Armando Moreno Sandoval
twitter: @amoreno_s
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ariquita se ha vuelto tan imprevisible en la
gobernabilidad que es lo más parecido a un enano repartiendo barbera en un
ascensor.
Entrar a evaluar la gestión del casi exalcalde Alejandro
Galindo no tiene sentido. Solo basta decir que fueron 4 años que el municipio de
Mariquita se devaluó, 4 años perdidos. Pero pensar que el desmadre solo fue
culpa del alcalde Galindo tampoco. Con la crisis de gobernabilidad que se
presentó se descubrió también que a los mariqueteños poco les importó lo que
estaba aconteciendo.
Fue tal la desfachatez de los mariqueteños que la pereza
mental los doblegó. Pocos fueron los que se preguntaron qué estaba pasando.
Dejaron el municipio al garete. Todos se quedaron de brazos cruzados amasando la
idea que el tiempo lo arreglaría todo. Y, efectivamente eso fue lo que pasó.
Una prueba contundente de lo que señalo fueron los
innumerables candidatos a la alcaldía y al concejo que surgieron en las
elecciones del 27 de octubre de 2019. Que se sepa a nadie de ellos se les vio
ejerciendo de líderes sociales para enfrentar los innumerables problemas que se
estaban (y que se están) tragando a Mariquita.
Hay que dejar en claro que el único municipio del norte
del Tolima que se estancó fue Mariquita.
Decreció en todo. No obstante, como
siempre, todos los alcaldes creen que una gran gestión es echarles cemento a
unas cuantas calles o solucionarle el desempleo a alguien.
Basuras, casetas, parqueos indebidos |
La verdad es que Mariquita como pueblo carece de tejido
social. Se ve en el desprecio por ser ciudadanos. Importándoles un bledo la
norma es normal ver cómo el habitante se ensaña con el pueblo para hacer de el
un pésimo vividero. Comportamientos como botar caca humana en bolsas plásticas
en las calles es un buen ejemplo para entender que es eso del desprecio. La
gente le chifla a la luna con tal de que la bolsa con excrementos no le llegue
al frente de su casa.
Amén de la mierda de perro que se pasea por las calles
entre las suelas de los zapatos de la gente encopetada. O de la coreografía que
hace mi amigo Orlando Velásquez, que casi parapléjico, arrastrándose a gatas
todas las mañanas le tocar recoger los bollos de los perros del vecino.
Invasión de espacio público |
Ohhhh! qué decir de los cinturones de miseria que rodean
al pueblo, sin que ningún alcalde (hasta ahora) haya pensado en cómo
devolverles la dignidad de vivir con decoro. La cuestión es pensar en la niñez,
el futuro de la sociedad.
Lo otro es que el pueblo se ha convertido en una gran
cantina a cielo abierto. Todos se quejan y farfullan, pero nadie, empezando por
la mismísima administración municipal, se toma la molestia de aplicar las
normas de convivencia ciudadana.
El precepto del filósofo Kant de la mayoría de edad
heredado del siglo XVIII, base de toda la filosofía liberal y del Estado de
Derecho, de que la libertad del individuo termina cuando se vulnera la del otro,
parece no tener cabida en Mariquita. Contrasta Mariquita con la convivencia que
se respira con los pueblos de colonización antioqueña, los llanos orientales o
los del macizo colombiano. Pareciera que los habitantes calentanos mariquiteños
fueran amigos de la bullaranga, el desorden, el caos y el despelote.
Como si lo dicho no fuera suficiente para salir
corriendo, hay quienes señalan que la alcaldía de Alejandro Galindo fue una
bendición de Dios. Afirman que gracias a sus líos judiciales y personales el
elector por fin despertó. Jajajajá! Una quimera engaña bobos.
Las estadísticas poco mienten. Una mirada a los votos del
27 de octubre para alcalde se deduce que lo que hubo fue un descalabro
electoral. El aburrimiento por el pasado reciente llevo al elector a renegar de
la democracia. La mayoría de los candidatos sacaron una votación pírrica.
Un ejemplo es el caso de Carlos Julio Díaz que, tras casi
20 años como concejal, y de haber recogido más de 11 mil firmas, pasó aullando
los 500 votos.
Ni hablar de Álvaro Bohórquez que después haber obtenido
más de 8 mil votos en las elecciones del 2012, más del 50% de los electores le
dieron la espalda.
De Juan Carlos Castaño se puede decir que ganó perdiendo votos. No superó la votación de las elecciones pasadas. La operación avispa lo
favoreció.
Quienes afirman que el gran triunfador de las elecciones
fue Oscar Javier Segura están equivocados. El elector hastiado optó por votar
en contra de, y lo hicieron porque no creían ni en Carlos Julio Díaz, ni en
Juan Carlos Castaño, ni en Álvaro Bohórquez.
Tras 4 años perdidos algunos tienen una sonrisa de oreja
a oreja. Añoran unas nuevas elecciones. No hay derecho que quienes perdieron la
alcaldía en las urnas la quieran ganar en las barandas judiciales. Al alcalde
Juan Carlos Castaño los perdedores (o el perdedor) ya le clavaron una demanda. Si
ésta prospera Mariquita será un infierno.
A pesar de que el alcalde Castaño ha salido a aclarar y a
explicar su situación jurídica, sus enemigos políticos lo ven como un tramposo.
Virgulilla. Algunos están criticando que el alcalde Castaño ya empezó a rodearse mal. Lo
dicen por algunas caras que llamó para el empalme. Si prometió cambio no le de
miedo, rodéese de caras nuevas que no hayan pelechado de administraciones
anteriores.
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