Armando Moreno Sandoval
Hasta ahora nadie sabe qué va a pasar con la reforma pensional que tanta rasquiña ha generado. No solo a quienes tienen el poder de legislarla (el Congreso), sino a quienes va dirigida (el pueblo). Hasta la fecha (2024) los hombres se jubilan a los 62 y las mujeres a los 58 años.
La ultima reforma que se hizo por decreto la
formuló Álvaro Uribe siendo presidente de la República y lo que se le ocurrió
fue alargarle las semanas de cotización en un país donde el trabajo formal no
existe. Con esa reforma es casi que imposible que alguien asegure una pensión. Solo
acceden una minoría privilegiada, por lo general empleados del Estado, ya que
la empresa privada y los mismos fondos de pensiones (tanto los privados como el
Estatal) hacen hasta lo imposible por incumplir la ley.
Desde que se inventó la píldora anticonceptiva
Colombia paulatinamente se ha venido convirtiendo poco a poco en un país de
viejos. Si, de viejos, a pesar de que la moda neoliberal para engañar la
realidad crea eufemismos como de llamar a los que tienen más de 60 años “el
adulto mayor”, el que vive en la calle reburujando en las canecas de basura
para saciar el hambre, en vez de mendigo, “habitante de la calle”,
“trabajadores sexuales” en vez de prostitución.
Pero no solo es Colombia el que se está
volviendo viejo. Es el mundo. Según lo han dicho los organismos encargados de llevar
estadísticas, de los 700 millones de individuos mayores de 65 años que había en
el 2009, en el 2050 sería algo así más de 2000 millones de viejos. Cifra
escandalosa que seguirá en aumento, por lo menos en los países llamados del
primer mundo, debido al retraso del envejecimiento y al aumento de la calidad
de vida. A lo dicho hay que agregarle el conocimiento que tiene la ciencia de
cómo retrasar la muerte.
Elizabeth Blackburn, científica y premio Nobel,
con sus investigaciones ha demostrado cómo con el cuido de los telómeros, esos
herrajes que están al final de los cromosomas, se puede alargar la vida de las
personas sin que la vejez sea sinonimia de deterioro.
Aunque la ciencia en los países del tercer
mundo es esquiva ya que no sabemos cómo es que la población llega a vieja, en
Colombia el Departamento Nacional de Estadísticas en el informe del año 2021 calcularon
que en el año 2020 habría 6.808.641 personas mayores de 60 años. De esa
cantidad 22.495 tenían más de cien años y que 14.424 eran mujeres. Y lo que más
sorprende es el achicamiento de la población a partir de los 30 años. Dato que
indica que Colombia será un país de viejos a la vuelta de la esquina.
Con una población que envejece a pasos
agigantados, aparte de cambiarle el nombre a la vejez como dije, el Estado no
tiene políticas para esa población. En vez de ello, por lo que se ve en la
calle, es que la vejez tiene demasiados prejuicios culturales. Siendo la etapa
más larga de la vida, más que la adolescencia y la infancia, se le ve como una
etapa oscura, ya que se les tilda de aburridos, deprimidos, solitarios y, para
rematar, enfermos.
Hasta el diccionario de la Real Academia
Española, y el populacho que no se queda atrás, la palabra viejo es la que
tiene más sinónimos y todos ellos indignantes: abuelo, decrépito, senil,
rancio, fósil, destartalado, anciano, vejestorio, cucho, arcaico, usado,
anticuado, matusalén, deslucido, senil, acabado, y pare de contar.
Es una discriminación etaria producto de la
ignorancia atrevida.
Quienes quieren arrumar a la vejez se les
olvida que esta es invicta. Es la única que nos espera y, lo más gracioso de
todo, es que no sabemos cuándo, ni cómo. Mientras tanto, los gobiernos de turno
se suman al coro con leyes o decretos entregando una mínima parte de los
ahorros hechos en vida por el cotizante. En Colombia gracias al expresidente
Uribe a las generaciones del mañana quien ahorre para su pensión de $ 100
ahorrados al cotizante le han de devolver miseros $ 60. La critica viene porque
en Colombia, como en buena parte de los países del mundo, las pensiones son de miseria,
haciéndole la vida al viejo más miserable. Los gobernantes tienen la malsana
idea de que cuando se llega a viejo, al considerársele como un trasto inservible
que debe estar en el cuarto de San Alejo, este ya no necesita ya que, según
ellos, no encaja en el mundo salvaje de la sociedad del consumo.
Mientras los gobiernos se ensañan con los
viejos quitándoles derechos adquiridos la ciencia y la calidad de vida va por
otras sendas. A diferencia de Latinoamérica, en Europa empieza a reivindicarse la
vejez con ejemplos de creatividad y fuerza. Goethe el autor más importante de
Alemania escribió Fausto a los 80 años. Los Rolling Stones siguen dando
“lora” por el mundo a sus más de 80 años. Pablo Picasso uno de los más grandes
pintores que dio el mundo seguía pintando a sus 90 años. Aunque la lista es interminable, sería injusto
no recordar a Clint Eastwood, Akira Kurosawa o al portugués Manoel de Oliveira
quien filmó su última película Um seculo de Energía a sus 105 años.
En Colombia, al norte del departamento del Tolima, mi amigo del alma, el pintor Ernesto Olaya, que el 13 de marzo cumplió 74 años, sigue con el pincel en la mano en Puerto Bogotá, el caserío al lado del municipio de Honda (Tolima). O el hondano Nestor Hernando Parra quien, a sus más de 92 años, viendo y leyendo por un solo ojo, acabó de terminar un doctorado en Valencia (España).Ernesto Olaya
Si hay algo asquiento es la palabra jubilación,
ya que se equipará a inutilidad. Y esto sucede en estos países tercermundistas que
Donald Trump llama países de mierda. Porque es en estos países donde la vejez
es cruel, y lo es más en estas sociedades sumidas en la pobreza y en la miseria,
en sociedades donde el destierro y el sufrimiento es el pan de cada día.
En estos países donde la habladera de “paja” quiere
reemplazar la verdadera asistencia social, los viejos son pobremente asistidos
por el Estado y en el peor de los casos abandonados y maltratados por los
núcleos familiares cuando no abandonados.
Estas ideas que he esbozado se las debo al historiador, dramaturgo y psicoanalista argentino Francisco O´Donnel. A sus 82
años quiere enseñarle a la generaciones actuales que la vejez no es deterioro y
lo demuestra regalándonos un nuevo libro: La nueva vejez.
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