TRANSLATE

viernes, diciembre 18, 2009

Álvaro Zabala Leal: su travesía continental entre Colombia y Norteamérica

Armando Moreno

Año 1950 y a nadie antes se le había ocurrido atravesar parte del continente americano desde Colombia hasta Canadá. Esa idea la soñaría y la habría de cumplir Álvaro Zabala Leal a sus 25 años de edad.

Con la idea dándole vueltas a la cabeza, el joven Zabala se le apareció el día menos pensado al hacendado Julio Rebolledo —dueño de la hacienda El Puente de Armero— y sin pensarlo dos veces le pidió una licencia de seis meses. Su meta era llegar en bicicleta a EE.UU.

Sabedor que quien le pedía la aventura era un nieto de uno de los tantos hijos no reconocidos, el hacendado, sin chistar, y a sabiendas que se quedaría sin que le llevaran la parte contable de la hacienda, le dió un entusiasmado sí.

El inicio

Zabala —de piel morena y 1.65 de estatura— se marchó de su natal Armero dejando a su mujer en embarazo. El mismísimo 3 de enero, el día que arranca su periplo, se tomaría al frente de la Catedral de Bogotá, una de las tantas fotografías que le servirían de prueba a tan monumental aventura.

Ese mismo día habría de partir de Bogotá, no sin antes equipar su bicicleta marca Raleight con dos confortables alforjas. Una contenía la ropa, la hamaca y un toldillo para cubrirse de los zancudos y, en la otra, cantimploras con café y agua, carne y pescado en lata y cuanto fruto en el camino pudiera hallar.
Llevaba también una cámara fotográfica, un machete que se lo colgaba al cinto cuando las condiciones geográficas lo exigían, y cuanta chuchería y baratija había conseguido para intercambiar con los aborígenes que vivían al lado y lado del Darién.

Del Chocó a Centroamérica

La vorágine por las selvas del Chocó y del Darién duró exactamente dieciséis días. A su paso por los pueblos o en las charlas que frecuentaba dar para dar cuenta de su odisea, y conseguir algún dinerillo para seguir su marcha, al preguntársele cómo había dormido y soportado el inclemente clima solo atinó a decir: que unas veces lo hacía bajo el abrigo de su toldillo, otras veces entre hojas de palma de coco y en otras ocasiones alrededor de un fuego en una choza indígena.

Sabedor que por donde iba a pasar era una de las zonas que albergaba no solo serpientes venenosas, sino que también la malaria hacía de las suyas, no pudo evitar a ninguna de las dos.

En el Darién no escapó a la mordedura de una culebra. Gracias a los servicios de un curandero indígena, entre brebajes y yerbas, pudo sobrevivir a tan temible veneno. A Panamá llegó con malaria tiritando de fiebre y balbuceando palabras. Gracias a los buenos servicios hospitalarios de la ciudad, cogió fuerzas y bríos para emprender de nuevo la ruta que se había trazado.

Al llegar a Costa Rica pasó por Heredia y tuvo tiempo para visitar el Santuario de Lourdes, hablar con policías y pobladores de la ciudad. Tras 69 días de estar pedaleando sin descansar, el lunes 13 de marzo llegaría a Nicaragua. Recorre las calles de Managua, pesca en el Lago de Nicaragua y, seis días después, el 19 de marzo, encontramos a Álvaro Zabala Leal en El Salvador.

Laredo, Detroit, Windsor y Washington

La aventura tiene prisa y no hay tiempo que perder. El 1 de abril llega al Estado de Chiapas en México. Visita Ciudad de México. Se rodea de personalidades como el torero Luis Procuna, el más famoso que ha dado México. Sigue su periplo hacia Estados Unidos. El jueves 27 de abril llega a Laredo (Texas).

Tras cruzar ocho Estados de la Unión Americana en su diario de campo que escribía en horas de la noche, y que guarda celosamente su hermana Diva en Manizales, escribió: “La gente de los Estados Unidos gana mucho dinero porque trabaja con tesón y produce mucho. El que tiene una idea, desea estudiar o quiere llegar hacer algo obtiene ayuda”.


En Detroit (Michigan), ya para dejar por unos días a Estados Unidos, no se marcharía de allí sin conocer la fábrica de automóviles. Antes de cruzar la frontera, en su diario de campo dejó el testimonio de que había quedado sorprendido y maravillado.

En un remolcador cruza el estrecho canal entre Detroit (EE.UU) y Windsor (Canadá). Explora y recorre la provincia de Ontario. Allí visita a Chatham y London. Bordea los lagos Erie y Ontario. Visita las cataratas del Niágara.

De regreso pisa de nuevo suelo americano en Buffalo para dirigirse a la capital del mundo. A la Gran Manzana llegó un domingo 2 de junio. Se hospeda en el Waldorf Astoria Hotel. Pasea sus calles y avenidas en su bicicleta Raleight. En su diario de campo escribió: “Increíblemente hermoso, un tráfico nutrido y peligroso”. Era la New York de los años 50.

Con 14.400 kilómetros a sus espaldas el 23 de junio decide dejar a New York. Se encamina hacia Washington. Le quedaba el último juego de llantas de los tres que había decidido cargar consigo. Alberto Lleras Camargo, secretario general de la OEA, y conocedor de la hazaña, lo recibe como un héroe y lo condecora.

El entonces secretario, convencido de que lo que había hecho debería de quedar para la posteridad, le insinúa donar la bicicleta al prestigioso museo del Smithsonian Institute. Su bicicleta está en una urna y una placa donde consta que Zabala fue quien protagonizó la primera travesía entre América del Sur y Norte América.

Entre guaduales, mangos y aguacates

Seis años después en febrero de 1956, Álvaro Zabala Leal tendría en Armero un percance con una motobomba en la estación de gasolina de su propiedad. Salió envuelto en llamas. Una muchedumbre de armeritas serían testigos atónitos de tan fatal desenlace de su héroe. El traslado del cuerpo en avión hacia Bogotá no se cumpliría. El avión no llegó. Esa misma noche sobre hojas de plátanos el dolor extremo se apoderaría de su cuerpo. Ante la falta de prevención médica una sobredosis de morfina lo llevaría a la muerte.

Le sobreviven tres hombres y dos mujeres. Uno de sus hijos, Carlos Felipe Zabala, el mismísimo que estaba en el vientre de su madre cuando su padre decidió emprender el periplo por una gran parte del continente Americano. Vive en Mariquita en su condominio Baleares rodeado de guaduales, árboles de mangostinos, mangos y aguacates. Además del recuerdo fotográfico de su padre.

Sin olvidar, por supuesto, que allí donde tiene su condominio, era parte de lo que fue hace más de 200 años el laboratorio botánico de José Celestino Mutis.

jueves, diciembre 17, 2009

Se cae el Estatuto de Rentas de Mariquita: un atropello al pueblo

Armando Moreno

Especial para El Puente, Honda, año 11, No 124, Nov/Dic de 2009

Un fallo del Tribunal Administrativo del Tolima puso a los mariquiteños a pensar qué había pasado. La noticia se esparció como pólvora. Nada menos, ni nada más, que el mismísimo Tribunal había declarado nulo el Estatuto de Rentas que el Concejo de Mariquita había aprobado el pasado 13 de diciembre de 2008.

La pregunta que surge es por qué Juan Carlos Acero, el actual alcalde, le dio por echar atrás el anterior Estatuto de Rentas que se había promulgado durante la alcaldía de Hernán Cuartas. Los mariquiteños saben que ese estatuto que fue ideado, diseñado y pensando por Raúl Amaya fue aplaudido y alabado por el Ministerio de Hacienda y el Departamento Nacional de Planeación.

Los expertos en Derecho Tributario saben que los Estatutos de Rentas y sus tributos no pueden ser creados dependiendo del estado de ánimo del alcalde y que, según parece, fue lo que se hizo.

Pero el asunto va mucho más allá del estado de ánimo del alcalde. Raúl Amaya, contador y experto en Derecho Tributario, y quien fue la persona que demandó ante el Tribunal Administrativo el Estatuto de Rentas, al enterarse del adefesio que iba cometer la Administración Municipal —con el Concejo Municipal a la cabeza— envió mensajes diciéndoles que no fueran a incurrir en semejante despropósito. O para ponerlo en palabras castizas: que no fueran hacer chambonadas. Pues según este experto, y después de haberle hecho un análisis exhaustivo al Estatuto, había llegado a la conclusión que lo que iban aprobar no era más que una vulgar copia de Estatuto de Rentas de Armenia.

No obstante, los concejales, los asesores, la secretaria general y el mismísimo alcalde, fueron sordos, mudos y ciegos. Si alguien lee el acta del Concejo Municipal del día 13 de diciembre de 2008 donde se aprobó semejante esperpento, puede deducirse que lo concejales no tenían idea de lo que se iba aprobar, ni mucho menos que lo que había hecho la Comisión III de Presupuesto y Hacienda estaba bien o mal.

Lo que dijo el concejal Salgado

Para darnos una idea cómo piensan los concejales, esa mañana del miércoles, el mismo presidente de la comisión III, el señor José Lisbert Salgado, creyéndose que lo que habían hecho era una pieza de Derecho Tributario, manifestó sin ningún pudor, que lo realizado por ellos había sido «arduo y extenso». Es más, se atrevió a dejar una constancia donde felicitaba al alcalde Acero por haberle facilitado «los medios para llevar a cabo dicho estudio, en especial a la Dra. Gladys León quien es la Tesorera Municipal y al señor Jairo Canal quienes fueron muy juicios». Como queriéndole insinuar a quienes pagan impuestos que estos funcionarios si se ganan la plata bien ganada, atinó a decir que además de llegar «a la hora indicada», habían resuelto «todas las dudas e inquietudes que surgieron en la Comisión».

Pasado el mediodía del miércoles 13 de diciembre el Concejo Municipal —con la anuencia del alcalde y su equipo— decide, sin que sus miembros se ruboricen para nada, aprobar el Estatuto de Rentas.

Necesario recordarles a los mariquiteños que algunos concejales, sin importarles que lo que se estaba debatiendo era transcendental para quienes pagan impuestos, en un acto de irresponsabilidad, dejaron al garete el debate. Algunos se marcharon y otros se ausentaron importándoles un pito lo que se estaba discutiendo.

