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miércoles, febrero 28, 2024

Telómeros, vejez y envejecimiento

 Armando Moreno Sandoval


El paso de los años es impecable. Sin tocar la puerta los achaques llegan como del cielo. Recuerdo la vez que al entrar a una cafetería y mirar hacia todos los lados ninguno de los rostros presentes se me hizo conocido. Al dar media vuelta una voz me llamó. Miré alrededor, de nuevo no reconocí a nadie. Cuando quise marcharme la voz que llamaba por mi nombre me increpó. No te acuerdas de mí. No, no me recuerdo, dije. Creído, respondió la voz esta vez altanera. Era mi compañera de colegio treinta o más años atrás. Segundos después de meditar no quedó más remedio que achacarle el olvido a la mala memoria.


Al terminar de leer el libro La solución de los telómeros de Elizabeth Blackburn, científica y premio Nobel de Medicina 2009, y de Elissa Epel, la sicóloga que estudia los hábitos y el estrés que afecta el envejecimiento, se me vino a la memoria aquel fiasco de mi vida con una de mis compañeras de estudio de mi adolescencia.

Ahora con el peso de los años el libro me ha hecho aterrizar. Pienso que cuando esas imagines que se guardan en el cerebro y que ni siquiera está en la capacidad de recuperarlas es cuando nos preguntamos y esto qué, qué pasa. Para entender de qué estamos hablando, solo basta comprender que el ciclo de nuestra existencia, desde el nacer hasta el morir, se lo debemos al estado de salud de las células.

No obstante, cuando no reconocí a mi compañera de curso, pero ella sí a mí, lo que nos dice el devenir de los días es que no todos envejecemos de la misma manera. Lo decimos cuando rumoramos alrededor de un tinto, y al referirnos a fulano no queda sino la frase suelta, como dejada en el aire, de que su apariencia física no corresponde con la edad. A lo mejor, decimos jocosamente, se ha quitado los años!

Entonces es cuando nos despertamos en medio de las carcajadas por las canas, las arrugas, la desmemoria, el exceso de panza, etc. Es en ese cotilleo cuando salta la curiosidad popular y se pregunta qué pasó.

Son estas reflexiones las que Elizabeth Blackburn y Elissa Epel en su libro nos quieren dilucidar, aclarar, explicar, del por qué de dichos cambios.

Abordar la vejez y el proceso de envejecimiento no es cosa de ahora. Desde hace miles de años han sido temas que han estado presente en todas las culturas. Desgraciadamente no sabemos cómo pensaban de ella las sociedades precolombinas antes de Cristóbal Colón. Pero en Occidente, por el legado escrito que han dejado se sabe que dichas culturas buscaron las claves para curar las dolencias y alargar la vida. Lo que pomposamente se conoce como el elixir de la eterna juventud. En la mitología griega, Hebe, la diosa de la juventud, era la encargada de darles el néctar a los dioses que los hacia inmortales. En la edad Media serian seres de carne y hueso, los llamados alquimistas que se desvanecerían los sesos buscando el tal “elixir de la vida”.

Ahora, en estos tiempos de cambios vertiginosos, no son los dioses, ni los alquimistas, sino los científicos que en sus laboratorios rebosantes de tecnología y conocimiento quieren desenredar los entresijos genéticos y moleculares que desencadenan ese proceso irremediable que son el envejecimiento y la vejez.

Lo bello del libro de Blackburn y Epel es que, en vez del “elixir de la vida”, los temas que abordan es el envejecimiento y la vejez.

Partiendo de las investigaciones científicas, y de la infinidad  de ensayos clínicos que se han llevado en humanos y ratones, Blackburn y Epel nos explican en un lenguaje sencillo que todo lo que al cuerpo humano le sucede está atado a las células.  Pero, sobre todo, lo que acontece en ese mundo microscópico que está al interior del núcleo de las células y que en lenguaje científico se conoce como cromosomas.

Elizabeth Blackburn, quien recibió el nobel de Medicina por haber descubierto la telomerasa y el papel que desempeñan los telómeros, explica sin tanto rodeo que el proceso de envejecimiento y de la vejez  obedecen a los cambios de la célula.

Para entender lo dicho es necesario saber qué le pasa al telómero, que está al final del cromosoma como un guardián de la información de este pero que, en el proceso de división celular tiende a acortarse generando un deterioro del mismo.

Una parte interesante del libro es cuando hacen referencia a la telomerasa, la enzima que contiene el deterioro de los telómeros encargados a su vez de proteger nuestra herencia genética (ADN). La telomerasa es clave para entender el envejecimiento celular, ya que cuando los telómeros se quedan tan pequeños a causa de la división celular, estos ya no pueden proteger el ADN, y las células dejan de reproducirse alcanzando un estado de senectud o vejez. Las autoras dicen que los telómeros son como los herrajes protectores de los extremos finales de los cordones de los zapatos que evitan que estos se deshilachen.

 Gracias a su descubrimiento y comprensión sabemos que el acortamiento de los telómeros son la causa de las enfermedades y del por qué nos volvemos viejos.

Erick Kandel el científico que ganó el Nobel en Medicina por haber desentrañado el lugar donde los recuerdos se anidan en el cerebro, señaló, que las autoras del libro nos “demuestran que nuestra manera de vivir el día a día ejerce un intenso efecto no solo en nuestra salud y nuestro bienestar, sino también cómo envejecemos».

El lector encontrará en el libro que además de explicarnos la vejez y el envejecimiento, también nos dicen cómo cuidar los telómeros. Por que si en algo nos dejan en claro es que de la longitud y la salud de los telómeros depende la salud de nuestra mente y del cuerpo. Y para ello solo hay que revisar qué tan calidoso es el sueño, el ejercicio físico, la comida que comemos, cómo usamos los productos químicos que cada vez nos asaltan nuestra existencia, qué tal el nivel de estrés y de pensamientos negativos, si tenemos relaciones tóxicas, o si la manera como nos insertarnos dentro de la sociedad es un acto de hipocresía igual que la letra de los tangos de arrabal de la Argentina de comienzos del siglo XX.

La cereza en el ponqué está al final del libro. Ese capítulo como lo describen es lo que exactamente le pasa a una sociedad con desigualdades tan abismales como la Latinoamérica, africana y algunos países asiáticos. Con la violencia en todas sus manifestaciones y el hambre que maltrata todos los días, el reto para estas sociedades es cómo propiciar una vida sana más allá del perímetro de la casa, de un entorno donde prime la confianza, un respirar saludable libre de contaminación y ruidos. Pues el solo de hecho de vivir en un entorno malsano, de relaciones sociales forzadas, de pensar cómo será el día siguiente, o, el engaño junto al mal uso que a diario vive la sociedad en ese estercolero de las mal llamadas redes sociales, hacen que el telómero enferme a causa de las preocupaciones y necesidades del ser humano .

Desigualdades que ya no son propias de estas sociedades desbaratadas, sino también de las tal llamadas sociedades post industrializadas como Estados Unidos y la Unión Europea.

Ya para despedirme, solo tengo que recordarle al lector que el libro escrito con un lenguaje ameno como ningún otro, es la combinación perfecta entre biología, psicología y medicina.

Que es un deleite pasar por sus páginas, ya que nos hace reflexionar acerca del transito de nuestra existencia en este mundo. No se trata de desear un encuentro con  la diosa Hebe para beber el brebaje de la eternidad, sino explorar la posibilidad de tener una vida y una vejez más relajada.

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