Armando Moreno Sandoval
Este 2021, se cumple 100
años de la masacre de Kronstadt. Fue el primer crimen de la revolución a nombre
de la revolución. Kronstadt ha sido silenciada por simpatizantes, militantes, grupos
y partidos de izquierda. Es una vergüenza. Pero el problema no es ese. Lo que
en un principio lo sería para dar cuenta de los crímenes de izquierda, con el
correr de los tiempos, se fue convirtiendo como un símbolo para cualquier ideología.
Hoy masacra cualquier sátrapa que esté en el poder.
Para entender lo dicho
vale retomar al olvidado pensador liberal Karl Popper. Odiado tanto por la
derecha como por la izquierda, solía afirmar que no se justificaba muerte alguna
a nombre de ninguna ideología. El siglo XX sí que nos enseña qué es eso. Ahí
están los totalitarismos fascistas, nazistas y comunistas. Sus nombres aun
retumban en las mentes del pensamiento libre: Stalin, Mussolini, Hitler. Tras
esa estela de nombres le siguen unos dictadorcitos y autócratas menores de
sangre putrefacta y negra.
Pocos meses después del
triunfo de la revolución, el desorden y la guerra civil fue el pan de cada día.
Entre tanto, los anarquistas al ver el desbarajuste en que se había convertido
la Revolución, ellos por su lado tratarían de llevar su programa de acción
directa por la que habían luchado y entregado sus vidas. Fieles al pensamiento
anarquista empezaron a llevar a cabo la destrucción de las instituciones
estatales, a exigir el traspaso de las tierras y de las fábricas a las manos de
los trabajadores, a exigir el control de la producción a los obreros, a exigir la
organización de las milicias populares y a exigir la creación de comunas en el
campo y en la ciudad.
No obstante, a la par que
los Bolcheviques iban haciéndose al control del poder sus dirigentes empezarían
a relucir sus colmillos. Quienes habían contribuido con la Revolución comenzarían
a presenciar cómo la policía política hacía de las suyas: encarcelamientos,
represión y asesinatos de anarquistas y social- revolucionarios; el racionamiento
de los alimentos apretaba el estómago del pueblo mientras la jerarquía gozaba
de privilegios a sus anchas; la confiscación de cosechas y exacción de
alimentos a los campesinos se hacía norma; el cañón frío del fusil en las
espaldas era el encargado de recaudar los impuestos; el hambre y la desesperación
eran escenas cotidianas. La Revolución por la que habían luchado era otra cosa.
La Edad de Oro de la libertad y la igualdad plenas que habían soñado los
anarquistas era reemplazado por el terror y el miedo.
¿Pero qué fue lo que pasó
en la ciudad de Kronstadt? Entre el 1 y el 18 de marzo de 1921, los marinos de
Kronstadt en la isla Kotli fueron masacrados por los líderes que habían ayudado
a encumbrar. Los mismísimos Vladimir Lenin y León Trosky —este último que luego
sería asesinado por orden de Joseph Stalin y su muerte silenciada por todos los
Partidos Comunistas del mundo— habían dado la orden: ¡mátalos!
Los anarquistas rusos que
fueron tildados de “contrarrevolucionarios” resistieron como pudieron. Pero la
fuerza del Estado Bolchevique que los superaban en armas y en hombres
terminarían venciendo. Fueron miles los muertos de lado y lado. Las palabras de
León Trosky aun retumban, no por lo que dijo, sino por la hipocresía
revolucionaria que encierra. Él sabía muy bien que el triunfo de la Revolución
Bolchevique se debía a los anarquistas rusos. Aunque en 1917 lo reconoció al
decir que “son el orgullo y la gloria de la revolución”, años más tarde,
en 1921, diría: “Los cazaremos como faisanes”. Y así fue.
Alexander Berkman (1870-1936) |
Así como se lee. Eran solo
15 puntos y en ellos los marinos solo pedían elecciones libres y secretas,
libertad de manifestación, de reunión, de palabra, de prensa, liberación de
presos políticos socialistas, alto a la confiscación de víveres, libertad
económica a los campesinos para poseer tierras y ganado, libertad para crear
pequeñas industrias domiciliarias, etc, etc.
Los áulicos de la Revolución
Bolchevique, utilizando la máxima de que los vencedores tiene el derecho de
escribir la Historia, dirían que los marinos buscaban volver atrás. ¡Nada más
falso! Estaban lejos de proponer la vuelta al régimen que habían ayudado a
derrocar. Lo que pedían era libertad dentro del socialismo.
El sociólogo
estadounidense Daniel Bell quien conocería al venerable anarquista alemán
Rudolf Rocker, este le contaría cómo los bolcheviques se habían apoderado del
discurso anarquista para adueñarse del poder a nombre del pueblo. A la vez que
usaban consignas anarquistas como “la tierra para el pueblo”, por otro lado, se
dedicaban a destruir la esencia de la teoría anarquista: los sóviets, consejos
libres de trabajadores y soldados.
En este siglo XXI donde
la postverdad se ha instalado, es decir, de que la verdad no importa,
sino lo que la gente cree, valga recordarles a las actuales generaciones
(hombres y mujeres) que los hechos son unos y que la interpretación es otra.
Kronstadt existió y fue
la primera matanza de proletarios ejecutada por un Estado que decía representar
al proletariado.
Kronstadt también enseña
que los simpatizantes de cualquier ideología deben quitarse las vendas de los
ojos para confrontar la realidad de cualquier régimen. Aunque es irónico
decirlo, muchos intelectuales de derecha e izquierda del mundo entero, pero
sobre todo latinoamericanos, se niegan a quitarse las vendas.
¡Qué desgracia!
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