La demanda

Retomando el adagio popular que dice que sacado el ojo no hay Santa Lucía que valga, los mariquiteños recibían el Año Nuevo 2009 con un nuevo Estatuto de Rentas. Pero como no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista, el experto tributarista Raúl Amaya, ni corto ni perezoso, y sabedor de que lo que iba a hacer no tenía pierde, resolvió demandar parcialmente el Estatuto.

Según palabras del mismo Raúl Amaya, lo demandó porque, por un lado, golpeaba los bolsillos de todos los mariquiteños y porque a muchas personas de bajos recursos le iban a quitar el pan y el huevo del desayuno. Y, por otra parte, porque era la oportunidad para demostrarle a la Administración Acero y a su equipo, que lo que estaban haciendo era un monumento a la torpeza y a la chambonería.

Enterados los mariquiteños de que el Estatuto de Rentas había sido demandado, muchos manifestaban cómo era posible que un Juan Carlos Acero que se había manifestado en la campaña electoral como un individuo que iba dizque a manejar el municipio con rectitud y transparencia, estuviera ensañándose contra el pueblo a punta de tributos.
Tributos por fuera de la ley

El 9 de octubre de 2009, diez meses después de haber demandado el Estatuto de Rentas, el alto Tribunal Administrativo del Tolima le daba la razón a Raúl Amaya.

Lo grave y bochornoso del asunto era que el alcalde y su equipo habían inventado el cobro de unos tributos que en ninguna ley existen. Pues sin desfachatez alguna habían introducido artículos donde se cobra por estacionamiento de vehículos; por asignarle una nomenclatura a un bien inmueble; por abrir un local en horas de la noche; por expedir un certificado ya sea comercial, industrial o de servicios; por expedir un certificado del estrato de la casa o por solicitar la expedición de un certificado de nomenclatura, entre otros.

Pareciéndole al alcalde que los tributos que le iba a cobrar a los mariquiteños eran muy pocos, acolitó el rocambolesco artículo 187 que señala que “las demás certificaciones, constancias o autorizaciones expedidas por la Secretaría de Planeación, causaran derechos equivalentes al resultado de la siguiente fórmula: SMDLV*F.S.”. Nadie sabe qué significa dicha fórmula. La intención del artículo, y que lo debe tener en claro el mariquiteño común y silvestre, es que cualquiera que se acerque a la Secretaría de Planeación a solicitar cualquier insignificante papel tendrá que mandarse la mano al bolsillo.

Pero el colmo de los colmos está en un artículo que es todo un hazmerreir; además de atentar de lleno contra el salario de la gente. Es el artículo 199 que trata de derechos de publicación en la Gaceta Municipal. Se señala que por publicar un acta de posesión se debe pagar el 50% del salario mínimo. Y si se quiere publicar un edicto otro 50% del salario mínimo.

La sentencia del Tribunal

La sentencia del Tribunal señala que el Concejo Municipal y el alcalde lo que hicieron fue crear en el Estatuto de Rentas «una multiplicidad de tributos, algunos de ellos inconstitucionales e ilegales». En otros apartes de la sentencia se señala enfáticamente que los tributos creados «no existen en la legislación colombiana» como los del servicio nocturno, las certificaciones y los paz y salvos.

En términos generales, lo que ha señalado el Tribunal es que los entes territoriales, como los municipios, aunque «poseen autonomía fiscal limitada» tienen que subordinarse a lo que le señala la ley. La sentencia les señala al alcalde y al Concejo Municipal que solo pueden votar tributos siempre y cuando «estén creados por el Congreso de la República”.

En fin, lo que dice el experto tributarista Raúl Amaya —pues lo demandó parcialmente— es que el Estatuto en su mayoría está viciado por ilegalidad. El problema con este Estatuto es que es una mala copia del Estatuto de Armenia del año 2005. Ni siquiera tuvieron la molestia de leer el articulado, sino que con algunos pésimos retoques lo adoptaron tal cual.

La reacción de la gente

Lo que más preocupa a los mariquiteños es que el alcalde, junto a su equipo de gobierno y sus asesores, en vez de reconocer el error y acatar el fallo del Tribunal lo que han hecho es apelarlo ante el Consejo de Estado. La señora Rita que vive de vender frutas y huevos criollos ve en esta acción «la prepotencia del alcalde». El señor Jota dice que si el alcalde apeló el fallo es «porque quiere seguir cobrándole al pueblo algo que es ilegal». El señor Santos que vive de vender frutas dice que «lo mejor no es pagar hasta que el Consejo de Estado resuelva la apelación».

Respecto a la apelación, el experto tributarista Raúl Amaya dice que es muy bueno ya que tendría que aplicarse a nivel nacional. Dice que muchos alcaldes en Colombia lo que han hecho es aplicar Estatutos de Rentas desconociendo si están acorde con las leyes. Un ejemplo, es el vecino municipio de Falán que también adoptó el Estatuto de Rentas de Armenia

Aunque la gente tiene enojo de que le sigan cobrando tributos ilegales e inconstitucionales, el tributarista Amaya ha señalado que cuando él puso la demanda también había solicitado la suspensión del cobro. Fallo este que está a la espera y que, lo más seguro, será otra de las derrotas que ha de sufrir la Administración Municipal.

Un experto en derecho penal ha señalado que si el alcalde no tiene la valentía de enmendar su error, lo más seguro es que cualquier individuo lo podría demandar ya sea por la vía penal o disciplinaría. Ya que él tiene la obligación de devolver esos tributos, pues los ha recaudado violando la ley. Como lo recalcó el penalista: «todo por no darle la razón a la justicia».

No obstante, la gente se está preguntado qué está pasando con la Administración Municipal que no ha salido a poner la cara. Se ha quedado callada y alguno que otro funcionario ha salido a la emisora más que aclarar a confundir. La gente también se está quejando por qué Radio Lumbí no ha difundido la sentencia como debería de ser.

A la gente también le está fastidiando la manera como derrocha a veinte manos los dineros de los contribuyentes. Dicen que el municipio tiene seis abogados y cinco contadores, y que cuatro de ellos (dos en cada profesión) son expertos en Derecho Tributario. Lo que le choca y le fastidia a la gente es que de los seis abogados, algunos de ellos, —parecen que son tres— le hacen asesoría al municipio y que cobran, según parece, la bobadita de 98 millones de pesos anuales.

Algunos creen que esta asesoría es un despilfarro de dinero. Juan, un hombre bonachón y humilde de Mariquita, ha dicho que para qué asesoría. Acaso el señor alcalde en su campaña no había dicho dizque era un experto en administración municipal; que había sido asesor de cuanto municipio del Tolima y de Colombia había.

Juan sabe que el alcalde no ha cumplido, ni cumplirá lo que prometió en la campaña. Él cree que el alcalde ya enterró su futuro político. «Ya llegará el día en que lo derrotaremos en las urnas», dijo. No obstante, lo que lo ha hecho sentir más triste los últimos días es que ha escuchado decir que el presupuesto municipal del año 2009 ya fue ejecutado. Y se pregunta: ¿dónde están las obras? ¿Qué se ha hecho la plata de los impuestos de la gente?

martes, diciembre 01, 2009

¡Descarados!

Los congresistas de Colombia no solo dan pena, también asco. Estos señores que se ganan el sueldo sin hacer mayor cosa aun no se han dado cuenta del nivel de desprestigio en que se encuentran. Seguramente seguirán así por muchos años más.

Ya que se acercan las elecciones para elegir un nuevo Congreso en el 2010 bien valdría la pena que la sociedad reflexionara sobre las cualidades y capacidades de quien nos ha de representar. Si en el Tolima hubiese un observatorio electoral donde se les hiciera seguimiento a los actuales congresistas, no tendrían por que salir reelegidos. El balance de ellos en el Congreso ha sido demasiado pobre. Otros como los exsenadores Carlos García o el mismo Luis Humberto Gallo, y que salieron gracias a los votos de los tolimenses, producen miedo por lo que hicieron y están haciendo.

Carlos García sigue preso. De él no vale la pena hablar tanto, es un personaje siniestro. Solo basta decir que se encuentra tras las rejas por algo que todo el mundo conoce de sobra y que produce vomito. Para decirlo con pocas palabras es, y será, un sujeto del bajo mundo.
Luis Humberto Gallo aun no se ha podido quitar la justicia de encima. Otro personaje que cada día le salen más problemas con la justicia.

Ya que, Gómez Gallo, según algunos entendidos, podría tener el camino abierto para aspirar a la gobernación, o, para volver al senado, bien vale darle a conocer a los electores tolimenses en qué enredos anda metido. Es bueno señalar que si bien la Fiscalía lo precluyó en primera instancia, todavía sigue investigado por parapolítica por la Corte Suprema de Justicia.

Pero el asunto más escabroso de lo que es el Congreso es el nuevo escándalo del conservador Gómez Gallo. Es una historia donde se da el soborno, el chantaje y la intriga. Además de la muy colombiana práctica del carrusel: la patraña típica que se usa en el Congreso para que un vago que va pocos meses al Congreso salga con una pensión jugosa.

La historia comienza en el año de 2006 cuando Ovidio Claros Polanco, actual magistrado de la Consejo Superior de la Judicatura, pierde la investidura como representante a la Cámara. Todo parece que la confabulación burocrática fue orquestada Gómez Gallo, José Antonio Mora Rozo y Héctor José Ospina Avilés para apropiarse de la curul.

Lo feo del asunto es que quienes promovieron la demanda contra Claros Polanco por violar el régimen de inhabilidades, presuntamente fueron quienes le seguían en la lista al Congreso: Mora Rozo y Ospina Avilés, respectivamente.

Aceptada la demanda, y después de varios meses, la Sala de lo Contencioso Administrativo del Consejo de Estado decide retirarle el carácter de congresista a Claros Polanco nombrando en su reemplazo a Mora Rozo, segundo en la lista.

Para que la gente se dé cuenta que allí en el Congreso es todo tramoya, el recién nombrado congresista para pagar favores nombra en la Unidad de Trabajo Legislativo (UTL) a dos recomendados del abogado demandante: a su esposa y a un amigo.

