Armando Moreno Sandoval
¿Qué implicaciones tiene la
combinación de la inteligencia artificial y el genoma humano para el futuro de
la humanidad? Algunos expertos opinan que esta combinación podría dar lugar a
una nueva especie de seres híbridos, capaces de modificar su propia naturaleza
y superar las limitaciones humanas. Otros expertos advierten de los riesgos de
perder el control sobre estas tecnologías y de crear desigualdades o conflictos
entre los humanos y los híbridos.
Este vaticinio ya lo vimos en Westworld
la serie de ciencia ficción que se emite en HBO y que explora las implicaciones
de la inteligencia artificial. La trama se centra en un parque temático
futurista donde los visitantes pueden interactuar con androides que simulan ser
humanos. Los androides, llamados anfitriones, están programados para satisfacer
los deseos de los visitantes, pero algunos de ellos empiezan a desarrollar
conciencia y a cuestionar su realidad. Westworld plantea cuestiones éticas,
filosóficas y morales sobre la naturaleza de la vida, la libertad y la
identidad.
También hay quienes defienden que
la inteligencia artificial y el genoma humano deben usarse para mejorar la
calidad de vida de las personas y para resolver los problemas globales que
amenazan nuestra supervivencia.
Lo anterior solo es aceptable es los países democráticos. Veamos. CRISPR, desarrollada por las investigadoras estadounidenses Jennifer Doudna y Emmanuelle Charpentier y que les valió el Premio Nobel de Química en el año 2020, y que está relatado en un libro hermoso llamado El código de la vida, es una técnica revolucionaria que permite modificar el ADN de las células con gran precisión y rapidez.
En los últimos años, algunos
científicos chinos han utilizado esta herramienta para editar los genes de
embriones humanos, con el objetivo de corregir defectos genéticos o conferir
resistencia a enfermedades como el VIH. Estos experimentos han generado una
gran controversia ética y científica, ya que implican alterar la línea germinal
humana, es decir, el conjunto de células que dan lugar a los gametos y que
transmiten la información genética a las generaciones futuras.
Los primeros humanos creados en
China con CRISPR fueron dos gemelas, Lulú y Nana, nacidas en 2018. Según el
investigador responsable, He Jiankui, las niñas fueron modificadas para
eliminar el gen CCR5, que codifica un receptor que facilita la entrada del VIH
en las células. Sin embargo, este experimento no fue sometido a una revisión
ética ni científica adecuada, y se desconocen los efectos a largo plazo de la
edición genética en las gemelas y sus descendientes. Además, el gen CCR5
también está implicado en otras funciones del sistema inmunitario y nervioso,
por lo que su eliminación podría tener consecuencias negativas imprevistas.
La creación de humanos con CRISPR
plantea desafíos y oportunidades para la medicina y la sociedad. Por un lado,
podría ofrecer la posibilidad de curar o prevenir enfermedades hereditarias
graves, mejorar la calidad de vida de las personas afectadas y reducir los
costes sanitarios. Por otro lado, podría abrir la puerta a la eugenesia, la
discriminación, la desigualdad y la pérdida de diversidad genética. Además,
podría tener efectos impredecibles en el equilibrio ecológico y evolutivo de la
especie humana.
Sea cual sea el escenario que se
materialice en un futuro, lo cierto es que la inteligencia artificial y el
genoma humano son dos fuerzas que están cambiando el mundo y que nos obligan a
replantearnos nuestra identidad, nuestros valores y nuestro destino como
especie.
No obstante, lo dicho en el párrafo
anterior, es solo para los países donde se invierte en Ciencia y Tecnología, es
decir, los países llamados del primer mundo.
El resto de la humanidad solo se dedicarán
a rumiar esos avances. Y en el peor de los caos, como en la reforma laboral que
está siendo impulsada por el gobierno Progre y las mentes ilustres del Congreso
en Colombia, solo se dedicaran a imponerle camisas de fuerzas a estos avances como
es la inteligencia artificial, la robótica y otros avances tecnológicos. Y en
este orden de ideas estaría el genoma.
Lo curioso es que en las universidades
públicas hasta ahora nadie ha dicho ni ¡mú!
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