Armando Moreno
El pasado 6 de mayo Vilma Salcedo nos dejó una nostalgia parecida de quienes dicen adiós para nunca volver. Muchos la recordaran como su profesora, pues varias generaciones de hombres y mujeres tuvieron la dicha de haber compartido con ella multitudes horas de clase.
Esta faceta de mujer entregada a la docencia se complementa con otra: la que por muchos lustros se preocupó por formar danzas folclóricas en sus más diversas expresiones. No obstante, sería imperdonable desconocer el interés que tuvo por rescatar las que estaban casi que en el olvido.
Vilma ha puesto un listón muy alto en el campo del folclor. No queremos decir que será irremplazable, pero sí va ser difícil que otro u otra la emule. El tesón y el empeño que ella misma se daba para sacar adelante sus proyectos folclóricos es casi que equiparable a una fuerza telúrica. Muchas veces, como ella misma lo reconoció, trabajó con las uñas. Triste recordar que quienes hacían las veces de autoridades municipales se olvidaban del compromiso que debían de tener con la cultura.
Lo más paradójico es que el trabajo folclórico de Vilma tuvo más reconocimiento en otros lugares de Colombia que en su propio terruño. Difícil creer que algunas administraciones municipales no hayan querido reconocer la importancia de lo que ella hacía. En varias ocasiones sin un peso en el bolsillo, con sus muchachos y muchachas llenos de energía, recorrió a Colombia dando a conocer sus danzas. Igual pasaba cuando representaba a Colombia en encuentros folclóricos internacionales. Tan así que su trabajo fue aplaudido en escenarios internacionales.
Pero el olvido de algunas administraciones municipales para con su trabajo contrastó con el cariño, apoyo y el aprecio de quienes la rodeaban. El último adiós de sus discípulos fue en sí la auténtica expresión de la fuerza que Vilma le imprimía al folclor. Ni siquiera sus quebrantos de salud en los últimos años le impidieron seguir adelante con sus compromisos y proyectos que tenían en mente. Un ejemplo de vida para las generaciones actuales.
Ojalá que el legado de Vilma no desaparezca. Es necesario que la alcaldía y el concejo trabajen en un Acuerdo Municipal para que se ponga en marcha un programa permanente de danzas folclóricas. Que no sea solo un programa con nombre e intenciones, sino que a este programa se le dote de un presupuesto anual y que al frente esté una persona experimentada ajena a todo interés burocrático y partidista. Un folclorólogo o folcloróloga que proyecte un trabajo a mediano y a largo plazo.
El esfuerzo que hizo Vilma debe continuar. Y quizá sea esta la oportunidad para que la administración de Acero, además de honrar su memoria, estimule a las nuevas generaciones para que sigan su ejemplo.
El casi octogenario Henry Patiño valora a Vilma Salcedo como una mujer que en sus primeros años de docencia “revolucionó” la forma de tratar a los estudiantes. En aquellos años donde la comunicación entre el docente y estudiante era dogmática, vertical e impositiva, Vilma la redimensionaría volviéndola más fluida y horizontal. “Revolución” que no estaría ajena a las sanciones morales de la época. Comprensible que fuese así, pues para ese entonces la sociedad en vez del dialogo y la comprensión pedía castigo.
El paso de los años le daría la razón a Vilma. Pues hoy en día en vez de una educación sancionatoria lo que se pide es una educación donde el profesor en vez de imponer caducas ideas construya con sus alumnos nuevas ideas y nuevas verdades. Y esta manera de ser fue la que la llevo a que fuese querida por sus discípulos.
Su alegría, su jovialidad, el amor por el prójimo, al igual que la despedida que le brindaron con cariño el pasado 8 de mayo de 2010 sus discípulos, sus amigos y su familia son recuerdos maravillosos que se han de llevar por muchos años en el corazón.
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