La historia de corrupción e intriga se pone mucho más interesante cuando se les exige a los dos recomendados entregar el 30% del salario devengado. Hasta aquí todo normal, pues, según parece, es muy común que los congresistas hagan esta clase de chancucos.

Lo insólito de esta historieta rocambolesca, y que comienza a complicarse, es que quien recibía el 30% del salario devengado de los dos recomendados no era Mora Rozo, el congresista en propiedad, sino el señor Ospina Avilés, el tercero en la lista, y que en un pasado había estado vinculado a la UTL de Gómez Gallo.

El señor Ospina Avilés después de un año de estar devengando el 30% del salario de los dos recomendados pide entrar en la práctica del carrusel, muy propia del Congreso. Pues reconocida la pensión al señor Mora Rozo, y sin descaro alguno, éste decide retirarse para abrirle pasó a Ospina Avilés para que se posesione en el Congreso.

No obstante, Ospina Avilés no contento con su salario de congresista, decide exigirles a los recomendados del abogado litigante no el 30%, sino el 70% de sus salarios. Al rechazar éstos la pretensión el congresista decide declararlos insubsistentes.

Para que el elector se dé cuenta de la clase de congresistas que tiene Colombia, todo este tejemaneje corrupto y descarado apuntaba a un objetivo: la pérdida de investidura de Claros Polanco para que Mora Rozo reajustara su pensión y Ospina Avilés asumiera la curul posteriormente.

Pero la corrupción no termina con esta tetra. No contentos con las patrañas urdidas, la dejación del cargo de Mora Rozo fue compensado con el nombramiento de dos de sus hijos. Un hijo en la UTL de Ospina Avilés y una hija en la UTL de Gómez Gallo.

Como si lo orquestado fuera poca cosa, la investigación ha apuntado, según parece, de que el monto que tuvo que pagarle Ospina Avilés al señor Mora Rozo para que le diera la palomita en el Congreso habría sido la suma de $ 300.000.000

El problema de la corrupción en el Congreso parece estar en los electores que votan por cualquier mequetrefe. En las sociedades modernas quien se acerca a la urna para votar por su candidato de sus expectativas le hace seguimiento. En Colombia hemos avanzado un poco, pero no tanto como se quisiera. Existen observatorios electorales donde se le hace el balance al Congreso, pero no el seguimiento a los congresistas que sería lo ideal.

La Universidad Pública

La sociedad colombiana por lo general no le interesa qué pasa con la educación de sus hijos. Ni tampoco está interesada si sus hijos salen bien preparados para enfrentar los retos de la sociedad. Si estas cuestiones tan elementales no están entre sus prioridades, mucho menos va a interesarle lo que significa un currículo o un plan de estudios, o, la diferencia que existe entre un Departamento y una Facultad en una Universidad.

No obstante, cuando las comunidades académicas protestan porque el Estado a la Universidad Pública no le está asignando los recursos suficientes para su funcionamiento, por lo general, la sociedad entiende que lo que están reclamando es alza de salarios. A veces la gente se pregunta, y con razón, pues no tiene por qué saberlo, por que el sector de la educación protesta tanto.

Acaso, de nuevo se preguntan, si con lo que gana un profesor universitario no le alcanza para vivir. Algunos otros de una manera arrogante e ignorante parten de la idea que el reclamo del profesor es injusto si se le compara con el resto de la sociedad.

Pues bien. En este orden de ideas a la conclusión que se puede llegar es que cuando la sociedad piensa sobre la universidad el referente que se hace es el de un profesor dictando clase. Desgraciadamente gran parte de nuestra sociedad aun no está familiarizada con el papel que debe desempeñar la universidad.

Las protestas de estos días por parte de estudiantes, profesores y directivos universitarios no radican en un alza de salarios como, tal vez, algunos creen. El problema viene con la Constitución de 1991 que creó la ley 30 de 1992 que regula la Educación Superior. Desde ese tiempo para acá el Estado colombiano le dijo a la Universidad Pública que tenía que modernizarse y ponerse a tono con la globalización y los cambios del siglo XXI.

Esta orden fue acatada por la Universidad Pública y en un lapso de 17 años esta se puso a tono con las exigencias del Estado. En primer lugar, se incrementó el número de estudiantes matriculados pasando de un 33% a un 55%, tan así, que hoy en día, la Universidad Pública copa el 88% del estudiantado universitario. Otro aspecto de la Universidad Pública es que esta prácticamente está llevando la batuta en la investigación científica y tecnológica. Este punto es interesante porque la sociedad debe entender que un profesor universitario no está contratado solamente para dar clase, sino que dentro de su jornada laboral debe dedicarse también a la investigación, es decir, a generar conocimiento científico y tecnológico.

Otro punto clave, y que la sociedad debe entender, es la calidad de su profesorado. En este lapso de tiempo gran parte de quienes enseñan e investigan en la Universidad Pública tienen título de doctor, ya que dicho título lo único que sirve es para acreditarlo ante las comunidades científicas como investigador científico. Que la Universidad tenga entre su profesorado títulos con doctor es una garantía de calidad para sus egresados, pues este no solo estaría capacitado para desempeñarse en el campo laboral, sino también como investigador científico.

No obstante, con estos logros, la Universidad Pública sigue funcionando con los recursos que el Estado le asignó hace más de 10 años. Un informe de la Procuraduría señaló que las transferencias del Estado a las Universidades Públicas han disminuido de $ 1.73 millones en el 2000 a aproximadamente $ 1.6 millones del 2009. A estas sumas, el Ministerio de Educación, en un tono de populismo, responde que las partidas se han incrementado en un 17% entre el 2003 y el 2009. Pero lo que no dice el Ministerio de Educación es que a ese incremento se le debe incluir la inflación, que hace que el peso colombiano pierda cada día poder adquisitivo.

La presión de diversos sectores de la sociedad obligó al Congreso el pasado martes 20 de octubre a incrementar el rubro para la Universidad Pública en cerca de 160 mil millones de pesos. Aunque la cifra parece abultada es insuficiente, pues con este incremento la Universidad seguiría funcionando al debe.

El compromiso del Estado para con la educación pública es una deuda que aún está pendiente. Valga recordar que cuando el expresidente César Gaviria sancionó la Constitución de 1991, en su discurso señaló que en esa gran reforma que se le había hecho al Estado había algo que quedaba pendiente: la educación en todos sus niveles. Achacaba que por culpa de la guerra, el Estado colombiano no podía fijarse en la educación.

A excepción de los EEUU que creó un modelo de educación superior diferente, pues allí además del Estado las multinacionales se meten la mano al bolsillo y le aportan dinero a las universidades, en el resto del mundo la educación sigue siendo financiada por el Estado.
Colombia a nivel de Latinoamérica está rezagada. Mientras que en todos los países de América Latina le asignan el 1.2% del Producto Interno Bruto (PIB) a la educación superior, Colombia solo le asigna el 0.4% del PIB.

Podríamos concluir diciendo que pese a los avances que ha tenido la Educación Pública todavía la educación se encuentra al garete. En el Congreso no hay quien discuta de política educativa. Esta es la explicación del por qué aún en el concierto internacional Colombia por lo general siempre ocupa los últimos puestos. No obstante, la sociedad poco le interesa cómo debe ser la educación de sus hijos.

Lo triste es que sigue habiendo plata para la guerra, pero poco para la educación.

La pensión del Congresista: vuelve y juega

Hace poco un estudio señalaba que entre las instituciones más desprestigiadas y de poca credibilidad entre los colombianos era el Congreso de la República. Solo basta encender la televisión y ubicar las sesiones del congreso para darnos la idea fehaciente de que estos señores, que viven de gorra con los impuestos de todos los colombianos, no cumplen con su trabajo. Pues lo que se ve en el recinto del Congreso en vez de cabezas son sillas vacías.

Da la sensación que lo único que les interesa es devengar un salario sin trabajar. Pero si lo que caracteriza al Congreso es su ausentismo, hace poco un parlamentario, sin ninguna desfachatez, propuso que para que el ausentismo no se viera tan mal, lo más recomendable era que, seis meses antes de las elecciones, el Congreso por ese lapso de tiempo no volviera a sesionar.

En medio de las críticas que arrecian contra el Congreso por su ausentismo y por su ineficaz capacidad propositiva para resolver los problemas profundos de Colombia, y que ha generado ya polémica entre los diversos sectores de la población colombiana, es la iniciativa que modifica la ley 4 de 1992. Los parlamentarios en las últimas semanas resolvieron modificar un artículo de la ley 4 que incrementa de un golpe las pensiones en cinco millones y medio de pesos mensuales.

Pero lo más chocante de toda esta sinvergüencería parlamentaria es que la iniciativa ya cursó los dos debates y sí no hay presión de ninguna índole es muy posible que estos señores terminen modificando la ley para su propio beneficio. Pero lo que indigna y que la gente del común se pregunta cómo es posible que un congresista con 11 de millones de pesos mensuales no pueda vivir. Y lo que también enfurece a la gente es que estos señores cuando se trata de reajustar el salario a la masa trabajadora siempre terminan oponiéndose al incremento salarial con el cuento de que genera inflación y desempleo.

Este nefasto proyecto fue presentado por los senadores Eduardo Enrique Maya (Partido Conservador) y Aurelio Iragorri Hormaza y Carlos Ferro Solanilla, éstos últimos integrantes del Partido de la U. Los argumentos de estos señores, sin escrúpulos para asaltar el erario de los contribuyentes, es el de que se les «ha violentado el derecho fundamental a la igualdad de los congresistas pensionados antes de la entrada en vigencia de la ley 4 de 1992». Pues según los ponentes, la ley 4 no diferencia, distingue o discrimina entre senadores y representantes a la cámara con otros empleados públicos que ya se les hizo el reajuste. Desgraciadamente estos señores, al reclamar la igualdad aludida, se olvidan de que son unos privilegiados de la sociedad y que se les paga por un trabajo que muy poco hacen.

