Los congresistas de Colombia no solo dan pena, también asco. Estos señores que se ganan el sueldo sin hacer mayor cosa aun no se han dado cuenta del nivel de desprestigio en que se encuentran. Seguramente seguirán así por muchos años más.
Ya que se acercan las elecciones para elegir un nuevo Congreso en el 2010 bien valdría la pena que la sociedad reflexionara sobre las cualidades y capacidades de quien nos ha de representar. Si en el Tolima hubiese un observatorio electoral donde se les hiciera seguimiento a los actuales congresistas, no tendrían por que salir reelegidos. El balance de ellos en el Congreso ha sido demasiado pobre. Otros como los exsenadores Carlos García o el mismo Luis Humberto Gallo, y que salieron gracias a los votos de los tolimenses, producen miedo por lo que hicieron y están haciendo.
Carlos García sigue preso. De él no vale la pena hablar tanto, es un personaje siniestro. Solo basta decir que se encuentra tras las rejas por algo que todo el mundo conoce de sobra y que produce vomito. Para decirlo con pocas palabras es, y será, un sujeto del bajo mundo.
Luis Humberto Gallo aun no se ha podido quitar la justicia de encima. Otro personaje que cada día le salen más problemas con la justicia.
Ya que, Gómez Gallo, según algunos entendidos, podría tener el camino abierto para aspirar a la gobernación, o, para volver al senado, bien vale darle a conocer a los electores tolimenses en qué enredos anda metido. Es bueno señalar que si bien la Fiscalía lo precluyó en primera instancia, todavía sigue investigado por parapolítica por la Corte Suprema de Justicia.
Pero el asunto más escabroso de lo que es el Congreso es el nuevo escándalo del conservador Gómez Gallo. Es una historia donde se da el soborno, el chantaje y la intriga. Además de la muy colombiana práctica del carrusel: la patraña típica que se usa en el Congreso para que un vago que va pocos meses al Congreso salga con una pensión jugosa.
La historia comienza en el año de 2006 cuando Ovidio Claros Polanco, actual magistrado de la Consejo Superior de la Judicatura, pierde la investidura como representante a la Cámara. Todo parece que la confabulación burocrática fue orquestada Gómez Gallo, José Antonio Mora Rozo y Héctor José Ospina Avilés para apropiarse de la curul.
Lo feo del asunto es que quienes promovieron la demanda contra Claros Polanco por violar el régimen de inhabilidades, presuntamente fueron quienes le seguían en la lista al Congreso: Mora Rozo y Ospina Avilés, respectivamente.
Aceptada la demanda, y después de varios meses, la Sala de lo Contencioso Administrativo del Consejo de Estado decide retirarle el carácter de congresista a Claros Polanco nombrando en su reemplazo a Mora Rozo, segundo en la lista.
Para que la gente se dé cuenta que allí en el Congreso es todo tramoya, el recién nombrado congresista para pagar favores nombra en la Unidad de Trabajo Legislativo (UTL) a dos recomendados del abogado demandante: a su esposa y a un amigo.
La historia de corrupción e intriga se pone mucho más interesante cuando se les exige a los dos recomendados entregar el 30% del salario devengado. Hasta aquí todo normal, pues, según parece, es muy común que los congresistas hagan esta clase de chancucos.
Lo insólito de esta historieta rocambolesca, y que comienza a complicarse, es que quien recibía el 30% del salario devengado de los dos recomendados no era Mora Rozo, el congresista en propiedad, sino el señor Ospina Avilés, el tercero en la lista, y que en un pasado había estado vinculado a la UTL de Gómez Gallo.
El señor Ospina Avilés después de un año de estar devengando el 30% del salario de los dos recomendados pide entrar en la práctica del carrusel, muy propia del Congreso. Pues reconocida la pensión al señor Mora Rozo, y sin descaro alguno, éste decide retirarse para abrirle pasó a Ospina Avilés para que se posesione en el Congreso.
No obstante, Ospina Avilés no contento con su salario de congresista, decide exigirles a los recomendados del abogado litigante no el 30%, sino el 70% de sus salarios. Al rechazar éstos la pretensión el congresista decide declararlos insubsistentes.
Para que el elector se dé cuenta de la clase de congresistas que tiene Colombia, todo este tejemaneje corrupto y descarado apuntaba a un objetivo: la pérdida de investidura de Claros Polanco para que Mora Rozo reajustara su pensión y Ospina Avilés asumiera la curul posteriormente.
Pero la corrupción no termina con esta tetra. No contentos con las patrañas urdidas, la dejación del cargo de Mora Rozo fue compensado con el nombramiento de dos de sus hijos. Un hijo en la UTL de Ospina Avilés y una hija en la UTL de Gómez Gallo.
Como si lo orquestado fuera poca cosa, la investigación ha apuntado, según parece, de que el monto que tuvo que pagarle Ospina Avilés al señor Mora Rozo para que le diera la palomita en el Congreso habría sido la suma de $ 300.000.000
El problema de la corrupción en el Congreso parece estar en los electores que votan por cualquier mequetrefe. En las sociedades modernas quien se acerca a la urna para votar por su candidato de sus expectativas le hace seguimiento. En Colombia hemos avanzado un poco, pero no tanto como se quisiera. Existen observatorios electorales donde se le hace el balance al Congreso, pero no el seguimiento a los congresistas que sería lo ideal.
Buen dia, usted tiene argumentos de derecho para argumentar toda los hechos de corrupción que menciona en su articulo. Gracias
ResponderBorrarM.J. Impresión Rápida
ResponderBorrarProyectos Especiales
Nuestros Servicios
Licita Seguro
Nuestra Experiencia