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jueves, julio 08, 2010

El ocaso de la política tradicional

Armando Moreno

Cuando se menciona el siglo XX en Colombia por lo general siempre está ligado a la Violencia. Se señala incluso que los años de paz se pueden contar con los dedos de las manos y de los pies. Hay que decir que no siempre la Violencia ha sido generada por la sociedad. En ella han jugado un papel decisivo los partidos políticos tradicionales — el Liberal y el Conservador— y quienes habiendo sido parte de ellos la han alimentado con la intolerancia y la radicalidad de las ideas.

Los asesinatos de Rafael Uribe, Jorge Eliécer Gaitán, Luis Carlos Galán y Álvaro Gómez Hurtado nos enseñan que no siempre las ideas se han querido combatir con la inteligencia y la razón. Ni hablar de las Violencias que a nombre de ciertas ideologías se quieren imponer. Pero este siglo XXI que se está empezando a tejer pareciera estar diciéndole a la sociedad que existen otras formas de disputar el poder diferente al de la Violencia de las armas y de la radicalidad de las ideas.

Por ello, lo que más causó perplejidad por estos días es cómo la sociedad le pasó el cobro de cuentas a los dos partidos tradicionales que han alimentado la Violencia. Y las está cobrando en las urnas.

Aunque es muy prematuro dar algún vaticinio, la pregunta que surge es sí a estos partidos tradicionales la sociedad colombiana les dará un nuevo chance. Causa perplejidad y desconcierto los 634.624 votos que tuvo el Partido Liberal para las presidenciales el pasado 30 de mayo. Lo mismo puede decirse del Partido Conservador.

En cambio, lo sorprendente fueron aquellos movimientos que sin tener representatividad significativa en el Congreso pudieron erigirse como alternativa para las presidenciales. Entre ellos están el Partido Verde y Cambio Radical. Un ejemplo de ello es que días después de pasadas las elecciones para el Congreso nadie daba un peso por el candidato Antanas Mockus. Tan así que de la noche a la mañana, creció como una ola generando una esperanza dentro la sociedad. Algunos visoraron que esta Ola Verde podría convertirse en un tsunami. No fue así.

Hay quienes piensan que el Partido Verde el pasado 30 de mayo fue un derrotado. Sin embargo, así no coincida con las expectativas que habían generado las encuestas, los tres millones y pico de votos debe verse como un triunfo de la democracia. Es necesario entender que el Partido Verde logró ese número de votos sin tener ningún tipo de bases electorales. Ya que carecía de congresistas, concejales, diputados y alcaldes. El único haber que tenía era la esperanza.

Por primera vez en la historia de Colombia la sociedad estaba pensando en un cambio donde las balas y la radicalidad de las ideas se hicieran a un lado. Si la esperanza Verde con sus pétalos amarillos en la primera vuelta quedó truncada no fue por culpa de la sociedad. Lastimosamente quienes fallaron fueron los planteamientos erráticos y contradictorios de quien aspiraba a ocupar el sillón presidencial.

Tampoco las encuestas fueron las grandes derrotadas como algunos quieren sugerir. Lo que sí está claro es que los titubeos y la falta de claridad en las ideas de Mockus permitieron también que la sociedad optara por recordarse del adagio popular y sabio que dice: “más vale viejo conocido que bueno por conocer”.

La pregunta que surge es sí los partidos tradicionales —el Liberal y el Conservador— y la izquierda radical y moderada tendrán la capacidad de disputarle el espacio a estos nuevos movimientos —llámense de la U, Verde u otro—, y que sin abanderar ninguna ideología se están convirtiendo en los referentes políticos de la sociedad.

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