Sin embargo, por ese trabajo tan poco productivo que hacen, en el desprendible de pago, aparece como sueldo básico, $ 5.086.646, a los cuales se le suman los gastos de representación por $ 9.046.485. Como si fuera poco, el congresista cada 30 días cobra una prima de vivienda por un valor de $ 5.496.999 y una prima de salud por $ 1.413.508. Todo equivalente a $ 21.045.638 mensuales. De este monto al congresista le hacen 3 descuentos. Al que va al fondo de previsión por $ 1.341.659, al de salud por $ 496.900 y al fondo de solidaridad por $ 420.913. Otro descuento por retención en la fuente equivalente a $ 1.901.700. Es decir mensualmente le descuestan $ 4.161.172 del salario global. En conclusión el congresista colombiano se gana mensualmente la bicoca de $ 16.884.166.

Pero como son unos privilegiados, terminaron burlando la ley que dice no debe incrementar el salario por encima de la inflación. Estos señores conociendo que la inflación anda por el suelo, sin pudor alguno, redactaron el Decreto 1232 del 13 de abril del 2009 que establece que a partir del 1 de enero de cada año el salario del congresista se debe incrementar en un 7.67%. El colombiano debe saber que tanto el senador como el representante a la cámara gana igual salario. Pero la cuestión es esta: ¿alguien se ha preguntado cuánto le cuesta el salario de los congresistas a los contribuyentes?

Pero no seamos tan drásticos. A veces cuando les da por trabajar lo único que proponen son payasadas como la de descontar un día de salario al congresista que no asista a las plenarias. Se sabe que es una tontada que no tiene ningún sentido, puesto que lo que hace el congresista es contestar a lista y marcharse del recinto. Los que saben de estas marullas dicen que así es muy difícil que se ponga en marcha la respectiva propuesta.

De todos modos, como dando a entender de que tienen dignidad, la propuesta de quitarle un día de salario arrancó desde el pasado 20 de octubre. Se sabe que no va a funcionar. No obstante, para que la gente del montón tenga una idea, lo que le van a quitar es la suma de $ 562.000. Es decir, que lo que le van a quitar a este señor en un día, es lo que casi se gana un trabajador con salario mínimo en un mes.

Finalmente, si este “mico” pasa, el congresista que se pensione habrá de recibir la suma de $ 16.5 millones de pesos mensuales y no los $ 11 millones a los que por ley ha tenido derecho. Valga señalar que el afán por este “mico” es el de que existe una norma que señala que, a partir del 2010, ningún pensionado podrá recibir mesadas del erario público por encima de los 25 salarios mínimos.

lunes, septiembre 28, 2009

El Mangostino de Oro

Armando Moreno

Publicado en El Puente, Honda, año 10, No 122, agosto de 2009

Mariquita no tiene vida cultural así exista una dependencia en el municipio que, se supone, es la encargada de jalonar este sector. El problema con el término cultura es que este se asocia por lo general con el rescate del folclor y de las tradiciones y, en el peor de los casos, como lo hace la Academia de Historia de Mariquita, a preservar el pasado.

El abogado Hernando López, incomprendido en Mariquita, alguna vez me señaló que cuando las alcaldías quieren dar cuenta de la cultura, por lo general siempre la reducen a las danzas. Con una definición tan pobre de cultura, y si los funcionarios que están al frente de ella no tienen una mejor preparación para asumir este sector, Colombia estará perdida por muchos años.

Desde hace una década, más o menos, el Estado colombiano ha venido insistiendo que el sector de la cultura —como el deporte— debe convertirse en una industria que genere dividendos económicos. No obstante, este llamado en los municipios ha tenido oídos sordos. En Colombia solo tenemos a Bogotá, Medellín, Cartagena y Barranquilla, pero, en el resto del país todo lo relacionado con la industria cultural es demasiado pobre. Ante tal ausencia, a cambio de ella, existen festivales y encuentros como el Mangostino de Oro. Así sean eventos puntuales que dependen de un puente festivo o de una efemérides hay que alabarlos y apoyarlos. Por algo se empieza.

A pesar de que el sector de la cultura es la cenicienta en los presupuestos, valga señalar que en Mariquita, que se sepa y que se tenga noticia, solo han existido dos eventos que merecen reconocimiento. Uno de ellos fue el que lideró Pablo Valdés por más de una década con el Salón de Artes Plásticas y, el otro, que se celebra en la actualidad, y es el que con mucho tesón realiza Bladimiro Molina con el Festival Nacional de Música Magostino de Oro.

Da rabia que en el editorial de El Tiempo, haciendo alusión a los festivales que se celebraron en todo Colombia aprovechando el puente del 17 de agosto, no hayan tenido en cuenta el Mangostino de Oro. Es que son XIV ediciones y eventos como estos no nacen y se consolidan todos los días. Pues este evento ya fácilmente esta a la altura de otros que se celebran en el país como el Festival de Verano en Bogotá que tiene XIII ediciones y el Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez, que se realiza en Cali y que tiene XII ediciones. Aunque algunos dicen que las comparaciones son odiosas, estas hay que tenerlas en cuenta.

No importa que El Tiempo se le haya olvidado reseñarlo, al fin y al cabo, este evento ya nadie lo detiene. Además ya tiene un reconocimiento a nivel nacional entre los cultores de la música colombiana. Una muestra de su importancia es la hora de definir quiénes son los mejores por la calidad de los tríos y duetos.

Creo que no hay habitante en Mariquita que no esté a gusto con este evento. Es lo único que genera unanimidad. Una muestra del cariño hacia este evento, tanto de los Mariquiteños, visitantes, turistas, o, aquel que estuvo de paso, fue cuando entonaron el bambuco “Soy Colombiano” del maestro Rafael Godoy.

Un sentimiento profundo se desgarró cuando todos a una sola voz entonaron: “… Lo demás será bonito pero el corazón no salta, como cuando a mí me cantan una canción colombiana. ¡Ay! Que orgulloso me siento de haber nacido en mi patria”.

jueves, agosto 27, 2009

Padre rico, hijo pobre

Armando Moreno

Publicado en El Puente, Honda, año 10, No 121, julio de 2009

La dinámica de seres humanos yendo y viniendo es lo que hace que el norte del Tolima sea un interesante laboratorio social. Este deambular permitió que desde del siglo XIX algunas familias que llegaron probando “suerte” amasaran grandes fortunas.

El perfil del individuo que llegó a estas tierras fue por lo general pobre, miserable, y sin nada que perder. Al llegar con una mano adelante y otra atrás, la única alternativa que tuvo fue lanzarse a explorar el mundo de las oportunidades.

Algunos lo consiguieron y otros fracasaron. Los que lo lograron hacerse ricos lo hicieron de diferentes maneras: algunos como comerciantes, empresarios o negociantes. Otros robando, secuestrando, contrabandeando, apropiándose de los ejidos y jalándole al abigeato.

De estos primeros inmigrantes — o sea la primera generación—, algunos, alternaron su poder económico con la política. Pero sus hijos y nietos poco les importaron. Prefirieron, en algunos casos, saborear las mieles que deja el poder y la influencia de sus progenitores: puestos burocráticos y la fama que dejó su antepasado pero con la desgracia de ir en camino a ser pobre.

De esos individuos o familias que lograron hacer fortuna, algunos de sus hijos —o sea la segunda generación— pudieron educarse y otros se quedaron viviendo del cuento del apellido y de la fortuna. De esta segunda generación, los que se educaron no volvieron. Y si llegan, vienen de paseo que no es lo mismo que regresar. Se olvidan del oficio y del entorno donde amasó la fortuna su antepasado. Otros fracasan en el intento de querer imitarlos y algunos medianamente triunfan. Y los que se quedan son unos inútiles, por lo general pobres con un titulo universitario debajo del brazo y sin la fortuna de su antepasado. Algunos de estos inútiles le ladran a la luna, soñando que la sociedad le reconozcan lo que ellos creen que son. En este esfuerzo de reconocimiento se olvidan que el norte del Tolima es y será una tierra de constante inmigración.

La tercera generación, o sea los nietos, no hay nada de qué hablar. Sobreviven.

Por lo general, estas familias que fueron ricas, lo fue la primera generación. La segunda —que son los hijos— trataron de medio conservarla o la despilfarraron; y la tercera generación —que son los nietos— terminaron acabando con la riqueza.

Un problema con los descendientes de la segunda y tercera generación es que se creen “raizales”, con raíces vernáculas, con identidad. Se creen que son los “puros”. La antropología social ha demostrado que los individuos que se encierran argumentado “pureza raizal” terminan mirando de reojo y con desconfianza a quienes quieren impulsar los ideales del progreso. Pues sueñan todavía con el burro atravesando la plaza. Les fastidia que lleguen inmigrantes, o como algunos suelen decir, que lleguen “aparecidos”, que hagan dinero y se vuelvan ricos.

Un ejemplo de una sociedad que ha cambiado aceleradamente es Mariquita. El poeta Rafael Pombo a finales del siglo XIX la describió como una “miserable aldea”. Si Mariquita era miserable ¿cómo explicamos su cambio desde finales del siglo XX? La respuesta es sencilla: la migración.

Con Honda a pasado algo parecido pero al revés. De aquella élite comercial y adinerada solo tenemos razón de ella a través de la nostalgia y en los libros. Algunos hondanos creen que a Honda les falta una nueva élite comercial y adinerada como aquella que floreció a comienzos del siglo XX. Lo que aun no entienden algunos hondanos es que esa elite no era raizal sino inmigrante: árabes, alemanes, ingleses, antioqueños, costeños y cundiboyacenses.

Para saber quienes son los pobres de hoy, solo tenemos que preguntarnos por los ricos de ayer. Veremos que sus descendientes de la segunda y tercera generación algunos sobreviven con una mediana riqueza, otros van a ser pobres o están en la miseria.

La sociología norteamericana ha desentrañado que parte de la pobreza en América Latina radica en que no se supo conservar y multiplicar la riqueza de la primera generación. Estos sociólogos han demostrado que las riquezas se evaporaron porque la segunda y tercera generación desconoce el esfuerzo que hizo la primera generación para amasar la fortuna.

Esta es la explicación del por qué en estas sociedades llamadas del Tercer Mundo se da la paradoja de que los ricos de ayer son los pobres de hoy. Pero también es la explicación del por qué, los pobres de hoy pueden ser los ricos del mañana.

Hoy día no podemos hablar de una colonización dirigida como lo fue la española entre los siglos XVI y XVIII, o la antioqueña y cundiboyacense a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Lo que existe ahora es un proceso de inmigración proveniente de todas partes del país. El norte del Tolima debe abrirse y acoger a la gente que trae riqueza.

