Armando Moreno Sandoval
Publicado en El Puente, Honda, año 10, no 118, marzo de 2009, p.4
El gobierno colombiano para dar luces de que la cosa pública está funcionando bien se inventó que las instituciones debían entregar informes de gestión. Esto con el fin de que quienes pagan impuestos sepan en qué se ha invertido el dinero. En el Norte del Tolima los alcaldes de Mariquita y Honda lo hicieron. No sé qué pasaría en los otros municipios.
Lo maluco de estos informes es que solo se remiten a cifras con demasiados ceros a la derecha. Cifras escandalosas que suman miles y miles de millones de pesos. Los alcaldes con estas cifras tan abultadas quieren dar la sensación de que están trabajando mucho. Pero si esos informes se piensan con cabeza fría la conclusión sería otra. La gente puede creer que el dinero de sus impuestos se está derrochando, ya que podría preguntar: ¿Y dónde están las obras? El problema es que la gente ya no quiere más palabrería, ni retórica. Pues la gente piensa y comenta si lo que está escrito en el papel es cierto o mentira.
Esta reflexión que hace la gente del común es lo que se conoce como la crítica. Y a decir verdad a las administraciones de turno poco le gusta que el ciudadano que paga impuestos opine sobre la gestión del alcalde y sus funcionarios.
Por desgracia la ausencia de crítica es uno de los males que aqueja a las sociedades subdesarrolladas. Y cuando se crítica no hay funcionario, o el que se está amamantando con contratos del erario público, que no salga a defender al alcalde de turno. Algunos se vuelven odiosos y energúmenos, y, otros, a decir boberías como esta: “no ha habido un alcalde como este”. No obstante, entre los áulicos existe una especie de defensor de oficio que para contrarrestar las críticas salen con la muletilla consabida: “y usted qué ha hecho”.
Hay que recordarles a los alcaldes y a quienes son empleados públicos que cuando se tiene un empleo que es pagado con los impuestos de los ciudadanos se debe ser transparente en su gestión. Es decir, que la sociedad se dé cuenta qué es lo que hace el funcionario; sí cumple con sus deberes y si el manejo de los dineros lo hace con pulcritud y alejado de toda sospecha.
Esta tarea de fiscalización de la cosa pública les choca a quienes dicen ser políticos. Causa curiosidad que quienes ejercen la política, lo que más les fastidia es que se les vigile y se les critique. A veces dan la sensación que, como en la época de los piratas, quisieran tener patente de corso para hacer y deshacer con la administración pública.
Si Colombia está entre los países más corruptos del mundo, la culpa de este descrédito es de quienes han ejercido o ejercen la política y los medios de comunicación.
En cuanto a los partidos políticos da tristeza ver que solo resucitan en épocas de elecciones. Líderes de pacotilla que solo aprovechan las circunstancias que brinda la democracia para aspirar a un cargo de representación. Lo triste es que si salen elegidos terminan pelechando del cargo sin ningún pudor y vergüenza. Rara vez se les ve trabajando por la comunidad y cuando lo hacen están pensando en cómo cobrar el favor.
Da grima de ciertos medios de comunicación que en vez de ser independientes con la información pareciera que el oficio se le debiera al alcalde de turno. Periodistas que en vez de ser la voz crítica, prefieren callar que denunciar los atropellos y las injusticias que se comenten contra el común de la gente. O en el peor de los casos terminan abrazados al alcalde de turno importándoles un bledo de lo que pasa alrededor.
Si queremos que Colombia algún día tenga funcionarios idóneos y capaces en la administración pública —es decir, de todo aquel que recibe dinero de los contribuyentes— no cabe duda que la sociedad debe aprender a ser exigente con quienes nos representa. Pues al fin al cabo están manejando un dinero que no ha sido trabajado por ellos, ni es de ellos. Están equivocados si creen que el único deber de la sociedad es elegirlos el día de las elecciones.
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