Armando Moreno Sandoval
La luna de miel del progresismo parece
que acabará antes de tiempo. Las ideas del nuevo inquilino de la casa de
Nariño, Gustavo Petro, han empezado a dar volteretas. Uno fue el discurso de
posesión del 7 de agosto y otro lo que dijo una semana después en Cartagena ante
la ANDI, el gremio empresarial colombiano. Quienes estuvieron allí lo aplaudieron
por hipocresía. Algo han aprendido de los políticos, malabaristas en el engaño
y la doble moral.
Más allá de las contradicciones de Petro,
están también lo que expresan algunos subalternos suyos como es el caso de la ministra
de Agricultura, la sibarita Cecilia López Montaño. A ella le han encomendado la tarea de salvar a
Colombia del hambre por la vía de la reforma agraria.
La desgracia de Colombia es que la gente
que conoce de temas ―como el de la producción agrícola― por lo general casi nunca llegan a un ministerio para trazar
políticas de Estado. A los ministerios más bien llega gentes expertas en
arengas políticas o en decir frases ampulosas para satisfacer montoneras
desinformadas, así se hagan llamar doctores.
En aras del populismo, que no trae nada
bueno para ninguna sociedad, la ministra Cecilia para justificar el déficit de
producción agrícola, dio a entender que se resolvería regalando tierras por la
vía de una reforma agraria.
Los expertos en producción agrícola han insistido que el lío no es regalando tierra para que sea productiva. Pues su producción depende de otros factores como el clima, las temporadas de lluvia y de sequía, la ausencia de vías terciarias en buen estado para sacar los productos de la finca, los intermediarios que son quienes fijan los precios al productor, la mentalidad premoderna del campesino, la migración del campo de la ciudad de las generaciones jóvenes, y, la más importante, cual es de que en Colombia la ciencia y la tecnología está en pañales. Frente a este panorama nada se saca con regalar tierra si no superamos estos líos. Ni mucho menos con frases populistas para impulsar la reforma agraria vía expropiación como cuando dice la ministra que en el país tiene más tierra una vaca que una familia campesina.
Creo que la carretica de la ministra
Cecilia para que el país sea una despensa agrícola no es fácil. Solo el ítem
de
ciencia y tecnología en la agricultura es suficiente para que todos los
colombianos, sin excepciones, se rasquen la cabeza con un largo ahhhhhhhhhhh…
Cierto es que Colombia importa, entre 13 y
14 millones de toneladas de alimentos, es decir, el 30% de lo que consumimos.
Pero la pregunta del millón es cómo, si los datos sobre rendimiento agrícola
dicen otra cosa.
Según estudios de la Andi en Colombia el
rendimiento del cultivo de la papa es de 21,4 toneladas por hectárea (tn/Ha),
mientras en Argentina es 32,0 tn/Ha; Estados Unidos, 48,8 tn/Ha o Chile 24,7
tn/Ha. Pero no solo pasa con la papa. El arroz que es un cereal que los
colombianos consumen todos los días, ni hablar. Países latinoamericanos como Brasil,
Argentina, Perú o asiáticos como Vietnam o China en su producción superan a
Colombia que escasamente tiene un rendimiento de 5 tn/Ha.
Lo mismo pasa cuando se compara el
rendimiento productivo con otros cultivos como el cacao, el banano y la joya de
la corona en la agricultura como el café.
Ni hablar del maíz tan esencial para
bajarle el costo a la carne de cerdo, de pollo, de res, a los huevos y a la
leche. La ministra Cecilia siempre habla a cuatro vientos que no podemos seguir
importando maíz. Que tenemos que ser autosuficientes y que debemos pasar de 104.000
Ha a un millón de Has. Pero la pregunta es cómo y a qué horas…
Un estudio reciente demuestra que el
rendimiento del maíz es igual de pobre como los demás productos. En el cuadro
comparativo que trae el documento Maíz para Colombia. Visión 2030 señala
que el rendimiento en el país es de 3.6 tn/Ha, mientras en Brasil es 5.6 tn/Ha;
Argentina es 8.6 tn/Ha; Estados Unidos 11,0 tn/Ha.
Con estos rendimientos tan deprimentes a
Colombia también le hace falta producción de conocimiento científico, el mismo que
empezó a desarrollar occidente desde hace 200 años y que es tan esquivo en
Colombia, así no gusten a los románticos que pregonan conocimientos
alternativos propios de culturas prehispánicas y africanas.
Ejemplos de desarrollo agropecuario nos lo
puede brindar Israel, un país más pequeño que el Departamentos del Tolima. La manera como corren la frontera del conocimiento da susto.
La empresa Soos, pionera en inteligencia
artificial para la industria avícola, desarrolló hace poco un método que mediante
ondas y vibraciones controla las células de incubación que afectan el proceso
de desarrollo sexual de los embriones de pollo, transformando los embriones de
macho en hembra, lo que evita la matanza de 7300 millones de pollitos macho por
año.
Otra empresa es Tevel, que fabrica robot
drones autónomos. Estos robots cosechan fruta por fruta siguiendo algoritmos que
han maximizado la productividad y eficiencia del proceso.
Ni hablar de Nandi, una empresa que genera
algoritmos de Inteligencia Artificial ha desarrollado un modelo para medir y
mejorar la tasa de natalidad en el ganado y aumentar la previsibilidad sobre el
proceso de preñez de las vacas.
Estos adelantos científicos y tecnológicos
gústenos o no están orientados a aumentar la productividad y a paliar el
hambre.
En Colombia está el departamento de la
Guajira y allí todos los días se muere gente de hambre. Si bien es cierto que allí
la agricultura escasea por sus condiciones desérticas, bueno recordar que los
suelos de Israel fueron alguna vez peores o igual de desérticos a los de la Guajira.
Sería bueno recodarle al colombiano que la
técnica del riego por goteo fue desarrollada por Israel, lo que les permitió
transformar los suelos desérticos en territorio verde, pero, sobre todo aptos
para la agricultura. Lo bueno de este sistema es que permite sortear
dificultades y adaptarse a las necesidades de cada suelo.
Ejemplos como los descritos echan por
tierra los delirios de la ministra de Agricultura. Así como está el campo en
Colombia, un pedazo de tierra pueda que le sirva a la familia campesina para
calmar el hambre, pero nunca para sacarlos de la pobreza.
Pero quienes aplauden estas propuestas tan
feudales, se contentan con gritar que peor es nada…
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