El derecho a informar

Editorial
Publicado en El Puente, Honda, año 10, No 121, julio de 2009

La muerte a balazos del hipopótamo “Pepe” demuestra la bajeza a que han llegado algunos sectores de la sociedad. No obstante, el alboroto causado a través de los medios de comunicación pareciera que fuera una cortina de humo encaminada a acallar sabrá Dios qué escándalo.

Se sabe hasta la saciedad que algunos medios —ya sea la radio, la TV o la prensa escrita— manipulan la información. Lo peligroso de ello es que la sociedad termine convencida que lo que consume es lo veraz.

Ya sea que el periodismo esté al servicio del poder o de la sociedad, lo que sí es cierto es que la frontera entre los hechos y la opinión es tan débil que no sabe cuándo comienza la noticia y cuando la interpretación de lo acontecido.

Esta frontera tan débil y el deber del periodista por informar es lo que hace que en algunos sectores de la sociedad —principalmente quien ocasionalmente ejerce el poder—vean al periodismo como una oveja negra descarriada. Esta es la explicación del por qué el poder termina pelando los dientes y afinando las garras contra quien se atreve a opinar o a difundir una noticia que no sea de su agrado.

Valga señalar que no siempre el periodismo está al servicio de la objetividad. O para decirlo de otro modo, existe cierta clase de periodismo que termina arrodillándose al poder. Este periodismo, además de dañino, termina por poner contra la pared a quienes intentan ofrecer un periodismo al servicio de la sociedad. Dos formas de encarar noticias las encontramos en dos pueblos poco distantes entre sí: Honda y Mariquita.

En Honda hace pocos días una noticia causó estupor a nivel nacional. La historia es esta: un indigente que habiendo llegado al mal llamado anfiteatro no hubo autoridad municipal que se apersonara de su funeral. Lo feo del caso está en la manera como los autoridades procedieron. Putrefacto el cadáver las autoridades no tuvieron más remedio que echarlo a una bolsa plástica, recogerlo en el carro de la basura y botarlo como cualquier desecho en un hueco del cementerio.

Las autoridades hondanas se sintieron indignadas no tanto por los hechos en sí que fueron ciertos, sino la manera como se procedió a dar fe de la noticia. Quienes estuvieron en contra de que se hubiera difundida la noticia atacaron con improperios la actuación del periodismo, querían ocultar el hedor del cadáver con las manos.

El argumento central de la rabieta estaba en que el periodismo debía dar cuenta de lo bueno y no de las salvajadas que hace la sociedad. Se olvidan ellos que el deber del periodismo es informar, independiente de lo que algunos sectores de la sociedad quieran escuchar, leer o ver.

En Mariquita algunos sectores de la sociedad se quejaban del por qué el periodismo daba cuenta de la ola de asesinatos, robos y atracos. Quienes se creen estandartes de la moral aullaban diciendo que con tales noticias se le estaba haciendo mala propaganda al pueblo. Pedían que los atracos, robos y asesinatos se quedaran en casa.

Sin embargo, frente a tanta mojigatería, otras voces —por fortuna mayoritarias— se han levantado clamando justicia y protección para el pueblo. Quieren que el alcalde y las autoridades legales actúen y el periodismo denuncie. El hecho que llenó la copa y que ha causado indignación fue la noticia en torno a la muerte del señor Manuel Antonio Ariza Beltrán.

La historia es esta: el pasado domingo después de recolectar dinero para la intervención quirúrgica de su pequeña hija de tres años —afectada por una enfermedad de corazón— fue asaltado, robado y asesinado.

Tanto la historia del indigente como la del padre luchando por salvar a su hija muestran la descomposición del tejido social. Es tal el extremo que el sentido de la piedad está desapareciendo.

Pero, lo más grave de todo, es que los dos hechos muestran dos facetas infames de quienes pasajeramente detentan el poder. El del indigente, bien vale la pena preguntarnos por los fondos económicos que deben tener los municipios para atender estos casos. Y en el del padre asesinado qué hacen las autoridades municipales que no atienden a estos sectores de la sociedad que no poseen recursos y que agobiados por la necesidad se ven obligados a mendigar en las calles.

Causa molestia que algunos mojigatos con su doble moral crean que estos hechos tengan que pasar desapercibidos. Da rabia también que existan sectores retardatarios de la sociedad que quieran decirle al periodismo ¡callen! Una sociedad así deja mucho que desear. Tratar de acallar o de arrodillar al periodismo es una afrenta a la democracia y a la libre expresión. Quienes se portan de esta manera son un peligro para el individuo y la sociedad misma, pues estarían anhelando borrar de un tajo la libre expresión y el derecho a una sociedad a estar informada.

miércoles, julio 22, 2009

Mariquita: el empuje de la migración

Armando Moreno

Publicado en El Puente, Honda, año 10, No 120, junio de 2009, p. 3

Desde hace poco tiempo, a Mariquita, se le ha venido conociendo por lo que hicieron sus exalcaldes. Como botón de muestra, y para nadie es un secreto que, de sus últimos cuatro exalcaldes dos —un hombre y una mujer— están enredadados con la justicia, uno es prófugo de la justicia y otro no deja de visitar las barandas de los juzgados.

Sin embargo, sería injusto desconocer la buena voluntad que tuvo algún exalcalde por sacar adelante a Mariquita. Existe uno en especial y que pese a que no dejó grandes obras no tuvo la desfachatez de despilfarrar el dinero de los contribuyentes. Ese hombre es Said Halima. Si hoy está olvidado por los escándalos, cuando terminó su alcaldía había dejado una deuda cercana a los 150 millones de pesos. De ese tiempo para acá, los alcaldes que lo sucedieron en un cerrar de ojos se dieron al descaro de endeudar al municipio en más de 10 mil millones de pesos. Ésta deuda hasta hace poco por cuenta de quienes pagan impuestos se canceló, y de esa cifra tan abultada no existe ni siquiera un andén bien hecho. La gente se pregunta: ¿cómo es posible que quienes llegan a manejar el presupuesto del municipio terminen haciendo semejante salvajada en detrimento de las necesidades básicas de un pueblo como alcantarillado, hospitales, acueductos, escuelas, centros de salud?

Si Mariquita ha sido administrada a las patadas, en ¿dónde radica la fuerza de su progreso? Si las administraciones que le sucedieron a Said Halima fueron incapaces de reconocerle su pulcritud en el manejo de los recursos, bien vale la pena que alguien vaya pensando en hacerle un homenaje a quien hoy en día le debemos el progreso de Mariquita. Esa persona se llama Alberto Mendoza Morales.

Valga recordar que hace 24 años cuando el volcán nevado del Ruiz le dio por hacer erupción acabó una fuerza centrífuga que se había constituido a lo largo del siglo XX. Esa fuerza se llamaba Armero. Desaparecido con la avalancha, el norte del Tolima quedó sin brújula y sus pueblos al vaivén del tiempo.

Si bien, a los Mariquiteños y al norte del Tolima el Mendoza Morales poco le dice, él fue quien en tiempos de la avalancha de Armero se opuso a que Mariquita recibiera las dadivas de Resurgir.

Mientras la gente del común se rasgaba las vestiduras y maldecía a diestra y siniestra porque a Mariquita no le botaban un peso, el geógrafo y planificador regional Mendoza Morales confiaba que a Mariquita le iría mejor sin ninguno de los planes del Estado.

Si la fuerza que había hecho gravitar el ecúmene —la gente que habita la tierra— era Armero, los geógrafos y planificadores regionales se preguntaban cuál de los municipios del norte del Tolima sería el llamado a reemplazarlo. Mendoza Morales pensó en Mariquita. Su tesis era simple y sabia: déjenla quieta que con el correr del tiempo encontrará su propia dinámica. Presagió que quienes podían darle esa dinámica debería de ser una migración emprendedora. Lo cierto fue que no se equivocó.

Mendoza Morales impuso su experiencia traída de otros lugares del mundo. Era un convencido que los pueblos que sucumben a una tragedia y que son manejados con criterios de caridad, en vez de atraer gente con ideales de progreso llegan avivatos y holgazanes que quieren aprovecharse de las bondades y recursos del Estado.

Si hoy Mariquita tiene un progreso que deja sorprendidos a quienes la visitan, no ha sido por quienes se creen “raizales” o “hijos de Mariquita”, sino por la fuerza de la migración. Si alguien preguntara dónde están los descendientes de quienes llegaron hace menos de un siglo tras el oro, el ferrocarril y el cable aéreo, la respuesta es que ni si quieran viven en Mariquita. Triste decirlo: pero esos pocos descendientes que quedan algunos la desprecian y otros sólo viven rumiando el pasado. Les cuesta entender que están siendo desplazados y que Mariquita ha sido y será tierra de migrantes.

Estos hombres y mujeres que han llegado buscando nuevos horizontes —y que en nada se diferencian a esas generaciones de antaño que llegaron probando suerte y se quedaron— son los que están empujando los nuevos ideales de progreso. No obstante, el esfuerzo de estos hombres y mujeres quiere ser desconocido por esos que se creen dizque “raizales” o “hijos de Mariquita”.
Gústenos o no, esta es la explicación del por qué 24 años después de la erupción del volcán nevado del Ruiz, Mariquita está siendo la llamada a gravitar el ecúmene.

Saltimbanquis de la democracia

Armando Moreno

Publicado en El Puente, Honda, año 10, No 119, abril de 2009, p. 3

La Ruta Mutis y su Bicentenario parece ya cosa del olvido. Esta efemérides que hubiese servido para catapultar a un municipio como Mariquita que ha estado en la boca de todo el mundo —no por lo bueno que se hace sino por todo lo malo que ocurre— la actual alcaldía prefirió pasar de agache. Se perdió la oportunidad de que hubiese servido de vitrina para brindarle al mundo una cara distinta a Mariquita.

