Armando Moreno Sandoval
Sabe Ud. ¿qué son las tierras raras? Ummm
es muy posible que el lector se rasque la cabeza cavilando qué diablos es eso!
Si bien estas palabras hacían referencia al presente, el
futuro que predecía era más incierto y negro.
La angustia que envolvían las palabras de la señora Úrsula
Von der Leyen es que hacia un futuro cercano las tierras raras
y otros minerales — como el litio, cobalto, titanio, bauxita— serán las
materias primas que se van a utilizar para llevar a la cabo la transición
energética hacia un mundo menos contaminante, más limpio.
Pero las tierras raras y los otros
minerales no solo son para llevar a cabo la tan inevitable revolución
verde, pues sin ellas sería imposible, sino que serán claves para la industria
militar, aeronáutica, automotriz, espacial. Solo para que el lector tenga una
idea, actualmente estas materias primas se usan para desarrollar chips para la
realidad virtual, células de almacenamiento para instalaciones solares y todo
lo digital que está en boga. Es más, el avance tecnológico que ha tenido, y que
tendrá, el computador que usa, la tele para ver sus programas favoritos o el
celular que tiene en sus manos, sería imposible sin estos minerales. etc, etc. Para
decirlo en otras palabras: es el futuro.
Así como el petróleo generó toda una tecnológica para
extraerlo y procesarlo, las tierras raras y los otros
minerales requieren de nuevos conocimientos. Y es en este punto donde los
organismos de la Unión Europea encargados de monitorear qué hacen los otros,
terminaron dándose cuenta de que estaban quedándose rezagados del nuevo tren
del progreso.
En este monitoreo de los organismos de inteligencia para
fisgonear adelantos científicos y tecnológicos, descubrieron que el problema,
como pasó con el petróleo y otras materias primas, no es dónde están los
yacimientos, sino quién controla la actividad extractiva y su procesamiento. Lo
que en nuestro entorno se conoce como cadena productiva: extracción, refinado,
transformación y reciclado.
Aunque la recomposición de un nuevo imperialismo a través de
una guerra mundial no es descartable, lo cierto es que por ahora el nuevo
imperialismo se está dando por la vía de la ciencia y la tecnología. El ejemplo
del petróleo es bien patético. El ayer enseñó que quienes tenían el petróleo
eran los países pobres y miserables, pero quienes se beneficiaron de el fueron quienes
desarrollaron la tecnología para extraerlo y refinarlo.
Esta historia con el petróleo es la misma que se está
repitiendo con las tierras raras y los otros minerales.
El lio es que esta nueva realidad ha empezado a generar nuevas
dependencias que puede estar atada a cualquiera de las distintas fases del
proceso productivo. Un informe de la Comisión Europea del año 2020 demostró que,
en el caso de las tierras raras, China roza el 90% del
procesamiento global. Frente a las otras materias primas, China también es el
primer procesador de titanio (45%), fósforo (74%), escandio (66%), entre muchos
otros; y como si fuera poco también es el primer extractor de antimonio (74%),
baritina (38%), fluorita (65%), etc. Ni hablar de lo qué están haciendo con el
Hidrogeno.
Es muy posible, que, si Rusia no hubiese invadido a Ucrania
generando una guerra insensata, la Unión Europa no se hubiese percatado de la
ventaja que en estos nuevos temas les lleva la China al mundo.
¿Y Latinoamérica?
Existe una verdad irrefutable. Latinoamérica de lo que va de
este siglo XXI, y parte del XX, ha estado gobernada, en su mayoría, por
gobiernos de izquierda denominados progres. Lo paradójico es que esta
izquierda la ha hundido en los mismos males que criticaban cuando decían que
todo se debía al imperialismo yanqui: desempleo, hambre, miseria y más pobreza.
Latinoamérica ha dejado de existir para el mundo globalizado.
No obstante, la gente sigue creyendo en las quimeras que le vende la izquierda progre.
¿Los han vuelto ciegos? Pero como dijo la señora Ursula Von der Leyen: “En la
vida no basta con tener razón; es necesario que te la reconozcan”.
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