que el actual coronavirus es capaz de abrir las cerraduras de las células humanas, pero no de ratones o ratas, los chinos que se dieron a la tarea de crear ratones transgénicos para estudiar el comportamiento del covid-19, pues estos ratones producen la versión humana del receptor ACE2, que es la puerta por donde entra el virus, descubrieron que la virulencia del Covid-19 es moderada, muchos menos que la de las otras enfermedades generadas por otros coronavirus. El estudio que fue  publicado por científicos chinos en Biorxiv, dice que lo moderado es lo que explica que el 80% de los infectados desarrolla síntomas leves. El lio es que el otro 20% es el que se muere.

Mientras los científicos están empeñados en comprender el covid-19 y producir una vacuna, en Colombia los gobernantes no tienen idea qué hacer. La mayoría de las acciones que hacen a través de unos escritos que llaman leyes o decretos son chorradas. Todo es inocuo. Tan así que usan el covid-19 para hacer política y robarse la plata de los contribuyentes.

A los gobernantes no se les ha ocurrido que para controlar la propagación del virus la fundación de Bill Gates desarrolló una prueba facilísima para saber si se tiene Covid-19 o no, y consiste en tomar un hisopo nasal, algo así lo que llaman un copo que venden en droguerías, e introducirlo por la nariz hasta la parte posterior de la garganta. Tomada la muestra solo basta procesarla en una máquina de Reacción en Cadena de Polimerasa (PCR) y ¡listo! Es casera y lo hace la misma persona. Sin embargo, los políticos se niegan a ponerla en práctica masificándola. La prevención en salud no existe. Prefieren que la gente se contagie y se muera.

Como si el párrafo anterior no bastara, hay un pueblo que está prácticamente en el centro de Colombia, y se llama Mariquita. Está ubicado en el departamento del Tolima. Las autoridades de ese municipio pusieron en ridículo la profesión de payaso. Nadie sabe de qué cabeza surgió la idea de que para detener el virus había que esparcir volquetadas de tierra en las principales entradas del pueblo.

¡Macondiano pero cierto!