En cambio, desde hace un tiempo, a Mariquita, se le ha venido conociendo por sus malos manejos administrativos. Sería injusto desconocer la buena voluntad que tuvieron unos pocos alcaldes por sacar adelante a Mariquita. Said Halima, hoy olvidado por los escándalos, cuando terminó su alcaldía había dejado una deuda cercana a los 150 millones de pesos. De ese tiempo para acá, los alcaldes que lo sucedieron en un lapso de menos de 12 años se dieron a la desfachatez de endeudar al municipio en más de 10 mil millones de pesos. Ésta deuda hasta hace poco por cuenta de quienes pagan impuestos se canceló, y de esa cifra tan abultada no existe ni siquiera un andén bien hecho. La gente se pregunta: cómo es posible que quienes llegan a manejar el presupuesto del municipio terminen haciendo semejante salvajada en detrimento de las necesidades básicas que un pueblo necesita.

Pero la cachetada más vulgar que recibió la sociedad que vive en Mariquita es, sin duda, el escándalo del frigorífico. Haciendo honor al adagio popular «que cuando el río suena es porque piedras lleva», la gente no se equivocó con el comentario que hacía en todos los rincones del municipio: que algunos concejales no eran de fiar. Si bien lo que dicen que estaban haciendo se conoce en lenguaje jurídico como concusión, el pueblo sabe que estas actuaciones también las hacen los delincuentes, los timadores, los embaucadores, la gentuza sin escrúpulos y lo que planean ciertos matones a altas horas de la noche.

El inglés Adam Smith en su libro la Riqueza de las Naciones —y que data del año 1777— señalaba que una máxima vil de quienes detentan algún poder es pensar siempre en su propio beneficio y nada en los demás. Esta vileza aunque ya ha sido derrotada en las sociedades modernas, más de dos siglos después en estas sociedades que siguen siendo burladas por el poder, se niega a desaparecer.

Si la desgracia de estas sociedades radica en que sus líderes surgen por necesidades estomacales —o como dicen algunos: que quieren venderse por un plato de lentejas— no por ello se debe abandonar la idea de que lo más sano que ha creado la sociedad para gobernarse es la democracia. Si la sociedad se equivoca, un deber de todo ciudadano es denunciar a los saltimbanquis de la democracia.

La afrenta que recibió el pueblo por parte de los concejales implicados en el bochornoso escándalo del frigorífico fue rechazada con manifestaciones de repudio, abucheo, burla y rechifla. Valga señalar que la indignación no solo fue desde el día en que desfilaron esposados. Sino que esta se sentía desde el día que se corrió el rumor que algunos concejales en vez de servirle al pueblo estaban pensando en su propio bolsillo.

No obstante, como en la fabula rusa, los cazadores están siendo cazados. Como en todo escándalo es normal que se susciten los pros y los contras. Sabemos que cualquier Estado de Derecho que se nutre de filosofías liberales todo ciudadano tiene derecho a su defensa. Esta es la razón del por qué los concejales están pasando de acusados a acusadores. Como estas maromas son permitidas en el Estado de Derecho, es comprensible que la sociedad al no comprenderlas se indigne.

También a la sociedad le produce rabia cuando un juez suelta a un delincuente que todo mundo conoce, pero lo que la gente no comprende es que si lo suelta la culpa no es de él sino de un sistema acusatorio que está impregnado de excesiva filosofía liberal. Es por ello que, sin esperar el fallo de la justicia, algunos ya han tomado partido y han hecho correr el rumor que los sobornados (quienes acusaron a los concejales de concusión) son los que deben podrirse en la cárcel.

Más allá de que los concejales implicados se salgan con la suya, lo que la sociedad debe preguntarse es sí lo que ellos están haciendo jurídicamente es justo o moral.

Ya sea que la justicia los condene o no, el problema aquí es preguntarnos qué clase de democracia es la que está construyendo esta sociedad. La democracia es ante todo respeto para con sus ciudadanos. Es por ello que en las sociedades modernas cuando las actuaciones de un funcionario público están en entredicho la duda es zanjada con la renuncia.

Los concejales que están en entredicho deben entender que son servidores públicos y que han prestado su nombre para servirle a la comunidad. Así el Estado de Derecho los exima de toda culpa sus actuaciones ya son dudosas. Estos concejales de dudosa reputación no deben caer en la desfachatez de que lo mejor es esperar hasta que la justicia se pronuncie. Simplemente tienen que entender que lo más sano es renunciar.

La cuestión tampoco se salda con el hazmerreir de una cuña por radio con el mensaje pérfido e hipócrita de que en vez de indignación y rabia, lo que la sociedad mariquiteña manifestó fueron condolencias, lágrimas y dolor. A los progenitores que quieren ser portadores de la moral es bueno recordarles que los hijos recorren sus propios caminos. La Biblia tiene muchos pasajes al respecto. Jesucristo es un buen ejemplo de ello. Otra cosa es que escojan el camino menos indicado.

domingo, julio 12, 2009

Dagoberto Ospitia, in memóriam

Por: Armando Moreno

Elegirme como la única voz que puede dar cuenta de lo que significó Dagoberto Ospitia en el entorno del norte del Tolima es irrespetuoso y banal. Al fin y al cabo cada ser humano en el devenir de su vida deja una estela de recuerdos que cada quien a su amaño interpreta, algunas veces atada a la realidad pero en otras alejada de lo que fue la persona en vida.

Quienes cultivamos su amistad, sabemos, que el “Viejo Dago” —como lo llamábamos sus más íntimos— tuvo diversas facetas en su vida. Como cincuentón que era su gozo mayor fue haber disfrutado la rumba con el jala jala de Richi Ray, las cornetas de la Sonora Matancera, el mambo de Pérez Prado y los boleros de Beny More. Basta recordar las noches de farra de fines de semana en la desaparecida piscina El Virrey o en la Discoteca Chicalá. Despreocupado hasta decir no más, su existencia fue como él mismo la llegó a definir más de una vez: una rumba. Este don lo llevo a que fuera querido por quienes lo conocieron.

Aunque no muy convencido de que había que agitar las masas, comenzado la década de los años ochenta del siglo XX en los pasillos del Departamento de Antropología de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional repartía un pasquín de su propia autoría llamado La Mosca. Pocos años después comprendí que ese estilo por difundir su inconformismo no era más que un homenaje clandestino a La Mala Hora de Gabriel García Márquez. Era tal su admiración por esa obra literaria que llegó a pensar que con esa novela se había hecho justicia al memorable pasquín, a la chapola.

Decir que la tradición que tiene Mariquita por el pasquín se deba a Dago es pensar en un exabrupto. Lo que sí es cierto fue que contribuyó a que se consolidara. Hace pocos años, un viejo amigo me decía que había dos pueblos en el Tolima que se caracterizaban por no dejar títere sin cabeza, esos pueblos eran Mariquita y Melgar. El amigo me hablaba entre asombro y admiración cómo Mariquita podía ser la capital mundial del pasquín. Hoy el pasquín o la chapola, como la llaman algunos, hacen parte de nuestra cotidianidad. ¿Quién los escribe? Poco importa. Lo cierto es que Mariquita es único en este género. Solo nos falta que en alguna esquina del pueblo se levante la estatua en honor a Pasquino para que se cuelguen allí los libelos o escritos satíricos.

Dago, además de rumbero, tenía una cualidad única cual era la de cultivar el humor a través de la sátira. A través de sus comentarios ácidos podía uno gozarse el mundo. Además del tiempo para la rumba, el goce y el humor, sí en algo recuerda el norte del Tolima fueron los encuentros culturales que él como integrante ayudó a consolidar. Hoy esos encuentros culturales ya casi están en el olvido, pero fue una experiencia singular donde confluyeron las alcaldías, las iglesias, los gesteros culturales y los amigos del arte y la cultura.

Su amor por la tierra del norte del Tolima —la tierra de Los Panches como él la llamaba— fue tal que a Dago se le puede considerar como un exiliado dentro de su propio país. Mientras algunos marchan al exterior con el dejo de que “aquí no se puede”, este hombre de cabello lacio, de dientes de castor, de piel mestiza,o, el último “panche” —como el mismo se autodefinió— encontró en estas tierras el refugio que otros desechan. Encontró en estas tierras lo que muchos no quieren ver, quizás por esa vanidad empalagosa y hueca que tienen algunos colombianos de pensar que este país lo único que se merece es el desprecio. Pero que no hacen ni aquí, ni allá.

Tenía una forma de actuar que muchos no comprendían, tan así que algunos en una apreciación equivocada lo veían como un ser humano que cayéndosele el mundo no se inmutaba. Pues bien, el Dago que nos dejó fue un hombre comprometido con Colombia. Creía firmemente en el y la muestra fue su compromiso con las diferentes actividades y quehaceres que llevó a cabo en su corta existencia. Tenía un pensamiento telúrico que en vez de generar acción, generaba ideas. Eso fue Dago, un hombre de ideas.

Dago no fue el antropólogo clásico que se conoce en las Departamentos de Antropología de las Universidades. No se casó con los escritos de los teóricos de la antropología como Claude Levi-Strauss, Malinoswki, Radcliffe-Browm. Su teórico de cabecera fue el político, pensador y teórico de la cultura popular el italiano Antonio Gramsci. A Dago solo se le podía entender a través de Gramsci. Dago era gramsciano. De ahí su interés por la cultura popular, por la cultura de masas, por las clases desposeídas, por los poderes hegemónicos, por la culturas dominadas por el poder. En fin, Dago sin haber sido izquierdista, ni comunista, estaba con el desposeído, con el subyugado.

Su bagaje intelectual nutrido por el pensamiento gramsciano le permitió hacer del norte del Tolima un laboratorio para sopesar sus ideas. Tan así que cuando muchos aun no entendían lo que había significado para el norte del Tolima el legado de José Celestino Mutis y la Expedición Botánica, Dago lo hacia a través de una monografía de grado hoy inédita pero que reposa para su consulta en los anaqueles de la biblioteca de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional.

Con el correr de los tiempos la amistad que había cultivado con sus amigos de aula en la carrera de antropología se fue desgranando poco a poco. Mientras tanto, Dago sin ser mariquiteño de nacimiento se refugiaba cada vez más en el pueblo que lo adoptaba como suyo. Y este refugio en el pueblo de los mariquiteños Francisco Antonio Moreno y Escandón, de José León Armero o de Gaspar de Figueroa hace que Mariquita por obligación se convierta en el centro de encuentro con sus viejas amistades de Universidad.

Un paseo al cerro de Santa Catalina, un peregrinaje entre Fresno y Mariquita en nombre del Señor de la Ermita, un recorrido por la Honda colonial, una visita a los socavones de plata de Falán, una noche de camping en la Laguna del Silencio, un aniversario más de la fundación de Mariquita, era el mejor detalle que Dago le ofrecía a sus amistades. Y fue así que Dago, poco a poco, le fue ofreciendo la idea al mundo de que el sitio ideal para encontrar la paz y la calma era la tierra que lo había adoptado. «Mariquita tierra de paz y de remanso» como él la llamaba.

No obstante, a pesar de que su Mariquita era tierra de paz y de remanso, su vida también fue una montaña rusa. Como ser humano tuvo sus contradicciones, sus desencantos y engaños. La peor pesadilla de su vida —que ni siquiera fue la política—fue haber pertenecido a la Academia de Historia de Mariquita. Con su espíritu gramsciano, no hallaba lugar allí. Su comprensión e inclinación por la cultura popular, lo llevó no tanto a odiarla pero sí a menospreciarla, pues, la veía como ente frío, sin ideas y acartonada que solo tenía interés en fechas y en personajes. O como él mismo me lo decía: «un ente ocupado en baboserías de poca monta».

No existe cultura en el mundo que no dé cuenta de la memoria de los muertos. Si señalo estas intimidades es porque tengo la obligación moral de dar cuenta de su memoria. El haber pertenecido a un ente en contra de su voluntad, de pertenecer a algo que no quería, el de haber carecido de fuerza para decir ¡basta!, muestra en si la faceta más humana de Dago: el de haber tenido contradicciones.

Después de la muerte de su primera esposa se resignó a vivir solo. No obstante, no le faltaron sus amores casuales y veloces como lo vientos del mar que añoraba con nostalgia.

«Dago gozó la vida y fue feliz a su manera», así me lo describió compungida y solloza Marglori, una de sus tantos amores que tuvo en vida. Aunque puede ser una de las tantas interpretaciones, que mejor que la voz de ella para describirlo.

El 1 de julio de 2009, pocos minutos después de fallecido, algunos de sus amigos más cercanos quisimos hacerle un homenaje a su memoria. No fue posible. Queríamos respetarle su memoria recordándolo tal como él fue y como él mismo me dijo una noche, de la tantas que tuvimos cuando hablábamos del significado de la muerte: una muerte libre de todo hastío. Hubiese querido que lo recordaran tal como él había sido: descomplicado, chévere, sonriendo, burlándose de la cotidianidad y de la existencia misma. Estaba convencido que su muerte debía ser una tertulia, un festín, un goce. No el retrato falso y maquillado en que suelen caer las voces muecas, frías y acartonadas de quienes hacen de un cadáver un trofeo.

viernes, marzo 27, 2009

Lideres de pacotilla

Armando Moreno Sandoval

Publicado en El Puente, Honda, año 10, no 118, marzo de 2009, p.4

El gobierno colombiano para dar luces de que la cosa pública está funcionando bien se inventó que las instituciones debían entregar informes de gestión. Esto con el fin de que quienes pagan impuestos sepan en qué se ha invertido el dinero. En el Norte del Tolima los alcaldes de Mariquita y Honda lo hicieron. No sé qué pasaría en los otros municipios.

Lo maluco de estos informes es que solo se remiten a cifras con demasiados ceros a la derecha. Cifras escandalosas que suman miles y miles de millones de pesos. Los alcaldes con estas cifras tan abultadas quieren dar la sensación de que están trabajando mucho. Pero si esos informes se piensan con cabeza fría la conclusión sería otra. La gente puede creer que el dinero de sus impuestos se está derrochando, ya que podría preguntar: ¿Y dónde están las obras? El problema es que la gente ya no quiere más palabrería, ni retórica. Pues la gente piensa y comenta si lo que está escrito en el papel es cierto o mentira.

Esta reflexión que hace la gente del común es lo que se conoce como la crítica. Y a decir verdad a las administraciones de turno poco le gusta que el ciudadano que paga impuestos opine sobre la gestión del alcalde y sus funcionarios.

Por desgracia la ausencia de crítica es uno de los males que aqueja a las sociedades subdesarrolladas. Y cuando se crítica no hay funcionario, o el que se está amamantando con contratos del erario público, que no salga a defender al alcalde de turno. Algunos se vuelven odiosos y energúmenos, y, otros, a decir boberías como esta: “no ha habido un alcalde como este”. No obstante, entre los áulicos existe una especie de defensor de oficio que para contrarrestar las críticas salen con la muletilla consabida: “y usted qué ha hecho”.

Hay que recordarles a los alcaldes y a quienes son empleados públicos que cuando se tiene un empleo que es pagado con los impuestos de los ciudadanos se debe ser transparente en su gestión. Es decir, que la sociedad se dé cuenta qué es lo que hace el funcionario; sí cumple con sus deberes y si el manejo de los dineros lo hace con pulcritud y alejado de toda sospecha.

Esta tarea de fiscalización de la cosa pública les choca a quienes dicen ser políticos. Causa curiosidad que quienes ejercen la política, lo que más les fastidia es que se les vigile y se les critique. A veces dan la sensación que, como en la época de los piratas, quisieran tener patente de corso para hacer y deshacer con la administración pública.

Si Colombia está entre los países más corruptos del mundo, la culpa de este descrédito es de quienes han ejercido o ejercen la política y los medios de comunicación.
En cuanto a los partidos políticos da tristeza ver que solo resucitan en épocas de elecciones. Líderes de pacotilla que solo aprovechan las circunstancias que brinda la democracia para aspirar a un cargo de representación. Lo triste es que si salen elegidos terminan pelechando del cargo sin ningún pudor y vergüenza. Rara vez se les ve trabajando por la comunidad y cuando lo hacen están pensando en cómo cobrar el favor.

Da grima de ciertos medios de comunicación que en vez de ser independientes con la información pareciera que el oficio se le debiera al alcalde de turno. Periodistas que en vez de ser la voz crítica, prefieren callar que denunciar los atropellos y las injusticias que se comenten contra el común de la gente. O en el peor de los casos terminan abrazados al alcalde de turno importándoles un bledo de lo que pasa alrededor.

Si queremos que Colombia algún día tenga funcionarios idóneos y capaces en la administración pública —es decir, de todo aquel que recibe dinero de los contribuyentes— no cabe duda que la sociedad debe aprender a ser exigente con quienes nos representa. Pues al fin al cabo están manejando un dinero que no ha sido trabajado por ellos, ni es de ellos. Están equivocados si creen que el único deber de la sociedad es elegirlos el día de las elecciones.

El alcalde, Espumas y el referéndum

Armando Moreno

Publicado en El Puente, Honda, año 10, No 118, marzo de 2009, p.4

El alboroto causado en días pasados por la visita de la Viceministra de Aguas es un buen gol del alcalde Juan Carlos Acero, así sus críticos y la oposición no lo quieran entender. Todo comenzó en Chaparral en un consejo comunitario con el presidente Uribe.

El problema con la empresa que administra el suministro de agua a los mariquiteños es que cada vez que hay elecciones, no hay candidato alguno, que jure y recontrajure que si gana las elecciones Espumas se tiene que largar. Lo han prometido todos desde que Espumas tiene existencia, pero la gran tristeza es que cuando son elegidos terminan poniéndole conejo a los mariquiteños.

No obstante, el alcalde Acero olfateando su baja popularidad tomó el toro por los cuernos. Lo que no habían podido hacer sus antecesores lo hizo él. Comprometió a la Viceministra de Aguas para que tomara en sus propias manos el asunto de Espumas. Tan así que muchos mariquiteños que han comenzado a mirarlo de reojo porque no ha hecho absolutamente nada, han dicho que si él saca a Espumas tocará que encaramarlo en un pedestal. Un antiacerista a morir parodiando la letra de un bolero dijo: “¡si echa a Espumas me mato por él!”.

Si las cosas están tomando este rumbo la pregunta que tendrán que hacer sus críticos es qué hacer con el alcalde Acero en las próximas elecciones. Pues el proyecto de reelección de alcaldes y gobernadores ya fue radicado en el Congreso y, por las opiniones que se escuchan al interior de las bancadas, incluyendo el Partido Liberal, esta vez el proyecto va a pasar sin ningún tropiezo.
Si digo críticos es porque lastimosamente los partidos políticos en los municipios no existen. Se les ven cada vez que hay elecciones. Ni hablar de organización y sede. Solo basta recorrer el norte del Tolima para darnos cuenta de su precariedad, ausencia y desorganización.

En Mariquita solo el Partido de la U tiene existencia. Su candidato en las pasadas elecciones, y que perdió con el alcalde Acero por un pelo, ha organizado una sede y desde allí no ha dejado morir el movimiento. Mientras los otros candidatos bajaron la guardia y se fueron a dormir su derrota, su líder Álvaro Bohórquez siguió en la lucha.

No obstante, Álvaro y su equipo no han entendido que el gesto que ha tenido el presidente Uribe para con Mariquita, de haberse apersonado de la problemática de Espumas, se debe a los miles de votos que le ha dado Mariquita cada vez que se ha lanzado a la presidencia. Estadísticamente si se compara con cualquier municipio del Tolima, incluyendo Ibagué, Mariquita le ha sido generosa en votos. Y estos votos en vez de usufructuarlos la U de Mariquita, los está aprovechando muy hábilmente el alcalde Acero.

El equipo que conforma la U de Mariquita va tener que cambiar de estrategia. De seguir con la cabeza dentro de la tierra lo más seguro es que en las próximas elecciones van a recibir una garrotera electoral. Los líderes de la U de Mariquita deben entender que el Partido de la U como tal desaparecerá. Pues los escuderos del presidente Uribe, convencidos de que el referéndum lo van a ganar, ya están preparando un nuevo partido donde tendrán cabida todo aquel que quiera hacer parte del nuevo proyecto político.

El equipo de la U de Mariquita, al igual de quienes se han dedicado a criticar al alcalde Acero, debe entender que si el presidente Uribe gana el referendo este debe entenderse como un plebiscito; y que ya no habrá candidato que le pueda arrebatar su tercer mandato. Para ese entonces todos querrán treparse al carro de la victoria. En este orden de ideas el que mejor estaría posesionado hacia las próximas elecciones sería, sin lugar a dudas, el alcalde Acero.

Si los críticos del alcalde Acero quieren ser oposición, y tener algún chance para arrebatarle el poder, van a tener que seguir el ejemplo de los integrantes de la U de Mariquita. Tener sede, organizarse y actuar políticamente. Pues lo más seguro es que aprobada la reelección de alcaldes y echada Espumas, y como dice el adagio popular, sacado el ojo no hay Santa Lucía que valga. El éxito de la echada de Espumas será del alcalde y no de sus críticos, ni de la oposición que hasta ahora han sido comodines. Tendremos Acero por mucho rato.

lunes, febrero 02, 2009

Mis respetos por el pan

Armando Moreno Sandoval

Publicado en El Puente, Honda, año 10, No 117, diciembre 28 de 2008, p. 4

Al empezar el último cuarto del siglo XX, casi toda una generación que había nacido o que llegaron a vivir a Mariquita creció y envejeció con la idea de que el pueblo era la capital frutera de Colombia. Pero terminando el siglo XX y comenzando el XXI tal idea comenzó a desvanecerse. El aguacate pescuezudo, la manga mariquiteña, el anón, el zapote caucacano como los cocos parecen ya cosa del pasado. Sin embargo, la nostalgia aun se niega a desaparecer; pues algunos aún cultivan la idea de que Mariquita es la tierra de las frutas.

La gente no entendió que en sus solares espaciosos podían cultivar las diversas frutas que podían servirle para el sustento del mañana. Si el referente de Mariquita ya no son las frutas, ¿qué es lo que hoy identifica a Mariquita? Es posible que algunos piensen que mejor sería el cerro de Santa Catalina o la estatua de Gonzalo Jiménez de Quesada, pero, la verdad, es que no existe pueblo o rincón en Colombia que no se hable del pan de Mariquita.

Solo basta recorrer algún barrio escondido de Bogotá o caminar por alguna calle fangosa y llena de huecos de Ibagué, o cualquier otro sitio de este desparpajado país, para que el gancho del negocio no sea otro que el pan de Mariquita. Lo insólito de todo es que hace poco un amigo que vive en un sitio perdido del Magreb —la costa norte de África— me comentaba por email que pensando en hacerle competencia al pan árabe había soñado en el pan Mariquita. Locuras, pensé yo. Días después, el email ya no vendría del Magreb sino de la mismísima capital del mundo, New York; pues otro amigo pensaba también aventurarse en pleno Manhattan con el pan de Mariquita.

Mariquita es tierra de panaderías y panaderos, y a ellos me les quito el sombrero. Es más, exporta panaderos por doquier. Su mano de obra se ha vuelto sello de garantía, tan así que no existe panadería en Colombia sin que haya pasado por sus hornos panadero mariquiteño. Para valorar su trabajo y sentir el aroma que da la harina horneada hay que recorrer las calles en cicla o a pie y tener la paciencia que a cualquier hora de la mañana, de la tarde o de la noche hay una bandeja con pan caliente esperando un paladar.

Si alguien tiene duda de que el pan sea tan antiguo y universal como la misma humanidad basta echarle una ojeada a la Biblia. Está la escena en pleno desierto árabe donde el Diablo tienta a Jesús haciéndole una propuesta indecente: “Si eres el hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”. Y Jesús le respondió: “Está escrito: no solo de pan vive el hombre” (Mateo, 4: 3-4). Y Jesús estaba en lo cierto. La diversidad de sabores, de tamaños y de textura de la cultura gastronómica del pan es tan desproporcionada que solo basta acercarnos a las vitrinas de las panaderías para estrellar los ojos con las cucas, las tostadas, las mantecadas, los brazos de reinas, los roscones, los calaos, las lenguas, las cañas, los biscochos, las galletas, las tortas y el ponqué; amén del postre de leche asada, el masato, la avena, las caspiroleta, el ponche, el kumis, la oblea y la hamburguesa. Sin olvidar, ni más faltaba, las mujerazas que con sus minis tongoneándose hacen del “pan aliñado mariquiteño”, en todos sus tamaños y esplendor, el encanto del paladar.

Otro pasaje de la Biblia relata que cuando Moisés sacó al pueblo de Israel de Egipto para llevarlos a la tierra prometida, en la travesía que tuvieron que hacer por el desierto y con la hambruna que llevaban, Dios no tuvo más remedio que hacer llover pan del cielo. Incrédulos los israelitas que con lo que caía del cielo les podía quitar el hambre, y al oírlos que se decían unos a otros “¿Qué es esto?”, Moisés les dijo: “Este es el pan que Dios les da por alimento” (Éxodo, 16: 13-15).

Si estos pasajes bíblicos no convencen de las bondades del pan, no olvidar que la tradición cristiana cuenta que horas antes de morir Jesús crucificado el alimento en la última cena fue el pan.

Pero si alguien cree que este tiempo bíblico es muy corto para convencernos de lo milenario que es el pan, las investigaciones arqueológicas han demostrado que veinte siglos antes de Jesús los egipcios ya fabricaban pan. Quienes le siguen el rastro al pan, han señalado que de Egipto pasó a Grecia, de Grecia a Roma, y de Roma al resto del mundo. Si hoy en día los alemanes son los campeones en comer pan, Mariquita pareciera que fuera la capital mundial del pan.

No satisfacer el gusto por una avena, un brazo de reina o una mantecada en “El Néctar”; o hacerse el que no quiere cuando las ganas por dentro dicen, llévenme a las “Delicias del Norte” a saborear un postre de leche asada con un kumis casero; o dejar para más tarde la ida a la “Panadería Donald” para saborear un ponche con una tajada de ponqué de las tres leches sería un pecado tan grande que ni Dios perdonaría. Amén, eso sí, de que después de chuparse los dedos corra el riesgo de volver a repetir.

Si es como lo cuenta el profeta Moisés que del cielo cayó pan, solo queda pendiente que los mariquiteños vayan pensando en hacerle un homenaje a Honorato de Amiens, el santo de los panaderos; y que mejor que un “Festival del Pan”.

El paseillo de los alcaldes

Armando Moreno Sandoval

Publicado en El Puente, Honda, Año 10, No 116, diciembre de 2008, p. 3

El Año de Mutis comienza a deshojarse y Mariquita que con tanto ahínco algunos mariquiteños la señalan como la sede del Bicentenario, hasta ahora, ha pasado desapercibida. Los bombos y los platillos del pasado 11 de septiembre ya parece un evento lejano y olvidadizo.

Mientras en diferentes ciudades de Colombia se están llevando eventos alusivos al Bicentenario de Mutis como ciclos de conferencias, exposiciones, encuentros gastronómicos mutisianos, exposiciones bibliográficas, la Mariquita de la actual administración parece indiferente a algo que por derecho debería estar al frente.

Este desdén por el Bicentenario de Mutis que hasta ahora han demostrado los alcaldes de Mariquita y Honda contrasta con el ánimo viajero que los llevó a visitar a Cádiz, la ciudad natal de José Celestino Mutis. No nos oponemos al viaje. Lo que molesta es por qué tiene que ser siempre el alcalde que abusando de su envestidura se autoelige, excluyendo a otros ciudadanos que teniendo más meritos podían haber representado mejor a sus pueblos. Lastimoso también que este viaje que corre por cuenta del Año Mutís sea para éllos que, hasta ahora, no han mostrado el menor interés por hacer algo.

Alexis Tocqueville, quien vivió en el siglo XIX y hoy por hoy es considerado el arquitecto de las democracias en occidente, señalaba que la democracia tenía un riesgo y era el de que los pueblos tenían que elegir el gobierno que se merecen. Aun es muy prematuro decir que esta vez de nuevo los hondanos y los mariquiteños se equivocaron y que tienen los alcaldes que se merecen porque no supieron elegir. Ojala esté equivocado.

Pero volviendo al Año Mutis, pienso que las personas más indicadas —y que con decoro hubiesen representado a Mariquita en Cádiz— debían haber sido Esther Julia Cárdenas y Orlando Velásquez. La razón es muy sencilla, ellos han defendido a ultranza el legado de Mutis. A Esther Julia porque ha sido una ecologista a morir, y eso en una sociedad que está presa del consumo y de la contaminación ambiental hay que abonárselo. A Orlando porque es a él a quien recurren los botánicos, zoólogos, ambientalistas o ecologistas que pasan por Mariquita. Aceptemos que el alcalde no haya pensando en ellos, la pregunta es por qué no pensó en los vigías que está formando el Ministerio de Cultura para la Ruta Mutis. ¿Acaso no eran también los más indicados?

Si en Mariquita lo del viaje fue como dice el Chapulín Colorado, “no contaban con mi astucia”, en Honda no deja de ser rocambolesco. Si en Mariquita nadie sabe cuál fue la razón por el cual el alcalde teniendo derecho a dos cupos desperdicia uno y opta por viajar solo; en Honda, en cambio, el alcalde no tuvo empacho en marcharse dejando a quienes lo eligieron al garete y con el agua del río Magdalena al cuello. Es más se marchó con la personera, quien por ser la representante del ministerio público debería estar en primera línea atendiendo y dando soluciones a los innumerables problemas que por estos días tiene la ciudadanía de Honda.

La pregunta vuelve y juega: ¿qué tenían que hacer el alcalde y la personera en un periplo que podía haber sido aprovechado por gestores culturales y empresarios de la industria turística? ¿Acaso es que en Honda no hay líderes en esos sectores que bien podrían haber representado a los hondanos con mayor propiedad?

En todo caso, el viaje en ellos tiene más de paseo que de gestión. Ojala traigan algo, aunque sea el ticket de la aerolínea que los llevo y los trajo.

Es grotesco que quienes han sido elegidos para que conduzcan con tino los destinos de un municipio, terminen amparándose del poder que genera la envestidura para beneficiarse en nombre propio.

Hay que recordarles a los alcaldes de Mariquita y Honda que están terminando el primer año de su gobierno sin ton ni son. O como dice la sabiduría popular, lo que más han hecho es cobrar el sueldo pero de gestión poco que ver.